Thursday, September 14, 1995

06:20 AM. Bedroom

Suena el despertador

La cuestión y pregunta con la que despierto esta mañana es si debemos o no tomarnos en serio la propuesta de Mr. Bacon y que sea Yuly quien me ayude con esta asignatura, porque para ella el nivel de la clase es demasiado bajo y para mí excesivamente alto. por mucho que se parta de cero para todo el mundo. A ella se le ha dado un aliciente más para que se tome las clases un poco más en serio. Sin embargo, a mí me crea un cargo de responsabilidad porque mi falta de interés condicionará de manera directa sus calificaciones. De manera que las dos saldremos perjudicadas y ya no será tan solo que a mí me manden a Matignon High el próximo curso, que más o menos tengo asumido. Se trata de que Yuly, para el curso que viene, se quiere matricular en el nivel Honor y una mala calificación le supondrá un impedimento, dado que se supone que los grupos tienen un número limitado de alumnos y habrá de demostrar más méritos que los demás aspirantes, sobre todo que los que este curso estén en nivel Honor y para el próximo curso quieran continuar.

Lo lógico es pensar que todos, al igual que yo, nadie debería abandonar la asignatura de Spanish, en el supuesto de que este curso aprobáramos. Sin embargo, ya he tomado una decisión y será difícil que me hagan cambiar de idea en los próximos meses. Tan solo, si tuviera alguna noticia de Daddy, me lo replantearía. Pero me parece poco factible que ello suceda, si no he sabido nada de él hasta ahora y lo único que tengo al respecto son divagaciones sin mucha consistencia y demasiada imaginación.

Ana: (Se asoma por la puerta) Arriba, dormilona que ya estás como todos los días. – Me ordena. – El bus no espera a nadie y, como lo pierdas, ya sabes lo que te espera. – Me advierte. – Más vale que te des prisa, si no quieres llegar tarde.

Jess: [Acostada] Buenos días. Ya me levanto. – Le respondo. – ¡Aún tengo media hora! – Me justifico.

Ana: ¡Un día de éstos te cambiaré el horario y en vez el de las clases, destacaré más el horario del bus! – Me amenaza con complicidad. –  ¡A ver si así espabilas en cuanto suena el despertador!

Jess: ¡Ya voy! Un segundo. – Le respondo.

Ana: Venga, espabila porque tienes el tiempo en contra. – Me pide en un tono más afable. – Demuestra que te tomas las clases en serio y eres una chica responsable. – Me pide. – No des motivos para que los administradores cambien de idea.

Notebook of Jessica
Wednesday 9/14
Day:          6
1. Music
2. Science
3. Algebra
Lunch
4. English
5. World History
6 Spanish

Un vistazo a la agenda para asegurarme de que no me he confundido de día, que hoy hay clase y el despertador no ha sonado por error. Ana no se confunde y, dado que no tengo un horario distinto al de las demás, tampoco es algo que haya de descartar. Sin embargo, en esta ocasión, como en los últimos días, ha acertado y de nada servirá que pretenda confundirla, porque no quisiera que me repitiera la advertencia de siempre: que se tarda menos en preparar la mochila y llegar a tiempo al bus que en hacer las maletas y que me lleven a Matignon High. Además, si valoro las ventajas e inconvenientes de quedarme aquí o marcharme, mi decisión y preferencia está clara. Tengo mi propio dormitorio y la tranquilidad de que otro modo no tendría. Por lo que me han contado del ambiente en el Matignon High, sin que sea malo, no es equiparable al de aquí, donde soy la mayor y no una de las novatas. Con el añadido de que allí sería una de las últimas en entrar, me sentiría muy desamparada y, sobre todo, me lamentaría porque supondrá que ya no tendré opciones a que Daddy me encuentre.

Salir a la carrera hacia el cuarto de baño no se tarda nada, Tan solo que he de ser sigilosa por el pasillo y confiar en que a estas horas las demás aún duerman. Como cada mañana dispongo del tiempo justo y ajustado para vestirme, desayunar y salir hacia la parada del bus antes de que éste llegue o se marche sin mí. Lo tengo todo controlado y me empiezo a temer que cualquier día las prisas harán que pierda el equilibrio y baje por Fulton St como si fuera una pelota. Ya que rodaré por los sueltos hasta que haya algo que me detenga. Salvo que las lesiones sean graves, me temo que Ana me diría que bastará con que me asee un poco, cambie de ropa y será ella quien me acerque hasta el Medford High. En cualquier caso, la recomendación es que mire dónde pongo los pies y no salga tan apurada de tiempo. No sea que algún vecino piense que huyo de algún agresor o que he vuelto a mis costumbres de la infancia. Los adultos ya no corren por la calle, salvo que hagan deporte, pero yo voy vestida para ir a clase y, en vista del panorama y del ambiente que hay en el Medford High, es preferible que no sea muy descuidada con mi manera de vestir porque todo se tienen en cuenta y lo último que me conviene es llamar más la atención.

