A veces, la musa no susurra, te cuenta un chiste. Mi última pieza nació de una idea que hasta a Daddy le hizo arquear una ceja: ‘Poema a una nariz’.
El prompt inicial fue algo así como: ‘Retrato cinematográfico de una escultura de mármol clásica, foco en la nariz, agrietada e imperfecta, con una única flor silvestre creciendo desde la fisura. Luz de la hora dorada. 8k.’ 🤖✨
La IA y yo empezamos a jugar con esa ‘grieta’. ¿No es fascinante? En economía se habla de ‘destrucción creativa’, y aquí fue igual. La imperfección no era un error, era el punto de partida. Ya sabéis, la rendija por donde entra la luz. Al final, lo que empezó como una broma se convirtió en una reflexión sobre la resiliencia. Una pieza que demuestra que la belleza más auténtica nace de nuestras propias grietas. ¿Cuál es vuestra idea ‘absurda’ de hoy? A lo mejor es el inicio de algo increíble. 🎨.
Descifrando el «Poema a una Nariz»: Un Viaje a Través de Metáforas e Identidad
¿Alguna vez te has detenido a pensar en tu nariz? Probablemente no, a menos que estés frente al espejo con un ojo crítico. Es esa parte de nosotros que simplemente está ahí, el epicentro silencioso de nuestro rostro. A menudo la ignoramos, o peor, la juzgamos. La historia de la literatura está llena de narices notables, desde la elocuente y trágica nariz de Cyrano de Bergerac hasta la nariz caricaturizada hasta el extremo en la famosa sátira de Quevedo. Generalmente, solo le prestamos atención cuando se desvía de la norma.
Pero, ¿y si le diéramos la vuelta a esa perspectiva? Hoy vamos a sumergirnos en un poema moderno y sensible que hace precisamente eso: eleva a este rasgo a un estatus de protagonista, convirtiéndolo en una fuente de asombro y significado.
En este artículo, vamos a desglosar las ricas metáforas y el profundo mensaje del «Poema a una nariz». Exploraremos cómo transforma una simple parte del cuerpo en un poderoso símbolo de dirección, historia, emoción y, sobre todo, de aceptación.
Para que nos acompañe en este viaje, aquí tienes el texto completo:
POEMA A UNA NARIZ Poema a una nariz, a una cara, a aquello que divide la mirada, a la flecha que señala al frente, que se adelanta al tiempo un instante, porque de la persona va delante. La llaman montaña, pico del Everest, cima a la que nunca escalé, puente levadizo entre la boca y la mente, frontera que no permite pasar a la gente, a ese beso de una pasión ardiente. Pirámide de Egipto, trozo de historia, caballito que rota en la noria, que sube o baja según la marea, que atrae o espanta según se vea. Poema a una nariz, la que sea, puntiaguda, delgada, gorda o fea, a aquella que situada entre los ojos, como pacifista, evita toda pelea.
Manuel Pellicer Sotomayor (año 2000)
La Nariz como Brújula y Vanguardia
El poema arranca con una fuerza inusitada, otorgando a la nariz un rol activo y casi heroico. La primera estrofa la define no por su forma, sino por su función y su posición en el mundo.
«Aquello que divide la mirada»: Esta es una descripción anatómica convertida en poesía. La nariz es el eje central de nuestro rostro, el pilar que organiza la simetría y equilibra nuestras facciones. Es el punto de anclaje visual que, sin que nos demos cuenta, estructura la forma en que los demás nos perciben.
«La flecha que señala al frente»: Aquí la metáfora se vuelve dinámica. La nariz no es solo un rasgo pasivo, sino una brújula personal, una flecha que nos impulsa hacia adelante. Nos guía en nuestro camino, no solo físicamente, sino también simbólicamente, apuntando siempre hacia el futuro, hacia nuestros objetivos y hacia lo que está por venir.
«Se adelanta al tiempo un instante»: Esta es, quizás, la idea más profunda de la estrofa. La nariz es nuestra avanzadilla sensorial. Es la primera en recibir el aroma del café por la mañana, la primera en cruzar el umbral de una puerta, la primera parte de nosotros que se enfrenta al mundo. En ese sentido, vive un instante por delante del resto de nuestro ser, actuando como nuestra pionera personal en la experiencia de la vida.
Geografía del Rostro: Entre la Grandeza y la Barrera
Si la primera estrofa nos la presenta como una guía, la segunda la transforma en un imponente mapa geográfico, lleno de relieves majestuosos y fronteras inesperadas.
