A Malco le cortaron la oreja

Presentador del programa Imperium Romanum TV News
Presentador del programa

Introducción

Presentador: Ave, amigos de Imperium Romanum TV News.

Bienvenidos a nuestro programa «¿Me amas más que éstos?«, donde cada día les traemos una entrevista exclusiva con uno de los hombres y mujeres que acompañaron a Jesucristo durante su vida terrenal y que fueron testigos de su resurrección.

A través de sus relatos, podremos conocer más de cerca al Maestro, su mensaje, sus milagros, su pasión, su gloria. También podremos aprender de su ejemplo, su fe, su amor, su servicio, su misión.

Presentación del personaje

Hoy tenemos el honor de contar con la presencia de Malco, un hombre que fue testigo de la muerte y resurrección de Jesús de Nazaret, el fundador del Cristianismo.

Malco nos va a relatar cómo conoció a Jesús, cómo fue sanado por él de una herida mortal, y cómo se convirtió en uno de sus discípulos.

No se pierdan esta entrevista exclusiva, llena de emoción, de fe y de esperanza. Les aseguro que no les dejará indiferentes. Sin más preámbulos, les dejo con Malco, el siervo del sumo sacerdote que se hizo seguidor de Jesús.

Arrestado el huerto de Getsemaní

Cuentan que quienes fueron a arrestar a Jesús, además de Judas Iscariote, un gran tumulto de gente con espadas y palos (Mt 26,47), enviados por los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo (ver Mc 14,43; en Lc 22,47 es una multitud).

Pero, además, en Juan 18,3. 12, unidos a ellos, llega una cohorte romana, guiada por un tribuno.

Todavía estaba hablando, cuando llegó Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo numeroso con espadas y palos, de parte de los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo.

Mt 26,47

Todavía estaba hablando, cuando de pronto se presenta Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo con espadas y palos, de parte de los sumos sacerdotes, de los escribas y de los ancianos.

Mc 14,43

Todavía estaba hablando, cuando se presentó un grupo; el llamado Judas, uno de los Doce, iba el primero, y se acercó a Jesús para darle un beso.

Lc 22,47

Judas, pues, llega allí con la cohorte y los guardias enviados por los sumos sacerdotes y fariseos, con linternas, antorchas y armas.

Juan 18,3,

Se trata de un dato increíble ¡nada más y nada menos de un destacamento de 600 militares!, como componían este ejército castrense, una fuerza desproporcionada para detener a un simple carpintero de Nazareth, desarmado y acompañado de sus discípulos, quienes portaban pocas armas para defenderse de ese tumulto (ver Lc 22,35-38.49-51).

La oreja de Malco

Viendo los que estaban con él lo que iba a suceder, dijeron: «Señor, ¿herimos a espada? y uno de ellos hirió al siervo del Sumo Sacerdote y le llevó la oreja derecha.»

Lc 22,49-50

Entre los Evangelios Sinópticos solamente Lucas hace mención del hecho de que fue la oreja derecha. Como médico, su interés por la anatomía humana era más agudo que el de los otros escritores sinópticos

Aquí es claro que Jesús estaba prohibiendo el uso de la fuerza. Una versión expandida de lo dicho lo narra Juan y un relato aún más detallado en Mateo.

Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó, hirió al siervo del Sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. El siervo se llamaba Malco.”

Jesús dijo a Pedro: «Vuelve la espada a la vaina. La copa que me ha dado el Padre, ¿no la voy a beber?»

Jn 18,10-11

Mateo

Pero uno de los que estaban con Jesús, echando mano de su espada, hirió a un siervo del Sumo sacerdote y le quitó la oreja.

Entonces Jesús le dijo:
—Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que tomen espada, a espada perecerán. ¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles? ¿Pero cómo entonces se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga?

Entonces, respondiendo Jesús, dijo:
—Basta ya; dejad.
Y tocando su oreja, lo sanó.

Mateo 26:51–54

Uno de los presentes, sacando la espada, hirió al siervo del Sumo Sacerdote, y le llevó la oreja.

Y tomando la palabra Jesús, les dijo: «¿Como contra un salteador habéis salido a prenderme con espadas y palos?

Todos los días estaba junto a vosotros enseñando en el Templo, y no me detuvisteis. Pero es para que se cumplan las Escrituras.»

Marcos 14, 47-49

Conexión

Reportero: Buenos días, Malco. Gracias por concederme esta entrevista. Sé que has sido testigo de uno de los acontecimientos más trascendentales de la historia: la muerte y resurrección de Jesús de Nazaret. ¿Podrías contarme cómo lo conociste y qué impresión te causó?

Malco: Bueno, yo era un siervo del sumo sacerdote Caifás, el jefe del Sanedrín, el consejo supremo de los judíos. Mi trabajo consistía en servirle y obedecerle en todo lo que me mandara. Un día, me ordenó que fuera con un grupo de soldados y guardias del templo a arrestar a un hombre llamado Jesús, que estaba en el huerto de Getsemaní con sus discípulos. Me dijo que era un blasfemo, un falso profeta, un peligro para nuestra nación.

Reportero: ¿Y qué pasó cuando llegaron al huerto?

Malco: Pues pasó que uno de los discípulos de Jesús, un tal Judas, nos guió hasta él y lo besó en la mejilla, como señal de que era el que buscábamos. Entonces, los soldados se abalanzaron sobre él y lo apresaron. Pero otro de sus discípulos, un tal Pedro, sacó una espada y me atacó, cortándome la oreja derecha. Sentí un dolor terrible, una sangre caliente que me corría por el cuello, un miedo que me helaba el alma.

