Introducción
Como ya sabemos, los veranos de las niñas que residen en el St. Clare’s se reparten entre las que se van con sus familias de acogida, vuelven temporalmente con sus familias o las mandan de campamento de verano, aparte de aquellas que ya sea por adopción o por edad ya no regresan para el curso siguiente y tienen sus propios planes.
La excepción a esta norma es Jessica, que no va a ninguna parte.
El primer año, en 1981, se entiende que era aún un bebé. A finales de junio de ese año tan solo tenía dos meses, de manera que en buena lógica no estaba en condiciones de ir a ninguna parte, aparte de que su situación estuviera condicionada por el asunto de su abandono y conviniera tenerla localizada.

Los siguientes veranos, del año 1982-1988, lo de quedarse en el St. Clare’s, por las buenas, por las malas o porque no hubiera ninguna familia dispuesta a asumir el compromiso de cuidar durante dos meses a una niña que se iba a caracterizar por convertir las vacaciones en un tormento constante, ni aunque fuera una familia del barrio o viviera en la casa de enfrente al St. Clare’s.
En la novela no se dan muchos detalles de cómo fue esa pesadilla, dado que Jessica, como narradora en primera persona, y dado que se trata de un diario resumido de su vida, tampoco se quiere poner demasiado en evidencia. Aparte de que, para mí, como autor de la novela, me pareció que hubiera sido alargar en exceso el relato con cuestiones que a la larga no tienen excesiva importancia en la trama.
El caso es que ella deja claro que no va a ninguna parte y, en posteriores menciones que se hacen a estas fechas, queda claro que no hubo ninguna colaboración por su parte y esto sí es importante resaltarlo para comprender su personalidad, sus traumas infantiles y adolescentes.
Si ella intuye que la van a llevar a alguna parte, se esconde, se escapa. Se aprovecha de que es pequeña y cabe por cualquier hueco y cualquier sitio. Desaparece de la vista de todo el mundo hasta que ha pasado el peligro, aunque nunca se aleja tanto como para no encontrar el camino de regreso. Su habilidad para evitar todo aquello que no le agrada es mayor que la paciencia de quienes pretenden cuidar de ella.
Cuidadoras por turno
El caso es que Jessica no menciona a nadie que se haga cargo de ella, de quedarse en la casa para velar por su bienestar y asumir con resignación que esta niña por las buenas es muy dulce, pero por las malas es un tormento que condiciona la existencia de quienes la rodean. Mejor renunciar a las vacaciones propias que soportar otro de sus berrinches o perder horas en balde intentando encontrarla por la casa o los alrededores.
Podemos suponer que quien acostumbra asumir esta tediosa responsabilidad es su cuidadora en esos años o, en su defecto, Monica, que es la directora del centro, quien, por lo que se cuenta, es una mujer que no tiene ataduras ni compromisos personales más allá del trabajo y por lo tanto está libre para este tipo de cuestiones.
De todos modos, como sabemos, el St. Clare’s cierra su actividad como casa de acogida, pero a lo largo de estos dos meses, de esa ausencia de las niñas, se aprovecha para cerrar las gestiones del curso que termina y se inician las gestiones para el nuevo curso. Se cierran expedientes de aquellas niñas que se van y se les abre a las que llegan nuevas. Además, es cuando se pueden hacer reparaciones en el edificio, sin afectar a las niñas.
Verano de 1989
La diferencia de este año es que el curso 1988-89 ha supuesto un cambio en las estructuras de la entidad. Se ha dejado de atender bebés y en la casa tan solo se acoge a niñas de edad escolar. Se ha reducido el rango de edad de 3 a 14 años.
Se han marchado las cuidadoras que había, a excepción de Monica y ha llegado Ana para ayudarla, aparte de que se siga contando con la ayuda puntual de las mujeres del barrio que ejercen de voluntarias en el cuidado de las niñas. Se puede pensar que entre estas voluntarias pueda encontrarse alguna de las madres de acogida.
La cuestión es que en esta ocasión, cuando parece que Jessica ya está preparada para eso de «¿Pies, para qué os quiero?» y desaparecer para que no la obliguen a subir al autobús del campamento de verano, porque con ocho años ya tiene edad para acudir, su salvación viene de quien menos se podría esperar.

Ana se interesó por saber qué pasaría conmigo durante esos meses y, en vista de que, ni en contra de mi voluntad, lograrían que me fuera con el autobús del campamento. Aparte de que, por mi comportamiento de aquel curso, el castigo era que no se hubiera admitido, lo cual para mí era un premio, porque no tenía ningún interés. La cuestión es que Ana me propuso que me quedara con ella y no me lo repitió dos veces antes de que aceptase.

Se puede entender que eso de ir al campamento de verano tiene que ser un premio para aquellas que se han portado bien durante el curso. Ocho semanas llenas de actividades al aire libre, para conocer y relacionarse con chicos de su edad.
Si te portas mal, como es lógico, no hay premio. Ni campamento de verano, ni vacaciones, ni leches fritas en vinagre: castigada todo el verano para que escarmientes; que, si el St. Clare’s cierra, a ti te dejan junto al contenedor de la basura.

Sin embargo, como Jessica reconoce, justamente este último curso 1988-89, es en el que peor se ha comportado; para ella ha sido una pesadilla. Ana la ha torturado y ella ha puesto todo su empeño en rebelarse contra ese control. Es decir, que la expectativa más probable es que se suba en el autobús por las malas o la terminen llevando en coche, aunque sea a rastras.
Pero es precisamente Ana quien se ofrece a quedarse como su cuidadora, quien de manera voluntaria renuncia a sus vacaciones y semanas de descanso, porque entiende que su tratamiento, su táctica con Jessica para encauzarla, va por el buen camino y este parón de ocho semanas puede suponer un retroceso, perder toda esa confianza. Se trata de que Jessica empiece a fiarse de la gente, a crear vínculos que le den estabilidad.
Mandarla al campamento este año sería como traicionarla. Tampoco es que esas semanas vayan a ser de placer. Sin embargo, no será lo mismo tener que estar pendiente de quince niñas que de una sola, que además lo necesita.
Origen
- Esperando a mi Daddy. Friday, April 21, 1989
- Reflexiones propias

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