Historia con pretendido rigor histórico. Feliz día de los Santos Inocentes.
Pues resulta que en esta Historia hay una variedad de personajes, cada cual más relevante.
Emperador Cesar Augusto
( Roma, 23 de septiembre de 63 a. C.-Nola, 19 de agosto de 14 d. C.) Gobernó desde el año 27 a. C. hasta su muerte en el 14 d. C.) Fue el primer emperador romano, con un prolongado reinado de cuatro décadas.
El joven Octavio se convirtió en heredero de Julio César tras el asesinato de éste en 44 a. C. Un año después, en 43 a. C., conformó junto con Marco Antonio y Lépido una dictadura militar conocida como el Segundo Triunvirato. Como triunviro, Octavio gobernó Roma y la mayor parte de sus provincias como un autócrata, haciéndose con el poder consular tras las muertes de los cónsules Aulo Hircio y Cayo Vibio Pansa y haciéndose reelegir a sí mismo todos los años. Tiempo después, el triunvirato se iría rompiendo ante las ambiciones de sus creadores: Lépido fue obligado a exiliarse, mientras que Marco Antonio terminó suicidándose tras su derrota en la batalla naval de Accio frente a la flota de Octavio, dirigida por Agripa en 31 a. C.
El mandato de Augusto inició una era de paz relativa conocida como la Paz romana o Pax Augusta (en su honor). Salvo por las constantes guerras fronterizas, y con la excepción de una guerra civil de sucesión imperial que duró un año, la sociedad del Mediterráneo gozó de un ambiente pacífico durante más de dos siglos. De igual forma, Augusto expandió el Imperio romano, asegurando en el proceso sus fronteras mediante la subordinación a Roma de las regiones circundantes. Además, celebró un acuerdo de paz con el Imperio parto —el más poderoso de sus vecinos— por la vía diplomática, reformó el sistema tributario romano, desarrolló redes de caminos que contaban con un sistema oficial de mensajería, estableció un ejército permanente (así como un pequeño cuerpo de marina), y creó la Guardia Pretoriana junto a fuerzas policiales de seguridad, tanto para mantener el orden como para combatir los incendios en Roma. Resulta destacable añadir que gran parte de la ciudad se reconstruyó bajo su reinado.
Censo de Quirino
El censo de Quirino fue un censo de Judea realizado por Publio Sulpicio Quirinio (51 a. C.-21 d. C.), gobernador romano de Siria, tras la imposición del dominio romano directo en el año 6 d. C.
El Evangelio de Lucas lo usa como medio narrativo para establecer el nacimiento de Jesús en Belén (Lucas 2:1-5), pero el Evangelio de Mateo ubica el nacimiento dentro del reinado de Herodes el Grande, quien murió 9 años antes (en el año 4 a. C.) No parece posible una explicación satisfactoria de la contradicción. Raymond E. Brown opinaba que el autor de Lucas cometió un error.
En el año 6 d. C., el Imperio romano depuso a Herodes Arquelao, quien gobernó la mayor parte de Judea como rey cliente romano, y convirtió su territorio en la provincia romana de Judea. Publio Sulpicio Quirinio, el recién nombrado legado imperial (gobernador) de la provincia romana de Siria, fue asignado para llevar a cabo un censo fiscal de la nueva provincia.
Según el historiador judío Flavio Josefo (37-100), los judíos reaccionaron negativamente a este censo. La mayoría fueron convencidos por el sumo sacerdote de cumplir con éste, pero algunos se unieron a una rebelión liderada por Judas de Galilea.
Herodes I el Grande
Herodes I (probablemente en la región de Idumea; 73/74 a. C. – Jericó, región de Judea; 4 a. C.), fue rey de Judea, Galilea, Samaria e Idumea entre los años 37 a. C. y 4 a. C. en calidad de vasallo de Roma.
Fue conocido por sus proyectos constructivos colosales, entre los que están la expansión del Segundo Templo de Jerusalén (el Templo de Herodes), la construcción del puerto de Cesarea Marítima y las fortalezas de Masada y Herodión. Hay detalles de su biografía en la obra del historiador romano-judío del siglo I Flavio Josefo. Herodes también aparece en el Nuevo Testamento cristiano como el gobernante de Judea que ordenó la matanza de los Inocentes en la época del nacimiento de Jesús. Creó una nueva aristocracia prácticamente de la nada. La historia de su legado ha suscitado opiniones diversas, de académicos que consideran su reinado un éxito y de los que lo consideran un gobernante tiránico.
José de Nazaret
José de Nazaret fue, según la tradición cristiana, el esposo de María, quien era la madre de Jesús y, por tanto, padre putativo de Jesús. Tanto su vida y sus ancestros familiares se describen en el Nuevo Testamento de la Biblia.

