Continuación de la entrevista
Reportero: (Aún sorprendido por la calma de Publio tras haber estado tan cerca de la muerte, decido profundizar más.) Publio, mencionas que quieres dejar Toletum y empezar de nuevo en Emérita Augusta. ¿Cómo ha cambiado tu visión de la vida después de lo que has vivido? ¿Qué ha sido lo más difícil de procesar?
Publio Valerio: (Mira al horizonte, pensativo) Lo más difícil ha sido entender lo frágil que es todo. Un día estás comerciando, llevando una vida normal, y al siguiente estás encadenado, esperando tu fin. Cada amanecer en esa celda me recordaba que no era dueño de mi destino. La peor parte fue la incertidumbre, saber que podía morir de una manera tan dolorosa e injusta, y que nadie, ni siquiera los dioses, parecían escuchar mis ruegos.
Pero al salir de esa pesadilla, algo cambió en mí. Apreciar el momento presente se ha vuelto mi única verdad. Antes, vivía preocupado por cosas insignificantes: las ganancias, los clientes, las disputas. Ahora… todo eso me parece ridículo. Lo que importa es la libertad y tener a las personas que amas cerca.
Reportero: Esa transformación es poderosa, Publio. Hablando de las personas que amas, ¿qué ha pasado con tu familia mientras estabas preso? ¿Cómo reaccionaron al saber que te habías salvado?
Publio Valerio: (Su rostro se suaviza al mencionar a su familia) Mi esposa, Julia, y mi hijo pequeño, Marco, son todo para mí. No sé cómo aguantaron durante mi encierro. Julia hizo todo lo posible por defender mi nombre, incluso fue a suplicar a los magistrados, aunque sabía que su influencia era poca. Y Marco… era solo un niño, pero cuando me vio regresar… (Hace una pausa, emocionado) No creo haber visto jamás una sonrisa tan grande.
Cuando me liberaron, lo primero que hice fue correr hacia ellos. Sentir sus brazos a mi alrededor me hizo entender que todo el sufrimiento valía la pena solo por ese momento. A veces, todavía tengo pesadillas… pero cuando despierto y los veo a mi lado, sé que todo estará bien.
Reportero: (Conmovido) No puedo imaginar lo que significa haber vuelto a los brazos de tu familia después de haber estado tan cerca del abismo. Me dices que ahora todo lo ves con otros ojos, ¿te preocupa aún el futuro? ¿O sientes que la vida te ha dado una lección definitiva?
Publio Valerio: No me engaño, sé que el peligro sigue ahí. Los romanos, aunque tienen leyes, también son impredecibles. A cualquiera en mi posición podría sucederle algo similar. Pero ahora, en lugar de temer, he decidido aceptar esa incertidumbre. El futuro es incierto para todos, pero en vez de obsesionarme con lo que puede venir, quiero vivir plenamente cada día.
Mi mayor preocupación ahora es encontrar un nuevo hogar en Emérita Augusta, un lugar donde mi familia y yo podamos empezar de cero sin que las sombras de este mal juicio nos persigan. Quiero darle a mi hijo la oportunidad de crecer sin miedo y enseñarle que, aunque la vida puede ser injusta, siempre hay espacio para la esperanza.
Reportero: ¿Te has planteado algún tipo de venganza contra aquellos que te acusaron falsamente? Debe ser difícil dejar atrás la rabia por haber sido tratado de forma tan injusta.
Publio Valerio: (Sacude la cabeza, con una expresión serena) Durante semanas, en esa celda, la rabia me consumía. Imaginaba todo tipo de venganzas contra quienes testificaron en mi contra, e incluso contra los magistrados que no vieron más allá de las mentiras. Pero con el tiempo, entendí que cargar con esa furia solo me haría esclavo de nuevo.
La verdadera venganza, si es que podemos llamarla así, es vivir mi vida libre. No puedo recuperar el tiempo perdido, pero sí puedo decidir cómo usar el tiempo que me queda. En cuanto a los que me acusaron… sé que, tarde o temprano, la justicia les alcanzará, si no en este mundo, en el de los dioses.
Reportero: Esas son palabras de un hombre verdaderamente transformado, Publio. Es admirable cómo has dejado atrás el odio, a pesar de todo lo que has sufrido. Para finalizar, si pudieras enviar un mensaje a aquellos que hoy temen por sus vidas, ya sea en Toletum o en cualquier rincón del Imperio, ¿qué les dirías?
Publio Valerio: (Mira fijamente, con convicción) Les diría que no pierdan la fe, aunque el mundo parezca haberse vuelto contra ellos. Yo sé lo que es estar al borde de la muerte, sentir que todo ha terminado. Pero siempre hay una posibilidad, una luz, aunque sea pequeña. Luchen por su verdad, y si la justicia divina o humana está de su lado, encontrarán una salida.
El miedo no puede gobernar nuestras vidas, aunque los romanos lo utilicen como su arma más poderosa. La fuerza del Imperio es grande, pero la fuerza del espíritu humano es mayor. Si sobreviven a la tormenta, valorarán cada segundo de luz que llegue después.
Reportero: (Con una sonrisa) Sabias palabras, Publio. Estoy seguro de que tu historia inspirará a muchos. Te deseo lo mejor en tu nueva vida, y estoy agradecido de que hayas compartido tu experiencia con nosotros. ¡Que los dioses te acompañen en tu viaje a Emérita Augusta!
Publio Valerio: (Con una sonrisa tranquila) Y a ti también, amigo. Que la fortuna te siga, donde sea que te lleve la vida.
(Finalmente, nos despedimos. Publio Valerio se marcha caminando hacia un nuevo futuro, mientras el eco de las cruces que casi lo atraparon se desvanece con cada paso que da hacia su libertad. Para mí, su historia es una prueba de que, incluso bajo el yugo romano, la esperanza y el espíritu humano pueden sobrevivir.)
