Introducción
Tanto hablar y esperar que sea el momento de iniciar «El camino de Emaús», que nos hemos olvidado de la charla de Ana sobre la Vigilia Pascual.
«El Emaús» es el regreso al pueblo por parejas, cuando sepamos, si Ana tiene éxito en su plan de quedarse a solas con Manuel, gracias a la colaboración de sus amigas y a la condescendencia del sacerdote por no poner objeciones a estas artimañas, cuando se supone que lo de «El camino de Emaús» ha de ser una actividad más dentro de la vivencia de la Pascua, un encuentro personal con el hermano, más que una trampa para atrapar al chico o la chica de nuestros sueños e iniciar un camino de vida.
Lo de «El camino de Emaús» ha de ser una vivencia como la de aquellos dos discípulos, que se marchan de Jerusalén de regreso a casa y se encuentra a «Ese» viajante que se les une y les explica las Escrituras porque éstos no terminan de entender lo que ha pasado durante esos días.
Sin embargo, como novelista, en este caso me he permitido alguna que otra licencia literaria al respecto y le dado ese toque un poco más romántico, de juego y complicidad, de aventura, sin renunciar con ello al trasfondo.
Sin embargo, antes de ese regreso al pueblo, está lo que se supone es el gran momento de Ana, su meditación/ charla/ catequesis sobre la Vigilia Pascual, donde Ana se muestra con una chica dispuesta a darlo todo y esa falta de moderación le pone en un pequeño aprieto, del que consigue salir airosa.
La charla
Me tomo la libertad, la licencia, de empezar a avivar ese romanticismo, porque para el desarrollo de los acontecimientos y lo que ha sido ese día en la vida de los personajes me parece importante. En cierto modo, también se pone de manifiesto el nerviosismo de Ana. Se supone que va a dar la charla más importante. Ella y no el sacerdote. Sobre todo, va a sentir que durante más o menos una hora acaparará toda la atención. Será su momento de brillar, de dar su particular visión de las celebraciones de esa noche. Aunque a nosotros, como lectores, nos puedan interesar más esos otros acontecimientos que no necesitan tanta explicación, salvo que nos quiera adelantar detalles que de momento, quienes no han leído la novela, ni entradas de la web sobre acontecimientos posteriores desconocen.
Para la meditación nos sentamos en círculo de manera que todos nos viéramos las caras. En referencia a Manuel no me sitúe frente a él, pero sí donde me viera bien, que no se cruzaran nuestras miradas, pero que tampoco se desvaneciera esa complicidad que necesitaba de él en aquellos momentos. Debido a mi nerviosismo, pensé que, si centraba en él toda mi atención, la situación se me haría mucho menos tensa. En cierto modo, quería que aquello fuera un anticipo o una preparación para lo que vendría después y que él no se esperaba, ni yo estaba muy segura de que se produjese.
Ana, 19 de abril, mediación

Nos sentamos en círculo, pero eso no impidió que Ana escogiese su sitio, tanto para que todos la viéramos como para ella sentirse cómoda, necesitaba de esa tranquilidad personal durante la charla. De hecho, supuse desde un primer momento que no se sentaría frente a mí y, por supuesto, no lo hizo. No quería que se cruzasen tan directamente nuestras miradas, aunque tampoco se alejó demasiado. Quería que la escuchase, como si hablase para mí. Que los demás le prestasen atención era importante, pero, si tenía que pensar en alguien que la escuchara, parecía ser yo la persona elegida, como si de nuevo nos encontrásemos los dos solos aquella tarde de febrero en la avenida, y me hablase con esa seguridad en sí misma. Si dos meses antes a mí me había llamado “tonto” con todas las letras, aquella tarde compartiría su visión mariana de la Pascua con esa misma firmeza y convicción.
Manuel. 19 de abril, mediación
Mientras Ana habla, su mente se evade, se escapa en el tiempo y regresa a la conversación con Manuel del 15 de febrero, cuando se quedaron los dos solos; cuando ella se dedicó a darle calabazas, a dejarle por los suelos frente a quien esperaba fuera el chico que la conquistase algún día. ¡Vaya una manera de tratar al chico del que dos meses después se siente enamorada!
Se quedó allí y eso nos dio ocasión para que hablásemos, para que nos dijésemos todo lo que hasta entonces habíamos guardado para nosotros y esperábamos oír del otro. Yo me desahogué y él mantuvo un silencio resignado y paciente. Aguantó el chaparrón como pudo. Le dije de mil maneras posibles que no estaba interesada en sus sentimientos, que no le quería ni pensaba en él como mi posible pareja. Le traté como una basura, como un papel sucio que estrujaba con idea de echarlo a la papelera.
