Te llamo y…

No acostumbro a escribir, a ser muy abierto con respecto a mis limitaciones sociales, personales, porque lo más seguro es que la experiencia personal por sí sola no sea suficiente como para que me sepa hacer entender, para decir que sé mucho del tema. Es más, lo más probable es que no sepa nada y termine con la sensación de que poco o nada bueno puedo aportar al respecto.

En las ocasiones en que me he atrevido a hablar de ello, y hay suficientes ejemplos en este blog, es muy probable que me haya dejado llevar por la subjetividad del momento. Ahí está.

Aún confío en que aquellos que tengan la valentía de leer esas entradas tengan la misma consideración, e incluso más, como para entender que, incluso con esas torpezas, más que dar lecciones de vida, espero que ello sirva de ejemplo para los demás. Por lo menos, como me ha sucedido a mí, cuando me he acercado y molestado en leer lo escrito por otros, que alguien pronuncie mi nombre.

Me ha ayudado a sentirme identificado. Que, sin pretender ser psicólogo, porque no lo soy, e incluso, aunque haya llegado a poner en duda la profesionalidad de éstos a la hora de tratar mi caso o este síndrome en particular, entiendo que en algún momento se acierta con el diagnóstico, el tratamiento o cómo se considere que se ha de tratar en el día a día, mes a mes, año a año o siglo a siglo, este intrincado y laberíntico mundo interior que se exterioriza así, asá, de esta manera y de la contraria.

Deficiencias persistentes en la comunicación social y en la interacción social en diversos contextos.

criterios del TEA, Manual de diagnóstico DSM-V

Noviembre de 1995

El caso es que allá por el año 1995 había un jovenzuelo con sueños de poeta, con necesidad de descubrir el mundo, esto que la gente llama «interacciones sociales», un chico que se sentó ante esa hoja de papel en blanco. Bueno, en realidad, ante uno de esos poemas escritos con anterioridad, con intención de decirle a alguien eso de «estoy aquí», se encontró con el impulso de profundizar un poco más en esa idea.

Mi silencio ha de cerrar tus labios,
Mis palabras no van a tus oídos,
mis versos decoran todos tus olvidos,

De manera que arrancó de manera poética esos primeros tres versos de aquel poema y….

…. como si fuera un albañil con zapatillas blancas, porque los albañiles llevan las zapatillas blancas o aprovechase que el río Pisuerga pasa por Valladolid; como si fuera un arquitecto con el proyecto de planificar el edificio más alto del mundo para que destacase, sobresaliera sobre el skyline de su propia existencia o quizá simplemente por construir algo que con los años se ha dado cuenta de que se le ha ido de las manos…

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Se puso a juntar letras, a meter aquellos tres versos en el exprimidor y los apretó, los estrujó, les sacó hasta la última sustancia y a día de hoy lo considera un himno a su poesía, su tarjeta de presentación, su grito de libertad, su canto a la alegría, a la sensación de sentirse vivo…. «Ruido en el silencio»

Octubre de 2004

Cuando aquel día de octubre de 2004 alguien pronunció por primera vez esa palabra extraña y complicada de repetir. “Asperger”. Lo de «Do you speak English?» parecía la pregunta o la contestación más lógica.

No, me temo que el psicólogo en esos momentos no estaba «speaking English’, ni siquiera en chino mandarín.

Pocas semanas después, en una visita posterior al mencionado psicólogo, lo de esa palabreja rara y extraña volvió a retumbar en los oídos de nuestro contrariado y un poco más maduro jovenzuelo.

Pues resulta que al psicólogo no se le había trabado la lengua ni se había quedado atontado por los efectos de no sé qué efecto alucinógeno. Esa palabreja extraña existía en el diccionario, incluso en los manuales de diagnóstico DSM.

Era algo que estaba en boca de todo el mundo, pero nadie se había tomado la molestia de pronunciarlo con aquella claridad. Uno de aquellos que en los años previos habían creído tener la suerte, la puntería de acertar con el diagnóstico, había utilizado a nuestro simpático jovenzuelo como su particular saco de boxeo.

¡¡Por fin parecía que había encontrado «la piedra de Rosetta»!!

La piedra de Rosetta

La piedra de Rosetta es un fragmento de una antigua  estela  egipcia  de granodiorita inscrita con un decreto publicado en Menfis en el año 196 a. C. en nombre del faraón Ptolomeo V. El decreto aparece en tres escrituras distintas: el texto superior en jeroglíficos egipcios, la parte intermedia en escritura demótica y la inferior en griego antiguo. Gracias a que presenta esencialmente el mismo contenido en las tres inscripciones, con diferencias menores entre ellas, esta piedra facilitó la clave para el desciframiento moderno de los jeroglíficos egipcios.

Wikipedia Piedra de Rosetta

Eso estaba a la vista de todo el mundo, pero hasta entonces nadie había caído en la cuenta. Como mucho, tropezado, y ya sabemos que «el hombre es el único ser que tropieza dos veces con la misma piedra» o eso de que «quien esté libre de pecado que tire la primera piedra».