Despojarme de los pantalones del pijama es bastante fácil. Hasta cierto punto es una suerte vivir en una casa donde sólo hay chicas y que a estas horas las demás duerman, porque no importa demasiado cómo vaya por el pasillo, a pesar de que Ana y Monica siempre nos recomienden moderación y decoro, pero cuando el tiempo apremia es mejor dejar el sentido común para otro momento. Tengo asumido que, a las chicas, cuando necesitamos ir al cuarto de baño, nos sobran los pantalones y es un sinsentido tener que bajármelos y subírmelos después, de manera que a estas horas de la mañana es mejor quitárselos de una vez. Cuando viva en casa de Daddy entiendo que habré de ser un poco más discreta y perder el tiempo que necesite para que mi aspecto sea el mejor posible en todo momento. Soy una chica y se supone que los chicos, los hombres en general, valoran ese tipo de comportamiento por nuestra parte. Ellos se pueden comportar cómo quieran, porque, en su caso, no tiene tanta relevancia. Las chicas tenemos que ser pudorosas, recatadas y discretas con nuestra intimidad, que casi dé la impresión de que siempre que vamos al cuarto de baño tan solo para lavarnos la cara, aunque no sea verdad.

La chaqueta del pijama prefiero dejármela puesta hasta que me haya de cambiar. El edificio, como tal, no es ningún horno, por lo que no hace calor y, en lo posible, se intenta no malgastar en calefacción. De manera que aún no es época de que esté encendida. Aparte que siempre se nos recalca que hemos de ser precavidas por si sonara la alarma de incendio y hubiera que salir a la calle con lo puesto. Mejor que los vecinos ni los bomberos se encuentren con el deleite de vernos en ropa interior o sin nada. Porque cuando suena la alarma la norma es que todas hemos de intentar salir fuera sin entretenernos y sin tonterías. Mejor que todo el mundo contemple la desnudez de nuestros hermosos traseros antes de que alguna se pierda por la casa y los bomberos hayan de entrar a rescatarla. Monica y Ana son responsables de nuestra seguridad y aseguran que en esos momentos de tensión no tienen ojos para las quince. Por lo cual, esperan la máxima colaboración y diligencia por nuestra parte. Si escuchamos la alarma, hemos de dejar lo que estemos haciendo, sea lo que sea, y disponernos a salir del edificio de manera ordenada y por el lugar más seguro, que no tiene por qué ser la entrada principal, sino el lugar más alejado del fuego. De manera que, si hay que saltar por una ventana del piso de arriba, se salta. Y se han salir a rastras por alguna de las ventanas del sótano, mejor que ninguna se lo piense dos veces. Mejor arrastrarse por los suelos que acabar abrasadas. Por suerte, hasta ahora, en los años que llevo aquí, no me he visto en esa tesitura ni espero que pase porque cerrarían el St. Clare’s Home.

06:41 AM. Kitchen

Cuando entro en la cocina casi es mejor que no mire el reloj porque sé de antemano que tengo el tiempo justo para desayunar con prisas y marcharme. Al menos tengo la tranquilidad de que no iré a clase con el estómago vacío ni que esperar hasta la hora del descanso para tener tiempo de comer algo. La situación económica, dentro de lo que implica que sea una casa de acogida que depende de la generosidad de los demás o de la disponibilidad de fondos que haya en la parroquia para cubrir nuestras necesidades, entra dentro de lo aceptable. De momento la despensa nunca se ha llegado a vaciar del todo y siempre hay ropa limpia en el armario. Aparte de agua en los grifos y que la luz se encienda cuando se accionan los interruptores. Lujos y caprichos caros hay poco. Tal vez ello se haya reducido a la televisión con conexión a los canales internacionales, que no a los de pago ni a los de adultos. Según Ana, es la manera de estar al corriente de lo que sucede en el mundo. Aunque lo cierto es que apenas nos queda tiempo para ello, porque nosotras tenemos que estudiar y quienes cuidan de nosotras no se quedan cruzadas de brazos. Por lo cual lo de la televisión es un capricho prescindible, salvo los fines de semana en que no hay nada mejor que hacer y se nos da permiso para que veamos algún programa nacional muy determinado.