Según el Evangelio de Mateo, era de oficio artesano (en el original griego, «τεχτων»; Mateo 13:55a), lo que ya en los primeros siglos del cristianismo se concretó en carpintero, profesión que habría enseñado a su hijo, de quien igualmente se indica que era «artesano». Era de condición humilde, aunque las genealogías de Mateo y Lucas lo presentan como perteneciente a la estirpe del rey David. Se desconoce la fecha de su muerte, aunque se acepta que José de Nazaret murió cuando Jesucristo tenía ya más de 12 años, pero antes del inicio de su predicación. En efecto, el Evangelio de Lucas menciona a «los padres» de Jesús cuando este ya cuenta con 12 años, pero no se menciona a José de Nazaret en los evangelios sinópticos durante el ministerio público de Jesús, por lo que se presume que murió antes de que este tuviera lugar. Las Escrituras señalan a José como «justo», lo que implica su fidelidad a la Torá y su santidad.
María (madre de Jesús)
María, madre de Jesús de Nazaret, fue una mujer judía de Nazaret de Galilea que, según diversos pasajes neotestamentarios pertenecientes al Evangelio de Mateo, al Evangelio de Lucas y a los Hechos de los Apóstoles, como también distintos textos apócrifos tales como el Protoevangelio de Santiago, vivió entre fines del siglo I a. C. y mediados del siglo I d. C. También el Corán (siglo VII), libro sagrado del islam, la presenta como madre de Jesús (Isa), bajo su nombre árabe, Maryam o Miriam.

La presencia de María es atestiguada por las principales corrientes del cristianismo primitivo que terminaron por integrar el canon bíblico: primero, de forma alusiva, en el cristianismo paulino,6 y luego, con mayor énfasis en el cristianismo sinóptico y joánico, donde se la considera una personalidad cualificada y en más de un sentido única, partícipe singular de un momento clave de la Historia de la salvación, la encarnación de Jesucristo,7 y copartícipe de otros dos, la crucifixión y muerte de Jesús, y la conformación de la primera comunidad cristiana orante inmediatamente antes de la venida del Espíritu Santo en Pentecostés.

Lucas, al narrar las circunstancias que rodean el nacimiento de Jesús, describe con sencillez el riesgo que sigue impregnando la vida de María. Ante un edicto de César Augusto que ordena un censo, José y María deben emprender la travesía desde Nazaret en Galilea hacia Belén en Judea, cuando ella está por dar a luz. Como no hay sitio para hospedarse, debe dar a luz en un pesebre. El relato del evangelio de Lucas parece resaltar de forma creciente la fe de María, quien se fía de Dios a pesar de no comprender plenamente lo que sucede: ella guarda «estas cosas» y las medita en su corazón.
Reyes Magos
Los Reyes Magos de Oriente (o simplemente Reyes Magos) es el nombre por el que la tradición cristiana denomina a los «magos» —denominación que recibían los sacerdotes eruditos en el Antiguo Oriente— que, según el evangelio de Mateo, tras el nacimiento de Jesús de Nazaret, acudieron desde Oriente para rendirle homenaje y entregarle regalos de gran riqueza simbólica: oro, incienso y mirra.
En los evangelios canónicos solo el Evangelio de Mateo habla de estos «magos», sin precisar sus nombres, ni que fuesen reyes, ni que fueran tres. Fue en el siglo iii d. C. cuando se estableció que pudieran ser reyes, ya que hasta entonces, por sus regalos y las iconografías que los representaban, tan solo se consideraba que eran personas pudientes. Fue también en ese siglo cuando se estableció su número en tres, uno por regalo, ya que hasta entonces había dibujos con dos, tres o cuatro magos, e incluso la Iglesia ortodoxa siria y la Iglesia apostólica armenia aseguraban que eran doce, como los apóstoles y las doce tribus de Israel.
Los Santos Inocentes
La matanza de los Inocentes es un episodio relatado en el Nuevo Testamento con carácter singular: De los cuatro evangelios canónicos, el único que lo relata es el Evangelio de Mateo (Mt 2, 16-18). Tampoco aparece en ningún otro manuscrito de los primeros siglos de la era común.
El Día de los Santos Inocentes, 28 de diciembre es la conmemoración de un episodio hagiográfico del cristianismo: la matanza de los niños menores de dos años nacidos en Belén (Judea), ordenada por el rey Herodes I el Grande con el fin de deshacerse del recién nacido Jesús de Nazaret.
Entonces Herodes, al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo, según el tiempo que había precisado por los magos. Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: «Un clamor se ha oído en Ramá, mucho llanto y lamento: es Raquel que llora a sus hijos, y no quiere consolarse, porque ya no existen.»Evangelio de Mateo 2, 16-18
Matanza de los Inocentes
Ninguno de los historiadores de la época menciona el hecho. Entre ellos destaca Flavio Josefo (37–101) por su dedicación a la figura de Herodes I el Grande. La brutalidad del episodio está en armonía con el carácter de Herodes, tal como Josefo lo describió en Antigüedades judías (15.3, 3 § 53-56). Josefo presentó a Herodes como un ser patológicamente celoso de su poder: varios de sus familiares fueron asesinados por orden suya, ya que sospechaba que trataban de suplantarlo. No cabe duda de que Josefo quiso describir a Herodes con los tintes más oscuros que le fue posible, y resulta difícil de explicar la ausencia de la matanza de Belén en Josefo, excepto suponiendo que no tuviera noticia alguna de ella.
La ausencia de fuentes alternativas a la Biblia puede deberse a que Belén era un pueblo pequeño y el número de niños varones de menos de dos años podría no haber pasado de 20. Biblistas y teólogos de distintas extracciones, como Jack Finegan, Rudolf Schnackenburg, y Richard T. France apoyan la historicidad del hecho o dicen que no hay nada que imposibilite que Herodes ordenase eso.