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Introducción
Una piedra, un adoquín blanco, una de las muchas que cubren las calles de la ciudad, de las muchas piedras que se han utilizado a lo largo de los siglos para levantar cada edificio de Toledo, una y solo una, es patrimonio de todos los toledanos. ¡Lo que tiene que sufrir la pobre! Todo el mundo quiere pisarla, a todo el mundo le llama la atención. ¿qué hace esa piedra blanca ahí, destacando sobre el resto, de colores más oscuros?
Ya se pueden hacer una o mil obras en esa calle, que, como a alguien se le ocurra llevarse esa piedra, dejar de marcar ese lugar, provocará un levantamiento general, la protesta más firme por parte de todos los toledanos. Porque le roba a la ciudad parte de su Historia y su identidad como ciudad.
Tan solo es una piedra, un adoquín ¡Y mira tú que hay piedras, adoquines en Toledo! Mira tú que más de uno se ha dado una culada en un día de lluvia mientras bajaba por la calle del Cristo de la Luz hasta la puerta de Valmardón! Es muy posible que en el servicio de urgencias del hospital se conozcan más de un caso, porque no hay nada que sea más resbaladizo en este mundo que los adoquines que cubren las calles de Toledo, sobre todo en sus cuestas en esos días de lluvia en que el agua se desliza hacia abajo impulsada por el desnivel del terreno.
Sea o no una simple leyenda, el caso es que para los toledanos es nuestra señal de identidad ¿Acaso haya algún toledano que no haya llevado a sus amigos y conocidos hasta allí? Hasta los turistas venidos de todos los lugares del mundo vienen a la ciudad e incluyen esta piedra en su recorrido. Después, si hay tiempo, se les lleva a ver el Alcázar, la Catedral o el cuadro del Entierro del Conde de Orgaz, entre otros muchos monumentos y rincones que visitar en esta ciudad. El simple hecho de de subir toda esa cuesta desde la calle del Real del Arrabal hasta aquí, compensa y merece el esfuerzo.

Distancia120 metros, Desnivel de 17 metros, 14%
Y una vez te sitúas junto a la piedra, le das el pisotón de rigor, si no se puede visitar la mezquita, al menos deleitas a los visitantes de la ciudad con una de sus leyendas más conocidas. Da igual, si fue el caballo de Alfonso VI o el del mismísimo Cid Campeador, el caso es que todo el que viene a Toledo se detiene justo en ese punto y dirige su mirada hasta esa verja, una veces cerrada y otras con gente que espera en la calle para entrar porque han visto la luz o se preguntan si aún sigue encendida
Ermita, «Mezquita» del Cristo de la Luz

