Es una cuestión de actitud (Revisado)

Introducción junio 2022

Esta reflexión es para hablar de la creación de un personaje femenino, de empatía, de ponerme en lugar de ella, en contraste con mí yo como personaje y narrador. (¿A quién hay que llamar?) Porque, si en la reflexión que se hace sobre Manuel me permito la ironía y la autocrítica, la burla, con Ana intento buscar la objetividad, que todo acto tiene consecuencias tanto en uno mismo como en quienes lo sufren. Sin pretender, en ningún caso, dar una visión idílica de los personajes femeninos ni tampoco exacto de su personalidad. Se entiende que está escrito y planteado desde mi subjetividad, sin intención de ofender a nadie.

Reflexión

Original de septiembre 2021

No sé si los que leen y siguen mis publicaciones de la novela «Silencio en tus labios» se han percatado del detalle, pero hoy me apetece destacarlo, aunque pueda parecer que vuelvo la vista atrás en lugar de avanzar, que doy dos pasos hacia atrás en vez de un salto hacia adelante, porque anuncio grandes novedades en la historia, pero todo se ha quedado como parado, aparcado, como si todo eso que está por llegar fuera más fruto de un proyecto que algo palpable. Sin embargo, aquellos que han seguido mi blog desde hace tiempo ya sabrán que incluso me he atrevido a publicar parte de su desenlace. Que, tras esa publicación un poco más avanzada de la historia, queda poco más que contar, salvo el hecho de que aquello que a causa de esa ruptura salta por los aires, en mil pedazos, en una historia con cinco narradores, se ha de volver a recomponer de nuevo, han de encajar las piezas:

  • «¿Y tú quién eres?»
  • «Yo sospecha algo, pero nadie me lo confirmaba»
  • «Éste es mi mundo, ésta ha sido mi vida estos años, y ahora vosotros tenéis que formar parte de ella»,
  • etc….

Como digo, me quiero detener y subir a la máquina del tiempo, volver atrás en esa lectura, en esas páginas, y casi volver a tomar la novela entre mis manos para fijarme en las primeras líneas en las primeras palabras; acompañaros de nuevo en el descubrimiento y la evolución de los dos personajes principales y que veamos de nuevo cómo han sido capaces de llegar hasta este punto de la historia. Encontrar alguna lógica a todo lo que ha sucedido hasta ahora, porque sí, porque, como en toda historia, los personajes evolucionan, tienen una progresión personal, y no solo en el tiempo, cambian. Entiendo que en el caso de Ana y Manuel es para bien, pero, quizás, tras todo lo leído hasta ahora, aquello del principio queda un poco lejano en el tiempo.

Ana, la novia de alguien

Empieza siendo «la novia de Carlos». Así, tal cual, es cómo se la presentan a Manuel. Se conocen en ese primer encuentro mensual con los amigos y es casi lo único que destaca de ella. Se insinúa que tal vez se conocieran de antes, pero sin que ninguno de los dos sepa dar una fecha concreta. Manuel por aquel entonces no se debió fijar demasiado en ésta porque tampoco hace ninguna mención especial en ese sentido. Hay tanta gente en el grupo, de procedencias tan diversas. Hay tantas actividades a lo largo del año, que una cara nueva más o menos tampoco es algo que éste quiera destacar. En cambio, ese día sí lo hace, porque Ana es «la novia de Carlos». Sin embargo, Carlos no es «El novio de Ana». Sí, Carlos, uno de los chicos que viene de esa población cuyo nombre se omite de manera intencionada y reiterada. Ese mismo Carlos, por fin acude a esos encuentros en compañía de su novia. Es la novedad, porque la chica tampoco es que se prodigue mucho por Toledo, desde el inicio de esa relación ni con anterioridad. Si Manuel dice acordarse de ésta, quizá fuera en los años en que ella tan solo una chica más, no era «la novia de Carlos»

