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Una picota, un humilladero y la auténtica Cruz de los Canónigos (ABC Toledo)
Tres hitos con distinta finalidad:
- uno de carácter penal,
- otro que recordó una antigua institución
- y el más visible aún que indicaba el antiguo estatus del municipio

Humilladero de Gutiérrez Tello, Parque del Crucero
El 22 de marzo de 1917, Jerónimo López de Ayala, conde de Cedillo, de la Real Academia de la Historia, dictaba una conferencia en el Ateneo de Madrid que tituló Rollos y picotas en la provincia de Toledo. En ella revisó la tipología de estos elementos repartidos en varias localidades que agrupó en cuatro «períodos históricos-artísticos». También recogió la definición de ambos conceptos según la Academia Española.
- Una de las acepciones de rollo era la de una columna, rematada por una cruz, para marcar la jurisdicción de una villa.
- En cambio, picota podía aludir a la columna de piedra o de fábrica, situada en la entrada de las poblaciones, para exponer los reos a la vergüenza pública o las cabezas de los ajusticiados.
- Por nuestra parte añadimos el vocablo «humilladero» que la Academia define como un lugar de devoción en los accesos a las poblaciones. Y es que tal palabra fue usada en Toledo para aludir igualmente a los rollos jurisdiccionales alzados en su entorno.
Así pues, estas premisas nos sirven para hablar de tres hitos con distinta finalidad: uno de carácter penal, otro que recordó una antigua institución y el más visible aún que indicaba el antiguo estatus del municipio.

En 1563, Anton van der Wyngaerde (1525-1571), también citado como Antón de Bruselas, dibujó una extensa panorámica de la ciudad desde el camino de Madrid, con el caserío y los principales edificios dentro y fuera de murallas. Ante la puerta ahora llamada de Alfonso VI perfiló una aislada picota sobre una base circular –similar a la gótica, del siglo XVI, de Castillo de Bayuela-, con ganchos o garfios bajo un templete superior. El mismo elemento punitivo lo plasmó el Greco en la Vista y plano de Toledo (ca. 1610). Sin embargo, de esta concreta muestra de arquitectura judicial ningún recuerdo queda. Digamos que no lejos de esta posible picota, entre los restos del Circo Romano, desde 1565, se empezó a habilitar el Brasero de la Vega, lugar para ejecutar, sin concurrencia pública, a los condenados por los tribunales civiles o de la Inquisición. Esto se hizo para evitar que en Zocodover se continuasen escenificando las penas capitales o la exposición de los reos en una picota cercana a la calle de las Armas.

La cruz de los canónigos, en el camino de los cigarrales. (ABC toledo)
El segundo hito que repasamos también tiene su raíz en el mismo dibujo de Wyngaerde, concretamente en el ángulo inferior izquierdo, donde surge el Hospital de San Antón, fundado por Gonzalo Ruiz de Toledo en 1316. Esta casa fue atendida por canónigos regulares de la orden de San Antonio para curar el «uego sacro» o ergotismo, dolencia motivada por el cornezuelo del centeno, cereal muy empleado durante siglos para elaborar pan. En 1787, una bula papal suprimía en España esta orden ante el descenso de afectados de aquel antiguo mal. Tras el cierre del hospital, el abandono, la ruina y los saqueos acabaron por borrar el edificio en los primeros lustros del XIX. Como recuerdo de la caritativa comunidad, en el lugar que ocupó la capilla, se erigió un pilar coronado con la cruz de la orden disuelta. Tal elemento sería reconocido como la Cruz de los Canónigos , nombre que, equivocadamente, en alguna ocasión se asigna al humilladero del siglo XVI, cercano a la ermita de la Cabeza y que aún persiste.

Una noticia puntual refiere que, el 17 de abril de 1817, hasta la cruz antoniana llegaba una rogativa procesional con la imagen del Cristo de las Aguas llevada desde la iglesia de Nuestra Señora de las Estrella. Una imagen de aquel pilar está en un hermoso óleo (90 x 110 cm) de Jenaro Pérez Villaamil (1807-1854) titulado Vista general de Toledo desde la Cruz de los Canónigos. La obra, depositada en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, ofrece una estilizada vista de Toledo con numerosos personajes transitando entre la puerta de Bisagra y el convento de los trinitarios descalzos, incendiado en 1809. En un cercano plano hay dos figuras, una de ellas sentada, al pie del humilde crucero que evocaba el Hospital de San Antón. Precisamente, en este detalle, el pintor sitúa su firma y la fecha de 1836. El historiador Hilario González publicó en 1922 unos interesantes datos sobre dicho hospital, reseñando aún la existencia del pilar con la cruz de hierro de la orden de San Antón. Es posible que este crucero alcanzase hasta 1936, sin saberse nada de su posterior paradero.

