Recordando el 23 F

El 23 de febrero de 1981, conocido como el 23-F, es una fecha clave en la historia de la democracia española, marcada por un intento de golpe de Estado que amenazó con desestabilizar el proceso de transición política que España vivía desde la muerte del dictador Francisco Franco en 1975.
Asalto al Congreso de los Diputados
Vamos a retroceder en el tiempo a uno de los días más dramáticos y decisivos de la historia reciente de España: el 23 de febrero de 1981, conocido como el 23-F.

Imagina que estás en el Congreso de los Diputados en Madrid. Es una tarde tranquila, y los diputados están votando la investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo como presidente del Gobierno. De repente, a las 18:23 horas, la calma se rompe con la entrada abrupta de un grupo de guardias civiles armados, liderados por el teniente coronel Antonio Tejero. Con un grito que resonará en la historia, Tejero exclama: «¡Quieto todo el mundo!».

Lo que siguió fue una noche de tensión y miedo. Tejero y sus hombres mantuvieron a los diputados como rehenes durante 18 horas. Mientras tanto, en Valencia, el general Jaime Milans del Bosch sacó tanques a las calles en apoyo del golpe. La situación era crítica, y el futuro de la joven democracia española pendía de un hilo.
Pero en medio del caos, una figura emergió como un faro de esperanza: el rey Juan Carlos I. En la madrugada del 24 de febrero, el rey apareció en televisión, vestido con uniforme militar, y condenó el golpe, ordenando a las fuerzas armadas que respetaran la Constitución. Su intervención fue decisiva para desactivar el golpe y restaurar el orden democrático.

Finalmente, Tejero se rindió y los diputados fueron liberados. Este intento de golpe de Estado, aunque fallido, tuvo un impacto profundo en España. Fortaleció la democracia y dejó claro que el país no volvería a los días oscuros del autoritarismo.
Así que, ahí lo tienes, un día lleno de drama, heroísmo y, al final, triunfo de la democracia. ¿Qué te parece esta historia?
Toledo, 23 de febrero de 1981
Vamos a sumergirnos en la atmósfera de Toledo el 23 de febrero de 1981, un día que quedó grabado en la memoria de todos los españoles.
Era una tarde cualquiera de finales de febrero. Las calles del Casco Histórico habían perdido su trajín mañanero hacía ya horas y solo unos pocos toledanos transitaban por las calles. La mayoría no se enteró en ese momento, pero el boca a boca funcionó muy rápido. Por la radio comenzaron a llegar noticias inquietantes desde el Congreso de los Diputados.
En Toledo, al igual que en el resto de España, la noticia del intento de golpe de Estado se extendió rápidamente. La ciudad, conocida por su rica historia y su impresionante arquitectura, se vio envuelta en una mezcla de incertidumbre y tensión. Los ciudadanos se reunieron en sus hogares y bares, pegados a la radio y la televisión, esperando ansiosamente noticias sobre lo que estaba ocurriendo en Madrid.

La verdad es que la tarde del 23F pasó a la historia en Toledo con tranquilidad. Las distintas crónicas de los periódicos de la época así lo narran, pero esa tranquilidad se refería a la ausencia de movimiento desde los órganos militares, no a la falta de actividad en las calles.
Desde que se conoció la noticia de la irrupción de Tejero en el Congreso, el edificio de la Delegación del Gobierno fue un hervidero. La Junta de Orden Público permaneció más de doce horas reunida, a la espera de acontecimientos. Llamadas de teléfono y entradas y salidas evidenciaban que algo estaba pasando, y conforme fueron pasando los minutos esa misma situación se trasladó, con aparente normalidad y discreción, a la plaza de Zocodover.
La Plaza de Zocodover, normalmente llena de vida y actividad, se convirtió en un lugar de encuentro donde la gente compartía sus preocupaciones y esperanzas. Las conversaciones giraban en torno a la figura del rey Juan Carlos I y su papel crucial en la defensa de la democracia. La intervención del rey en televisión, condenando el golpe y llamando a la calma, fue recibida con alivio y aplausos.

El gobernador militar y director de la Academia de Infantería no realizó ningún movimiento. Tampoco el Gobierno Civil ni la Guardia Civil. La corporación municipal se reunió en el Ayuntamiento.
Los corrillos en Zocodover sirvieron para ir contando las novedades, y para mirar con recelo a la Delegación del Gobierno. Finalmente, sobre las nueve de la noche, la mayoría de estos grupos pacíficos se disolvieron, volviendo a la mañana siguiente.

Finalmente, cuando se supo que el golpe había fracasado y que los diputados habían sido liberados, la ciudad respiró aliviada. La noche del 24 de febrero, Toledo se llenó de celebraciones espontáneas. La gente salió a las calles para expresar su alegría y su compromiso con la democracia. Fue un momento de unión y esperanza, que dejó una huella imborrable en la historia de la ciudad.


La serenidad, la calma y el desarrollo final de los acontecimientos en Madrid dejaron a los golpistas en evidencia, y en Toledo volvió una normalidad que no se llegó a romper en las formas, pero sí que sembró dudas en el fondo de cada ciudadano. La fuerza de las armas no servía ante una naciente democracia.
Así que, ahí lo tienes, un día lleno de tensión y esperanza en la histórica ciudad de Toledo. ¿Qué te parece esta historia?
Origen
- Golpe de Estado en España de 1981
- Los corrillos del 23-F en Zocodover
- Conversación con Copilot

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