Introducción
A los pies del Casco Histórico de Toledo, extramuros y cerca del río Tajo que rodea la ciudad se extiende un amplísimo terreno con mucha tierra, matorrales y algunas zonas urbanizadas bajo las que se esconde la gran ciudad visigoda de nuestro país, en su cara norte, en plena vega del río Tajo, tratándose de una superficie de terreno muy fértil, compuesta de materiales finos (arcillas y limos procedentes del río), de una acusada horizontalidad.
Es la Vega Baja de Toledo, un yacimiento casi inédito declarado Bien de Interés Cultural (BIC) y anexo a otros terrenos en los que se asientan el Circo Romano y la ermita del Cristo de la Vega. Más de 2.000 años de historia de la que dejaron huella varias civilizaciones.
Es un amplio espacio libre de construcciones debido al uso militar en la zona por parte de la que fue la Real Fábrica de Armas desde el siglo XVIII y hasta finales del siglo XX, cuando se convirtió en una de las sedes de la Universidad de Castilla-La Mancha.
El expolio ha sido una constante en la zona repleta de restos arqueológicos a lo largo de los siglos hasta llegar a la época actual en la que el urbanismo por un lado y la conservación patrimonial por otro, pugnan desde hace décadas por hacerse con el control del goloso lugar en la ciudad Patrimonio de la Humanidad.

En el siglo XXI la Vega Baja toledana ha estado en el punto de mira por distintas razones. En los primeros años 2000 la idea fue construir 1.300 viviendas y una zona comercial con El Corte Inglés como protagonista.
Durante el otoño de 2001, en los terrenos que limitan con la calle de San Pedro el Verde, se documentaron «abundantes estructuras de basurero» y «una considerable cantidad de distintos tipos de cimientos y bases de muros de mampostería trabada con barro, en su mayor parte pertenecientes a edificios de viviendas» (Rojas, 2001), que parecen responder a una prolongación del hábitat descrito en el párrafo anterior y que, dada la entidad de los restos, podría corresponderse con la basílica pretoriense de San Pedro y San Pablo, donde se celebraron los Concilios de Toledo.

Las primeras intervenciones en la Vega Baja, en las que ya se detectó la presencia de un potente yacimiento de época visigoda, asociadas a una revisión de los textos que hacían referencia a la existencia de un complejo palatino «in suburbio toletano» (textualmente: En la zona situada inmediatamente debajo de la ciudad de Toledo), han hecho valorar la existencia de este poblamiento, en directa concordancia con la ocupación visigoda de la zona extramuros de la ciudad romana, que se prolongaría en las primeras décadas de ocupación musulmana.

