Entrada reeditada y modificada
Introducción
Como ahora parece que se ha puesto de moda esto de hablar de las suegras, de cambiar de reloj y de coche. Yo soy más tradicional. Si tengo que hablar de mi suegra, tengo un claro referente, a quien los lectores del blog y de lo publicado de la novela, ya deben conocer.
En este caso este personaje secundario, sobre todo, ejerce de madre. Pero por supuesto cuando llega el momento ejerce también de suegra, no sé si bueno o si mala, pero ejerce. En cualquier caso, es una mujer que quiere lo mejor para sus hijos y nietos, aunque no siempre los acontecimientos se desarrollan como a ésta le gustaría.

En cualquier caso, esta mujer tiene una hija, la coprotagonista y narradora de una versión de la novela, la que todas las madres quisieran como nuera, pero no como hija.
Victoria, la suegra
Ya he hablado de la madre de Ana con anterioridad «Mi suegra literaria y mi yo como personaje«, pero creo que ahora que he publicado algo más de la novela – «Silencio en tus labios» (2)«- he de darle a este personaje secundario la relevancia que se merece, porque las chicas, aparte de «gadgets amigas», tienen madre y, en cierto modo, para los chicos/hombres, la idea de la suegra lo cierto es que asusta un poco.

Al menos esa es la mentalidad que se ha tenido siempre, aunque estoy seguro de que son mujeres que simplemente se han ganado una fama inmerecida por el hecho de no ser la madre de uno, sino de la otra. Por lo cual, me atrevo a reconocer que, para la creación de este personaje secundario, me he dejé influenciar por ese estereotipo de mujer, por esos prejuicios, con la idea de que la primera defensora de la dulzura y personalidad de su madre es la propia Ana, quien, en buena lógica, en un primer momento, siente cierto reparo a quien en su día se convertirá en su suegra (la madre de Manuel), «Ya, si eso, me la presentas otro día«.

Sin embargo, a Victoria hay que conocerla y cuanto antes mejor. De modo que «¡Hala, valiente! Vente a casa y te la presento!»

La elección del nombre, Victoria, por su puesto, por mi parte, ha sido del todo intencionado, para que sea un reflejo de esa personalidad, del carácter de esta mujer, porque como madre siempre tiene razón en todo. Es buena consejera en los asuntos del corazón y de la vida en general. Ella quiere lo mejor para sus hijos y en esas discusiones familiares con ellos, ya sabemos quién dice la última palabra. ¡Si es que donde esté una madre que se quiten todos los demás!
¿Qué se puede decir de esta mujer? Sabiendo más o menos cómo es Ana, es fácil hacerse a la idea de cómo es Victoria, con la particularidad de que ésta ya tiene una cierta experiencia en la vida. Es esposa, madre y trabajadora, directiva en la empresa familiar. Alguien que no se va a dejar influir por las primeras impresiones ni por encantos ocultos, por mucho que sea ésta la única que no sea capaz de verlos.
Para ella la felicidad de sus hijos es lo primero, lo primordial, y ningún extraño venido de lejos, por mucho que sea de Toledo, se va a atrever a amargarle la existencia a esa familia.

Madre antes que suegra
Pero como madre también va a saber ser paciente y comprensiva; va a tener actitud de escucha y, hasta cierto punto, tragarse su orgullo, su razón de madre, cuando entiende que nada frenará lo inevitable. Ella le ha de hacer ver a Ana que va a estar ahí siempre. Que, si necesita de la comprensión de su madre, ella va a estar al otro lado del teléfono o en la puerta y con los brazos abiertos para recogerla, para protegerla, antes de que cualquiera pretenda hacerle el menor daño.
En la novela, como tal, en la versión de Ana, y menos aún en la versión de Manuel, no hay una mención clara a esa conversación madre e hija con respecto al hecho de que Ana se haya vuelto a enamorar y crea estar segura de por fin ha encontrado al amor de su vida, le pese a quien le pese. Pero sin duda hay alguna alusión a ello porque en buena lógica esa charla se hace necesaria. Ana no se puede escapar porque aún vive en casa, trabaja en el negocio familiar y, sobre todo, cuando su salud se resiente, la primera que se ofrece a permanecer a su lado es Victoria. De manera que «Cuenta, jovencita, que te conozco como si te hubiera parido»