Historia
Situada junto a una de las puertas del recinto amurallado y conservado íntegramente, es uno de los monumentos más importantes de la arquitectura hispano-musulmana y mudéjar en España y la más importante muestra de arte islámico de Toledo. Pequeño como las joyas, este valioso edificio milenario supone un ejemplo único de la pervivencia del arte de al-Ándalus: una mezquita o pequeño oratorio de época califal a la que dos siglos después, al ser transformada en iglesia se va a añadir un ábside siguiendo el estilo del edificio primitivo dando lugar al arte mudéjar, en perfecta combinación y simbiosis.
La ermita o iglesia del Cristo de la Luz, anteriormente mezquita de Bab al-Mardum, fue construida en el año 999 d. C., tal y como reza en la franja epigráfica de su fachada principal. Se trata de un edificio que fue primero mezquita para después pasar a ser un templo cristiano tras la Reconquista cristiana.
Debe su nombre, al hecho tomado de la tradición, según el cual, cuando el rey Alfonso VI reconquistó la ciudad en 1085, su caballo se inclinó a su paso por esta mezquita, hallándose un crucifijo y una lámpara encendida en su interior.
La planta del salón de oración es cuadrada, de unos 9 mts. de ancho, con cuatro columnas centrales que forman nueve compartimentos abovedados.
Su alzado consta de tres alturas, más otra formada por la cúpula central. En el nivel inferior aparecen las columnas con sus capiteles visigodos reaprovechados y sus arcos de herradura. La segunda altura lo forman una serie de arquillos trilobulados. La tercera altura lo constituyen las bóvedas de crucería califal. Por último la cúpula central corona todo el espacio del salón, situada a un nivel superior que las restantes, creando así una sensación centralizada de la planta.
Durante el S. XII (1187) se produjo una reforma del edificio construyéndose el presbiterio o anteábside -tramo recto cubierto con bóveda rebajada de ladrillo o de arista- y el ábside cubierto por una bóveda de medio cañón o de cuarto de esfera.
La historia de la restauración del edificio, llena de dificultades y abandonos, es ardua y se dilata en el tiempo hasta bien entrado el siglo XX. El descubrimiento de las pinturas murales en 1871 y de la inscripción fundacional en ladrillo en 1899, impulsa la euforia crítica y las visitas de sabios y curiosos. Desde entonces, la belleza de sus formas, el refinamiento exquisito de su traza en arquerías y bóvedas y el descubrimiento en sus sencillísimas formas de una complicada y múltiple combinación de líneas ha fascinado a cuantos han querido acercarse a este rincón arcano del patrimonio artístico de Toledo.
Es en enero de 2006 cuando el Consorcio de Toledo aborda la rehabilitación del monumento. En la búsqueda de la cloaca romana que se apreciaba extramuros, debajo de la puerta de Bib al-Mardum, hacia la que se pretendía desviar y canalizar los problemas de humedades de aguas que afectaba a las fundaciones de la mezquita, se descubre un impresionante pavimento romano de la calle que pasaba justo por debajo de la mezquita. Gracias a ello se pueden contemplar en la actualidad casi 50 metros de restos romanos de la etapa alto-imperial (s. I d.C.).

En el propio edificio de la mezquita, por el exterior, se han restaurado sus fachadas así como la inscripción fundacional, y, en su interior, se ha conseguido una mejor visualización de los revestimientos de yeso (los originales del s. X), en la zona islámica de la mezquita.
En cuanto al subsuelo de la mezquita, se ha llegado hasta el terreno natural recuperándose los niveles originales más bajos del pavimento y se ha dejado bóvedas ventiladas que preservarán al edificio de las peligrosas humedades.
Bajo el ábside cristiano (s. XII) se han dejado a la vista unas estructuras excavadas en la roca, presumiblemente de la etapa romana paleocristiana (s. III d.C).
Investigación sobre la ubicación
En esta investigación se aclaran algunas cuestiones, como la situación de la mezquita; el arqueólogo Arturo Ruiz Taboada indica que esta situación se debe a que al acceder a la ciudad a través de la Puerta de Bab al-Mardum, se veía en primera línea esta construcción ya que en el siglo x estaba exenta, por lo que tiene una orientación, ritmo y alzado de interés simbólico no solo desde el punto de vista religioso, sino por la situación de acceso a la ciudad, destacando la edificación de una calle que desembocaba en la explanada bajo la fachada norte, cimentada sobre parte de lo que fue una calle romana, apuntando un desnivel medio de 1,68 metros con respecto al suelo original del interior de la mezquita.
Este desnivel se salvaría mediante una escalinata que partía de la explanada al interior de templo, ya que durante la excavación arqueológica se documentaron elementos estructurales y de solera de esta escalinata.
En cuanto a la inscripción, este arqueólogo indica que desde el punto de vista estratigráfico está enmarcada y en bajorrelieve, centrada en la fachada con un acabado integrado y engarzado en las esquinas, por lo que descarta la posibilidad de su continuación en la fachada contigua (estudios realizados por la arquitecta Dalila Baiod).
Bajo la mezquita se encontró una calzada romana de 6 metros de anchura, y bajo la cual ha aparecido una cloaca de la misma época. La calzada se formaba por grandes losas de granito y discurriría en dirección Norte – Sur.
También se hizo el estudio antropológico de los cementerios del Cristo de la Luz y el análisis metalúrgico de la numismática encontrada durante la excavación.
El edificio
La fachada principal está orientada a poniente, compuesta en su parte inferior por verdugadas de ladrillo (filas horizontales de ladrillo que dan consistencia al muro realizado en mampuesto) y en la superior totalmente por ladrillo. Consta de un cuerpo con tres vanos de acceso, seguido de otro cuerpo con arcos de herradura entrecruzados ciegos, un friso con decoración de sebka (red de rombos enmarcada), una franja epigráfica y se remata con una cornisa sujetada por canecillos de ladrillo que simulan formas anaceladas.
La fachada noroeste da paso al patio de la mezquita y está realizada también con verdugadas de ladrillo en su parte inferior y ladrillo en la superior. Posee tres arcos de medio punto encuadrados dentro de los cuales se abren los vanos (en forma de herradura) de entrada al salón de oración. El nivel superior de esta entrada la componen seis arcos polilobulados que enmarcan otros tantos arcos de herradura de estilo califal, decorados con dovelas bicolor rojo y blanco. Una fina banda de ladrillos dispuestos en esquinilla se dispone a continuación, finalizando con una cornisa semejante a la que aparece en el resto del edificio. La disposición de esta entrada es un simplificación típica tomada de la Mezquita de Córdoba.
El presbiterio y el ábside se disponen a continuación del salón de oración por su lado este. El primero lo compone un tramo rectangular más ancho que el ábside al que se une. El ábside en sí es de planta semicircular apoyado sobre un zócalo de mampostería encintada y doble fila de arquerías ciegas superpuestas. Por encima de éstas aparece la doble banda de ladrillos en esquinilla y la misma cornisa que rodea a todo el conjunto.
La disposición de los elementos constructivos y el material empleado descritos, obedece a lo que se ha denominado «estilo mudéjar toledano».
El patio al que se accede a través de esta fachada muestra un pozo. Aquí se encuentra un mirador que da acceso a la Puerta del Sol.

