Los pobres de Jerusalén

🎙️ Noticiario imperial — año 747 ab urbe condita

serie: Judea justo antes

[Transmisión en directo desde el Foro Romano, año 7 a.C.]

Presentador (Lucius Valerius): ¡Salve, ciudadanos del Imperio! Bienvenidos a esta nueva edición del Acta Diurna, el noticiario más confiable desde las columnas del Senado hasta los confines de Judea. Hoy, nos dirigimos a la ciudad de Jerusalén para entender mejor cómo el pueblo judío define y trata la pobreza dentro de su sociedad.

Presentador del programa

Tema del día:
¿Quiénes son considerados pobres entre los judíos de Jerusalén? Una pregunta esencial para comprender no solo la estructura económica, sino también la moral y la religión de este pueblo singular que vive bajo la sombra del Templo y la vigilancia del Imperio.

Definición de la pobreza según los judíos.

En la ciudad santa, el concepto de «pobre» no se refiere únicamente a la carencia de monedas o bienes materiales. La palabra hebrea usada con frecuencia es «ani» o «evyón», términos que implican más que necesidad: significan aflicción, dependencia y vulnerabilidad. Para los judíos, ser pobre no es solo una condición económica, sino una situación que exige compasión y justicia.

¿A quiénes se consideraba pobres?

1. Viudas y huérfanos:
Por encima de todo, la Torá ordena cuidar a las viudas y los huérfanos. Ellos no solo carecen de medios, sino también de defensa en los asuntos legales y económicos. La ley de Moisés establece que no se debe oprimirlos, y que parte de las cosechas debe dejarse para que ellos puedan recoger y alimentarse.

2. Extranjeros residentes (gerim):
Aunque no nacidos en Israel, los extranjeros que vivían entre los judíos eran protegidos por la ley, especialmente si carecían de medios para sostenerse. Eran considerados vulnerables y, por tanto, beneficiarios de las limosnas y de los mandamientos de hospitalidad.

3. Enfermos y discapacitados:
A quienes sufrían dolencias físicas o enfermedades crónicas se les consideraba pobres si no podían trabajar o sostenerse por sí mismos. Muchos dependían de la caridad del pueblo y del templo para sobrevivir.

4. Campesinos endeudados y jornaleros:
Muchos pequeños agricultores vivían al borde de la pobreza. Si las lluvias no llegaban o la cosecha era mala, caían en deuda rápidamente. Estos hombres, aunque técnicamente libres, a menudo se convertían en dependientes económicos, y en algunos casos eran vendidos como siervos temporales, a lo cual la Torá también ponía límites.

5. Mendigos y marginados sociales:
En los caminos de Jerusalén, especialmente cerca del Templo, es común encontrar mendigos que piden limosna a los fieles. Algunos están marcados por la desgracia o el estigma social, y dependen enteramente de la tzedaká —la caridad obligatoria según la ley judía.

Obligaciones hacia los pobres

La pobreza, lejos de ser despreciada, mueve a la acción. La ley judía impone el deber de ayudar a los necesitados. La tzedaká no es un gesto opcional, sino un mandamiento sagrado. Desde los comerciantes prósperos hasta los sacerdotes del templo, todos están llamados a contribuir con los más desfavorecidos. Se deja una porción de la cosecha, se entrega el diezmo cada año y se permite a los pobres recoger los restos del campo, según lo establecido en los libros del Levítico y Deuteronomio.

Conclusión:

Para los judíos de Jerusalén, la pobreza no es una simple estadística. Es una realidad vivida con humanidad, bajo la mirada de su Dios. Los pobres son considerados responsabilidad de la comunidad entera, y ayudarles no es un gesto de nobleza, sino de obediencia a la ley divina.

Conexión con Jerusalén

[Transmisión en directo desde Jerusalén, año 7 a.C.]

Valeria Julia

Reportera: Salve, ciudadanos del Imperio. Les habla (Valeria Julia), reportera especial del Acta Diurna, en una transmisión exclusiva desde la ciudad santa de Jerusalén. Hoy les traigo un testimonio humano que revela el corazón del pueblo judío. Nos encontramos junto al mercado cercano al Templo, donde me acompaña una mujer de gran dignidad a pesar de su situación difícil. Su nombre es Miriam bat Eleazar, una viuda del barrio bajo de Ofel.

Gracias por recibirnos, Miriam. Sabemos que tu historia representa la de muchas otras mujeres en esta ciudad. ¿Podrías contarnos cómo ha sido tu vida desde la muerte de tu esposo?

Miriam: Shalom… gracias por darme voz. Mi esposo, Eleazar, murió hace cuatro inviernos mientras trabajaba en la cantera del valle de Hinom. Desde entonces, mis hijos y yo hemos tenido que sostenernos con las pocas telas que logro tejer y vender aquí en el mercado. No fue fácil… cuando un hombre muere en nuestra sociedad, la mujer queda muy expuesta. La ley de Moisés nos protege, sí, pero no todos la cumplen con justicia. Muchas veces dependemos de la caridad del pueblo.

Reportera: Y según la ley judía, ¿tienes derecho a algún tipo de ayuda?

Miriam: Así es. La Torá manda cuidar de las viudas y los huérfanos. A veces los levitas del Templo reparten parte del diezmo que se recoge, o los vecinos me dejan parte de su cosecha después de la siega, como dice el libro del Levítico. Hay días que un comerciante generoso me compra telas aunque no las necesite. Pero también hay días en los que nadie recuerda que existimos… y entonces, sólo me aferro a la oración.