Humilladero de Gutiérrez Tello
El tercer hito que recordamos es uno de los tres humilladeros que mandó hacer Juan Gutiérrez Tello -corregidor de Toledo entre 1573 y 1579- en otras tantas entradas a la ciudad, según recoge Luis Hurtado de Toledo en el Memorial que elevó a Felipe II en 1576. Uno se alzó junto a San Eugenio, «en el camino que va a Madrid»; otro cerca de la ermita de la Cabeza y, el tercero, en Santa Ana, «encima del castillo de San Servando», es decir, en la antigua vía romana hacia Córdoba. De ellos, nos fijaremos ahora en el primero, el que presidía el camino que concluía en la puerta de Bisagra.
Hurtado de Toledo deja claro que se hizo, cerca de San Eugenio, la pequeña capilla, de ábside mudéjar, reedificada en el XVI, que aún pervive al final de la acera izquierda de la calle Marqués de Mendigorría. El punto concreto debió ser uno de los leves montículos situados al otro lado de esta vía. El historiador Fernando Marías (1986) aporta el nombre de Juan de la Gándara, cantero que labró con piedra de Las Ventas con Peña Aguilera, en 1576, una esbelta columna de fuste acanalado con un capitel corintio que sostiene una cruz. Son evidentes los matices clasicistas de este conjunto que alcanzan al pedestal inferior que muestra una incompleta inscripción. Para dar altura al humilladero se añadió una base escalonada de planta cuadrada.
Esta estructura marcaba aquí el término urbano de Toledo, si bien, a juzgar por otros datos, tuvo cambios, algunos muy recientes. En 1971, el recordado historiador Julio Porres detallaba que, en 1941, el humilladero estaba desmontado en un almacén de Obras Públicas. A petición de Francisco de Borja de San Román , director del Museo Arqueológico (1915-1942), se logró su traslado y recomposición en las mismas lomas fronteras a San Eugenio, el paraje original del siglo XVI, ahora poblado de unas pocas viviendas. A finales de los años sesenta se remodelaría esta zona, derribándose tales casas para rebajar el montículo natural hasta el nivel de la carretera de Madrid. Allanado el terreno se volvió a recomponer el humilladero renacentista, elevándose aún más la base para no perder la visibilidad que siempre tuvo. En los años ochenta comenzó el ajardinamiento de la nueva explanada rebautizada ya como parque del Crucero.
*Parque del crucero entrada «La otras ermita» (Ermita de san Eugenio y la de San Antón)
Dos humilladeros y un (reciente) crucero perdido (ABC Toledo)

En un apartado anterior recordamos las noticias referidas a una picota situada ante las murallas de Toledo, quizá eliminada en el XVII; un rollo jurisdiccional levantado en 1576, frente a la ermita de San Eugenio, en la entrada a la ciudad por el camino de Madrid y, cercano a éste, la Cruz de los Canónigos, un sencillo recuerdo del caritativo Hospital de San Antón que fue suprimido a finales del XVIII. Continuando el repaso de algunos de estos elementos habidos en el perímetro de la ciudad, que a lo largo del tiempo surgieron o desaparecieron sin más, elegimos tres ejemplos cuyas noticias y presencia se han proyectado hasta años muy recientes.
Como ya citamos, la fuente que revela la creación de tres humilladeros en los extramuros de Toledo es el Memorial que Luis Hurtado de Toledo elevó, en 1576, a Felipe II, por cierto, cada uno de ellos cercano a una ermita.
- El primero fue el ya señalado en el párrafo anterior
- El segundo se situó junto a la Virgen de la Cabeza y el tercero en el paraje de Santa Ana, en el antiguo camino romano hacia Córdoba, cuyo modesto templo ya estaba desmantelado en el siglo XIX. Los dos primeros aún perviven en sus primitivos entornos.
- Del tercero nada queda. A juzgar por la similitud clasicista de la pareja de piezas que se conservan y, teniendo en cuenta que todos provenían de la misma iniciativa del corregidor J. Gutiérrez Tello, el ya perdido debió ser muy similar.
Humilladero de Gutiérrez Tello





Cruz de los Canónigos


Basta repasar los planos de la ciudad del siglo XIX para comprobar que el camino que parte desde el puente de San Martín hacia Piedrabuena deja a la izquierda el cerro que acoge la ermita de la Cabeza. Al lado de ésta queda el cigarral del mismo nombre y, dentro de su terreno rústico, la pequeña planta del humilladero, hito visible para cualquier caminante que atravesara entonces estos parajes. El único caserío junto a la carretera era el de la Venta del Alma, donde solían parar los trajinantes de los Montes de Toledo. La parte posterior de esta rocosa loma son las escarpadas paredes de la orilla izquierda del Tajo y los antiguos molinos que acabarían «apellidándose» de la Cruz. El humilladero estaba formado por una base cuadrada escalonada, una columna de fuste acanalado y un capitel jónico bajo la cruz. El aspecto es más sencillo que el existente junto a San Eugenio -en el actual parque del Crucero-, enriquecido éste por un pedestal con una inscripción conmemorativa y un florido capitel corintio.

