Me meto en camisa de once varas al hablar de esto, pero en más de una ocasión he escuchado hablar de ello y, en realidad, no estoy seguro de que tenga algún sentido, pero es algo que he incluido en mis novelas, como parte de la personalidad y manera de actuar de mis personajes, de la relación entre éstos nivel sentimental de pareja. Es posible que tras la aclaración y mis explicaciones haya quien argumente, con razón, que he pecado de ingenuidad, que he oído campanas, pero en mi cabeza, que es cierto eso de que a veces le pongo demasiada imaginación a mis novelas y falta realismo, sin que en ningún caso haya pretendido crear un manual de relaciones personales basado en mi experiencia ni como enseñanza para nadie, aunque de algún modo se refleje en ello mi manera de pensar, que de todo uno aprende y en todo uno se equivoca.
El caso es que, según mi entendimiento, lo que he escuchado por ahí y ha quedado plasmado en mis novelas, las mujeres en sus relaciones sentimentales buscar a un hombre al que cambiar, al que moldear. Lo que, en cierto modo, rompe con la idea del típico macho y deja a los hombres a la altura del betún, pone a las mujeres en un pedestal y hace realidad ese típico rumor de que el gran misterio del universo son las mujeres, porque los hombres, pobres de nosotros, no somos capaces de entenderlas y nos tienen comiendo de su mano casi sin que nos demos cuenta.
Silencio en tus labios

En esta novela, sin duda alguna, ese proyecto de mujer, el pobre incauto que cae en las redes de Ana, porque no hay duda de que su parte de la novela en el fondo trata de eso es sin duda alguna Manuel.
Debería decir que es Carlos, su ex, con quien en principio parece que mantiene una relación perfecta, quien tira de ésta y la lleva a ese mayor acercamiento con la gente de Toledo, sin embargo, cuando se agravan sus problemas de salud, cuando Ana entiende que no puede seguir su ritmo la relación de rompe y lo cierto es que éste tarda más bien poco en sustituirla en su vida. De hecho esta idea del «proyecto de amor» no parece que encaje demasiado con la mentalidad de la madre de Ana, quien da muestras de verse bastante decepcionada con la ruptura. Carlos parece la pareja perfecta, un chico guapo, listo, de buena familia, con una personalidad arrolladora, casi como el yerno que toda madre quisiera tener. Sin embargo, dicho sin paños calientes, «se va cerrando por fuera en cuanto Ana se distancia de él», aunque queda una buena amistad.
De modo que ahí tenemos a Manuel, el típico al que las chicas de Toledo, porque es a las que Ana toma como referencia, habría que echar de comer a parte, incluso ella le llega a considerar la peor de sus pesadillas, que se lo regala a la primera que lo quiera sin el menor remordimiento, hasta e punto de estar dispuesta a decir lo maravilloso que es con tal de que cualquier incauta enamoradiza le quite el problema de encima. Sin embargo, parece que ni regalado, que ella es la enésima sobre quien ha puesto sus ojos y nadie quiere tomarle el relevo. ¿Será Manuel un buen «proyecto de amor»? Parece que las papeletas las tiene todas, pero ¿A ver quién es la valiente que asume el riesgo? Ana no para por su mejor momento de salud y será una carga más sobre sus hombros y ya sabemos que en un primer momento no cuenta con el beneplácito de sus padres.

«El proyecto de amor» de Ana está en conseguir que este «incauto» logre vencer esas objeciones, porque esta claro que con Carlos poco o nada podía hacer en ese sentido porque éste ya era de por sí cuasi perfecto. Lo cierto es que a lo largo de la novela y como queda constatado en lo que he publicado hasta la fecha, a Ana se la puede tachar de manipuladora, que maneja a Manuel a su antojo y. si éste no reacciona, se va a quedar con un palmo de narices. Ella le pone difícil esa conquista, hasta el punto de recurrir a sus amigas para mantener las distancias y por supuesto, cuando llega el momento del primer desencuentro, consigue que sea Manuel quien se presente en su casa para disculparse y reconquistarla. Sí, Manuel va a buscarla, ante la evidencia de que ésta le ha dejado sin opciones o va o nos quedamos sin historia, sin novela. ¿La ocurrencia, la iniciativa, es de Ana?
Esperando a mi Daddy