Reportera: ¿Qué papel juega el Templo en tu vida, Miriam?

Miriam: Mucho. Allí llevo mis oraciones, allí lloré por mi esposo, y allí llevo a mis hijos para enseñarles que, aunque estemos pobres, no estamos olvidados por Dios. A veces me acerco a los portones para pedir limosna. No con vergüenza, sino con esperanza. El Templo es el corazón de nuestra fe… y para las viudas como yo, también puede ser nuestro último refugio.

Reportera: ¿Sientes que la comunidad te ha apoyado lo suficiente?

Miriam: Algunas personas sí, otras no. Hay familias ricas que cumplen con la tzedaká, la caridad, como manda la ley. Pero también hay quienes prefieren mirar a otro lado. Una viuda no tiene voz en los asuntos públicos. No tiene quien la defienda si le quitan algo o si alguien le debe dinero. Por eso me aferro a la justicia de Dios, porque la de los hombres, a veces, llega tarde.

Reportera: Miriam, tu historia es un testimonio poderoso. ¿Qué deseas para el futuro de tus hijos?

Miriam: Deseo que crezcan sabiendo que la pobreza no es una maldición, sino una prueba. Que no olviden al Dios de nuestros padres, que aprendan un oficio y que algún día, si Dios quiere, puedan ayudar a otras viudas como su madre. No quiero riqueza para ellos, solo dignidad y compasión.

Reportera: Gracias, Miriam. Tus palabras son sabias, y tu fuerza, admirable. Ciudadanos del Imperio, que este testimonio nos recuerde que la grandeza de un pueblo no se mide solo por sus columnas de mármol o sus legiones, sino por cómo trata a sus más débiles.

Desde Jerusalén, les habló Livia Domitia para el Acta Diurna.
Salve, Roma. Que los dioses —o el Dios de este pueblo— nos inspire justicia.

[La imagen se desvanece con la figura de Miriam alejándose entre la multitud del mercado.]

Devuelve la conexión.

Presentador del programa

Presentador: Salve, reportero. Felicidades por la entrevista.

En Jerusalén hacia el año 7 a.C., los pobres eran tratados con una combinación de compasión religiosa, obligación moral y, en ocasiones, marginación social, dependiendo de la situación específica de cada persona y del comportamiento de la comunidad.

1. Consideración religiosa y moral

Los pobres ocupaban un lugar central en la ética social y religiosa del judaísmo. La Torá y los profetas exhortaban constantemente al pueblo a cuidar de los más vulnerables: viudas, huérfanos, extranjeros y pobres. No se trataba de una opción caritativa, sino de una obligación sagrada.

  • La tzedaká (צדקה) —mal traducida a veces como «caridad»— era vista como un acto de justicia, no de generosidad. Todo judío debía dar parte de sus bienes a los necesitados, especialmente en festividades, años sabáticos y cosechas.
  • Parte del diezmo recogido anualmente (el maaser ani) era destinado a los pobres.
  • En las cosechas, se exigía dejar los bordes del campo sin segar (peá) y las espigas caídas (leket), para que los pobres pudieran recogerlos libremente.

2. Soporte comunitario

  • En las ciudades, especialmente en Jerusalén, había estructuras comunitarias para distribuir alimentos, limosnas y ayuda a quienes no podían sostenerse.
  • El Templo era también un lugar de ayuda. Muchos pobres se acercaban a sus puertas para recibir limosnas de los peregrinos o participar en las ofrendas comunales.

3. Consideración social

  • Aunque se reconocía su dignidad y necesidad, no todos los pobres eran tratados con igualdad. Algunos eran vistos con respeto, especialmente si eran piadosos y sufrían con paciencia. Otros, sobre todo si estaban enfermos o deformes, podían ser evitados por temor al contagio o impureza ritual.
  • Las viudas y los huérfanos eran particularmente vulnerables. Aunque protegidos por la ley, en la práctica podían ser explotados o ignorados si no tenían defensores.
  • Algunos pobres se dedicaban a la mendicidad, y aunque se les debía ayudar, la mendicidad excesiva podía ser mal vista, sobre todo si se percibía como pereza o fraude.

4. Perspectiva espiritual

  • En la teología judía de la época, la pobreza no era necesariamente una maldición. Muchos pensaban que Dios estaba cerca de los pobres y que ayudarles era una forma de acercarse al Eterno.
  • Algunos grupos, como los esenos, practicaban una vida austera y compartían todos sus bienes, viviendo en comunidades sin propiedad privada. Para ellos, la renuncia a la riqueza era una virtud espiritual.

En resumen, los pobres en Jerusalén eran considerados una parte importante del tejido moral y espiritual del pueblo judío. Aunque enfrentaban dificultades, eran objeto de atención legal, religiosa y, a menudo, compasión activa. Su dignidad era reconocida en la ley de Moisés, aunque en la práctica, como hoy, todo dependía de la conciencia y generosidad de los demás.

¿Te gustaría que te muestre ejemplos de textos bíblicos o históricos que ilustran esto?

Despedida

Desde la ciudad eterna, les hablamos no solo de un pueblo, sino de una visión del mundo donde la justicia se mide también por cómo se trata a los más débiles. Aquí concluye esta edición del Acta Diurna. Salve, ciudadanos del Imperio. Que los dioses —o el Dios de Israel— les concedan sabiduría y justicia.

Hasta una próxima conexión.

Valete, amigos de Imperium Romanum TV News.

¡Ave, Imperator!

[La transmisión se desvanece con una vista del Templo de Jerusalén al atardecer.]

Origen

  • Conversación con ChatGPT.