Una niña rebelde

Introducción

Es decir que cuando Ann Josephine Catcher («Ana» – en español – para las niñas) entró a trabajar al St. Clare’s «Home for Girls» a comienzos de septiembre de 1988, ya había tenido ocasión de trabajar como colaboradora y voluntaria para sus prácticas en la universidad; el panorama que se encontró era como para haberse montado de nuevo en su coche y marcharse por donde había venido.

Un nuevo planteamiento de trabajo por los cambios en la institución, al centrarse en niñas en edad escolar, de entre 3 y 14 años, no en bebés. Y entre todas estas, entre las quince, destacaba una con un carácter un poco peculiar, dispuesta a colmar la paciencia y los nervios de cualquiera.

Una niña con ideas propias.

La niña, la protagonista de la novela y nuestra «super girl» particular, Jessica, dormida y metida en su cama con los ojos cerrados, es todo un encanto, nada diferente al resto. Sin embargo, en cuanto te acercas a su expediente, o a ésta se le ocurre abrir un ojo, saltan todas las alarmas. Es una niña que está pidiendo ayuda a gritos, pero ni la pide ni la acepta de buena gana.

Es una niña con un origen un tanto confuso. Abandonada al nacer en extrañas circunstancias, sin pistas sobre la identidad de la madre y con dudas más que lógicas con respecto a los datos que se tienen del padre, a quien de momento nadie ha localizado. Es un tema internacional.

Si cabe, lo de identificar a los padres de Jessica es el menor de los problemas, cuando lo que importa es el día a día, el hecho de que es una niña bastante maniática, que lleva la rebeldía en los genes, sin que en su corta edad haya encontrado a nadie con quien se haya llegado a entender, ganado su confianza.

Al parecer, toda su existencia, su mundo, gira en torno a una única idea y obsesión: que algún día su padre vendrá a buscarla y la tendrá que encontrar allí, en el St. Clare’s. Con el consiguiente temor a que éste se presente en el momento menos inesperado; ella no se encuentre allí y se marche sin ella por creer que no le necesita.

Para Jessica, su padre, a quien se refiere de manera cariñosa como «Daddy«, es la persona más importante del mundo. Se trata de alguien real, aunque prácticamente no sepa nada de él y se haya creado una idea un tanto inocente y fantasiosa al respecto. Para Jessica, es casi tan real y de carne y hueso como pueda serlo cualquier padre. Nadie la va a convencer de lo contrario.

Ante la idea de que cualquier día le dirán que su padre, «Daddy«, está en la puerta y ha venido a recogerla, Jessica actúa y se comporta como si no perteneciera a ninguna parte. Hasta cierto punto hace lo que le viene en gana y no tiene reparo en sacar las uñas, los dientes y su frustración interior cuando alguien intenta contradecirla. Ella no va a ninguna parte ni con nadie.

Se conoce todos los escondites y salidas de la casa, como posibles vías de escape cuando quieren obligarla a algo que no sea de su agrado, sobre todo ante cualquier insinuación de que se le ha buscado una posible familia de acogida. Ella desaparece como por arte de magia y reaparece una vez que ha pasado el peligro. ¡Ella no va a ninguna parte, no vaya a ser que durante su ausencia se presente Daddy!

¿A dónde va Jessica?

Va al colegio porque no le queda otro remedio y porque es un poco más que bajar la pendiente y cruzar la calle. Ha demostrado no ser mala estudiante, aunque podría centrarse un poco más para ir adquiriendo buenos hábitos de estudio. Su mayor problema es saltarse cualquier mención a España y al idioma español, da igual la asignatura que sea.

Lo de acudir a misa los domingos y demás días de precepto lo acepta con resignación. Acude porque la llevan, pero si la dejan, prefiere entrar por una puerta y salir por la otra. Según parece y se interpreta, eso de ser «buena» no le motiva demasiado. Le dijeron que si era buena, Daddy vendría a por ella, pero sigue sin noticias. Está probando eso de «ser mala» para ver si así lo llaman y que acuda.

Su ropa

Un tema aparte es la cuestión de los niños y la ropa, que pueden parecer cuestiones diferentes, pero que están directamente relacionadas, porque son la manera y evidencia de poner en evidencia esa rebeldía, ese no querer que la identifiquen con el St. Clare’s.

Resulta inadmisible que Jessica trapichee con la ropa, aunque ella en su ingenuidad e inocencia no quiera ver en ello ninguna gravedad. En el colegio ya le han llamado la atención en alguna ocasión y al parecer no se enmienda. Tampoco es que la robe ni la consiga bajo presión, pero si ella la pide y los chicos están de acuerdo con el trato, pues asunto resuelto.

El problema es que cuando en el St. Clare’s se lava la ropa sucia, las mujeres se han llegado a encontrar alguna que otra sorpresa. Como tal, no se trata de prendas que lleguen a resultar comprometedoras, pero ponen de manifiesto de manera incuestionable la identidad de la responsable y de la procedencia de dichas prendas.

Jessica con 7 años// Copilot designer

Los niños del parque

Que Jessica juegue y haga amistad con los niños con los que se encuentra en el parque, obviando el hecho de que se escape al parque sin permiso, en principio tampoco es demasiado grave, dado que al menos actúa como una chica un poco más sociable y extrovertida. El problema está en que quizá los niños no sean tan ingenuos e inocentes como Jessica presupone. Con el tiempo se harán mayores.

Niños jugando en el parque// Copilot designer

Otro problema es que, sea o no premeditado, aparte de jugar con la pelota, a veces se meten en peleas, ya sea por causa de desavenencias en el juego o por conflictos con terceros. Enfrentamientos en los que Jessica se ve involucrada y en los cuales tampoco se le da una consideración especial. El hecho de que sea una niña le perjudica y la convierte en una víctima fácil.

Jessica debería esforzarse más por relacionarse con niñas de su edad, para forjar así su personalidad y manejar de manera adecuada sus habilidades sociales, aunque su argumento o justificación para descartarlo es que lo más probable sea que las niñas del St. Clare’s más pronto que tarde se marchan y que eso de hacer amistad con las chicas del barrio es como aceptar tener una familia de acogida.

¿Cómo tratar con ella?

La táctica a seguir para ganarse la confianza de Jessica, en principio, no parece fácil si de antemano intuye que le van a dar la vuelta a su vida como si fuera un calcetín. para convertir a esa fierecilla salvaje en la princesa del cuento, porque asumir esa confianza es como aceptar la rendición, asumir que quizá su padre nunca venga a recogerla, que nadie se moleste en seguir las pistas para localizarlo.

Parece más fácil y probable romper un muro de piedra a cabezazos, sin hacerse daño, que lograr algún avance y progreso en ese acercarse a Jessica y que ésta ceda en ese recelo.

Sin embargo, no estamos hablando de un reto para una chica cualquiera, se trata de Ana y para lograr este puesto de trabajo en el St. Clare’s se asume que ha hecho falta algo más que un título universitario acorde al puesto y buenas intenciones. Ella tiene un y, sobre todo, mucha psicología para tratar con las niñas.

El SH-100 Samsung, lanzado en el año 1988.

El porqué de que una chica recién graduada por la universidad, que trabaja como cuidadora en una casa de acogida, disponga de esta tecnología es algo que se explicará más adelante. De momento, saber que forma parte de su vida privada, de eso sobre lo que prefiere no hablar ni responder preguntas.

En el caso, por ejemplo, de los móviles, un teléfono de los 80 como el venerable Motorola Dynatac costaba 500.000 pesetas (3005,00€), o sea, 15,5 salarios medios de la época.

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