Todavía en 2019 la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo reclamaba la unificación de los tres BIC de la Vega Baja, la supresión de las 1.300 viviendas y la redacción de un planeamiento específico para la zona. La idea ha estado ahí hasta hace dos años e incluso hay quien cree que no se ha olvidado del todo.
Yacimiento arqueológico de Vega Baja de Toledo
Evolución histórica: hallazgos
Es conocido de antiguo el valor arqueológico de esta zona de Toledo, con abundante documentación que ha sido recientemente refundida en una publicación (Maquedano y otros, 2000: Nuevas aportaciones al conocimiento de las necrópolis medievales de la Vega Baja de Toledo, 1.ª y 2.ª parte, publicadas respectivamente en los n.º 9 y 10 de la Revista Tulaytula) en la que se resume el conjunto de intervenciones llevadas a cabo en esta zona desde finales del siglo xvi hasta la actualidad, alimentándose con sus hallazgos los fondos de diversas colecciones privadas y del Museo de Santa Cruz.
Entre ellas encontramos algunas de las más antiguas llevadas a cabo en la ciudad, como las efectuadas a fines del siglo xvi por el canónigo D. Tomás de Borja, o por Lorenzana y Fabián antes de 1761 (Maroto, 1991:128).
En época posterior Juan de Moraleda y Esteban cita el hallazgo (en la zona próxima al edificio de la actual Consejería de Vivienda y Urbanismo) de una importante tumba, fabricada con ladrillos, y un sepulcro, aparentemente visigodos, cuando se realizaban obras en el vivero –en el extremo noroccidental de este mismo solar-, en 1918 y 1921, apareciendo nuevos restos de tumbas, sin que podamos precisar su tipología, al hacer obras de cimentación en muros y zona sur del Campo de Fútbol de la Fábrica de Armas, durante los años 50 del pasado siglo (Rojas, 2001).
Otros restos, localizados en un área genéricamente denominada Vega Baja (Aragoneses: 1958; Revuelta: 1986), nos indican la riqueza arqueológica de esta zona toledana, que se complementa con las numerosas noticias que hacen referencia a la ocupación histórica de este espacio periurbano como área de huertas, con un poblamiento disperso, incidiendo en la existencia de edificaciones singulares, como podría ser el monasterio de San Pedro el Verde, posiblemente de origen visigodo si recordamos la noticia que ofrece Pisa referente a que en las proximidades de esta iglesia, existente todavía a principios del siglo xviii, se hallaron ruinas y cimientos viejos de vara y media de ancho, piedras sillares, mármoles blancos, y debajo de tierra conductos por donde viene el agua a este sitio, y a otras muchas cosas (Pisa, 1976); referencia recogida por autores posteriores como Martín Gamero, S. Ramón Parro, P. Madoz, y, más recientemente, J. Porres.




Evolución histórica
-Época romana y visigoda. Se conoce que hacia el siglo I d.C. estaba en construcción el circo romano, que hasta fines del siglo IV o comienzos del V d.C. confieren a la zona su carácter lúdico.

Al este del circo y separado de él por una vía de comunicación (actual Avda. de la Reconquista), se han documentado los restos de una zona funeraria, con diversos hallazgos a lo largo del barrio de los “bloques”. Aunque la necrópolis sólo puede datarse con seguridad en época tardorromana, no hay que descartar su existencia desde momentos anteriores.

También a esta época tardía de la antigüedad corresponden los mosaicos de la villa que existiría en la zona de la Fábrica de Armas. La utilización residencial de la Vega, perfectamente justificable por su carácter suburbano, la fertilidad de sus tierras y la proximidad del río, estaría abalada también por los restos de construcciones aparecidas en la sede de la actual Caja Rural (confluencia de la calle Méjico con la Avda. de la Reconquista).

Es muy posible que ya desde los últimos momentos del Bajo Imperio el área del Cristo de la Vega tuviese un tipo de utilización funeraria. Sobre esa base se asentaría la tradición que situaba allí el martirium de Santa Leocadia y que dio pie a la construcción de la basílica visigoda consagrada a la santa. En épocas posteriores el edificio y las posibles estructuras a él asociadas fueron objeto de un repetido expolio, que propició la continua aparición de restos de época visigoda reutilizados a lo largo de toda la Vega.


-Época medieval. Una vez asentada la población islámica en Toledo y alrededores, se comenzó a reutilizar las estructuras romanas y visigodas anteriores. En el caso del área del circo romano y zonas limítrofes, delimitadas respecto a la ciudad por un recinto amurallado, se produjo una doble utilización, por un lado, para crear una zona de alfares cerámicos, y por otra como necrópolis.

Los distintos hornos cerámicos del barrio alfarero se colocaron aprovechando las bóvedas del graderío inferior y el pódium del circo romano. Las últimas producciones alfareras de los hornos se pueden fechar entre mediados del siglo X y las primeras décadas del siglo XI.

De modo paralelo, tal vez antes que los hornos, se comenzó a utilizar la zona de la arena del circo como cementerio para la población musulmana de Toledo. Los individuos eran colocados en posición de cúbito lateral derecho dentro de una estrecha fosa con orientación suroeste-noreste. La fecha propuesta para el primer momento en la utilización de la necrópolis abarca los siglos IX-XI d.C.