El novio de Ana toca la guitarra Pexels.com

¿Quién es ella en realidad?, ¿Cómo es?, ¿A qué se dedica? ¿Cuáles son sus inquietudes?, ¿sus manías? ¿Qué estudios tiene? ¿Cómo se gana la vida? ¿Estudia o trabaja? Lo único es que, al menos en esa ocasión, está enamorado de Carlos y Carlos es uno de los guitarristas del coro, y a ella no le va mucho eso de cantar. Por lo que se queda al cuidado de las mochilas. Intenta no hacerse notar demasiado, porque está allí para que todo el mundo sepa que ella es la novia de Carlos, aunque ya haya muchos que la conozcan del campamento.

Pero, ¿Qué tiene de particular? Se relaciona con las amigas con las que han venido de su ciudad y con las que ha hecho amistad durante el campamento; se relaciona con Carlos y, hasta cierto punto, vive a la sombra de éste, con sus inseguridades, sus miedos, su timidez. Es alguien que se siente rodeada de extraños y fuera de su entorno. Ella está acostumbrada a su ambiente, a su ciudad, a su mundo. Se lo ha pasado bien en el campamento y esa reunión es la manera de dar continuidad a aquello. Sin embargo, tiene la sensación de que Toledo se encuentra demasiado lejos para volver. Tal vez, si se vuelve a dejar convencer por Carlos, acuda a otra reunión o se espere hasta el próximo campamento de verano.

Como su relación con Carlos empieza a desvanecerse, a quedarse en nada, porque se siente limitada por su salud, su motivación e interés por la gente de Toledo corre la misma suerte. Ya tiene algunas de esas actividades en su parroquia, al lado de casa, y no necesita complicarse tanto. Además, el hecho de empezar a mezclar y tratar con la gente de Toledo fue por Carlos y ,muy a su pesar, éste ya es parte de su pasado y el pasado es mejor no removerlo porque ha dejado una pequeña herida abierta en el corazón. Si los de Toledo quieren algo, ya vendrán a buscarla.

Y, ya que se siente un tanto desanimada, se busca un amigo en una página de contactos, a alguien que le ayude a recuperar sus ganas de vivir, pero sin implicarse demasiado. Tan solo alguien que le ayude a evadirse de su realidad. Pero para mantener su anonimato, se inventa un pseudónimo, que, en cierto modo, sea un reflejo de su personalidad, que dé a entender que es una chica independiente, afable, pero a la vez capaz de sacar las uñas, si siente que le hacen daño. Es «la dulce gatita». De todos sus posibles pretendientes se queda con uno que no parece muy distinto a ella en su manera de pensar. En uno que se hace llamar «El poeta» ¿Acaso Ana tiene algún interés por la literatura? ¿Le gustan los chicos con creatividad, imaginación y una cierta sensibilidad? ¿Por qué ha descartado a los demás? ¿Tal vez sea porque es una chica un tanto selectiva con quienes se le acerquen demasiado? ¿Tal vez se siente un poco más recelosa con el mundo a causa de su ruptura con Carlos? ¿Por su estado de salud?

Y como no ha perdido el contacto con sus amigos de siempre y considera que ha pasado el tiempo suficiente para dar ese paso, cuando surge la ocasión, se anima a volver a Toledo, a otra de esas reuniones multitudinarias, para que todo el mundo entienda que ella ya no es «la novia de Carlos». Tan solo es Ana, la chica que dos años antes había estado en el campamento de verano. La misma que durante todo este tiempo se ha mantenido unida al grupo por medio de la oración, de su implicación en la parroquia, de las reuniones semanales.

Quien regresa a Toledo es Ana. Tan solo Ana. La misma que se encuentra allí embargada por los recuerdos de ese pasado en el que se sentía feliz y acompañada. En que el hecho de ser «la novia de Carlos» para los demás significaba algo. Sin embargo, Ana tan solo es eso «Ana». La chica que ahora comparte banco con otras chicas; que tiene inquietudes de chica y que, como aquellas que no son de Toledo, se siente un tanto fuera de lugar.

