Una cohorte romana

Entrada del programa
Presentador del programa Imperium Romanum TV News
Presentador del programa

Introducción

Presentador: Ave, amigos de Imperium Romanum TV News.

Bienvenidos a nuestro programa «¿Me amas más que éstos?«, donde cada día les traemos una entrevista exclusiva con uno de los hombres que acompañaron a Jesucristo durante su vida terrenal y que fueron testigos de su resurrección.

A través de sus relatos, podremos conocer más de cerca al Maestro, su mensaje, sus milagros, su pasión, su gloria. También podremos aprender de su ejemplo, su fe, su amor, su servicio, su misión.

Presentación del personaje

Hoy les traemos otro reportaje especial sobre uno de los acontecimientos más trascendentales de la historia: la pasión y muerte de Jesús de Nazaret.

¿Qué ocurrió realmente aquella noche en el huerto de Getsemaní, donde Jesús fue traicionado por uno de sus discípulos? ¿Qué motivó a Judas Iscariote a entregar a su maestro a cambio de treinta monedas de plata? ¿Qué sintieron los soldados que lo arrestaron y lo llevaron ante el Sanedrín y Pilato?

Para responder a estas preguntas, hemos logrado contactar con un testigo excepcional: Saulo, uno de los soldado de la cohorte romana que participó en el arresto de Jesús.

Él nos contará, en exclusiva, cómo fue aquella noche y qué impresión le causó el hombre que cambió el curso de la historia.

Arrestado el huerto de Getsemaní

Judas, pues, llega allí con la cohorte y los guardias enviados por los sumos sacerdotes y fariseos, con linternas, antorchas y armas.

Juan 18,3,

Levantándose de la oración, vino donde los discípulos y los encontró dormidos por la tristeza; y les dijo: «¿Cómo es que estáis dormidos? Levantaos y orad para que no caigáis en tentación.»

Todavía estaba hablando, cuando se presentó un grupo; el llamado Judas, uno de los Doce, iba el primero, y se acercó a Jesús para darle un beso.

Jesús le dijo: «¡Judas, con un beso entregas al Hijo del hombre!»

Lc 22, 45-48

Se trata de un dato increíble ¡nada más y nada menos de un destacamento de 600 militares!, componían este ejército castrense, una fuerza desproporcionada para detener a un simple carpintero de Nazareth, desarmado y acompañado de sus discípulos, quienes portaban pocas armas para defenderse de ese tumulto.

No se pierdan esta entrevista única e impactante, que les hará ver con otros ojos la figura de Jesús y el significado de su sacrificio.

Conexión

Reportero: Buenas tardes, señor. Soy un reportero que quiere conocer la verdad sobre lo que pasó anoche en el huerto de Getsemaní. ¿Puedo hacerle unas preguntas?

Saulo: Depende. ¿De qué lado está usted? ¿Es un seguidor de ese Jesús de Nazaret?

Reportero: No, señor. Soy un periodista imparcial que solo busca informar a la gente. No tengo ninguna afiliación con ningún grupo religioso o político.

Saulo: Está bien, entonces. Pero sea breve. No tengo mucho tiempo.

Reportero: Gracias, señor. Dígame, su nombre y cómo fue el arresto de Jesús. ¿Qué hizo él cuando lo vieron?

Saulo: Me llamó Saulo y soy soldado romano. Lo sucedido fue muy extraño. Él salió a nuestro encuentro y nos preguntó a quién buscábamos. Le dijimos que a Jesús de Nazaret. Y él dijo: «Yo soy». Entonces, todos retrocedimos y caímos al suelo. Fue como si una fuerza invisible nos empujara.

Arresto de Jesús en el huerto de Getsemaní
Arresto de Jesús en el huerto de Getsemaní // Copilot Designer

Reportero: ¿Qué? ¿Cómo es posible? ¿Qué poder tenía ese hombre?

Saulo: No lo sé. Fue algo sobrenatural. Nunca había visto nada igual. Luego se repitió la misma escena. Volvió a preguntarnos a quién buscábamos y volvió a decir: «Yo soy». Entonces, nos levantamos y lo rodeamos. Él no opuso resistencia. Solo nos pidió que dejaran ir a sus discípulos.

Reportero: ¿Y qué pasó con sus discípulos? ¿No intentaron defenderlo?

Saulo: No, la mayoría huyeron. Solo uno de ellos, un tal Pedro, sacó una espada e hirió a uno de nuestros compañeros, cortándole la oreja. Pero Jesús lo reprendió y le dijo que guardara la espada. Incluso le curó la oreja al herido.

Reportero: ¿Qué? ¿También hizo un milagro en ese momento?

Saulo: Sí, así es. Fue increíble. Parecía que no le importaba su propia vida, sino la de los demás.

Reportero: ¿Y qué sintió usted al ver todo eso? ¿No le dio pena arrestar a un hombre tan bueno y poderoso?

Saulo: La verdad, sí. Me sentí confundido y culpable. No sabía qué estaba haciendo. Solo seguía las órdenes de mis superiores. Nos dijeron que era un blasfemo y un sedicioso, que quería derrocar al César y al Sanedrín. Pero yo no vi nada de eso en él. Solo vi a un hombre humilde y pacífico, que hablaba con autoridad y hacía el bien.

Reportero: Entonces, ¿por qué lo arrestaron? ¿Qué pruebas tenían contra él?