La primera de esas conversación, quizá la más difícil se produce al comienzo de la novela, cuando Ana le tiene que anunciar a su madre que lo suyo con Carlos se ha terminado. «¡Esta hija mía no tiene cabeza!«.
Carlos, un chico del barrio, de buena familia, con quien ya ha mantenido una relación de varios años, con quien ya tiene casi un pie y medio en el altar. Porque Ana se siente delicada de salud, incapaz de seguir el ritmo de vida de su hasta entonces novio, decide acabar con todo de un plumazo. La salud antes que el amor
Ese mismo Carlos que ha estado viniendo por casa y ya es como uno más de la familia, así, de buenas a primeras, se convierte en un extraño, en tan solo un amigo más del grupo. Uno que tarda poco en rehacer su vida porque es una insensatez dejarle escapar
«Sí, vale, que la niña tiene algún que otro problema de salud y que Carlos tiene que seguir viviendo. Pero, no sé, formaban una pareja perfecta, muy bonita y el amor se demuestra incluso en los malos momentos.»
«Hija mía, piensatelo bien y no seas tonta. Tú le sigues queriendo. Se te nota en la cara, en la manera en que hablas de él. Anda, llámale y dile que tenéis que veros. El te adora y estoy segura de que incluso en los malos momentos sabrá estar a tu lado. ¡Es Carlos!»
«Mamá, me he vuelto enamorar»
La segunda conversación quizá, más que difícil de afrontar, sea un «!¿Hija, me estás hablando en serio?!»
Una vez que parece que Ana ha vuelto a recuperar la sonrisa, ha pasado página con respecto a Carlos y se la ve un poco más centrada, que parece que ha recuperado el control de su vida y hasta esos problemas de salud son un poco más llevaderos, llega a casa diciendo que su corazón de nuevo siente latidos de amor.

La niña, ¡la insensata de la niña!, tiene que comentarle a su madre que se ha vuelto a enamorar y esta vez de un chico de Toledo,
«¡¿Qué se le habrá perdido a ella en Toledo?! El sentido común y dos dedos de frente»
Al menos el chico tendrá un buen currículum y podrá presentar
- dos millones de cartas de referencia positivas;
- un certificado de penales impoluto;
- certificado bancario con ingresos superiores a los del hombre más rico del mundo,
- una foto de carnet tamaño de una pantalla de cine
- y un certificado médico que confirme que tiene los dos dedos de frente a Ana le faltan
- o, en su defecto, un certificado de deceso.
¡Ya puede ser mejor que los cientos o miles de pretendientes que ha tenido Ana y a los que ha dejado plantados incluso antes de que se les ocurriera intentarlo! ¡Como Carlos no hay ningún otro! ¡Este nuevo chico tiene que ser mil veces mejor!
Respuesta de Ana
Lo siento, mamá, pero es que se trata de Manuel, del chico que me ha estado persiguiendo y volviendo loca los últimos meses; a quien no he mandado a hacer gárgaras en más ocasiones porque no las he tenido.
Sin embargo, si le conocieras de verdad, de cerca, vale que es tonto, pero es «mi tonto». Aún me saca de quicio, porque pretendo hacer planes con él y me deja plantada con esa frialdad suya tan característica, pero es que el muy tonto después me ha estado llamando, incluso me ha enviado alguna carta para que le perdone, aunque yo no le he hecho el menor caso.
No quiero perderle. Me muero del todo, si tengo que renunciar a él. Si le conocieras en persona, te darías cuenta de que de verdad es el chico de mi vida.
Mamá, mis amigas van a organizarse para traerle, para que venga y quiero que, al menos, se lleve un buen susto por tonto ¿Le puedo traer a casa? Así papá y tú tenéis la oportunidad de conocerle y ya veréis como os encanta.
Papá ya me ha dicho que se formará esa primera opinión cuando le vea en persona; que, si yo soy feliz, que con Manuel voy a ser feliz, a él parecerá bien. Pero, tonto o no, tendré que ser yo quien decida si encaja en la familia. De manera que como suele decir papá: ‘Mejor que le preguntes a tu madre, que ella te aconseje con el tema ‘novios’.»
Victoria, como buena madre, basa sus reticencias y argumentos con referencia a sus otros hijos, a los hermanos de Ana, porque ésta no es hija única y empieza a ser otra sin un mínimo de buen criterio.

