Introducción
Sábado, 25 de Octubre, 2003. (9:30)

Al abrir la puerta del dormitorio para salir al pasillo, tras haber despertado, encontrarme con la cara de Ana hubiera sido lo más maravilloso del mundo. Aquella mañana, sin embargo, era razón suficiente para volverme a la cama en espera de despertar de aquella pesadilla.

Cuando Manuel abrió la puerta de su dormitorio, dio las primeras evidencias de que se había despertado, yo me encontraba en el pasillo, lo cual no fue algo premeditado, ya que no le esperaba y casi hubiera preferido evitar aquel encuentro.
¿Dulce despertar?
Sabemos que Ana no ha tenido ocasión de desahogar sus frustraciones y las tensiones del día anterior, aunque ganas no le hayan faltado de escribir sobre ellos, pero el destinatario de dicho mensaje y el causante de su malestar, aunque éste parezca ignorarlo, son el mismo. Ante lo cual, Ana ha preferido morderse la lengua, no vaya a ser que su indiscreción la descubra a ella también.
Sin embargo, Manuel tiene la suerte, la ventaja, de que en esa manera suya de rebajar las tensiones no necesita de terceros ni hay motivo para que nadie piense mal al respecto. Lo suyo es la poesía, tomar una hoja de papel en blanco, que entendemos no le ha sido fácil de encontrar en ese dormitorio o entre sus pertenencias y ha soltado todo lo que llevaba.
Lo que no sabemos si es muy acertado que se haya descargado de sus frustraciones de esa manera y sea una suerte de que sea un poeta que guarda todo para sí o que, a diferencia de Ana, no haya querido ser un poco más cauteloso en ese sentido, dado que su poema no mejora demasiado la situación. No es algo que a Ana le gustaría recibir en estos momentos de discrepancias y desencuentros dentro de la pareja.

Provocativa
Provocadora, de la cabeza a los pies,
a mí no me enseñabas a ver la vida,
pero ahora hasta la muerte puedo ver,
vestida como una chica cualquiera,
vestida hoy como cualquier mujer,
(....)
Reencuentro matinal
Sin pretenderlo coinciden en el pasillo, sin que en esta ocasión, a diferencia de lo sucedido en julio, les importe demasiado la presencia de los padres de Ana, quienes se mantienen ajenos y confiados en que no necesitan intervenir, ni tampoco consideran relevante el hecho de que ambos están en pijama y recién levantados, que se debería imponer entre ellos un poco más de pudor, prudencia y compostura.

Manuel, sin mucho acierto, por retener a Ana y evitar que ésta se esconda tras la primera puerta que le pille más a mano, tiene el atrevimiento de saludarla, de robarle un momento de su tiempo. intenta mantener una actitud afable y cordial, como si lo sucedido la noche anterior ya no tuviera la menor importancia y confiara en pasar una tranquila mañana de sábado en pareja.


Él ha venido a la ciudad, sobre todo, por tener la oportunidad y la ocasión de pasar tiempo juntos; que el tema de la boda de Carlos es algo secundario y circunstancial, ahora que los padres de Ana se muestran algo menos recelosos a su relación y que la última visita de Ana a Toledo, cuatro semanas antes, supone un buen precedente.
¿Qué se puede hacer y visitar en la ciudad? ¿Qué más secretos de su vida le puede desvelar Ana? La mañana del sábado se puede hacer tan corta o tan larga como ellos estén dispuestos a aprovecharlas, hasta el punto de que se puede improvisar que Manuel no tiene preferencia ni nada preestablecido. Está dispuesto a dejarse sorprender. Entendemos que le gustó eso de que Ana le fuera a esperar a la estación y se dieran un paseo en el bus urbano.
Sin embargo, las ilusionantes y románticas expectativas de Manuel se frustran desde el momento en que Ana responde a su saludo con frialdad, con sequedad, centrando todo su interés en la asistencia a la boda, que aún sigue dispuesta a que acudan juntos, pero hasta que sea la hora, prefiere que no la atosigue, no verlo ni en pintura.

Ana: La boda es a las cinco y media. Tengo intención de estar en la iglesia un cuarto de hora antes. Hasta entonces, ¡qué te soporte otra y mejor que no me hartes!
Lo dice de una manera un tanto fría, pero tampoco se debe entender en sentido literal ni como si fuera una chica desesperada que pretendiera demostrar su frustración. Son nervios por el momento y la situación. Hemos de entender que a primera hora de la mañana Ana no se siente muy sociable ni afable; que están en su casa y no de convivencia.
Tan pronto como Ana consigue encerrarse, desaparecer de la vista de Manuel, reconoce que su actitud quizá haya sido un tanto desmedida, que en realidad, aunque no se lo haya dado a entender, a ella le hace tanto o más ilusión que a él hacer planes juntos para esa mañana de sábado. Sin embargo, Manuel parece haber pasado por alto el hecho de que esa tarde tienen una boda.
¿Cuánto tiempo necesitas?
No se trata de acudir a una boda cualquiera y a Manuel le falta un poco de sensibilidad y delicadeza en estos momentos. para él parece que esta boda, este evento social no tiene tampoco demasiada importancia ni la misma relevancia que Ana pretende darle. Él acude como un invitado secundario, con la idea de disfrutar de la compañía de Ana.
En cambio, debería demostrar un poco más de empatía y sensibilidad, entender que quizá él pueda considerar que no necesita más de quince minutos para vestirse, estirando mucho el tiempo, que tan solo tiene que vestirse y como Ana le da a entender estar listo a las 17:15 y porque la parroquia se encuentra junto en frente y se llega en dos pasos.

Por su parte, Ana, considerando que se trata de un evento social para el que se ha de cuidar hasta el más mínimo detalle, lo de pretender que esté lista en quince minutos es más bien una utopía, por mucho que el día anterior Manuel se atreviese a insinuar que su vestido resultaba un poco fresco para esta época del año. Es decir, poca tela y por lo tanto fácil de poner.

Ana es mujer, es una chica joven y ante un acontecimiento tan relevante como éste, donde importa tanto la presencia como el aspecto, como se suele decir vulgarmente, para estar lista va a necesitar mucha «chapa y pintura», es decir, peluquería, maquillaje, manicura….. y un acompañante que sepa a estar a la altura.
La tranquilidad de Ana en todo este proceso de «vestirse» para la boda, es que por mucho que quizá le tiente esa posibilidad, de lo no se ha de preocupar es por su acompañante. Nadie entendería que se presentase con otro. asumimos que ella tampoco de lo está planteando, aunque éste haga gala de su personalidad en el momento menos indicado.
Además, tampoco se ha de buscar a otros padres, porque éstos también acudirán a la ceremonia religiosa y no tiene ningún sentido que pretenda sustituirlos por otros, porque son los únicos que en estas circunstancias, ante esta tesitura, le puede ayudar a manejar la situación.



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