Wednesday, April 21, 1982
Me han contado que aquel año, por una confusión en las fechas o por conveniencia para lo que era el ritmo de vida en el St. Clare’s, mi cumpleaños se celebró con el Patriot’s Day, (Monday, April, 19) como si mis cuidadoras hubieran querido resaltar el hecho de que, a falta de una fecha exacta y dado que a éstas les hacía más ilusión que yo hubiera nacido con esa celebración, no se lo pensaron demasiado. Cumplía mi primer año y tampoco era demasiado consciente de nada.
La cuestión es que, mientras el país entero celebraba el Patriot’s Day, en el St. Clare’s se celebró el “Jessica’s Day”, con el inconveniente de que, como se trataba de un largo fin de semana, de un día de fiesta, del comienzo de la semana de vacaciones de primavera en el colegio, aquellas niñas que estaban con sus familiares o familias de acogida se perdieron la fiesta; la celebración quedó un poco deslucida.
Por las imágenes que he visto de aquel día, me convertí en la muñeca de todos. Por mucho que protestase, no evité que me vistieran con un vestido. Se amparaban en mi inocencia y me convertía en el juguete de todas las cuidadoras en un intento por hacer que no notara esa falta de cariño por parte de mis padres.

Por las consecuencias y repercusión que tuvieron en mí aquel trato, supongo que la experiencia no me resultó demasiado agradable, aunque la intención fuese buena, porque para todas las niñas St. Clare’s siempre había un día especial.
Lo que se recuerda del día de mi cumpleaños, aparte de que llovía, fueron mis lágrimas, el desconsuelo por la falta del cariño de mis padres, porque si había algo que caracterizase mi infancia eran mis llantos. Como muchos decían, para mí, los días con sueños cortos, apetito aceptable y muchas lágrimas que nadie consolaba, y que se apagaban por puro cansancio más que por que se hubiese llevado la pena que me invadía el corazón, ya que, como tal, no se trataba de un dolor físico ni de problemas médicos, únicamente era esa necesidad de cariño, la secuela más evidente e inevitable de mi abandono.
Cumplía mi primer año de vida y, como tal, no había nada reseñable, nada que hiciera que fuese una niña o un bebé diferente al resto. Era mi primer aniversario como el bebé que abandonaron en el hospital y del que no se tenía constancia de la identidad ni localización de los padres biológicos.
Se mantenía el misterio, por lo que mi estancia en el St. Clare’s no tenía una fecha tope. Había transcurrido el tiempo suficiente como para que se hubiera encontrado alguna pista sobre mis padres o mis orígenes, pero se sabía lo mismo que el día en que me encontraron.
Los responsables del St. Clare’s temían que no se llevase la investigación muy en serio, dado que, con los datos que se tenía de mi padre, en base a aquella carta, bastaban para rellenar la información básica de mi certificado de nacimiento y debido a la incoherencia de dicha información tampoco se le daba mucha credibilidad, ante lo cual no había como tal un punto de partida para la búsqueda, porque en el hospital no había el menor rastro ni evidencia de quién me había abandonado en aquellas circunstancias, ya que tampoco había nadie que reclamase mi paternidad.
El verdadero problema estaba resuelto porque estaba acogida en el St. Clare’s y tampoco se descartaba que alguien me adoptase, aunque el hecho de que fuera un bebé abandonado y con un padre reconocido con el tiempo sería un problema, si éste reclamaba mi custodia, cuando tuviera constancia de mi nacimiento.
Por lo que sé, referente a aquel día y a mi inocencia de aquella época, para mí tampoco tuvo nada de especial. Empezaba a dar mis primeros pasos y me mostraba como una niña bastante inquieta, muy observadora. Hay quien me ha contado que ya entonces empezaba a dar muestras de mi carácter, de que sería una niña un poco difícil de educar porque me mostraba bastante recelosa con todas las cuidadoras y era una niña que lloraba por casi todo. Tan solo me callaba cuando me dejaban sola y que, sobre todo, me encantaba que me sacaran de paseo fuera del St. Clare’s porque era bastante curiosa; lo quería coger todo y no había nada que no atrajese mi atención, pero también había que tener cuidado con todo aquello que pusieran a mi alcance, porque lo más probable es que intentara romperlo.
De ahí que casi desde que las cuidadoras se dieron cuenta que ya era capaz de moverme con una cierta soltura y autonomía procuraban tenerme controlada y reducían al mínimo lo que hubiera a mi alcance, ya que incluso rompía las muñecas de las otras niñas, aunque aquello no fuera por maldad. No era una niña agresiva, sino quien sufría los ataques de aquellas que eran mayores que yo, lo que, en su caso, se entendía como una reacción defensiva de sus juguetes, ya que yo tenía pocas cosas que considerase mías, antes o después las rompía y había que tirarlo a la basura.
Nadie se explica muy bien las razones, ya que no tiene una explicación muy lógica dentro del ambiente propio de un hogar para chicas. Sin embargo, según consta en mi expediente, mi primera palabra inteligible y consciente fue “Daddy”. Según me han dicho, estuve varias semanas en las que no decía otra cosa, me refería a todo como “Daddy”, aunque supongo que no era muy consciente de su significado, pero al escuchar esa palabra se calmaban todas mis penas. Mi hipótesis al respecto es que se lo debí escuchar a alguna de las niñas, me sonó distinta, llena de sentimiento y la hice mía por imitación.
Es posible que aquella niña llamase así a su padre de acogida cuando la venía a recoger los fines de semana y de manera inconsciente aquel fue el reflejo de mi deseo. En el fondo lo que pedía o esperaba es que alguien me sacara de allí igual que veía a las otras niñas. Como era mi primera palabra, entiendo que a las cuidadoras les resultó gracioso al principio, hasta que se dieron cuenta que no había ninguna evolución en mi vocabulario y que hacían mal al reírme la gracia.
En cualquier caso, las cuidadoras se aprendieron el truco y siempre que tenían que atenderme aludían a mi padre y con ello conseguían que me comportase como ellas esperaban, que no les diera ningún problema: “los juguetes de las demás niñas no se rompen, porque Daddy se enfadará; hay que comérselo todo porque, si no, me pondré enferma y Daddy no vendrá a jugar conmigo; hay que dormir cuando me dejan en la cama, porque Daddy me cuida mientras sueño con los angelitos.” Todo mi mundo giraba en torno a Daddy.

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