Introducción
Sábado, 25 de Octubre, 2003. (10:00)

Mi madre y yo aprovechamos la ausencia de los hombres en casa, que ya teníamos hora, para irnos juntas a la peluquería. Con el permiso de mi padre me había tomado el día libre en el trabajo
Lo malo de tener toda la mañana para estar con mi madre, y que ésta fuera consciente de que pasaba por un mal momento, era que no tenía por costumbre mantenerse al margen, como si intentara enmendar conmigo los errores cometidos con mi hermana y con ello evitar que siguiera el mal ejemplo de ésta.

La hermana/ hija pródiga
Manuel tan solo escucha hablar de Marta, la hermana de Ana, de manera muy casual y sin que sea un tema muy recurrente. no es un tema del que a Ana le guste hablar, porque ésta tampoco reside en el país y es una chica que por el tipo de vida que lleva no es algo de lo que sentirse orgullosos, sobre todo cuando los problemas acaban afectando a toda la familia. Es como ese grano en el culo que uno se rasca con disimulo.
Sin embargo, por lo que sabemos de las conversaciones de Ana con su madre es un tema recurrente, una preocupación constante, un ejemplo que nadie espera que tome ni imite, dado que pone en duda las buenos ejemplos y referentes que son los padres.

En toda familia, siempre hay una hija o hijo un poco más rebelde, independiente y en este caso se trata de Marta, la hija pequeña, que no sigue los patrones marcados por los padres, esa obsesión casi enfermiza de vincular familia y trabajo como un todo, ese tener que renunciar a la identidad individual en favor del interés común porque los padres son conscientes de que quieren lo mejor para sus hijos y parte de ese legado es la gestoría como medio de vida.
De tal manera que, para no tener que soportar esa cantinela machacona por parte de los padres, Marta ha puesto tierra por medio para hacer su propia vida, sin que quede muy claro si esta huida ha sido aprovechando los estudios o directamente por trabajo. La cuestión es que, sin haber perdido el contacto, saben que Marta no se junta con las mejores compañía ni lleva el tipo de vida que a los padres les hubiera gustado.

Lo más grave del asunto es que como consecuencia de esta vida independiente y desenfadada, sin ataduras ni responsabilidades, hay un bebé no deseado en camino, y no se sabe nada de la identidad del responsable. Con la tranquilidad por parte de los padres de que el bebé nacerá, que, al menos, en ese sentido la muchacha no ha perdido del todo las educación y moralidad recibida en casa. Sin embargo, el hecho de tener noticia del embarazo, del parto y de la distancia no hace que los padres se muestren menos preocupados.
Ana no es su hermana
Hasta cierto punto la preocupación por el tema de la hija pequeña, por la hija pródiga, los padres la trasladan al caso de Ana, de ahí que aparte de los problemas de salud de ésta, o por ese prestigio social por el hecho de que Ana se empareje con un cualquiera, por mucho que sea de Toledo y de buenos principios, ésta la cuestión de que no haya algo que no les hayan contado. No lo hay.
De todos modos, a lo largo de los últimos meses, por las noticias que llegan de la vida de una y otra hija, los padres no se puede decir que estén contentos, aunque dentro de lo que cabe lo de Manuel se pueda considerar un problema menos grave, sin mayores consecuencia. Tan solo es que haya está intentando rehacer su vida sentimental y le ha dado un giro radical a lo que han sido sus gustos y preferencias hasta ahora. Ha pasado de los chicos de buena familia, de su círculo social, a preferir a uno que desentona incluso en la distancia, pero en el fondo no es mal chico, tan solo un poco peculiar.