Ahí está su ojito derecho, José, el heredero, con la cabeza bien amueblada, que se ha ajustado a los planes de la familia, con pareja formal, planes de futuro y a quien no se le puede poner un pero. Esa es la vida que a Victoria le gustaría para Ana, aunque con respecto a la nuera se guarde su opinión, porque se ha integrado en la familia y a diferencia de Carlos, ésta no ha salido corriendo ante el primer problema.
Y mejor que no te fijes en tu hermana, que parece que es lo que estás haciendo porque ella es una «Living la vida loca», que se va con el primero que se le pasa por delante y ya no regresa. Tú, que eres la mayor debería hacerle entrar en razón, en vez de seguir su ejemplo.
¿Qué se te ha perdido a ti en Toledo? ¡A saber de quién te has enamorado porque muy buena pinta no tiene! Si quieres que le conozca, le conoceré, pero más vale que sea como Carlos o mejor, aunque lo veo complicado.
¿Qué? ¿Le buscamos otro novio a Ana?
El debate que se plantea, que busco con esta entrada, es si Victoria tiene razón con sus objeciones o esta vez ganará el amor.
Es evidente lo que Victoria, como personaje, representa en todos los aspecto. A Ana no le podemos buscar otra madre y, en todo caso, ésta tiene que ejercer como tal, poner un poco de coherencia y sentido común. Que el amor es ciego, pero Ana no es precisamente una fuente en salud y se junta el hambre con las ganas de comer.
El amor es para lo bueno y lo malo, en la salud y la enfermedad, en la pobreza y en la riqueza, pero tampoco hay necesidad de que se lleve hasta esos extremos ¿O sí? Porque ya he adelantado en varias entradas del blog en referencia a esta novela, que esta relación no va a ser tan ideal, que está condenada al fracaso, que habrá silencio en tus labios, pero es que cuando los labios callan el corazón grita desconsolado y este par de enamorados tendrán que volver a reencontrarse antes o después, porque demasiada gente depende de su felicidad, de su futuro.
En esta parte de la novela, Victoria aún está a tiempo de evitar la tragedia. Que, si Manuel es tan buen chico como Ana cree verle, ya habrá otra que se dé cuenta de ello. Ana ha de dar prioridad a la salud frente al corazón, porque Manuel no sabrá estar a la altura. Además, a Ana no le conviene complicarse porque ya tiene bastante con lo que tiene.

Ana lo que no necesita ahora es un tonto, por muy buenos sentimientos que tenga. Ya han tenido un primer desencuentro y Ana se ha visto obligada a mantener reposo durante varios días. Si esto se repite con mucha frecuencia, habrá que pensarse la situación.
De modo que Ana, tú, piénsatelo bien. Éstas a tiempo de evitarte una mala historia de amor. Confías demasiado en Manuel, Te dejas cegar por el corazón cuando el sentido común te aconseja que lo dejes estar ahora que estás a tiempo. Ya has jugado a «príncipes y princesas», pero es hora que de sientes la cabeza. La relación se ha roto casi antes de empezar y eso ha de significar algo. Mejor no remuevas el fango.
Un sí al amor
Los seguidores de la novela, los ávidos lectores de llegar hasta el final, se sentirán un tanto defraudados, si la novela termina aquí, así. De modo que es hora de ponerse de parte de la razón o del corazón.

Si le decimos que sí al amor, queda mucho por contar, de este amor han de surgir otros personajes, más enredos, más complicaciones, se ha de generar esa trenza de narradores, ese ir unos detrás de otros, jugando al escondite o cruzándose por distintos lugares de la ciudad sin ser capaces de reconocerse. Si le decimos que sí al amor, ya intuimos que la salud de Ana se va a resentir y bastante, que la primera víctima de esa mala salud va a ser el propio amor.
Pero es que si le decimos que sí a la razón, Ana pierde las ganas de vivir.
Vale que Manuel ha sido una pesadilla en su vida y que la consecuencia lógica de todo ello es que
- Ana se refugie en casa;
- vuelva a su vida tranquila en el barrio;
- ya no sienta el impulso de ir corriendo a Toledo por el temor a cruzarse nuevo con Manuel y que se reavive la chispa de su amor, con el perjuicio de que tal vez éste ya se haya fijado en otra que, como Victoria ha insinuado, le haya sabio descubrir esos encantos ocultos.
- Ana se moriría, y tal vez Manuel encuentre ese empujón que le falta para mejorar su estima personal y sé dé la oportunidad de ser feliz de una vez por todas.
Ahí se queda abierto el debate planteado, el fundamento del resto de la novela, lo que sucederá a partir de ahora en la historia. Ana quiere vivir; tiene el apoyo de sus «gadgets amigas»; siente que su padre la va a apoyar en todo momento y que su madre, aunque quiera ejercer de madre, no siempre lo consigue. Pero sobre todo, ella confía en Manuel, en que, si éste le responde, no hay obstáculo al que no se puedan enfrentar juntos. El día de mañana llegará, eso es inevitable, pero tal vez los agoreros se equivoquen, tal vez el autor de esta novela tan solo se haya adelantado a los acontecimientos y se precipite. Si el amor es de verdad, tiene que prevalecer, de modo que más vale que Manuel se prepare, supere todas las trabas que le van a poner para conseguir ese ansiado reencuentro, porque, si hay alguien que apuesta por él, sin duda es Ana, quién en esa ocasión prefiere hacer oídos sordos a la lógica de su madre.
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Un comentario en “Victoria, tú reinarás”
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