En esta novela lo del «proyecto de amor» tiene una doble vertiente y, en cierto modo conviene que destaque ambas porque afecta a personajes y relaciones distintas
Jack y Luz
Jack es el típico rico, de éxito, por el que toda las chicas de un modo u otro suspiran. Es Jack Catcher y con eso está todo dicho. En principio, dada esa personalidad arrolladora y bien definida, resultaría ilógico pensar que encaje con esa idea de chico que se vaya a dejar manejar por el amor de su vida, que vaya a comer de su mano con tanta facilidad. En serio ¡Es Jack Catcher» ¡No es un dulce gatito». Según Sharon, es un engreído. Es decir, bueno para la vista, pero poco más. Sin embargo, Luz le tiene atrapado en sus redes y le tiene agarrado por su línea de flotación. El gran Jack Catcher tan solo teme defraudar a dos mujeres en su vida, a su madre, a su novia. Luz es una chica sencilla, universitaria y con firmeza en sus creencias, hasta que Jack se le cruza por delante y reniega de todo por amor, entre otras razones. da la sensación de que es Jack quien debería llevar los pantalones en esa relación, pero es que el pobre se ha enamorado y ha de vivir con los pies en la tierra, ya que es muy dado a invertir en proyectos alocados que no siempre acaban bien.
Daddy y Jessica
Aquí no hay como tal un «proyecto de amor» en sentido estricto, porque entre ellos no tiene cabida ese romanticismo, pero sin duda Jessica se encuentra con la tesitura de tener que convencer a Daddy de que se crea su historia y la acepte en su vida. Es decir, entre ellos hay una convivencia, una necesidad de entendimiento y ante la evidencia de que no hay nadie más con quien desarrollar ese juego, daddy se convierte en la víctima propicia. éste ha de asumir esa paternidad, por mucho que la idea no le convenza del todo, de manera que del recelo ha de pasar a la aceptación, con el inconveniente y la limitación de que la relación entre ellos ha de quedar clara en todo momento, por lo cual Daddy se encuentra con esa pequeña vía de escape, porque Jessica tiene un tanto idealizada la imagen de su padre y ello no cuadra demasiado con la idea de que éste se muestre tan ingenuo y sumiso con ella. ¿A qué se le ha de dar más importancia? Ella se quiere sentir orgullosa de su padre, como éste lo ha de estar de ella, pero le inquieta la impresión que los demás se puedan llevar. Por otro lado, Daddy no es precisamente un «Jack Catcher», sino, más bien, uno que se ve superado por las circunstancias.

Conclusión
Lo que entiendo y hablando con un poco más de seriedad, es que todo proyecto de amor dentro de la pareja ha de ser algo compartido, común para ambos. El proyecto de Manuel y Ana o Jack y Luz, sin duda es tener un futuro, formar una familia. Lo que para los primeros se complica un poquito, aunque al final de la novela es lo que consiguen después de superar más de un problema y silencio.
Se sobreentiende que Jack y Luz lo consiguen sin problema, pero eso ya forma parte de sus vidas, con independencia de la de Jessica o de lo que ésta cuenta de sí misma. En realidad, llegan a venir en dos ocasiones a Toledo, de visita, y se les ve bastante felices, cada uno haciendo gala de su personalidad.
El amor ha de estar basado en un proyecto de vida, al menos esa es mi manera pensar por utópica e idílica que suene, que se quiera plantear en mis novelas. que sea cierto o no eso de que hombres y mujeres parten de un objetivo distinto ya depende de cada cual. El caso es que sea de una manera u otra las piezas encajen y la pareja encauce esa relación en la misma dirección a pesar de las dificultades que se presenten con el camino, porque negar esos tropiezos no sirve de nada. Y si todo encaja, no es tan malo que el hombre sea un poco menos el típico macho, que como dulce gatito no pierde simpatía ni encanto y la mujer sepa que le quedan bien «los pantalones», aunque quiera llevarlos a escondidas y no haya inteligencia en el universo que la entienda.
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