Cuando empiezas a leer la novela «Esperando a mi Daddy», aunque el título es bastante clarificador en cuanto al argumento de la novela, considero que el comienzo de la historia resulta intrigante; engancha desde las primeras líneas a la hora de presentar a la protagonista.
Esta vez me he ayudado de ChatGPT para que reescriba para esta entrada del blog el comienzo de la novela y le dé un tono más misterioso, como si se tratase de una historia de una superheroína, y la verdad es que no ha hecho cambios demasiado significativos:
Capítulo 1: Orígenes velados
Nací un nublado día de finales de abril, un martes después del Patriot’s Day, un día festivo marcado por las lluvias y las celebraciones religiosas del fin de semana anterior. Por lo cual, aquella noche el Lawrence Memorial Hospital, en 101 Main St, Medford, aún estaba en servicios mínimos, y con la resaca de la fiesta nadie se esperaría que sucediera aquello. Circunstancia de la que se aprovecharon quienes idearon mi abandono, quienes llevaron a cabo aquella crueldad conmigo.
Cartel oficial de la Marathon 1981, Boston (Massachussets, USA)
No hay constancia de la hora ni del lugar exacto de mi nacimiento y, en su lugar, se toma la mañana de mi hallazgo como fecha más aproximada. Fui encontrada envuelta en una manta demasiado fina para la temporada, bajo un viejo olmo que se erguía solitario en un parque cercano. Era tan temprano que el rocío aún bañaba la hierba. Los jardineros que llegaban a trabajar pensaron que alguien había dejado un paquete olvidado. No fue hasta que oyeron mi llanto que se dieron cuenta de que allí, entre hojas húmedas y la niebla del amanecer, yacía un recién nacido.
Los informes que leí años después describen cómo todo fue manejado con discreción, como si nadie quisiera que aquella historia atrajera demasiada atención. Se enviaron trabajadores sociales al hospital, pero ni siquiera ellos pudieron hallar rastro alguno de quién o cómo llegué a ese lugar. ¿Quiénes eran esas personas que me abandonaron? ¿Por qué lo hicieron? Esas preguntas siempre han sido un nudo en mi pecho, un peso constante.
Lo que sí dejaron fue un pequeño detalle, una única pista en un misterio sin resolver: una pulsera. Era de oro envejecido, con un colgante diminuto grabado con un símbolo extraño, casi rúnico, que no pertenecía a ningún alfabeto conocido. A primera vista, parecía una joya común, pero con el tiempo se convertiría en una clave para entender quién soy… o, al menos, quién fui destinada a ser.
El tiempo que pasé en aquel hospital fue breve. Me trasladaron a un orfanato estatal apenas una semana después, uno de esos lugares donde los niños como yo eran etiquetados como «casos especiales». No por el abandono —eso no era raro—, sino por las circunstancias que me rodeaban. Según me contaron los pocos trabajadores sociales que se atrevieron a ser honestos conmigo, hubo algo extraño en las pruebas que me realizaron al poco de ser encontrada. Mi sangre mostraba anomalías que los doctores no pudieron explicar. Decían que mi cuerpo generaba una energía inusual, un calor que parecía no provenir de ningún metabolismo conocido. Uno de los doctores incluso mencionó algo sobre impulsos eléctricos inusualmente altos en mi sistema nervioso, como si mi cuerpo fuese un circuito conectado a una fuente de energía desconocida.
En el orfanato no hablaban de eso. Para ellos, yo era simplemente una niña difícil de manejar. A menudo las luces parpadeaban cuando estaba enojada, y una vez, durante un apagón, recuerdo haber caminado sola por el pasillo oscuro… iluminando mi camino con un resplandor que no entendí de dónde provenía.
A medida que crecí, las preguntas sobre mis padres biológicos y el origen de mis habilidades se volvieron más insistentes. Cada noche, soñaba con una figura difusa que susurraba mi nombre y un eco distante de voces que parecían advertirme de un peligro. No entendía lo que significaban, pero sentía que mi abandono no había sido un accidente.
Con el tiempo, aprendí a controlar mis habilidades, aunque nunca me atreví a usarlas frente a otros. Sin embargo, todo cambió el día que cumplí dieciséis años. Ese día, mientras buscaba respuestas en los registros del orfanato, encontré un sobre que alguien había escondido en mi expediente. Dentro, había una fotografía borrosa de un hombre joven, con ojos brillantes que reflejaban tristeza y determinación. Detrás de la fotografía, había una dirección: un lugar a las afueras de Medford.
No sabía entonces que ese sería el comienzo de algo mucho más grande que yo. Algo que no solo explicaría mi origen, sino que me pondría en el camino de convertirme en una fuerza que el mundo nunca había visto antes.
Porque lo que nadie sabía, ni siquiera yo, era que mi nacimiento y mi abandono habían sido planeados. Que el símbolo en mi pulsera era más que un simple adorno. Era un emblema antiguo, una marca de poder que pertenecía a un linaje de guardianes olvidados. Y que mi destino, sellado aquella mañana nublada bajo un viejo olmo, no era solo el de descubrir quién era… sino el de salvar un mundo que apenas entendía.
Jessica disfrazada de superheroina// Copilot designer
Aciertos y errores de ChatGPT
Es cierto que, según la novela,
Hay un gran misterio en torno a su nacimiento e identidad, a cómo llegó o la dejaron en la cuna del hospital, lo que se puede interpretar como que fue algo planificado, que este es parte de la trama principal de toda la novela.
La única pista que hay sobre su identidad es un papel escrito a máquina con el apellido de su madre y los datos de quien se supone es su padre (nombre, fecha y lugar de nacimiento). Sin embargo, esta información resulta confusa.
La llevaron a un orfanato, no estatal, sino religioso, para casos especiales, para bebés abandonados, procedentes de familias desestructuradas o con pocos recursos.
Lo particular de su sangre, de su genética, es que se trata de una chica de rasgos mestizos, mitad americana nativa y mitad europea/latina (española).
Demuestra ser una muchacha rebelde y difícil de manejar; aunque no sea problemática, es un tanto cabezota, testaruda y se acaba saliendo con la suya casi siempre. Es una chica un tanto introvertida y solitaria.
Su interés por saber de su padre es una constante.
Esa supuesta figura difusa es producto de una vivaz imaginación. Daddy, una manera de materializar a su padre (un hombre joven).
La «habilidad» especial o particular de Jessica es su empeño en no hablar español, en no querer estudiarlo, aunque lo acabe haciendo en privado y un poco bajo amenaza. Ella es de las de «I don’t speak Spanish«.
Todo casi cambia cuando tiene catorce años y ha de pasar a high school. (Instituto de secundaria)
Entre otras cuestiones, lo que encuentra es un poema escrito en un papel arrugado y aparentemente olvidado en el descansillo de la escalera interior del orfanato.
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