Introducción
Resulta un tanto llamativo de este comienzo de la novela «Esperando a mi Daddy» que no se resalte mucho más ese anhelo por conocer a su padre, por recibir alguna noticia, por averiguar si se sabe algo más sobre su identidad.
Aunque, por otro lado, podemos entender que, al tratarse de una niña pequeña, de una novela que se supone escrita en primera persona y que en estos primeros años lo relata casi como un diario personal, donde plasma sus recuerdos, mucha madurez en ese sentido no pretende ni debería demostrar.

Lo que deja claro es que ella fue un bebé abandonado al nacer y que ha pasado su infancia acogida en el St. Clare’s Home for Girls, en donde no se comporta como una niña muy modélica. Más bien, como una rebelde sin causa, poco dada a aceptar mimos por parte de los demás. Es una niña arisca con los extraños y con todo aquello que suponga un cambio en su rutina.
Sabe de su padre, pero no lo cuenta.
Este silencio con respecto a su padre ha de interpretarse como algo premeditado, intencionado, que forma parte de la mentalidad y personalidad del personaje, dado que tampoco se puede considerar que sea información que desconozca, que nadie le haya contado, más cuando esas confidencias se asume que las escribe con posterioridad, cuando ya tiene una cierta mentalidad y consciencia de sí misma.
Queda claro desde el primer momento que ella es consciente de su situación, que no se encuentra en el St. Clare’s ajena a su realidad. Allí acogen a niñas huérfanas, abandonadas o procedentes de familias desestructuradas; se les busca familias de acogida o de adopción para que vuelvan a tener una vida normalizada, si no pueden volver con sus familias.
La premisa es que a ella no la pueden dar en adopción, porque, aunque se trate de un bebé abandonado en extrañas circunstancias, se supone que se tiene la identidad de su padre. Es decir que no fue una bebé dejada allí sin más. Estaba esa nota escrita a máquina, con los datos de un hombre (nombre, fecha y lugar de nacimiento) que se ha interpretado que se trata de su padre, aunque esta información genera cierta duda y confusión.
Este hombre es alguien que nació en otro lugar, otro país, otro continente; de quien poco más se sabe, ya sea porque las gestiones internacionales realizadas en ese sentido han llegado a un punto muerto o porque, debido a la falta de precisión de los datos, es una búsqueda que se ha desestimado.
La cuestión es que Jessica tampoco vive en la ignorancia. Se asume que, en su inocencia e ingenuidad, se ha atrevido a preguntar al respecto para intentar justificar los motivos por los que ella se encuentra acogida en el St. Clare’s y las cuidadoras le han tenido que contar algo para saciar su curiosidad e intentar con ello suavizar sus frustraciones.
Enfadada con el mundo
El caso es que hasta ahora, hasta la llegada de Ana, lo que ella ha sabido de su padre ha sido suficiente como para crearse ese anhelo de que su padre vendrá a buscarla algún día. Ella tiene un padre, al que se refiere como «Daddy«, por eso de que es alguien de otro país, que casi seguro habla un idioma distinto al suyo, cuyo nombre se pronuncia de manera diferente a como ella piensa.
Teniendo un padre, aunque sea en la distancia y sin tener la certeza de que éste sea de su existencia e incluso con la constante duda de que la información que se tiene sobre él pueda ser incorrecta, Jessica ya no tiene motivos para sentirse un bebé abandonado ni una niña huérfana.

La cuestión es que su frustración e impotencia por no saber nada de su padre le llevan a ser bastante selectiva con todo lo que quiere saber al respecto. Ella tiene que llevar su rebeldía hasta las últimas consecuencias para que le hagan caso. En su mentalidad, el hecho de mostrarse resignada ante sus circunstancias y su realidad implica una derrota. Ser «rebelde» es su manera de protestar, de que se la tenga en cuenta.
Daddy es de Toledo, de España.
La cuestión es que, por lo que suponemos, las cuidadoras le han dicho que su padre no vive al otro lado de la calle, sino muy lejos, tan lejos que, si se asoma por la buhardilla del ático, el mirador más elevado de toda la casa, no lo va a ver.

Su padre es de Toledo, España. No es una población que se encuentre en el estado de Massachusetts ni en los Estados Unidos de América. España es otro país. Dar lecciones de Geografía a una niña de esa edad no parece que vaya a servir de mucho. La cuestión es que, para que su padre venga, primero tienen que localizarlo y después éste tendría que hacer un largo viaje.
Ante la duda de qué puede saber una niña como ella de un lugar como Toledo, entre querer saberlo todo para conocer un poco más a su padre o mantener esa ignorancia, Jessica se decanta por lo segundo, con toda su mentalidad.
No querer saber nada es «no querer saber nada«, por eso omite las alusiones directas a su padre en el comienzo de la novela, en sus primeros años de vida. Sin embargo, ahora Ana ha llegado a su vida y eso tiene que cambiar.
Origen
- Esperando a mi Daddy. Friday, April 21, 1990
- reflexiones propias

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