La confianza se gana.

Introducción

Este curso 1988-89, segundo de primaria, como ya he comentado, en la vida de Jessica está marcado por la llegada de Ana al St. Clare’s, una tutora/cuidadora dispuesta a poner un poco de orden en su alocada vida, pero tampoco es algo que ésta vaya a aceptar de buenas a primeras desde el primer momento, porque ya sabemos que Jessica es una niña un tanto reticente a confiar en los demás.

Ann Josephine Catcher (Ana)// Copilot designer

Hasta este momento, y a pesar de ser nada más que una niña, Jessica ha abusado de su rebeldía y de la excesiva permisividad o condescendencia de las cuidadoras para hacer lo que le ha venido en gana, ya que de lo contrario monta unas rabietas que no hay quien la frene, cuando no desaparece, se esconde, hasta que considera que la van a dejar tranquila.

No es una niña mala, tan solo una niña reacia a las demostraciones de cariño, a confiar, porque siente que nadie la entiende, que sus sueños y anhelos se frustran, de manera que ha entablado una guerra sin tregua contra su propia realidad. Es consciente de que fue un bebé abandonado y que vive en una casa de acogida, cuando su sueño sería vivir en una familia normal, con sus padres.

Todo lo que desde su mentalidad de niña implique un alejarse de ese anhelo, le frustra y provoca que aflore su rebeldía, esa furia reprimida. Mientras que, por otro lado, se muestra como una niña dulce, ingenua e inocente, su verdadero carácter y personalidad. No quiere causar problemas ni los busca, más allá de evidenciar esa rebeldía intencionada.

Ahora nada está bien.

El caso es que Jessica se encuentra con esta recién llegada al St. Clare’s que está pendiente de ella en todo momento y en todo lo que hace, que ya no le resulta tan fácil eso de pasar desapercibida y moverse con excesiva libertad.

Quizás aún no hubiera conseguido ningún progreso en cuanto al hecho de que dejase de querer parecer un chico, como tampoco a mis escapadas para no acudir a la oración matinal, ni tan siquiera mis huidas del St. Clare’s para jugar con los chicos del parque y las peleas en las que participaba con éstos sin el menor reparo, a pesar de que cada vez los golpes fueran más fuertes y en serio.

Asumimos que Ana no se limita a castigarla por ese mal comportamiento, como le han hecho hasta ahora, para no conseguir ningún cambio ni enmienda por parte de ésta. Ana intenta ser mucho más sutil, profundizar en la causa del problema y que Jessica poco a poco tome conciencia de que ese comportamiento no es muy lógico ni adecuado para ella.

Se deduce que hasta ahora las cuidadoras se han conformado con saber que Jessica no se ha metido en problemas serios y que, a pesar de esa rebeldía, es una niña que tiene claro dónde se siente segura, que por mucho que se esconda o sea un tanto desobediente en cuanto a las normas, cuando llega la hora de dormir, casi es la primera que se va a su cama sin rechistar.

Sin embargo, Ana le intenta hacer ver, que comprenda que su manera de actuar tiene consecuencias, que eso de poner cara de niña buena, de no haber roto un plato en su vida, no hace que todo se olvide, como si no hubiera pasado nada y mañana será otro día.

Me porto mal y todo el mundo me hace caso.

Las pequeñas victorias de Jessica están en que, debido a su actitud, queda descartado que le busquen una familia de acogida, como sí tienen las demás niñas, que llevan una vida mucho más normalizada. Aparte de que, como ella no quiere ir a ningún sitio, siempre se ha de quedar alguien con ella en el St. Clare’s, incluso durante el periodo de vacaciones.

¡Vaya con la niña! ¡Qué pesadilla!

Una niña pequeña que no le hace caso a nadie tiene a todo el mundo para atender sus caprichos y manías. ¡Menudo chollo! Su victimismo se convierte en su mayor ventaja. La abandonaron al nacer, sus padres no la quisieron y pobrecita la niña que sufre por lo desgraciado de sus circunstancias.

Chantaje emocional

Ana entiende que Jessica consigue toda la atención que quiere gracias a ese mal comportamiento; así destaca sobre las demás y tiene a todo el mundo pendiente de sus necesidades. Es una niña especial, inocente, que, en realidad, no quiere hacerle daño a nadie.

La táctica de Ana es no convertirse en otra víctima más de esa manipulación premeditada por parte de una niña que, por edad y estatura, no debería asustar ni acobardar a nadie. De manera que decide no seguirle el juego y empezar a tratarla con controlada frialdad.

Si Jessica no quiere comportarse como el resto de las niñas, como se supone que la han educado a lo largo de su corta vida, no es justo que reciba más atenciones ni mejor trato que las demás. Si no quiere ser una niña del St. Clare’s, tendrá que ser un perrito. Es decir, que nadie le haga caso.

Enfrentamiento entre ambas

Lo que Ana consigue con esta seriedad e intransigencia es que Jessica centre su rebeldía en ella, que se sienta un tanto frustrada ante este excesivo control porque no le permite hacer nada por su cuenta, salvo cuando le concede cierta libertad para que se desahogue y vuelva a las andadas, que es más como encontrar la ocasión para comprobar si ha habido progresos.

Ya no le consiente eso de que se vista como le parezca y menos aún que siga con ese trapicheo de la ropa, por mucho que ésta argumente que no hace daño a nadie y que los chicos le dan esas prendas porque quieren, porque ha llegado a un acuerdo con ellos. Las niñas del St. Clare’s se visten con la ropa que la institución les proporciona y según las normas de vestuario del colegio. No con ropa de niños.

Por supuesto que se olvide jugar con los niños del parque, sobre todo si se marcha sin permiso, cuando en el St. Clare’s hay niñas de su edad con las que compartir sus juegos. Quien dice «jugar con los niños» se refiere a participar de sus peleas, a regresar al St. Clare’s como si hubiera estado en la guerra.

Eso de que acepte a una familia de acogida para las fiestas y en vacaciones, alejarse del St. Clare en compañía de terceras personas, Ana acaba por considerarlo un objetivo imposible. Entiende que ante eso Jessica no está dispuesta a ceder de ninguna de las maneras. Esta niña desconfía de los extraños y le da pavor pensar que su padre no vaya a encontrarla si alguna vez acude a buscarla.

Tras varios meses de lucha tácita entre las dos, cuando a mí me parecía que la situación estaba estancada y ninguna había conseguido nada con ello, pensaba que no supondría ningún cambio que ella se marchase. Lo cierto es que me lo había planteado como un alivio a la pesadilla que me hacía vivir porque no me dejaba tranquila más que para dormir o cuando me encerraba en el cuarto de baño.

Origen