Pero cuando accedes al interior de la mezquita, al fondo ves el ábside cristiano que se construyó en el año 1190, tras la reconquista de Toledo.
El ábside de la que pasó a ser iglesia del Cristo de la Luz, tiene un estilo arquitectónico mudéjar toledano, el cual mezcla la construcción con ladrillos con los arcos de herradura con ornamentación musulmana.

Interior
Si nos fijamos en una inscripción que ha sobrevivido en su fachada, veremos que fue edificada en el año 999.




Pinturas murales
Las pinturas murales de la bóveda del ábside del templo representan al Pantocrátor, sentado en un trono sobre la esfera celeste; las santas Eulalia y Marciana y los santos Eugenio e Ildefonso, y parte del león de San Marcos.
Junto a ellos se puede ver una imagen de la ascensión de Jesús al cielo y una escena de la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles.

El Cristo de la Luz
El crucifijo original, que estuvo ubicado en esta antigua mezquita, se encuentra en el Museo de Santa Cruz de Toledo (ver imagen en Ceres)
Dimensiones | Altura = 113 cm; Anchura = 78 cm |
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Descripción | Cristo crucificado de tres calvos.Tiene el cuerpo curvado, con rasgos anatómicos someramente marcados. La cabeza, inclinada sobre su hombro derecho, es de facciones afiladas, con larga cabellera que le cae sobre su espalda. La imagen está retallada en algunas zonas. El paño de pureza forma pliegues quebrados y, fruto de una intervención posterior, deja al descubierto casi toda la pierna derecha. Está clavado sobre cruz espinosa, que no es la original. El clavo de los pies perfora únicamente el pie izquierdo. Esta imagen es protagonista de diversas leyendas toledanas. |
Datación | 1276=1300 (Finales del siglo XIII) |
Contexto Cultural/Estilo | Gótico |

