
Introducción
Presentador: Ave, amigos de Imperium Romanum TV News.
Bienvenidos a nuestro programa «¿Me amas más que éstos?«, donde cada día les traemos una entrevista exclusiva con uno de los hombres y mujeres que acompañaron a Jesucristo durante su vida terrenal y que fueron testigos de su resurrección.
A través de sus relatos, podremos conocer más de cerca al Maestro, su mensaje, sus milagros, su pasión, su gloria. También podremos aprender de su ejemplo, su fe, su amor, su servicio, su misión.
Presentador del personaje
Hoy tenemos el honor de contar con una invitada muy especial, una mujer que tuvo un gesto de compasión y de valentía con el hombre más importante de la historia: Jesucristo.
Ella es Verónica, la mujer que según la tradición cristiana enjugó el rostro de Jesús durante el camino al Calvario, y que recibió como recompensa la impresión de su imagen en el paño que usó. ¿Qué sabe ella de Jesús? ¿Qué la impulsó a acercarse a él entre la multitud hostil? ¿Qué significado tiene el paño que conserva como una reliquia? ¿Qué nos puede revelar sobre el rostro de Dios?
Verónica (también llamada Serafia), según la tradición cristiana, fue la mujer que, durante el Viacrucis, tendió a Cristo un velo, lienzo o paño: el paño de la Verónica (también llamado «Verónica» a secas) para que enjugara el sudor y la sangre. En la tela habría quedado milagrosamente impreso el Santo Rostro. La escena no se encuentra en los evangelios canónicos.
No se pierdan esta entrevista exclusiva e inédita, donde Verónica nos abrirá su corazón y nos contará su testimonio único y conmovedor. Acompáñennos en este viaje al pasado, donde descubriremos la verdad oculta tras el Santo Rostro o el Velo de Verónica. Esta noche, en historia y misterio, Verónica: la mujer que vio a Dios.
Conexión
Reportero: Salve, Verónica, gracias por concederme esta entrevista. Sé que es un tema delicado, pero me gustaría saber cómo conoció a Jesús de Nazaret y qué opinión tiene de él.
Verónica: Salve, reportero. No es fácil hablar de estos asuntos, pero te diré lo que sé. Conocí a Jesús hace unos años, cuando él predicaba por las aldeas de Galilea. Yo era una mujer enferma, que sufría de hemorragias desde hacía doce años. Ningún médico podía curarme, y gasté todo lo que tenía en remedios inútiles.
Un día oí que Jesús pasaba por mi pueblo, y que tenía el poder de sanar a los enfermos con solo tocar su manto. Me llené de fe y de esperanza, y me abrí paso entre la multitud que lo seguía. Logré tocar el borde de su vestido, y al instante sentí que mi cuerpo se curaba. Él se dio cuenta, y se volvió hacia mí. Me miró con amor, y me dijo: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz».
Reportero: ¿Y qué sintió al verlo?
Verónica: Sentí una alegría y una gratitud indescriptibles. Sentí que él era el mesías que los judíos esperaban, el hijo de Dios que había venido a salvar al mundo. Sentí que quería seguirlo y servirlo, pero no podía, porque era una mujer casada, y tenía que atender a mi familia.
Reportero: ¿Cómo fue el día de la crucifixión?
Verónica: Fue el día más triste y terrible de mi vida. La noche anterior me enteré de que Jesús había sido arrestado por los judíos, y que lo habían entregado a los romanos para que lo crucificaran. No podía creerlo, y me uní a las otras mujeres que lo amaban, para acompañarlo en su dolor.