Despellejando a Manuel

Aquella mañana, aparte de que tratamos otras cuestiones más o menos cotidianas, las típicas entre madre e hija ante un acontecimiento como el de aquella tarde, el centro de nuestra conversación estuvo en Manuel, en la causa de nuestro desencuentro y en que yo aclarase mi postura con respecto al futuro.
Victoria, la madre de Ana no puede evitar demostrar su inquietud y curiosidad maternal por la situación en que se encuentra la relación de Ana y Manuel en esos momentos, en medio de esa pequeña crisis de pareja, planteada quizá en el momento más delicado para su presente y su futuro, cuando la intención de aquella visita no era tanto la asistencia a la boda como empezar a fijar las bases de su futuro, que los padres tuvieran más claro la consistencia del voto de confianza que se les pedía.
En esos momentos el padre se encuentra con Manuel en la gestoria, haciendo un esfuerzo por resolver su situación laboral y estabilidad personal, solventando lo que para ellos es uno de los inconvenientes o desventajas más evidentes de este chico porque eso de vivir del cuento no le convence a nadie y en esa familia no estás dispuestos a tener a nadie cruzado de brazos. Se puede aceptar que el muchacho no aspire a ser director general dentro de la administración del Estado, pero menos aún que se cruce de brazos y que se lo den todo hecho.

Es decir, caben los lógicos «pero» que con toda sinceridad y confianza le pueda poner la madre, porque entre madre e hija se permiten hablar con absoluta libertad, siempre y cuando no hay terceras personas que se entrometan en sus conversacion y cuestiones que no sean de su incumbencia. Ante Manuel, la madre se muestra un poco más comedida en sus comentarios y observaciones menos favorables.
Sin embargo, en esos momentos, Ana ha de hacer tripas corazón, a pesar de lo contradictorios que puedan ser sus pensamientos o pensamientos y con las amigas se pudiera permitir ser un poco más sincera ante la tesitura con la que se encuentra con respecto a Manuel, por lo inoportuno de ese comentario sobre el vestido y la falta de sensibilidad por no entender que ella se siente nerviosa, inquieta y no está para aguantar reclamos sacados de contexto, esa falta de empatía. La prioridad es la asistencia a la boda, con todos los preparativos previos.

Delante de su madre, ella se encuentra con la tesitura de defender ese amor a capa y espada, pasando por encima de quien sea. Por insensible y torpe que haya sido Manuel, allí nadie ha hablado de ruptura ni de darse un tiempo, ni tan siquiera de sentarse cinco minutos a hablar para definir el futuro y el presente de su relación. Ella lo único que le ha reclamado a Manuel es que le deje su espacio, que no la atosigue, porque ha entendido que no ha venido lo bastante mentalizado.

Hasta cierto punto, Ana incluso se llega a plantear que en el fondo esta pequeña discrepancia entre ellos ha sido intencionada, aunque resulte un poco rebuscado planteárselo de esa manera, sin por ello quitarle gravedad a los comentarios de Manuel ni aún menos a esas torpezas.
La verdadera gravedad no estaba tanto en el comentario por el vestido, por la sensación de que sin haberlo llevado puesto, el primer impulso de Manuel había estado en echarle demasiada imaginación y faltarle el respeto buscando los recovecos para faltarle al respeto y comérsela como los ojos como si fuera una chuleta.
Lo grave, lo que en el fondo a Ana le había molestado, era que manuel no se hubiera mostrado un poco más sensible un empático, consciente de que estos días ella no estaba pasando por uno de sus mejores momentos y él se hubiera mostrado más como ese apoyo que ella estaba esperando con su llegada, con una actitud más de escucha, para que ella se pudiera desahogar con total confianza.
Ella hubiera esperado que él se hubiera mostrado como un chico más sensible, más como cuando, sin estar segura de que se escondía tras la identidad de «el Poeta» en esos mensajes de email, le contaba sus penas sin sentirse juzgada, aunque no fueran más que tonterías, desahogos de una chica necesita de soltar todo aquello sin ningún remordimiento.
Pero ahora que ella conoce su secreto, que ya tiene la certeza de sus lógicas sospechas, no es que se sienta desencantada, más bien, todo lo contrario, porque se siente reforzada y justificada en sus sentimientos, se ha quitado un gran peso y dilema de encima, pero ha de encontrar la manera de gestionar la situación sin sentirse descubierta. Ella es «la Dulce Gatita», pero Manuel ni se lo imagina.

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