El Toledo de Alan Poe

Os invitaría a venir a Toledo, diría que es un lugar lleno de encanto, acogedor con los turistas que recorren sus calles y visitan su incontable número de monumentos, pero después de enterarme de cómo lo describe Edgar Allan Poe, no sé qué pensar…..

Edgar Allan Poe
Edgar Allan Poe

Edgar Allan Poe (Boston, Estados Unidos, 19 de enero de 1809-Baltimore, Estados Unidos, 7 de octubre de 1849) fue un escritor, poeta, crítico y periodista romántico estadounidense, generalmente reconocido como uno de los maestros universales del relato corto, del cual fue uno de los primeros practicantes en su país. wikipedia.org

Edgar Allan Poe escribió  uno de los más terroríficos pero también «de los más relevantes» de su carrera. Buscando un lugar en el que pudiera hacerlo tenemos que pensar en la inquisición, y ahí nos vamos por las fechas a la última sede que tuvo en Toledo. Anexa a la iglesia de los jesuitas, lo que después fue el colegio de San Eugenio y San Ildefonso y lo que en la actualidad es la Delegación de Hacienda.

fachada de la Delegación de Hacienda. Calle Alfonso X El Sabio
fachada de la Delegación de Hacienda. Calle Alfonso X El Sabio

Introducción

El pozo y el péndulo (The Pit and the Pendulum en el original inglés) es un cuento de Edgar Allan Poe que se publicó en 1842. Es considerado uno de los relatos más famosos del autor y uno de los más espeluznantes dentro de la literatura de terror, pues transmite el abandono, la desorientación, el desconcierto y la desesperanza de una persona que sabe que va a morir.

El nombre del relato proviene de un pozo situado dentro de la celda en la que se encuentra el protagonista, dónde también hay un péndulo con una guadaña que le torturan. En esta obra Poe demuestra su dominio sobre el lenguaje y las técnicas narrativas más efectivas, para involucrar y hacer sentir al lector como un testigo directo de los agobiantes pensamientos y experiencias sufridas por el narrador.

Edgar Allan Poe es uno de los más grandes autores y poetas de la literatura universal. Sus relatos, abiertos a la experiencia de la oscuridad del alma, desde el lenguaje del misterio, el desengaño, la poética de las ruinas y la decadencia, y la desazón del alma, son por derecho propio, patrimonio universal del talento humano. Del arte de la poesía. Del arte de la literatura.

Y tan insigne y atormentado autor tuvo a bien que Toledo hiciera parte de sus relatos. Esta vez a través de la manida y falsaria leyenda negra sobre la Inquisición Española. Leyenda que no por falsaria deja que inspirar en Poe un relato espantoso y angustioso en el que los más terribles tormentos son pergeñados por los inquisidores para machacar al reo. Protagonista del relato del “Pozo y el Péndulo”. Uno de los relatos más logrados y famosos de Edgar Allan Poe.

La inquisición en Toledo recogiendo una pesadilla de Poe para deleite en la poética de lo macabro, de sus lectores, y haciendo de Toledo, escenario de uno de los relatos de terror más emblemáticos de la literatura universal. Y si bien insistimos, esa inquisición que retrata Poe en el “Pozo y el Péndulo” nunca existió, su leyenda negra inspiró esta joya literaria que nuestro frater Julio César, poeta del Toledo Oculto, tuvo a bien narrar e interpretar para la radio.

Recuperamos la ocasión que bien lo merece….

Edgar Allan Poe y Toledo en sus relatos

Resumen

El narrador/protagonista comienza el relato, ya agotado, en una oscura celda en donde la inquisición española encierra a las personas que condena, y donde la tortura que esta aplica consiste en la soledad, el abandono, la oscuridad, el frío y el hambre. El torturado protagonista se encuentra atado en casi su totalidad y experimenta la angustia de conocer su próxima muerte pues un péndulo desciende hacia él. Luego de medir el tamaño de su celda, este descubre una fosa profunda con agua ubicada en el centro del sitio.

