Introducción
Al llegar al final de las vacaciones de verano, del mes de agosto de 1989, ese «saco de problemas» a quien todo el mundo conoce como Jessica, gracias a la mediación e influencia de Ana, aparte de la lógica madurez que aporta el desarrollo mental y personal, empieza a dejar atrás esa imagen de niña rebelde, aunque no pierda del todo su esencia. Ya se empieza a parecer a una niña normal.
Si la pretensión de Ana fue que al final de aquel verano me convirtiera en una muñeca o en un clon de ella, la verdad es que no hubo demasiados progresos en ese sentido. Me mostré tan cabezota y testaruda como lo había estado a lo largo de todo el curso.
Recordemos que Ana (Ann Josephine Catcher) se incorporó a trabajar como cuidadora/tutora en el St. Clare’s Home for Girls a comienzos de septiembre de 1988, donde se encontró con una niña bastante rebelde con los conocidos y poco afable con los desconocidos. Con sueños tan grandes como sus frustraciones por no verlos cumplidos, una niña que estaba pidiendo a gritos un poco de atención.
Bajo esa apariencia de niña rebelde, lo que había era una niña dulce, ingenua e inocente perdida en su mundo interior que huía de su propia realidad. Una niña que desbordaba dulzura infantil manifestada de una manera un tanto descontrolada.
No era una niña que, por lo general, diera problemas, salvo que se le pidiera algo que le contrariase. En el colegio, como había queja de su comportamiento, ni como tal en su día a día en el St. Clare’s, aparte del hecho de ser una niña que iba un poco a su aire, introvertida y solitaria, poco dada a forjar amistades con otras niñas.


No es un caso perdido
De tal manera que, con mucha paciencia, con observación en su modo de comportarse y sin que ésta se sintiera excesivamente forzada a asumir correcciones, Ana ha ido poco a poco ganándose su confianza y limando su carácter; ha logrado que Jessica reaccione y mejore en la buena dirección, que progrese adecuadamente.
El término o la consideración de «niña problemática» se ha matizado y se ha llegado a la raíz misma del problema, de tal manera que, sin desmentir del todo valoraciones de anteriores tutoras y cuidadoras, Ana ha conseguido una lista un poco más clara y específica de los verdaderos problemas, descartadas aquellas cuestiones que no son más que travesuras de una niña a esta edad.
Se puede entender, así de primeras, que Jessica es una niña que necesita de una cierta estabilidad, sin cambios bruscos en su vida ni en sus circunstancias, de tal manera que lo mejor es excluirla de la posibilidad de buscarle una familia de acogida o de adopción. Mejor no darle motivos para que tenga otra de sus rabietas ni asumir el riesgo de que en ese empeño por esconderse sea peor el problema que causa que aquello de lo que intenta escapar.
Como tampoco se le puede consentir todo, porque un exceso de permisividad o de condescendencia pueden ser perjudiciales para ella, se hace necesario mostrarse firmes con el tema de la ropa. Es indiferente que ella argumente que se intercambian esas prendas con los chicos sin violencia, que es una prenda por otra e incluso como parte de un juego de apuestas o retos inocentes.
Las niñas han de vestir con ropa de niñas, como niñas, no con tales combinaciones de prendas de dudoso origen y gusto que, por muy cómodas que resulten o bien que le queden, en realidad, le dan un aspecto ridículo y le quitan toda la personalidad. Si necesita ropa, aparte del uniforme, mejor que la pida por cauces normales. Ni Monica ni Ana se van a comer a nadie, aunque para caprichos tontos la respuesta vaya a ser que no.

Conviene que se relacione más con niñas de su edad y se olvide de jugar con los chicos, ya sea en el parque o en el patio del colegio. Dado que los niños juegan a juegos de niños y, aunque se muestran afables, no dejan de sentir cierta contrariedad por la participación de una niña. Si quiere participar de esos juegos, mejor cuando haya otras niñas. Que tampoco es cuestión de que se aisle de los niños por norma.
Lo de su recelo hacia todo lo relacionado con España y el idioma español, sin dejar de ser una chiquillada por desconocimiento, causado por su frustración personal, tampoco es algo que se haya de ignorar ni tratar con indiferencia. Es un problema serio que se ha de gestionar como tal. Sin que se sienta presionada, se la ha de animar para que lo supere.

En lo referente a la cuestión de su padre, queda claro que para Jessica es un tema de vital importancia, gestionado de manera inadecuada desde un primer momento, porque ello le ha generado un trauma infantil. Jessica necesita respuestas serias y en serio. Hay que llevarla en el sentido de que tome conciencia de que tal vez su padre nunca vaya a venir a buscarla.
Por otro lado, para intentar subsanar el hecho de que esa falta de noticias o de certezas aumente su frustración, dentro de las posibilidades y medios de que se pueda disponer, convendría solventar esa cuestión, pero sin que ello dé pie a que Jessica se ilusione sin motivo ni necesidad.
Lo que las autoridades y organismos competentes no parecen haber conseguido en ocho años y cuatro meses por medios oficiales tampoco se puede pretender que lo consiga el personal que gestiona una casa de acogida para niñas. Creemos en milagros, pero no en imposibles. Aquí son expertas en cuidar de niñas en edad escolar y no de encontrar padres a partir de pistas de dudosa consistencia.
Ana tiene su teléfono móvil.

Esta es una novela llena de héroes sin capa y a pie de calle, por lo que ya se entiende que la incorporación de Ana a toda esta historia es con toda intención y lo fue desde el primer momento, de manera que es absurdo pensar que su único objetivo va a ser convertir a nuestro «saco de problemas» en una mujer de provecho para el día de mañana, que también.
Origen
- Esperando a mi Daddy. Friday, April 21, 1989
- Reflexiones personales

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