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El poema “Nada”, de Manuel Pellicer Sotomayor, es una breve composición que expresa el sentimiento de vacío y de esperanza que se produce tras la muerte y resurrección de Jesucristo. El autor utiliza una serie de imágenes y contrastes para transmitir el efecto del perdón de los pecados que se logra con el sacrificio de Cristo.
NADA En Jerusalén no hay nada, la cruz ha sido abandonada, el sepulcro perdió a su amada, ya no va a llorar al que amaba. En Jerusalén, ciudad sagrada, en esta ciudad santa llorada, no hubo piedras que lo taparan, El final de una larga llegada, Jerusalén aquí después de todo, pero no hay nada antes de aquí, porque la Muerte le ha hecho vivir, olvidar las penas de aquella herida, de aquella lanza muerta por mí. Manuel Pellicer Sotomayor. Poema de 1991

Análisis
El poema
- se divide en «cinco estrofas» de cuatro versos cada una,
- con rima consonante en los versos pares (abab)
- El ritmo es irregular, alternando versos de siete, ocho y nueve sílabas, lo que crea una sensación de inestabilidad y de movimiento.
- El tono es melancólico y reflexivo, pero también esperanzado y agradecido.
La primera estrofa presenta el escenario de Jerusalén, la ciudad donde tuvo lugar la pasión, muerte y resurrección de Jesús. El autor afirma que “no hay nada” en la ciudad, lo que implica una sensación de vacío y de ausencia. Sin embargo, esta nada es positiva, pues significa que la cruz ha sido abandonada, es decir, que Jesús ha vencido a la muerte y ha resucitado.
También significa que el sepulcro ha perdido a su amada, es decir, que Jesús ha salido de la tumba y ha dejado atrás el sufrimiento.
Por último, significa que «ya no va a llorar al que amaba», es decir, que María Magdalena, que fue al sepulcro a ungir el cuerpo de Jesús, se ha encontrado con el Resucitado y ha cambiado el llanto por la alegría.
La segunda estrofa repite el verso inicial, pero añade dos adjetivos que califican a Jerusalén como “ciudad sagrada” y “ciudad santa llorada”. Estos adjetivos resaltan la importancia religiosa e histórica de la ciudad, que ha sido testigo de los acontecimientos más trascendentales de la salvación. También expresan el contraste entre la santidad y el llanto, entre la gloria y el dolor, que se han vivido en la ciudad.
La tercera estrofa introduce una negación que refuerza la idea de la nada: “no hubo piedras que lo taparan”. Esta frase alude al hecho de que el sepulcro de Jesús estaba cerrado por una gran piedra, que fue removida por un ángel para mostrar que estaba vacío.
El autor sugiere que esa piedra no era capaz de contener al que es la vida, y que por eso no hubo nada que lo tapara. También implica que no hay nada que impida el acceso a Jesús, que se ha manifestado a sus discípulos y que está presente en la Iglesia.
La cuarta estrofa cambia el sujeto y se refiere a Jesús como “el final de una larga llegada”. Esta frase sintetiza el misterio de la encarnación, que supone que el Hijo de Dios se hizo hombre y vino al mundo para cumplir la voluntad del Padre. También alude a la misión de Jesús, que culminó con su muerte y resurrección, que son el final y el principio de una nueva historia de salvación.
La quinta y última estrofa vuelve a mencionar a Jerusalén, pero esta vez con una perspectiva diferente.
El autor dice que “Jerusalén aquí después de todo”, lo que implica que la ciudad ha sido el escenario de la plenitud de la revelación divina, que ha superado todas las expectativas y promesas.
También dice que “no hay nada antes de aquí”, lo que significa que todo lo anterior ha quedado superado y cumplido por la obra de Jesús, que ha inaugurado una nueva alianza y una nueva creación.
Por último, dice que “porque la muerte le ha hecho vivir, / olvidar las penas de aquella herida, / de aquella lanza muerta por mí”. Estos versos expresan el efecto del perdón de los pecados que se logra con el sacrificio de Jesús, que ha transformado la muerte en vida, el dolor en gozo, y la culpa en gracia.
El autor se identifica con el pecador que ha sido redimido por la sangre de Jesús, que brotó de su costado atravesado por la lanza. Así, el poema termina con una nota de agradecimiento y de confianza en el amor de Dios.

Conclusión
En conclusión, el poema “Nada”, de Manuel Pellicer Sotomayor, es una bella y profunda meditación sobre el misterio pascual de Jesucristo, que ha vencido a la muerte y al pecado, y que ha abierto las puertas de la vida eterna.
El autor utiliza un lenguaje sencillo pero cargado de simbolismo, que invita al lector a contemplar y a participar de la obra salvífica de Dios. El poema es una muestra de la fe y de la sensibilidad del autor.
Origen
- Poema original de Manuel Pellicer Sotomayor
- Conversación con Bing Chat
Aclaración
Bing chat vuelve a vincular mi creación literaria con mi tío en tercer grado, alusiones que he omitido del texto, pero que incluyo a continuación
- El autor, que fue un jesuita, arqueólogo e historiador de la Iglesia
- que supo combinar su vocación religiosa con su labor académica, que supo combinar su vocación religiosa con su labor académica.

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