Celda de la Posada de la Hermandad
Celda de la Posada de la Hermandad

Seguro de que será muerto por la navaja del extremo de tal péndulo, se entretiene con la trayectoria del objeto, pero luego se le ocurre una idea, recordando que tiene a su disposición un poco de carne, comida que compartía con las ratas. Con dificultad logra rociar su cuerpo con un poco del alimento, y los roedores le saltan encima, comiendo y royendo la cuerda que le tiene atado. Ya liberado, de inmediato el péndulo se detiene y el hombre en cuestión razona que está siendo vigilado, y que ya se prepara para él una muerte quizá peor.

La habitación calienta su ambiente al rojo vivo y cambia de forma reduciendo su tamaño, haciendo que las paredes se cierren en torno del protagonista, y empujándolo al borde de la inminente fosa. El narrador se ve en la disyuntiva de morir triturado o de lanzarse a la fosa que originalmente iba a ser su «sepultura». Cuando se encuentra sin más espacio para huir, totalmente desesperanzado y a punto de tirarse a la fosa, una mano lo sujeta y lo salva. La mano es la de un militar francés que es liderado por el general Lasalle, quien había entrado en Toledo durante las Guerras Napoleónicas y descubierto las torturas a las que eran sometidas las víctimas de la inquisición.

El pozo y el péndulo

Hasta ese momento no había abierto los ojos. Sentí que yacía de espaldas y que no estaba atado. Alargué la mano, que cayó pesadamente sobre algo húmedo y duro. La dejé allí algún tiempo, mientras trataba de imaginarme dónde me hallaba y qué era de mí. Ansiaba abrir los ojos, pero no me atrevía, porque me espantaba esa primera mirada a los objetos que me rodeaban. No es que temiera contemplar cosas horribles, pero me horrorizaba la posibilidad de que no hubiese nada que ver.

Por fin, lleno de atroz angustia mi corazón, abrí de golpe los ojos, y mis peores suposiciones se confirmaron. Me rodeaba la tiniebla de una noche eterna. Luché por respirar; lo intenso de aquella oscuridad parecía oprimirme y sofocarme. La atmósfera era de una intolerable pesadez. Me quedé inmóvil, esforzándome por razonar. Evoqué el proceso de la Inquisición, buscando deducir mi verdadera situación a partir de ese punto.

La sentencia había sido pronunciada; tenía la impresión de que desde entonces había transcurrido largo tiempo. Pero ni siquiera por un momento me consideré verdaderamente muerto. Semejante suposición, no obstante lo que leemos en los relatos ficticios, es por completo incompatible con la verdadera existencia.

Pero, ¿dónde y en qué situación me encontraba? Sabía que, por lo regular, los condenados morían en un auto de fe, y uno de éstos acababa de realizarse la misma noche de mi proceso. ¿Me habrían devuelto a mi calabozo a la espera del próximo sacrificio, que no se cumpliría hasta varios meses más tarde? Al punto vi que era imposible. En aquel momento había una demanda inmediata de víctimas. Y, además, mi calabozo, como todas las celdas de los condenados en Toledo, tenía piso de piedra y la luz no había sido completamente suprimida.

Pero entonces, mientras seguía avanzando cautelosamente, resonaron en mi recuerdo los mil vagos rumores de las cosas horribles que ocurrían en Toledo. Cosas extrañas se contaban sobre los calabozos; cosas que yo había tomado por invenciones, pero que no por eso eran menos extrañas y demasiado horrorosas para ser repetidas, salvo en voz baja. ¿Me dejarían morir de hambre en este subterráneo mundo de tiniebla, o quizá me aguardaba un destino todavía peor? Demasiado conocía yo el carácter de mis jueces para dudar de que el resultado sería la muerte, y una muerte mucho más amarga que la habitual. Todo lo que me preocupaba y me enloquecía era el modo y la hora de esa muerte.

El pozo y el péndulo
Poe, Edgar Allan

¡Y oí un discordante clamoreo de voces humanas! ¡Resonó poderoso un toque de trompetas! ¡Escuché un áspero chirriar semejante al de mil truenos! ¡Las terribles paredes retrocedieron! Una mano tendida sujetó mi brazo en el instante en que, desmayado, me precipitaba al abismo. Era la del general Lasalle. El ejército francés acababa de entrar en Toledo. La Inquisición estaba en poder de sus enemigos.

El pozo y el péndulo
Poe, Edgar Allan

Fuentes:

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