En estos momentos no dispongo de tiempo para distracciones. He de desayunar con prisa, casi sin tiempo a saborear lo que llega a mi boca, a pesar de que estoy convencida de que Ana me lo ha preparado con el mayor de los cariños y que me deleitara con ello sería la mejor manera de agradecerle el detalle. Pero el reloj corre en mi contra y el bus no se detendrá en la parada hasta que se me ocurra aparecer. Hay que recoger a más gente y cumplir con el horario. Si no llego a tiempo al bus, me habré de ir a pie y, en caso de que éste justificado por el posible retraso, pedirle a Ana que me acerque con la furgoneta. Lo que será un momento. Pero he de tener en cuenta que a estas horas su prioridad está en las niñas pequeñas y que yo he de ser responsable y consecuente con mis actos. Si me dejo llevar por la pereza, pierdo el bus; llego tarde a clase y me ponen falta. No será Ana quien me haga un justificante ni interceda por mí. Es más, en vista del panorama, faltar un día a clase puede tener más trascendencia de la debida y suponer una llamada de atención para que me tome en serio la advertencia de que mi permanencia en el St. Clare’s es una concesión excepcional, condicionada a mi buen resultado en los estudios.

07:00 AM. Fulton St

De momento hay niebla, pero Ana me ha advertido de que para hoy hay posibilidad de lluvia. Por lo cual, no ha dejado que saliera demasiado fresca a la calle. Ya le empieza a preocupar eso de que le haya cogido el gusto a vestir como una chica y abandonado mis malas costumbres de la infancia. Me conoce lo suficiente como para saber que ya he escarmentado de aquella época de mi vida, desde que me he distanciado de los chicos del parque y ella está más pendiente de lo que me pongo o dejo de ponerme. No soy una chica que vista de una manera demasiado fresca. A diferencia de algunas de mis compañeras de clase, casi diría que me sobra ropa. No tengo ningún interés en que los chicos me miren con malos ojos o intenciones. Ya tengo constancia de que son tontos y ninguno merece la pena. Además, no me agrada la idea de que la asistencia a clase se convierta en una pasarela de modas ni que el hecho de que vestir de una u otra manera haga que una chica sea más o menos popular. Aún estamos a comienzo de curso y no me apetece participar de esos juegos. Ya que, sin necesidad de que hiciera nada, me he convertido en el objetivo de las burlas de mis compañeros de clase y a quien tengo intención de caerle simpática es a Yuly, porque es la única amiga que tengo o chica con la que me entiendo hasta ahora. De todos modos, a Yuly tan solo la quiero como amiga, nada más, porque me da la impresión de que en el Medford High a todo se le da una interpretación bastante libre. Lo único que pienso de los chicos es que son tontos. Salvo por ese pequeño detalle hay alguno guapo, pasable, pero no lo admitiré, porque tal vez se lo crea y se piense que me intereso más de lo debido, que no es cierto.

Tampoco es que de pronto haya descubierto que la ropa de las chicas tiene su encanto y que me he perdido mucho por mi empeño por vestir con ropa de chicos. Desde siempre me ha gustado la ropa de chicas, porque es lo que soy, pero, de alguna manera, debía expresar mi rebeldía y para mí esa opción era la más recurrente. En realidad, no tengo muy claro cómo comencé con lo del trapicheo ni cuándo me empezaron a tomar en serio. Pero he tenido épocas en que me resultaba más fácil conseguir ropa por ese medio que por el oficial. Lo cierto es que sigo sin comprender qué sentido o gracia le tienen los chicos a la ropa de chicas, cuando es seguro que no se la van a poner. Supongo que para la mayoría lo divertido estaba en mis apuestas, en asumir ese riesgo, porque era la única chica del St. Francis dispuesta a participar de sus juegos e implicarme, mientras que las demás se mostraban bastante recelosas. Como dice Ana, yo desde siempre he sido un tanto especial para todo y es una suerte que no me haya metido en más líos de los que he estado, que mis travesuras no hayan pasado de ese intercambio de ropa o de más de una pelea con los chicos.

No sé si definirlo como una concesión especial o una medida que se ha tomado para que me olvide del trapicheo, pero la cuestión es que Ana me permite que sea un poco más caprichosa con mi manera de vestir. Que cuando necesite ropa ya no dependa tanto de la disponibilidad que haya. Al menos, a partir de ahora, la excusa es que soy mayor de edad para estar aquí y la ropa que nos donan ya no es de mi talla. Según me ha comentado Ana, y supongo que me lo habré de creer, la ropa no procede tan solo de donaciones de particulares. Algunas prendas se compran y otras se consiguen a precio de coste. Sin embargo, cuando no queda otro remedio, se compra en las tiendas del barrio. La cuestión es que todas vistamos de manera adecuada y no dé la impresión de que se nos maltrata o tienen en condiciones inadecuada. Ante el menor incidente o denuncia, se presentará el inspector en la puerta y podría clausurar el St. Clare’s Home. Nos dejaría a todas en la calle. Más bien, repartidas por los internados de la zona y mi caso no sería una excepción.