Jardín
A través de los jardines de la mezquita se accede al torreón de la puerta del Sol
Leyendas
“La tradición nos cuenta que el rey Alfonso entró en la ciudad por la puerta antigua de Bisagra, que en la actualidad lleva su nombre, acompañado de un gran séquito de importantes personajes.”
La tradición nos cuenta que el rey Alfonso VI entró en la ciudad en 1085 por la puerta antigua de Bisagra, que en la actualidad lleva su nombre, acompañado de un gran séquito de importantes personajes. Cogió el camino natural y más directo, aunque más difícil: la cuesta del Cristo de la Luz. Atravesó la puerta de Valmardón y cuando su caballo pasaba frente a la mezquita, se arrodilló negándose a avanzar. El caso se tuvo por muy insólito y ante la persistencia del animal en su actitud se pensó que era un aviso del cielo.
Buscando la explicación de este sorprendente hecho, se penetra en el templo y se observa que de uno de los muros sale un potente resplandor que ilumina el recinto. Se ordenó excavar en el lugar y se encontró oculto tras el muro el crucifijo que, a pesar de los casi cuatro siglos transcurridos en su encierro, mantenía viva la llama de una lamparilla. Gran contento y alborozo produjo en los conquistadores este milagroso hallazgo, quienes tomaron al Cristo, y encabezados por él, llegaron a Zocodover.
El crucifijo se colocó posteriormente en la antigua mezquita cuando ésta fue consagrada y dispuesta para el culto al cristianismo, tomando desde ese momento el nombre de Ermita del Cristo de la Luz.
(Nota: algunos autores señalan que no fue el caballo de Alfonso VI al que ocurrió este hecho, sino a su lugarteniente D. Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, personaje del que se dice fue el primer alcaide de Toledo).
Otra leyenda
Cuenta la tradición que allá por la mitad del siglo VI, reinando en España Atanagildo, había en Toledo un grupo fanático de judíos, los cuales sentían un gran aborrecimiento y odio hacia las imágenes de Cristo crucificado. Tenían una especial animadversión hacia un pequeño Cristo que era muy venerado por los cristianos toledanos y que se hallaba en una reducida iglesia visigoda junto a la puerta de la Conquista o Agilana (así denominada por creerse que fue construida, en tiempos de Agila) y posteriormente reconstruida y rebautizada con el nombre de Bab-al Mardum.
Su odio llegó a tal extremo que idearon un plan diabólico: untar con un potentísimo veneno los pies del Cristo, y como era costumbre de los cristianos rezarle, pedirle un favor y después besarle los pies para alcanzar la concesión de la súplica, creyeron que con su acción lograrían un doble propósito: matar a un número indeterminado de cristianos y que estos llegasen a aborrecer a la hasta el momento venerada imagen, tambaleándose su fe. Así que pusieron en ejecución su malvado designio aprovechando la soledad de la iglesia y la oscuridad de una noche de luna nueva. Sin embargo obtuvieron como resultado todo lo contrario del plan ideado, porque ocurrió que, a la mañana siguiente, cuando la primera devota llegó a rezar ante el Cristo y después intentó besar, como de costumbre, sus pies, se produjo el milagro: el Cristo retiró el pie, desclavándolo de la cruz, permitiendo que los labios de la mujer llegasen a rozarle. El estupor aumentó cuando el mismo hecho se repitió una serie de veces y con distintas personas.
Se conocía el milagro, pero no se sabía el motivo. Por fin el sacerdote, advertido del suceso, fue hacia el crucifijo y observó una mancha amarillento-verdosa sobre el pie desclavado, delatando el veneno.
En contra de la intención de los judíos no murió ningún cristiano y la fama y popularidad del Cristo aumentó en toda la ciudad, reafirmándose la fe de muchos incrédulos o tibios creyentes.
Uno de los más fanáticos e intolerantes de aquellos judíos era Abisaín, el cual vivía en la plaza de Valdecaleros. Fue él quien llevó a cabo el proyecto que le propuso su amigo Sacao, y fue el mismo amigo quien le llevó la noticia del milagro acontecido, lo que le llenó de ira y deseos de venganza.
Web de referencia
Visita Mezquita del Cristo de la Luz | TCLM (turismocastillalamancha.es)
Mezquita Cristo de la Luz | Museos y Monumentos (toledo.es)
Cristo de la Luz – Wikipedia, la enciclopedia libre
Antigua Mezquita del Cristo de la Luz – TOLEDO MONUMENTAL
La piedra blanca de la mezquita del Cristo de la Luz en Toledo – Leyendas de Toledo
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