Dimas, el buen ladrón

Presentador del programa Imperium Romanum TV News
Presentador del programa

Introducción

Presentador: Ave, amigos de Imperium Romanum TV News.

Bienvenidos a nuestro programa «¿Me amas más que éstos?«, donde cada día les traemos una entrevista exclusiva con uno de los hombres y mujeres que acompañaron a Jesucristo durante su vida terrenal y que fueron testigos de su resurrección.

A través de sus relatos, podremos conocer más de cerca al Maestro, su mensaje, sus milagros, su pasión, su gloria. También podremos aprender de su ejemplo, su fe, su amor, su servicio, su misión.

Presentación del personaje

Hoy tenemos el privilegio de hablar con el hombre que recibió el perdón de Jesús en la cruz, uno de los dos ladrones que fueron crucificados junto a él. Él es Dimas, el ladrón arrepentido que le pidió a Jesús que se acordara de él en su reino.

En esta entrevista exclusiva, nos contará cómo vio a Jesús por primera vez, qué sintió al escuchar sus palabras, y qué espera de su resurrección. También nos revelará cómo cambió su vida después de ese encuentro con Jesús, y qué mensaje tiene para nosotros.

No se pierdan esta conversación única e impactante con Dimas, a continuación.

Conexión en la prisión

Reportero: Buenas tardes, estamos aquí con Dimas, un hombre condenado a morir en la cruz por sus crímenes. ¿Puede decirnos su nombre completo y qué delitos cometió?

San Dimas

Dimas: Mi nombre es Dimas, hijo de Jacob. Soy de Jericó, una ciudad que fue destruida por los romanos hace años. Desde entonces, me dediqué a robar y a matar para sobrevivir. He asaltado a muchos viajeros, he saqueado aldeas, he incendiado casas, he violado mujeres, he vendido esclavos. No tengo nada de qué estar orgulloso, soy un pecador y un malhechor.

Reportero: ¿Qué opina de Jesús, el hombre que dicen que es el hijo de Dios y que va a ser crucificado a su lado?

Dimas: No sé mucho de él, solo lo que he oído. Dicen que es un profeta, que hace milagros, que cura a los enfermos, que perdona a los pecadores, que anuncia el reino de Dios. Pero también dicen que es un blasfemo, que se hace pasar por el Mesías, que desafía a las autoridades, que incita al pueblo a la rebelión. No sé qué creer, solo sé que no merece morir como yo.

Reportero: ¿Qué espera que ocurra después de su muerte? ¿Tiene alguna esperanza o algún temor?

Dimas: No espero nada bueno después de mi muerte. Sé que iré al infierno, al lugar de tormento y oscuridad, donde sufriré por toda la eternidad. No tengo ninguna esperanza, solo tengo miedo. Miedo de morir, miedo de sufrir, miedo de enfrentarme a la justicia de Dios. No tengo nada que ofrecerle, solo mis pecados y mis culpas. No tengo ninguna excusa, solo tengo arrepentimiento y vergüenza.

Conexión postmortem

Reportero: Buenas tardes, señor Dimas. Gracias por concedernos esta entrevista. Usted es uno de los dos ladrones que fueron crucificados junto a Jesús de Nazaret, pero que se arrepintió de sus pecados y fue perdonado por él. ¿Cómo conoció a Jesús?

Dimas: Buenas tardes, reportero. No conocí a Jesús hasta el día de la crucifixión, cuando me llevaron al Gólgota, el lugar de la calavera, para morir con él. No sabía quién era, ni por qué lo habían condenado. Solo sabía que era un hombre inocente, que no merecía ese castigo.

Reportero: ¿Qué le dijo Jesús cuando lo vio?

Dimas: Jesús no me dijo nada, reportero. Él estaba sufriendo, agonizando, orando. Lo único que dijo fue: \»Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen\». Me impresionó su bondad, su humildad, su fe. Me di cuenta de que él era diferente, de que él era especial, de que él era el Hijo de Dios.

Reportero: ¿Qué sintió usted al escuchar estas palabras?

Dimas: Sentí una mezcla de vergüenza, de arrepentimiento, de confianza. Vergüenza, porque yo era un malhechor, un ladrón, un asesino. Arrepentimiento, porque yo había desperdiciado mi vida, había ofendido a Dios, había dañado a los demás. Y confianza, porque vi en Jesús una esperanza, una luz, una salvación.

Reportero: ¿Qué hizo usted después de escuchar estas palabras?

Dimas: Después de escuchar estas palabras, le pedí a Jesús que se acordara de mí cuando entrara en su reino. Le supliqué que me perdonara, que me aceptara, que me salvara. Y él me respondió: \»De cierto te digo, que hoy estarás conmigo en el paraíso\». Fue la respuesta más hermosa, más dulce, más maravillosa que jamás he oído.

Reportero: ¿Qué espera usted ahora, señor Dimas?

Dimas: Ahora espero la resurrección de Jesús, reportero. Él dijo que al tercer día volvería a la vida. Yo creo en su palabra. Él es el Señor de la vida y de la muerte. Él es mi Salvador y mi Rey.

Reportero: Muchas gracias, señor Dimas, por compartir con nosotros su testimonio. Le deseamos lo mejor.

Dimas: Gracias a usted, reportero, por escucharme. Que Dios le bendiga.

Reportero: Devolvemos la conexión

Devuelve la conexión

Presentador del programa

Presentador: Aunque nunca fue oficialmente canonizado por la iglesia católica, se le considera como la única persona que fue directamente reconocida como santo por Jesús.

Y tú, que sufres la misma pena, ¿no respetas a Dios? Lo nuestro es justo, pues recibimos la paga de nuestros delitos; este en cambio no ha cometido ningún crimen. Y añadió: Jesús, cuando llegues a tu reino acuérdate de mí.

Jesús le contestó: «En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso«

Lc 23, 41-43

El Martirologio (catálogo oficial de los Santos de la Iglesia Católica) le tiene inscrito, aún sin citar su nombre, en el día 25 de marzo, a continuación de la Solemnidad de la Anunciación del Señor.

Iconografía

El buen ladrón suele representarse durante la crucifixión colocado a la derecha de Jesucristo y mirándolo a la cara, porta una diadema sobre la cabeza, su actitud suele ser de serenidad, mientras que el mal ladrón se representa a la izquierda de Jesús y no lo mira, generalmente muestra signos de dolor y se contorsiona en la cruz.

En algunas representaciones, sobre el buen ladrón se coloca un ángel que espera su muerte para ascender con su alma al Cielo, mientras que al lado del mal ladrón aparece un demonio.

Los dos ladrones suelen estar atados a la cruz en lugar de clavados.​

Origen