Humilladero del Camino de Santa Ana
El humilladero contiguo a la Cabeza estaba en una privilegiada atalaya hacia el Tajo, el puente, las murallas, San Juan de los Reyes y sus alrededores. Tan pintoresca vista fue inspiradora de pintores y fotógrafos. Por cierto, alguna antigua postal reseña erróneamente el lugar como la Cruz de los Canónigos, la pieza conmemorativa del hospital atendido por los canónigos regulares de la orden de San Antonio, ya aludido. Hasta bien avanzado el siglo XX el cigarralero rollo tuvo una escasa vecindad. A medida que aquí el Ayuntamiento fue cediendo suelo a particulares surgieron nuevas viviendas hasta conformar una urbanizada cuesta, casi paralela a la carretera de Piedrabuena, llamada hoy Cerro de la Cruz . En la cima de esta calle aún queda el cimiento del antiguo humilladero que persistió hasta 1976. El 2 de noviembre de ese año la Permanente municipal aprobaba el traslado de la histórica cruz «que desde tiempo inmemorial estuvo situada en el Cerro de la Virgen de la Cabeza» a un punto «siguiendo la Venta del Alma», tarea que se encomendó a una comisión. En abril del año siguiente se aprobaba el pago de 69.000 pesetas a cierta empresa por colocar la cruz «en el cruce del Valle». En torno a 1990 el monolito tuvo un nuevo cambio a una cercana roca, donde allí continúa.

En relación al tercer humilladero citado en 1576 es preciso señalar la ausencia de noticias claras. Según Luis Hurtado estuvo en el «camino de Santa Ana, encima del castillo de San Servando». Su ubicación exacta, dentro de los actuales terrenos de la Academia de Infantería, pudo estar en el arranque de la calzada que bordea la parte superior del arroyo de la Degollada y no lejos del inicio del camino hacia la ermita de la Guía, pues se le cita como «humilladero de la Guía» en 1752. Así lo refiere Francisco Pérez Bayer, junto a los eruditos Burriel y Palomares, al estudiar los restos de la traída de aguas y el acueducto romano en este paraje. Con igual motivo de investigación, en 1862, Martín Gamero cita los frogones «que van al humilladero o cruz de la Guía». Por último, en 1905, Rodrigo Amador de los Ríos vuelve a recorrer las huellas romanas, aludiendo al enclave que nos ocupa más arriba de San Servando, es decir, en el mismo camino que iba hacia Andalucía. A partir de aquí, ningún recuerdo más hallamos del rollo jurisdiccional que promovió Gutiérrez Tello en este acceso a Toledo, en 1576.
Cruz de Santa Susana
Por último, hablemos de la cercana pérdida de un crucero situado en la salida de la ciudad, junto a la vieja cañada ganadera proveniente de Ávila, en una intersección donde coincidían el camino de San Pedro el Verde y la bajada hacia los molinos de Buenavista, a orillas del Tajo. En un punto cercano a la desaparecida Venta de la Esquina, topónimo familiar para los toledanos hasta bien consumido el siglo pasado.


Este paraje fue conocido como Santa Susana. Aquí se erigió, en el XVI, una ermita que se vio acompañada de un vecindario dedicado, principalmente, a la panadería, según indica Luis Hurtado. En el siglo XVII todo ello entró en crisis y ruina, intentándose rehacer la ermita que, finalmente, fue desmantelada en el XVIII. Según escribe Parro (1857), el Ayuntamiento recogió dos pinturas dedicadas, respectivamente a santa Clara y san Francisco, que se colocaron en el «ante-archivo» de las Casas Consistoriales. Parece que, como sucedió con el Hospital de San Antón, una vez que se suprimió la ermita, en un promontorio de su solar, y sobre tres escalones, se erigió una columna toscana coronada por una cruz de piedra. Este devoto recuerdo pervivió en su lugar hasta 1967 al explanarse la zona para situar, tras una gasolinera, un edificio -en principio destinado a hotel-, que albergaría el Colegio Mayol . La cruz se desplazó unos metros al nuevo patio escolar, donde permaneció hasta 2007 aproximadamente. Cerrado el centro y, tras ejecutarse aquí un nudo con rotondas y viales, aprobado aquel año, el referido patio fue eliminado y con él la histórica pieza. Su no reposición en el paraje original aún genera preguntas sobre el actual paradero de este pequeño elemento del patrimonio de la ciudad.


Fuentes
Dos humilladeros y un (reciente) crucero perdido ABC Toledo 2018
Dos humilladeros y un crucero perdido en Toledo, en imágenes ABC Toledo
La historia de tres humilladeros en Toledo, en imágenes ABC Toledo 2018
Una picota, un humilladero y la auténtica Cruz de los Canónigos ABC Toledo
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