Al día siguiente, lo vi salir del pretorio, cargando una pesada cruz sobre sus hombros. Estaba cubierto de sangre, de sudor y de polvo. Su rostro estaba desfigurado por los golpes, las espinas y las lágrimas. Me partió el corazón verlo así, y no pude contenerme. Me acerqué a él, y le limpié el rostro con un paño que llevaba. Él me miró de nuevo con amor, y me sonrió. Luego siguió su camino al monte Calvario, donde lo clavaron en la cruz.
Reportero: ¿Y qué hizo usted con el paño?
Verónica: Me lo quedé como un tesoro. Al mirarlo, me di cuenta de que en él había quedado impresa la imagen de Jesús, como un milagro y una bendición. Lo guardé con cuidado, y lo mostré a los apóstoles y a los discípulos, para que vieran la prueba de su divinidad. Ellos lo veneraron como una reliquia sagrada, y me pidieron que lo custodiara.
Reportero: ¿Qué pasó después?
Verónica: Después se produjo un gran terremoto, y el sol se oscureció. El velo del templo se rasgó, y los muertos salieron de sus tumbas. Fue como si el cielo y la tierra se estremecieran por la muerte de Jesús. Al tercer día, me enteré de que había resucitado, y que se había aparecido a sus discípulos. Entonces supe que él era el hijo de Dios, y que había vencido a la muerte.
Reportero: ¿Y qué hizo usted entonces?
Verónica: Entonces me convertí al cristianismo, y seguí a Jesús con todo mi corazón. Mi esposo, en cambio, no creyó en él, y me abandonó. Yo seguí viviendo como cristiana, y fui venerada como santa por la Iglesia. El paño con la imagen de Jesús se convirtió en una de las reliquias más preciadas de la cristiandad, y se le llamó el Santo Rostro o el Velo de Verónica.
Reportero: Muchas gracias, Verónica, por compartir su testimonio con nosotros. Ha sido una entrevista muy conmovedora e interesante.
Verónica: Gracias a ti, reportero, por escucharme. Que Dios te bendiga.
Reportero: Devolvemos la conexión
Devuelve la conexión

Presentador: La Santa Faz o lienzo con el que una piadosa mujer jerosolimitana enjugó el rostro del Señor de la sangre, sudor y salivazos recibidos, durante su ascensión al Calvario para ser crucificado. Sobre este velo se habría impreso por contacto directo el Santo Rostro de Cristo, tratándose, pues, de una “impregnación” y no de una “proyección” como en el caso del Santo Sudario.

¿Verdad o leyenda? ¿Cómo llegó el velo a Roma?
Otro misterio es que en realidad esta escena del ViaCrucis, no se encuentra descrita en ninguno de los cuatro evangelios. Nace de una antigua tradición: se dice que un día el emperador romano Tiberio fue golpeado por una enfermedad grave. Al enterarse de que en la lejana Palestina había un gran sanador llamado Jesús, ordenó a su mensajero Volusiano que fuera a buscarlo en Jerusalén. Pero Volusiano llegó a Palestina cuando ya era demasiado tarde: ¡Jesús había sido crucificado!
Volusiano, sin embargo, no quería volver con las manos vacías de Tiberio, porque temía su ira. Así que partió en busca de los seguidores de Jesús, para obtener de ellos al menos una reliquia del maestro. Así que encontró a una mujer llamada Verónica, quien admitió que ella había conocido a Jesús y le contó una historia prodigiosa.
Volusiano inmediatamente le pidió a Verónica ese retrato y ella consintió en llevarlo a Tiberio en persona, quien, tan pronto como estuvo en presencia de la tela sagrada, se curó. A partir de ese momento, la famosa reliquia quedó en Roma.
Otras leyendas: ¿dónde se encuentra el velo de la Verónica?
Siguiendo la tradición mencionada antes de Volusiano, el velo llegó a Roma en la época del emperador Tiberio; y así lo demuestra una inscripción que aún puede leerse en los restos de un cofre de madera, conservados en el Pantheon. Allí se indica que la misma Verónica lo trajo desde Palestina: «In ista capsa fuit portatum Sudarium passionis Domini Nostri Jesu Christi Hierosolymis Tiberio Augusto«, (En esta caja fue traído de Jerusalén, para Tiberio Augusto, el Sudario de la pasión de Nuestro Señor Jesucristo).
Cuando se construyó la nueva basílica de San Pedro, la reliquia de la Verónica fue mandada trasladar por Urbano VIII a una de las cuatro capillas alojadas en los pilares que sostienen la cúpula, donde se custodian las reliquias más preciosas.

Origen
- Conversación con Bing Chat
- Verónica (santa) – Wikipedia, la enciclopedia libre
- ¿Qué fue del velo con que Verónica secó el rostro de Cristo? (aleteia.org)
- Santa Faz o velo de la Verónica – Enciclopedia Católica (aciprensa.com)
- 12 de julio: Santa Verónica, a cuyo velo se le impregnó el rostro de Cristo – De Buena Fe | Diario Digital (debuenafedigital.com)

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