Saulo: No lo sé. Supongo que fue por envidia y miedo. Ellos no podían soportar que la gente lo siguiera y lo admirara. Temían que les quitara el poder y la influencia. Además, tenían el testimonio de uno de sus discípulos, un tal Judas, que lo traicionó y nos guió hasta él. Él fue el que le dio un beso para señalarlo.

Reportero: ¿Un beso? ¿Qué ironía? ¿Cómo pudo ser tan desleal?

Saulo: No lo sé. Dicen que lo hizo por dinero. Que le pagaron treinta monedas de plata por entregarlo. Pero yo creo que también fue por decepción. Tal vez esperaba que Jesús fuera un líder político y militar, que liberara a Israel de los romanos. Y cuando vio que no era así, que su reino no era de este mundo, se desilusionó y lo vendió.

Reportero: ¿Y qué pasó después del arresto? ¿A dónde lo llevaron?

Saulo: Lo llevamos primero a Anás, el suegro de Caifás, el sumo sacerdote. Él lo interrogó sobre sus discípulos y su enseñanza. Pero Jesús le dijo que hablara con los que lo habían oído, que él no había dicho nada en secreto. Entonces, uno de los guardias le dio una bofetada y le dijo que así no se le hablaba al sumo sacerdote. Luego lo enviaron a Caifás, donde lo acusaron de blasfemia y lo condenaron a muerte.

Reportero: ¿A muerte? ¿Por qué? ¿Qué mal había hecho?

Saulo: Ninguno, que yo sepa. Pero ellos lo odiaban y querían deshacerse de él. Lo acusaron de decir que era el Hijo de Dios, el Mesías, el Rey de los judíos. Eso era una ofensa grave para ellos, que solo reconocían al Dios de Abraham, Isaac y Jacob, y al César como su gobernante. Así que lo llevaron a Pilato, el procurador romano, para que lo ejecutara.

Reportero: ¿Y qué hizo Pilato? ¿No vio que era inocente?

Saulo: Sí, lo vio. De hecho, trató de liberarlo. Le preguntó si era el Rey de los judíos, y Jesús le dijo que su reino no era de este mundo, que él había venido para dar testimonio de la verdad. Pilato le preguntó qué era la verdad, pero no esperó su respuesta.

Luego salió y les dijo a los judíos que no encontraba ningún delito en él, y que lo iba a soltar, como era la costumbre en la Pascua. Pero ellos se opusieron y pidieron que soltara a un tal Barrabás, un ladrón y asesino. Pilato se sorprendió y les preguntó qué querían que hiciera con Jesús. Ellos gritaron: «¡Crucifícalo, crucifícalo!».

Reportero: ¿Qué? ¿Cómo pudieron ser tan crueles e injustos?

Saulo: No lo sé. Fue una locura colectiva. Parecía que estaban poseídos por el diablo. Pilato se lavó las manos y dijo que él no era responsable de la sangre de ese hombre, que se lo dejaría a ellos. Luego ordenó que lo azotaran y lo coronaran con espinas, y que lo llevaran al lugar de la ejecución.

Reportero: ¿Y usted lo acompañó hasta allí?

Saulo: Sí, señor. Fui uno de los que lo escoltaron. Lo vi cargar su cruz por las calles de Jerusalén, mientras la gente lo insultaba y lo escupía. Lo vi caer varias veces por el peso y el cansancio.

Lo vi recibir la ayuda de un hombre llamado Simón de Cirene, que le alivió la carga. Lo vi mirar con compasión a unas mujeres que lloraban por él. Lo vi llegar al monte Calvario, donde lo clavaron en la cruz, entre dos ladrones. Lo vi sufrir y morir, mientras el cielo se oscurecía y la tierra temblaba.

Reportero: ¿Y qué sintió usted al verlo morir? ¿Qué pensó de él?

Saulo: Sentí una profunda tristeza y admiración. Pensé que era un hombre justo y santo, que no merecía ese destino. Pensé que era más que un hombre, que era el Hijo de Dios, como él había dicho. Por eso exclamé: «Verdaderamente, este era el Hijo de Dios».

Reportero: Gracias, Saulo, por su testimonio. Ha sido muy valiente y honesto. Espero que su historia llegue a muchos oídos y corazones, y que les haga reflexionar sobre el significado de la vida y la muerte de Jesús.

Saulo: De nada, señor. Yo también lo espero. Que Dios lo bendiga.

Reportero: Devolvemos la conexión

Devuelve la conexión

Presentador del programa

Presentador: Preguntémonos: ¿Era necesaria tanta milicia para detener a un hombre bueno e indefenso como Jesús, que siempre estaba en contra del uso de la violencia? ¿Que incluso detuvo la mano de Pedro con su espada aquella noche funesta? (Jn 18,12; Mt 26,52).

En algunas traducciones ponen simplemente “patrulla”, que bien sabemos lo que significa entre nosotros.

En fin, todo este montaje organizado por las autoridades judías, en el que se ve que también participaron aquellos soldados romanos (y no una patrulla), es una forma de decir, desde los Evangelios que, en aquella noche víspera de la Pasión, todos los poderes de la época, judíos y romanos, civiles y religiosos, locales y extranjeros, se confabularon contra Jesús, pero no pudieron vencerlo porque Dios estaba con él (ver Sal 2,1; Hech 5,25-26).

De allí que los soldados romanos no salen bien parados en los relatos del arresto, custodia, vejaciones y torturas que le infligieron a Jesús, siendo sus verdugos, con permiso de Pilato y en complicidad con los líderes religiosos de Israel.

Origen