
Introducción
Presentador: Ave, amigos de Imperium Romanum TV News.
Bienvenidos a nuestro programa «¿Me amas más que éstos?«, donde cada día les traemos una entrevista exclusiva con uno de los hombres y mujeres que acompañaron a Jesucristo durante su vida terrenal y que fueron testigos de su resurrección.
A través de sus relatos, podremos conocer más de cerca al Maestro, su mensaje, sus milagros, su pasión, su gloria. También podremos aprender de su ejemplo, su fe, su amor, su servicio, su misión.
Presentación del personaje
Hoy tenemos el honor de contar con un invitado muy especial: Cleofás, uno de los discípulos de Emaús, que tuvo el privilegio de caminar y conversar con Jesús resucitado, sin reconocerlo hasta que partió el pan con él.
Nos va a relatar en primera persona lo que vivió el primer día de la semana, cuando iba de camino a Emaús con otro discípulo, y cómo se sintió al ver a Jesús vivo y glorioso.
También nos va a compartir cómo fue su regreso a Jerusalén, donde se encontró con los otros discípulos que también habían visto al Señor. No te pierdas esta entrevista exclusiva, realizada por nuestro reportero intrépido, que te hará sentir como si estuvieras allí, en el lugar de los hechos.
Prepárate para escuchar el testimonio más impactante, conmovedor y esperanzador de la historia
Conexión
Reportero: Buenos días, discípulo de Emaús. Gracias por concedernos esta entrevista exclusiva. ¿Puedes contarnos qué ocurrió el primer día de la semana, cuando ibas de camino a Emaús con otro discípulo?
Cleofás: Buenos días, reportero. Iba de camino a Emaús con Cleofás, otro discípulo, y estábamos muy tristes y desanimados por lo que había pasado con Jesús. Habíamos puesto nuestra esperanza en él, pensando que era el Mesías que iba a liberar a Israel, pero lo habían crucificado y sepultado. Además, algunas mujeres de nuestro grupo nos habían dicho que habían ido al sepulcro y que no habían encontrado el cuerpo de Jesús, sino que habían visto a unos ángeles que les habían dicho que estaba vivo. Pero nosotros no les creímos, porque nos parecía una locura.
Reportero: ¿Y entonces qué pasó?
Cleofás: Entonces se nos acercó un hombre que iba por el mismo camino, y se puso a caminar con nosotros. Él nos preguntó de qué estábamos hablando, y nosotros nos detuvimos, con el semblante triste.

Le dijimos que de Jesús de Nazaret, un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo, que había sido entregado por los sumos sacerdotes y los jefes para que lo condenaran a muerte y lo crucificaran. Y le dijimos que nosotros esperábamos que él fuera el que iba a redimir a Israel, pero que ya habían pasado tres días desde que ocurrió todo eso.
Y le contamos lo que habían dicho las mujeres, y que algunos de los nuestros habían ido al sepulcro y lo habían encontrado vacío, pero que no habían visto a Jesús.
Reportero: ¿Y qué os dijo ese hombre?
Cleofás: Nos dijo: «¡Qué torpes sois, y qué tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera estas cosas y entrara en su gloria?» Y comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, nos explicó lo que decían de él todas las Escrituras. Nos quedamos asombrados de su sabiduría y de su manera de interpretar las Escrituras, y sentíamos que nuestro corazón ardía dentro de nosotros mientras nos hablaba.
Reportero: ¿Y llegasteis a Emaús?
Cleofás: Sí, llegamos a Emaús al atardecer, y él hizo como que iba más lejos. Pero nosotros le insistimos: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba». Y él entró con nosotros en la casa donde íbamos a alojarnos. Y cuando se sentó a la mesa con nosotros, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y nos lo dio.
Entonces se nos abrieron los ojos y lo reconocimos: ¡era Jesús! Pero él desapareció de nuestra vista. Nos dijimos el uno al otro: «¿No ardía nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?»
Y nos levantamos al instante y volvimos a Jerusalén, donde encontramos reunidos a los once y a los que estaban con ellos, que nos dijeron: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!» Y nosotros les contamos lo que nos había pasado en el camino y cómo lo habíamos reconocido al partir el pan.
Reportero: ¡Qué testimonio tan impresionante, discípulo de Emaús! ¿Qué sentiste al ver a Jesús resucitado?
Cleofás: Sentí una alegría indescriptible, una paz profunda, un amor inmenso. Sentí que mi vida tenía sentido, que mi esperanza se había cumplido, que mi fe se había fortalecido. Sentí que Jesús era el Mesías, el Hijo de Dios, el Señor de la vida. Sentí que él me conocía, me amaba, me llamaba por mi nombre. Sentí que él me enviaba a ser testigo de su resurrección, a compartir la buena noticia con todos.
Reportero: Gracias, discípulo de Emaús, por compartir tu experiencia con nosotros. Has sido uno de los primeros testigos de la resurrección de Jesús, uno de los primeros mensajeros de la Pascua, uno de los primeros apóstoles de la fe. Que el Señor te bendiga y te acompañe siempre. Hasta pronto.
Reportero: Devolvemos la conexión.
Devuelve la conexión

Presentador: Caminaron desde Jerusalén, Israel a Emmaus St, Abu Ghosh, Israel
Distancia: 14,4 km (9 millas)
Tiempo a pie: 3 h 37 min.
Hay tiempo para hablar de muchas cosas, una conversación muy larga, ¿de cuánto tiempo dispones tú para llegar al «Emaús» de tu vida? ¿Y para regresar a Jerusalén?

En la conversación de los discípulos con el peregrino desconocido impresiona la expresión que el evangelista san Lucas pone en los labios de uno de ellos: «Nosotros esperábamos…» (Lc 24, 21).
Este verbo en pasado lo dice todo: Hemos creído, hemos seguido, hemos esperado…, pero ahora todo ha terminado. También Jesús de Nazaret, que se había manifestado como un profeta poderoso en obras y palabras, ha fracasado, y nosotros estamos decepcionados.
Este drama de los discípulos de Emaús es como un espejo de la situación de muchos cristianos de nuestro tiempo. Al parecer, la esperanza de la fe ha fracasado. La fe misma entra en crisis a causa de experiencias negativas que nos llevan a sentirnos abandonados por el Señor. Pero este camino hacia Emaús, por el que avanzamos, puede llegar a ser el camino de una purificación y maduración de nuestra fe en Dios.
También hoy podemos entrar en diálogo con Jesús escuchando su palabra. También hoy, él parte el pan para nosotros y se entrega a sí mismo como nuestro pan. Así, el encuentro con Cristo resucitado, que es posible también hoy, nos da una fe más profunda y auténtica, templada, por decirlo así, por el fuego del acontecimiento pascual; una fe sólida, porque no se alimenta de ideas humanas, sino de la palabra de Dios y de su presencia real en la Eucaristía.
(Benedicto XVI, Regina Caeli, 6 de abril de 2008).
Reflexión
Los discípulos de Emaús, cuando caminaban con sus dudas y bajo la tentación del desánimo, escucharon las palabras consoladoras de Jesús. Cristo les hizo ver que, en muchas ocasiones, sus caminos no son los nuestros. Por eso, es necesario vivir con una fe profunda y luminosa que nos lleve a la aceptación amorosa de la voluntad de Dios en nuestra vida. Justamente en la Eucaristía encontramos el consuelo y la fuerza para seguir luchando aún en medio de las dificultades y contrariedades de la vida.

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