Con la libertad de saber que en el Medford High no hay un uniforme y se da bastante libertad a la hora de escoger el vestuario, siempre que sea moderado, esta mañana he optado por una camiseta blanca de manga corta y cuello cerrado, con unos pantalones vaqueros azules. Un vestuario que considero bastante informal, pero apropiado. Además, para que nadie me acuse de que me he vestido como un chico, que no es mi intención, me he recogido el pelo, de manera que se me vea bien la cara y las orejas, aunque el hecho de que no lleve pendientes haya quien lo interprete de manera equivocada. El caso es que considero que con este aspecto se evidencia más que soy una chica, pero no pongo en riesgo mi integridad, porque los chicos encuentran cualquier hueco entre la ropa para mirar lo que hay debajo y en esta ocasión pretendo no darles muchas opciones. Si por vestir así hay quien piensa que soy una chica demasiado fría y no les sigo el juego, lo cierto es que me da lo mismo. Se supone que yo voy a clase a aprender, no a que se me trate como si fuera un juguete. Si esto me hace destacar con respecto a mis compañeras, no es mi intención. Esta mañana quiero sentirme cómoda y segura, así sé que lo estaré. En cualquier caso, confío en que Yuly no se distancie de mí por las habladurías.

Gabe: [Tararea] ♫Jess Bond, Jess Bond, you are Jessica Bond. You can give it to me when I need to come along. Jess Bond, Jess Bond, you’re Jessica Bond ♫

Llegar a la parada medio minuto después que Gabe y que éste no reprima su empeño por burlarse de mí es inmediato. Al menos, hasta ahora, es aquí donde coincido con él a primera hora de la mañana. No ha tenido la ocurrencia de esperarme por los alrededores del St. Clare’s, de manera que el paseo me resulte un poco más estresante.  Vengo sola y con tranquilidad, centrada en mis pensamientos. Pero ante la expectativa de un recibimiento como éste, lo cierto es que resulta tentador el hecho de pensar que el Medford High no se encuentra tan lejos a pie y que, en vez de subir por Fulton St, bastaría con que bajase hasta Fellsway y siguiera por la calle hacia abajo. Lo que de momento me pienso dos veces y reprimo para que el estúpido de Gabe no se quede con la satisfacción de pensar que me he vencido o conseguido su propósito. Ignoro sus motivaciones y prefiero no molestarme en averiguarlas, pero tengo por seguro que no es algo que me importe. Tan solo se ríe de mí y piensa que con ello su estancia en el Medford High será mucho más entretenida, al amparo de que tan solo se trata de una canción que no hay agresiones físicas ni una actitud agresiva, que resultaría mucho más llamativo y perjudicial para él, porque se arriesga a que le expulsen del Medford High y haya una macha en su expediente. En el mío del St. Francis School debería haber una indicación con respecto a mí no asistencia a clases de Spanish, pero gracias a la mediación de Ana y consideración de los profesores, es un detalle que se ha pasado por alto.

Mi suerte es que nuestra parada no es la última y en el bus todavía quedan asientos libres, por lo cual, tengo para escoger y he tomado la norma y costumbre de que cuanto más lejos de Gabe mejor, para que me olvide y centre su atención en quienes le hagan caso. Porque ya he comprobado que, en cuanto encuentra a alguien que le dé conversación, se olvida de mí. En mi caso, tan solo necesito un asiento libre, a ser posible junto a la ventanilla y aunque me gustaría que estuviera en la parte delantera, debido a Gabe, he de irme a los asientos del fondo, donde se supone que acaban todos aquellos que intentar escapar del control del conductor y, hasta cierto punto, son los asientos de los marginados, aunque en caso de incendio estábamos más cerca de la puerta de atrás y es menos probable que quedemos atascados. Como compañero o compañera de asiento, me da igual quién sea. Ya tengo claro que ello no es motivo para que intenten ser más ni menos simpáticos conmigo. Lo que buscan es estar cerca de quienes forman su pandilla y, en cierto modo, consiguen que me sienta fuera de lugar. Pero en el bus hemos de viajar todos porque a la ida llevamos el mismo destino y a la vuelta el bus nos deja como si fuéramos migas de pan.