Mi suegra literaria y mi yo como personaje

Mientras reviso y corrijo las novelas, descubro la relevancia de ciertos personajes secundarios que en principio están ahí porque los personajes principales no son seres aislados que aparezcan de pronto en el desarrollo de la novela, todos de un modo u otro tienen un pasado y con ello dan a la historia una mayor amplitud, más juego, en ocasiones para poner un poco más de sentido común a actitudes y comportamiento un tanto alocados, pero también hay ocasiones en que dichos personajes secundarios pretenden hacerse dueños de la novela y cobrar más protagonismo del que quisiera darles en un primer momento. En esta lucha entre el desarrollo de la historia y la relevancia de los personajes, he de admitir que en ocasiones son éstos los que ganan, quienes tienen sus quince minutos o escenas en la que su presencia e intervención les convierte en imprescindibles.

Uno de esos personajes en principio secundarios dentro de la novela «Silencio en tus labios», es la suegra, la madre de Ana. En la novela «Esperando a mi Daddy», dado que se supone que Jessica es mi hija, esa figura de «la suegra», en el sentido de madre de la chica protagonista, queda un poco diluido porque es un personaje poco relevante, de quien Jessica rehúye y a quien culpa de su abandono. En referencia a mí no tendría más vínculo o relación con ésta que aquel momento que provocó la concepción de Jessica, que en la novela se mantiene como un asunto no aclarado por incoherente y en principio fuera de toda lógica debido a la época en que se presupone sucedió, del que según se cuenta en la novela no hay constancia ni recuerdo.

Concretando esta reflexión en el personaje de la madre de Ana, en «Silencio en tus labios». Este personaje se llama Victoria, nombre hasta cierto punto buscado por el propio personaje, en el sentido de que no admite que se le contradiga y en aquellos pasajes de la novela en los que interviene pretende tener siempre la razón, unas veces porque es lógico que así sea y otras porque impone su voluntad sobre el desarrollo de los acontecimientos. La problemática que se le plantea es que no siempre la gente que depende de ella tiene en cuenta su criterio.

Victoria en el momento en que aparece por primera vez en la novela, se la presenta como una madre protectora y, hasta cierto punto, preocupada por el rumbo que empieza a tomar la vida de Ana, tanto en lo referente a la evolución de su enfermedad como a todo lo referente a su vida sentimental. Es una madre que se encuentra afectada por la rebeldía de su hija pequeña, Marta, la cual se marcha a Irlanda para alejarse de un excesivo control paterno y las depresiones de su hija mayor que no termina de encontrar un sentido a su vida y de manera casi irremediable parece abocada al fracaso, a renunciar a todo lo bueno conseguido hasta entonces. El único hijo del que se siente orgulloso y le da alegrías es su primogénito, José: abogado, casado e implicado en el negocio familiar.

En mitad de esas tensiones familiares la vida de mi personaje y el de mi suegra se cruzan. Quien se supone ha de conseguir que Ana siente la cabeza resulta ser un chico que en poco o nada se parece a aquel con quien ésta estaba emparejada con anterioridad, Carlos (un chico trabajador, responsable, con buena presencia, con personalidad, etc., etc….) Ana se va a enamorar de un chico que en principio da la impresión que primero ha de resolver su vida antes de entrometerse en la de los demás, que Ana se ha fijado en él con la única pretensión de contradecir a su madre, para huir de imposiciones familiares que no le convencen.

Como toda buena madre, comprensiva y protectora, no le queda otro remedio que aceptar la presencia de este chico dentro de la familia y por lo tanto, que se le admita como trabajador dentro del negocio familiar, una gestoría, donde queda patente que no hay un sitio claro dónde ubicarle. Al menos, la nuera, la mujer del hijo, ejerce como administrativa, compagina sus labores de madre primeriza con el trabajo y su relación matrimonial, pero mi personaje está ahí porque tiene que estar, como refuerzo y expresión de los sentimientos de Ana. Ésta, a diferencia de la opinión de su madre, comparte la objetividad con que lo valora el padre y sabe descubrir las muchas y buenas cualidades de este chico, siempre dispuesto y capaz de ayudar a quien lo necesite en cualquier momento, lo que le convierte en un elemento fundamental de la empresa. 

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