Pues nada, nuestro no tan jovenzuelo amigo se encontró de pronto con la china de su zapato.

Lo que descubrieron es que hay «Ruido en el silencio». Así, tal cual, dicho con palabras un poco menos técnicas, como una mezcla de frustración personal, poesía y un deseo irreprimible de gritarle al mundo eso de «Estoy aquí», «¡ESTOY AQUÍ!».

«¡ESTOY AQUÍ!»

Sí, nuestro jovenzuelo amigo, allá por 1995, encontró en los tres primeros versos de aquel otro poema lo mismo que aquellos aguerridos aventureros cuando se adentraron en el océano de la psicología y regresaron de ese mundo nuevo por descubrir algo que no tenían muy claro qué era. Esos papeles y esos informes fueron pasando de mano en mano, hasta que uno, tal vez por casualidad, se dio cuenta de cuál era el password, la contraseña, que llevaba al diagnóstico.

¡Ay, si sencillamente hubieran tomado entre sus manos ese poema y leído con calma el primer verso de cada una de las tres estrofas! Si hubieran exprimido con el mismo ímpetu ese llamamiento desesperado.

Te llamo y nunca acudirás a mí.

Dicen que los TEA tenemos dificultad para interaccionar con otras personas, que no existe como tal un interés, aunque con los años he comprendido que, en gran medida, ello depende del grado de afectación. Llegamos y nos relacionamos con los demás a nuestra manera.

¡Y voto a bríos que lo consigo!

EspañolVoto a bríosJuramento a la propia energía o valor
InglésBy Jove!Exclamación de asombro o determinación.
FrancésParbleu!Exclamación de sorpresa o admiración.
ItalianoPerbacco!Exclamación similar a «¡Caramba!»
AlemánBei Gott!Juramento por Dios

Pero, para llegar a un buen diagnóstico, hay que responder de manera adecuada o, más bien, inadecuada, a un listado de preguntas, donde todas las respuestas son válidas, pero unas te acercan más al diagnóstico que otras.

Pero, como no se trata de un examen de Matemáticas (donde 2+2=4, 4-2=2, 2*2=4, 22=4), y el abanico es tan amplio que hasta produce aire cuando se agita y refresca el ambiente los días de calor. Acertar no es fácil.

De modo que, como en muchas ocasiones me han llegado a decir quienes me conocen: «Es que no dices nada«, «es que eres muy callado«.

Es como un silencio tan doloroso,
que me hace daño incluso al salir,

Ruido en el silencio, 2.ª estrofa

¡Ojalá resultara tan fácil decir:

  • Te llamo y nos vamos a dar un paseo.
  • Te llamo y consigo que me dediques cinco minutos.
  • Te llamo y te das cuenta de que te estoy llamando.
  • Te llamo y te sientes la persona más feliz del mundo.
  • Te llamo y me respondes.
  • Te llamo y acudes a mí.

Pero lo que la gente ve, destaca, es ese silencio. Sin embargo, no, no estoy hablando de mi silencio. Del silencio no se habla; lo que se escucha, en realidad, es el ruido, lo que rompe ese silencio, lo que se sale de lo normal, de lo típico.

mi silencio es lo único que oigo,
Lo que ahora siento y a nadie digo.

Ruido en el silencio, 1.ª estrofa

El ruido es el que rompe las barreras de tiempo, del espacio y de mis bloqueos para alcanzar a los demás y que entiendan que, con más o menos fortuna, soy capaz de expresarme como todo el mundo, pero también como yo sólo sé hacerlo.

porque hablo de ti, pero no contigo,
Te llamo y nunca acudirás a mí.
(....)
porque llegas hasta el último verso,
y ves que ya no tuve nada que escribir,
que tras el último verso no hay nada,
pero tras el último verso me tienes a mí.

Pero, si de verdad llegas hasta el final del poema, verás que tras el último verso me tienes a mí. Y, como suele decirse, el silencio es lo único que desaparece cuando se pronuncia su nombre. De manera que, si ya sabes cómo me llamo, pronuncia mi nombre, porque no voy a desaparecer.

Al último verso parece que le falta un final feliz; hablar conmigo, conocerme más allá de lo escrito, de eso que se entresaca de mis palabras, no tiene mucho sentido.

Una vez que has leído ese último verso, esa entrada en el blog, ese «lo que he escrito para hablar contigo», el adorno de tus olvidos, lo que queda es nada, el silencio,

Mi silencio ha de cerrar tus labios,
porque no sé cómo hablar contigo,

«Ruido en el silencio», versos iniciales

Pero, recuerda, si pronuncias mi nombre, el silencio desaparece.

Si pronuncias mi nombre, me haces feliz porque, si pronuncias mi nombre, es que has ido más allá de mis versos, de cuanto haya llegado a escribir y, como se dice por ahí… después se siente y se vive lo que nunca se ha escrito.

¿Pronunciarás mi nombre o ✌🏼mi silencio ✌🏼 (entrecomillado ✌🏼) cerrará tus labios?