De toda la gente con la que se encuentra allí, pone su atención en Manuel, quizá en el menos indicado para que sea su distracción. Porque sí, porque como ella, Manuel está allí. Es ese chico de Toledo al que echó de menos en el campamento de verano ¿Por qué no acudió? ¿Le ha comentado alguien que a ella le correspondió ser su amiga invisible, que durante aquellos días el «invisible» había sido él? ¿Acaso las primeras impresiones que le causó esa vez que se conocieron y de la que ninguno de los dos tiene las ideas claras fueron acertadas? ¿Sigue siendo «el de siempre»? Porque ella pretende ser Ana, que la conozcan por ella misma, pero no por ello Toledo va a estar mucho más cerca de su casa.

A quien las chicas de Toledo invitan a ese encuentro de jóvenes con el obispo es a Ana. No es a «la novia de Carlos» ni a «la exnovia de Carlos». De manera que, si se lo piden así con esa seguridad e insistencia, ella no puede menos que acudir. Es su ocasión para que su nombre deje de tener esa coletilla molesta, aunque con Carlos mantenga una buena relación de amigos. Acude animada, feliz, dispuesta a comerse el mundo mientras su salud se lo permita. Necesita de esa recarga de energía. Y con las amigas de Toledo, comparte confidencias de chicas y tiene ocasión de conocer de manera un poco más cercana a quienes acuden al encuentro. Y entre éstos, porque destaca por ser tan particular, está Manuel. Quien parece ha acudido con la falsa expectativa de coincidir con alguien, que de manera premeditada ha preferido faltar. Como dirían las chicas de Toledo, lo mismo de siempre, con suerte o con pesar por no ser ninguna de ellas. Y como Ana está allí, se empieza a dar por aludida, pero es que ella no ha acudido por él, aunque tampoco ha descartado del todo que se vieran. Pero porque es uno de los chicos de Toledo. Nada más. Que le llamara la atención la vez anterior carece de importancia. Es algo que ella lleva en secreto.

Cara de mosqueo ante ciertas insinuaciones

Ellas hablan de Manuel, ella le observa desde lejos y éste se toma esas miradas como un voto de confianza, pero se acerca más de la cuenta y es inevitable que se genere un cierto nerviosismo por su parte. «Es que ha malinterpretado esas miradas«.

Se vuelven a reencontrar un mes después, porque Ana regresa a Toledo, para asistir a la última reunión del curso y confirmar su asistencia al campamento de verano de ese año, porque ya siente que la gente la llama por su nombre y la considera por ella misma. De modo que se siente mucho más participativa, pero, como Manuel es «el de siempre» ¡a ver si lo va a estropear!

Y claro, como no puede ser de otro modo, Manuel lo estropea, pero, como no acude al campamento ni a la posterior convivencia de novios, Ana consigue brillar con luz propia. No hace, como tal, nada especial, pero sí lo suficiente como para sentirse reafirmada en la idea de que se puede implicar un poco más en la organización del grupo, «La novia de Carlos» era una seguidora. Sin embargo, Ana tiene aptitudes de liderazgo. Sí, Ana, ella misma, con sus limitaciones, aunque no sea de Toledo. Pero es que la gente de su ciudad se merece tener a alguien como ella, como enlace.

Toledo

Y como ella ahora es «Ana», la ciudad de Toledo se pone a sus pies. Las distancias parece que se acortan. Los inconvenientes para acudir a esos encuentros mensuales se desvanecen; las fechas cuadran a la perfección con su agenda de trabajo, con sus problemas de salud y hasta con la ocasión para que no se apaguen del todo sus conflictos y desencuentros con Manuel. Si no, más bien, para que se aviven, que no haya extintor que los haga perder fuerza. Su distracción se convierte en su peor pesadilla y su único desahogo es contarle las penas a un extraño, a su amigo de Internet.