Ana, 19 de abril, mediación (Pensamientos sobre el 15 de febrero)
Con la creencia de que nadie es consciente de sus pensamientos interiores, ella se dedica a hablar, a intentar que con sus palabras, con todo el tiempo y dedicación que ella ha puesto en los preparativos de la charla, la Vigilia Pascual de aquella noche sea algo especial para todo el mundo. ¡Es la Vigilia Pascual, el culmen de la Pascua! Sin Resurrección no hay vida, no hay cambio en el corazón. Nada de lo vivido durante aquellos días tiene sentido.
Y, sin embargo, le engaña el subconsciente, ya que por la boca sale lo que cada uno lleva en el corazón. Lo que en este caso, a nivel de la novela, es del todo premeditado, dado que me pareció que era el momento perfecto para que Ana abandone esa falsa frialdad, esa ocultación de sus verdaderos sentimientos. En un sentido un tanto metafórico, para ella la Vigilia se convierte en un estallido de amor. A ella le late el corazón a mil, porque está a punto de abrirlo de par en par.
Es decir, todo el mundo se percata de que lo que habla es mucho más profundo, aunque no por ello le quita valor a sus palabras ni al sentido de las mismas. De hecho, incluso Manuel se percata de que hay algo en sus palabras que va más allá de los sentimientos y vivencias de la Pascua. Pero ¡Ojala se viviera la Vigilia Pascual con esa disposición del corazón!
Por cómo lo explicó cualquiera hubiera querido ser el novio en la boda de Ana, dado que ella parecía muy enamorada y dispuesta a vivir así aquel acontecimiento, aunque, en principio, no se le conociera ningún pretendiente formal. En cualquier caso, por cómo había pasado los últimos meses, era más fácil creer que no tenía un buen concepto de los chicos en ese aspecto. Con uno no se había entendido, y después de tres años había roto su relación, y al otro no quería que se encontrase muy cerca, porque se había creado una impresión equivocada de su amistad.
Manuel. 19 de abril, mediación (Pensamientos)
Hasta que no llega el turno de preguntas, de las aclaraciones, Ana no toma conciencia de la vergüenza y el sonrojo que su modo de expresarse ha causado en los demás, porque más que hablar de la Vigilia Pascual, todo el mundo tiene la sensación de que se ha vuelto loca de amor y la duda es saber por quién, si es que aún quedaba alguien que no lo supiera, aparte de Manuel y algún que otro despistado.
Lo que querían que contara era sobre mi situación sentimental, el estado de mi corazón, porque les daba la impresión de que estaba enamorada. Ya que de otro modo no se entendía que hubiera utilizado aquellos ejemplos. Dado que, en principio, los preparativos de una boda no tienen mucha relación con los preparativos de la Vigilia, pero en mi reflexión le había encontrado infinidad de similitudes.
Ana, 19 de abril, Mediación (Turno de preguntas)
La pregunta indiscreta del típico gracioso, lo que rompió con la tensión del momento, estuvo referida a esa impresión de chica enamorada que nos había causado a todos. Para su tranquilidad no fui yo quien abrió la boca ni cometió esa indiscreción. Si dos meses antes había respondido con su silencio a ese tipo de comentarios, aquella tarde no lo hizo. Se sentía segura, hablaba para todos y su contestación no pudo ser más rotunda: Todavía no tenía novio, pero el día que se casara, esperaba que su boda fuera como aquella noche porque entonces sabría de la disposición del corazón de su prometido hacía ella. Menos amor no esperaba ni exigía.
Manuel. 19 de abril, mediación (Turno de preguntas)
¿Listos para «El Emaús»?
Ya sabemos lo exigente y especial que es Ana, que ha abierto su corazón de par en par y busca, necesita de un chico con quien hacer del día de su boda algo similar a la Vigilia Pascual ¿Quién está a la altura de tales expectativas? ¿Conocemos a alguien? ¿Alguien dispuesto a emprender ese paseo nupcial esa misma tarde, desde allí mismo?
Y cuando ya no había nada que le hiciera sentirse más avergonzado, en vez de abandonarle allí, porque seguro que era lo que se esperaba y merecía, tuve la suficiente compasión y consideración como para corresponder a sus buenas intenciones iniciales y le propuse que se quedara conmigo, que me acompañara, que respondería de él ante mis amigas y quienes me esperaban para aquella cena de grupo.
Ana, 19 de abril, mediación (Pensamientos sobre el 15 de febrero)

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