Estudiar en verano

Introducción

Primero he de aclarar que, a pesar del carácter rebelde de Jessica, por eso de ir a su aire y saltarse ciertas normas por llamar la atención, no he considerado que este personaje tuviera como característica ser una mala estudiante, ni ahora que aún es una niña ni más adelante cuando sea mayor. Aunque, por otro lado, tampoco se la presenta como una alumna o estudiante destacada.

Su manía o problema con los estudios va a estar en que evitará cualquier alusión directa a España, como historia, como cultura y como idioma, lo que es saltarse apartados o páginas del libro sin el menor reparo. Si tanto anhela conocer a su padre, debería tener una curiosidad no reprimida por saber de éste, aunque sea de manera indirecta. Sin embargo, Jessica se resiste por un empeño personal, por rebeldía, para llamar la atención.

Si te aburres, estudia.

Ana se ocupaba de que cada día tuviera algo que hacer para que no me aburriera demasiado, tareas que asumía y hacía con la mayor de las alegrías, por ganarme su favor. Eran tareas sencillas y propias para una niña de mi edad, unas veces ejercicios de clase para que repasara y otras excusas que se buscaba para que la ayudase y me quedase a su lado sin la preocupación por si me escapaba. 

Como sabemos, este verano de 1989 Ana se ha quedado como cuidadora de Jessica en el St. Clare’s, debido a que ésta se resiste a ir a ninguna parte, no vaya a ser que durante su ausencia lleguen noticias de su anhelado Daddy e incluso que éste se presente en la puerta reclamando su paternidad. Casi mejor que no se lo tenga que pensar dos veces.

En realidad, el objetivo de Ana, aparte de velar por su bienestar y que Jessica no se quede sola, está en el hecho de no interrumpir lo que podemos considerar ese proceso de madurez o normalización; ese intentar que «este saco de problemas» empiece a parecerse más a esa niña dulce y encantadora que todo el mundo quisiera ver en ella.

Ana, desde su punto de vista profesional, entiende que a Jessica no se le ha prestado la suficiente atención, se le ha concedido excesiva libertad, ha habido mucha permisividad y lo que necesita es que alguien encauce su vida, sus pensamientos, en la buena dirección, pero sin que ello resulte brusco ni una imposición autoritaria. Ha de ser más como convertir un gusano en mariposa, pero que parezca más por mérito propio.

De manera que se le ha terminado eso de hacer lo que le venga en gana mientras esté en la cama a sus horas y no haya que esperar a que se le enfríe la comida porque a «la señorita» se le ha olvidado la hora en que vive y se ha marchado por la puerta sin decirle nada a nadie, para regresar cuando le apetece como si hubiera estado en la guerra. Ya no basta con saber que, por lo menos, sigue viva.

Ahora se trata de que sea un poco más consciente de la realidad, sepa que hay a quien le importa dónde se ha metido, con quién se relaciona y, sobre todo, lo que hace, tanto cuando la observan como cuando anda por ahí pensando que esa falsa sensación de libertad se le queda corta, aunque sea con la excusa de que tan solo se ha escapado para irse a jugar al parque con los niños.

¿El estudiar es un castigo?

Lo que se supone y se plantea en la novela, en la trama, en esta historia de crecimiento personal, es que lo que Ana, en realidad, busca es descubrir un poco más y menos esas pequeñas manías u obsesiones de Jessica. Aprovecha que se han quedado solas y que tiene sobre ella toda su atención, aunque no pueda evitar que en ocasiones Jessica deje aflorar ese espíritu rebelde.

De momento, Jessica no es más que una niña de ocho años, pero curso tras curso las exigencias en los planes de estudio serán más exigentes, por lo que se entiende que debe adquirir unos buenos hábitos en ese sentido, que no basta con acudir a clase, con calentar la silla, para conseguir que la aprueben. Hay que asimilar conocimientos y demostrar un mínimo de interés por aprender.

Sin forzarla y planteado como algo divertido, porque están en verano, en periodo de vacaciones, lo que Ana intenta descubrir son esas deficiencias y limitaciones a las que Jessica se enfrenta cuando se encuentra ante los libros, cómo expresa y se refleja su personalidad, dado que se entiende que no tiene un interruptor que se encienda o apague a capricho. Es Jessica desde que se levanta por la mañana hasta que se despierta al día siguiente, sin hacer distinciones entre días laborables, festivos o vacaciones.

Jessica, 8 años

Jessica colabora.

Como se cuenta en la novela, Jessica demuestra una buena actitud, aunque, como ya sabemos, es poco propensa a confiar en los demás y eso de comportarse como es debido, como le mandan, se puede considerar una derrota, una renuncia a sus sueños y anhelos. Si es buena, van a pensar que se ha olvidado de su Daddy.

Ella es reacia a que le asignen una familia de acogida, como se les busca a las demás niñas del St. Clare’s para que puedan tener una vida un poco más normalizada y se sientan apoyadas. Por lo cual contrasta un poco que con Ana se muestre tan afable y cercana, le demuestre esta confianza sincera y abierta.

Suponemos que se lo toma como un juego, que Jessica es consciente de que necesita de una estabilidad, de alguien que le ofrezca una seguridad, que Ana ha necesitado de todo un curso para ganarse su favor, dado que ha conseguido que Jessica se sienta escuchada, comprendida. Cuestión aparte es que después adopte una actitud de escucha. En cualquier caso, con que no tenga una de sus rabietas es suficiente.

Origen