Película «La Pasión»

Reportero: ¿Y qué hizo Jesús?

Malco: Jesús hizo algo que nunca olvidaré, algo que me cambió la vida. Se acercó a mí, me tocó la oreja y me la sanó. Sí, me la sanó, como si nada hubiera pasado, como si fuera un milagro. Luego, le dijo a Pedro que guardara la espada, que no hiciera más violencia, que así debía cumplirse la voluntad de Dios. Me miró a los ojos, con una mirada de compasión, de perdón, de amor. Me habló, me dijo: «No temas, Malco, yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí. Yo he venido para que tengas vida, y la tengas en abundancia. Sígueme, y te haré pescador de hombres».

Película «La Pasión»

Reportero: ¿Y qué sentiste al oír esas palabras?

Malco: Sentí una paz que nunca había sentido, una luz que me iluminaba, una voz que me llamaba. Sentí que ese hombre era diferente, que era especial, que era santo. Sentí que era el Mesías, el Hijo de Dios, el Salvador. Sentí que quería seguirlo, que quería ser su discípulo, que quería ser su amigo.

Reportero: ¿Y qué hiciste?

Malco: Hice lo que nunca pensé que haría. Solté la espada que llevaba, me quité el manto que me identificaba como siervo del sumo sacerdote, y me uní a los discípulos de Jesús. Les pedí perdón por haberlos traicionado, por haberlos atacado, por haberlos odiado. Ellos me acogieron, me abrazaron, me perdonaron. Me dijeron que Jesús era el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Me dijeron que él había venido para dar su vida por todos, para establecer el reino de Dios, para resucitar al tercer día.

Reportero: ¿Y cómo fue la crucifixión? ¿Qué sentiste al verlo morir en la cruz?

Malco: Fue algo terrible, algo que nunca olvidaré. Lo vi cargar con la cruz, caer bajo su peso, ser azotado, escupido, burlado. Lo vi clavar en la cruz, sangrar, sufrir, agonizar. Lo vi perdonar a sus verdugos, a sus enemigos, a sus amigos. Lo vi entregar su espíritu, rendir su vida, cumplir su misión. Sentí una mezcla de dolor, de culpa, de admiración, de esperanza. Sentí que algo se rompía dentro de mí, pero también que algo nuevo nacía.

Reportero: ¿Y qué pasó después? ¿Qué pasó con su cuerpo, con su tumba, con sus discípulos?

Malco: Pues pasó lo que nadie esperaba, lo que nadie creía, lo que nadie podía explicar. Al tercer día, su tumba estaba vacía, su cuerpo había desaparecido, sus discípulos lo habían visto vivo. Había resucitado, había vencido a la muerte, había confirmado su divinidad. Sus discípulos se llenaron de alegría, de fe, de valor. Empezaron a predicar su nombre, su palabra, su obra. Empezaron a formar una comunidad, una iglesia, un movimiento. Empezaron a cambiar el mundo, la historia, la humanidad.

Reportero: ¿Y tú? ¿Qué hiciste tú? ¿Te uniste a ellos, los seguiste, los creíste?

Malco: Sí, sí lo hice. Al principio me costó, me resistí, me negué. Pero luego me convencí, me arrepentí, me entregué. Me encontré con Jesús, me habló, me perdonó. Me llamó, me envió, me transformó. Me hizo su discípulo, su amigo, su hermano. Me dio su amor, su paz, su vida. Me dio su cruz, su resurrección, su gloria.

Reportero: Gracias, Malco, por compartir tu testimonio, tu experiencia, tu fe. Ha sido un placer hablar contigo, conocerte, escucharte. Espero que tu historia inspire, motive, ayude a muchos otros que buscan, que dudan, que sufren. Que Dios te bendiga, te guarde, te acompañe.

Malco: Gracias a ti, reportero, por tu interés, tu respeto, tu amistad. Que Dios te ilumine, te guíe, te conceda la gracia de conocer a Jesús, el Cristo, el Señor. Él es el camino, la verdad, la vida. Él es el alfa, el omega, el principio y el fin. Él es el amor, el poder, la sabiduría. Él es todo en todos. Amén.

Reportero: Devolvemos la conexión

Devuelve la conexión

Presentador del programa

Presentador: El sobrio relato del prendimiento parece indicar que Jesús lo había esperado y no ofrece resistencia. Por eso, por encima de la traición de Judas y de la doblez de quienes van a prenderle de noche, Jesús ve en esos gestos el cumplimiento de las Escrituras (cfr Is 52,13-53,12; Sal 41,10).

Sólo Marcos recoge el detalle del joven que escapó desnudo (vv. 51-52). Muchos autores han visto en él una alusión al propio evangelista.

Un joven le seguía cubierto sólo de un lienzo; y le detienen. Pero él, dejando el lienzo, se escapó desnudo.

Mc 14, 51-52

En todo caso, representa un intento fallido —al que seguirá enseguida el de Pedro— de seguir a Cristo.

En la hora de la entrega, Jesús está solo. Y no podemos olvidar que el camino de Jesús es también el camino del cristiano:

Estar con Jesús es, seguramente, toparse con su Cruz. Cuando nos abandonamos en las manos de Dios, es frecuente que Él permita que saboreemos el dolor, la soledad, las contradicciones, las calumnias, las difamaciones, las burlas, por dentro y por fuera: porque quiere conformarnos a su imagen y semejanza

Origen