Cuando la desesperación le lleva a desahogarse con Manuel, tarda poco en asumir su error. Comprende que, tal vez, se ha excedido en su reacción. Que ha sido demasiado lo que se le ha acumulado y lo ha soltado de golpe y sin medida. Quizá justo en ese momento Manuel no se lo mereciese, pero no se puede contener.

Cuando se da cuenta de su torpeza, intenta solucionarlo con discreción. Confiada en que éste sepa perdonarla y ello sirva para zanjar de una vez sus desencuentro por ese injustificado romanticismo sin sentido.

«Tú me perdonas, yo te perdono. Firmamos la paz y cada uno que siga con su vida».

¿Y si ha entendido mal ese gesto de reconciliación? ¿Y si, en vez de fijar sus ojos en otra se siente aún más justificado a no apartarlos de ella? ¿Y si por ese desaire por su parte Manuel acaba por marcharse del grupo? ¿Y si ha de cargar ella con esa culpa? ¿Y si en vez de hacer lo correcto, en realidad, se ha equivocado? ¿Y si éste fuera la razón por la que ella se siente tan llena de vida? ¿y si…? ¿Y si habla con él, le deja claro que ella no le corresponde como él espera, pero le anima a mantenerse unido al grupo?

Y con tanto «¿y si?» cuando llega el momento de decirse adiós después de haber hablado con éste y evitado que se alegue del grupo, ella se descubre mirando a Manuel de otra manera. Que tal vez éste no sea cómo es no le ha conocido hasta ahora ¿Y si fuera ella quien se hubiera enamorado? Pero, no es posible. Se trata de Manuel, de su peor pesadilla. No es el tipo de chico que a ella le interesa ni le conviene. Además, lo que éste tiene tan solo es obsesión; necesidad de sentirse aceptado; que haya al menos una chica que le haya un de caso en el sentido que éste pretende. Ella es «Ana» y ya no quiere ser la novia de nadie.

Pero resulta que se reencuentran en la convivencia pascual de aquel año. Manuel lleva tiempo sin participar en ninguna. Sin embargo, acude justo en la que Ana es la responsable y encargada de hacer los grupos. ¿Acaso vuelve a repetirse la misma situación, a ser su pesadilla después de todo lo que han hablado? No le echa a los leones, pero se asegura de marcar distancias. Ella encantada de compartir esos días con él, pero sin grandes expectativas. Y claro, Manuel hace gala de su personalidad. Se hace notar por llamar su atención, aunque ella se muestre poco receptiva a sus insinuaciones Hasta que en el momento de más tensión se le escapa ese «Te quiero, tonto. Luego hablamos».

Y como no puede reprimir que se le escape esa confesión de sus sentimientos, lo lógico es seguir adelante con ello, no rectificar. Aunque para que la gente empiece a pensar en ella como «la novia de Manuel», aunque ella pretende seguir siendo ella misma o, en todo caso, que sea a éste a quien conozcan como «El novio de Ana», se lo habrá de ganar a pulso. Ella no se va a dejar conquistar con facilidad.

Y será en su ciudad donde Ana tenga que presentarles su novio a sus padres y amigos; donde tendrá que convencerles de que eso de ser «el novio de Ana» no es una coletilla en el nombre que se compre en la tienda de la esquina. Allí ella es Ana para todo el mundo, para sus padres; para su hermano; para sus amigos; en el trabajo; en su vida cotidiana…. Allí Ana puede presumir de su título universitario; de su trabajo en la gestoria; de su familia; de la amistad le que une a sus amigos e intentar que no destaque tanto el hecho de que es una chica con problemas de salud, porque su novio viene a verla. Y, aunque éste tenga alguna vaga idea de lo que le sucede, mejor no espantarle antes de tiempo. De eso ya se ocuparán los demás, pero ella tiene una mirada que le tiene cautivado.

Mirada de Ana

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