(*Entrada sobre Museo de los Concilios y de la Cultura Visigoda de Toledo. Iglesia de San Román)

Posteriormente, con la rendición de la ciudad a Alfonso VI, el área del cementerio islámico será ocupado por otro mudéjar que básicamente seguirá la misma orientación que las tumbas anteriores, aunque su tipología variará considerablemente, pasándose primero a los llamados “enterramientos en lucillos” y luego a los de “cubierta plana”.


El cementerio judío, la tercera comunidad toledana, se extendería por los solares de la actual Fábrica de Armas, sin una ubicación exacta.

-Época moderna. El paso de la época medieval a la moderna implicó para la zona un cambio de uso, que deja de tener poco a poco el carácter eminentemente funerario, aunque sin perderlo del todo. Además de los aprovechamientos agrícolas comunes a toda la Vega, una serie de edificios singulares de carácter religioso van a tener el mayor protagonismo hasta fines del siglo XVIII.
El más destacado es de época medieval, reanudándose el culto en lo que fue la basílica de Santa Leocadia, que acabará denominándose ermita del Cristo de la Vega y que albergó en su entorno al cementerio de los canónigos.
Representación de las cuatro estaciones y lunetos









Ampliación de la información

Es conocido desde antiguo el valor arqueológico de esta zona de Toledo. En ella se han practicado intervenciones arqueológicas que se remontan a las efectuadas a finales del siglo XVI por el canónigo D. Tomás de Borja, o por Lorenzana y Fabián antes de 1761.

En época posterior Juan de Moraleda y Esteban citan el hallazgo de restos arqueológicos en la zona próxima al edificio de la Consejería de Ordenación del Territorio y Vivienda, así como también en la zona del vivero o la zona sur del campo de futbol de la Fábrica de Armas.

Estas y otras intervenciones en la zona llegan hasta nuestros días. Ello ha permitido conocer hasta el momento de la existencia de un poblamiento romano altoimperial (siglo I) prolongado en el tiempo, conformado tanto por el Circo Romano como por otra serie de edificaciones lúdicas (un posible teatro o templo que pudiera haber estado junto al actual edificio escolar de la Avda. de la Reconquista) y habitaciones (la propia villa de la que formaría parte el mosaico de tema marino encontrado en la Fábrica de Armas), asociado a una vía de comunicación y a un área cementerial (hallazgo de diversas tumbas en la zona de las viviendas militares) que, a grandes rasgos, se pueden ubicar en la avenida antes citada.

La constatación arqueológica de la presencia de estos y otros restos arqueológicos no citados en este yacimiento, junto a la necesidad de proteger este espacio frente a la presión urbanística de los últimos años provocado por la ocupación de una nueva población en las áreas suburbanas de la ciudad, que hasta el momento habrían tenido sólo una funcionalidad lúdica (circo y posible teatro), residencial (villae), cementerial, o puramente agropecuaria, justifica la ampliación del Bien de Interés Cultural, con categoría de zona arqueológica, del yacimiento de la Vega Baja de Toledo, a fin de que puedan incorporarse a él las áreas en las que se ha desvelado su existencia.
Penúltimo capítulo: de nuevo la arqueología y el patrimonio
En este 2023 se vuelve a anunciar la musealización de los restos arqueológicos. Un proyecto de 28.000 m2 y casi un millón de euros de inversión. De momento la idea, que además recoge el Plan de Ordenación Municipal (POM), es acondicionar los terrenos incorporando vegetación con especies autóctonas y creando zonas de paseo y de recreo, incluido un carril bici. El proyecto, y los planos, se han difundido en las últimas semanas.

Fuentes:
Yacimiento arqueológico de la Vega Baja de Toledo – Wikipedia, la enciclopedia libre
Yacimiento arqueológico de la Vega Baja de Toledo – Paperblog
Toledo, Vega Baja, ¿La oportunidad perdida? (toledosociedadypatrimonio.blogspot.com)
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