El mirador de la playa

Un homenaje poético a la memoria de un abuelo

El poema «Un monumento a mi abuelo» del escritor español Manuel Pellicer Sotomayor es una emotiva obra que expresa el amor y el respeto que siente el autor por su abuelo, un humilde labrador que dedicó su vida al trabajo de la tierra. El poema contrasta la grandeza y la nobleza del abuelo con la indiferencia y el olvido de la sociedad moderna, que ha transformado el paisaje rural en una jungla de cemento.

Un monumento a mi abuelo
Por el sudor y la sangre de un labrador,
en la tierra que él mismo trabajó,
del amanecer hasta la puesta del sol,
el mundo le levantó un monumento
para que la gente tomara el sol,
un edificio que llegara hasta el cielo,
para que se acordaran de mi abuelo.

El edificio no llegó hasta el cielo
y el asfalto cubrió todo el suelo,
ya nadie se acuerda de mi abuelo.

Pero hasta aquel lugar llega el mar
para que tu alma desde el cielo
sepa que el mar no le olvida jamás
se lo ha dicho a tu nieto, abuelo.

El autor utiliza una estructura de tres estrofas de cuatro versos cada una, con rima consonante en los pares.

La primera estrofa presenta la idea central del poema: el mundo le levantó un monumento al abuelo por su esfuerzo y su sacrificio, pero no un monumento material, sino uno natural: la tierra que él mismo cultivó. El autor emplea una hipérbole al decir que el edificio llegaba hasta el cielo, para resaltar la importancia y el valor que tenía para él su abuelo.

La segunda estrofa introduce el cambio de escenario y de tono: el edificio no llegó hasta el cielo y el asfalto cubrió todo el suelo. El autor utiliza una antítesis para mostrar el contraste entre el pasado y el presente, entre la naturaleza y la ciudad, entre la vida y la muerte. El autor también expresa su tristeza y su decepción al afirmar que nadie se acuerda de su abuelo, que ha quedado borrado de la memoria colectiva.

La tercera estrofa cierra el poema con una nota de esperanza y de consuelo: hasta aquel lugar llega el mar para que tu alma desde el cielo sepa que el mar no le olvida jamás. El autor recurre a una personificación del mar, que se convierte en un símbolo de la eternidad, de la fuerza y de la fidelidad. El mar es el único que reconoce y honra al abuelo, que le habla a través de su nieto, que es el portavoz de su sentimiento.

El poema es un bello ejemplo de cómo la poesía puede ser un vehículo para transmitir emociones, valores y recuerdos. El autor logra crear una atmósfera íntima y conmovedora, que invita al lector a reflexionar sobre la importancia de las raíces, de la familia y de la naturaleza. El poema es también un homenaje a todos los abuelos que han dejado su huella en sus nietos, que son los herederos de su legado.

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