«Montaña, pico del Everest»: Estas imágenes dotan a la nariz de una escala monumental. Deja de ser un simple rasgo para convertirse en un paisaje, un accidente geográfico que define el carácter del rostro. Le otorga prominencia y fuerza. La frase «cima a la que nunca escalé» añade una capa de vulnerabilidad y anhelo, sugiriendo quizás una inseguridad o una distancia personal con ese rasgo que, a pesar de todo, se admira en su grandeza.
«Puente levadizo entre la boca y la mente»: Esta es una de las metáforas más brillantes del poema. La nariz se convierte en el conector entre el pensamiento (la mente) y la expresión (la boca). Como un puente levadizo, puede regular ese paso, uniendo el mundo de las ideas con el de las palabras. Es una imagen que captura a la perfección su ubicación física y su rol simbólico como mediadora.
«Frontera que no permite pasar a la gente»: Aquí el poema aterriza en una verdad cómica y profundamente humana. La nariz, en su prominencia, puede ser un obstáculo físico para la intimidad, para «ese beso de una pasión ardiente». Es una observación tierna y divertida sobre la mecánica del afecto, reconociendo cómo la propia geografía de nuestros rostros juega un papel en nuestros gestos más íntimos.
La Nariz Dinámica: Percepción y Subjetividad
El viaje poético continúa, y en la tercera estrofa, la nariz deja de ser un objeto estático para convertirse en un ente dinámico, cuya percepción cambia con el tiempo y la mirada del espectador.
«Pirámide de Egipto, trozo de historia»: Esta metáfora conecta la nariz con la permanencia, la herencia y el legado. Como una pirámide, nuestra nariz es un monumento a nuestro linaje; cuenta la historia de nuestros ancestros y lleva impresa una parte de nuestra identidad genética. Es un «trozo de historia» personal que llevamos con nosotros a todas partes.
«Caballito que rota en la noria»: Frente a la permanencia de la pirámide, esta imagen introduce el movimiento y la perspectiva. La percepción de una nariz (y, por extensión, de una persona) no es fija. Cambia según el ángulo, la luz o el contexto, como un caballito que sube y baja en una noria. Lo que desde un punto de vista parece de una forma, desde otro puede ser completamente diferente.
«Atrae o espanta según se vea»: Este verso es el corazón de la estrofa y un golpe directo a los cánones de belleza. El poema abraza la subjetividad de forma radical. La belleza no es una cualidad inherente del objeto, sino una experiencia que reside en la mirada de quien observa. Desafía la idea de un ideal estético universal y nos recuerda que el atractivo es relativo y profundamente personal.
Un Canto a la Diversidad y la Paz
Llegamos a la estrofa final, que funciona como un abrazo, una conclusión que resume el espíritu del poema en un mensaje de aceptación universal y lo cierra con una metáfora ingeniosa y conmovedora.
«Poema a una nariz, la que sea»: Este es el clímax del mensaje. El poema se abre para celebrar todas las narices, sin excepción: «puntiaguda, delgada, gorda o fea». Es una poderosa declaración de principios, un himno a la diversidad que rechaza el juicio y promueve la autoaceptación incondicional. No importa cómo sea tu nariz; es digna de un poema.
«Como pacifista, evita toda pelea»: El cierre es una genialidad. Con una ternura inesperada, el poema le otorga a la nariz un rol noble y pacificador. Al estar físicamente situada entre los dos ojos, actúa como un separador que les impide «enfrentarse». Es una imagen ingeniosa y entrañable que transforma un simple hecho anatómico en un símbolo de armonía y paz interior.
Conclusión: Más Allá de la Apariencia, un Símbolo de Identidad
El «Poema a una nariz» nos lleva en un viaje extraordinario. Comienza presentándonosla como una brújula que nos guía, la convierte en una montaña imponente y en un puente entre la razón y la palabra, explora su naturaleza cambiante como un objeto de percepción subjetiva y, finalmente, la consagra como un emblema de diversidad y un inesperado agente de paz.
Más que una simple oda a un rasgo facial, este poema es una invitación a mirar. A mirarnos a nosotros mismos y a los demás con más curiosidad, amabilidad y aprecio. Nos anima a reconocer la historia, el carácter y la belleza única que encierra cada detalle de nuestra apariencia. Nos enseña que incluso la parte más común de nosotros puede ser extraordinaria si aprendemos a verla con los ojos de la poesía.
Y ahora, te invito a ti a participar. ¿Cuál fue la metáfora del poema que más te resonó? ¿O te animarías a escribir tu propia pequeña oda a un rasgo tuyo o de alguien más que a menudo se pasa por alto?