Verano de 1990

Saturday, April 21, 1990

Introducción

Del verano de 1990 no se cuenta nada en la novela, aunque, por lo que da a entender la conversación que Jessica y Ana mantienen en abril, tampoco hay cambios significativos en cuanto a la actitud y el planteamiento de Jessica con respecto a las familias de acogida o el campamento de verano. Ella no quiere moverse del St. Clare’s bajo ningún concepto hasta que su anhelado Daddy aparezca.

Jessica, 9 años

Lo que se puede contar o intuir por lo que Jessica cuenta con posterioridad y que será una constante en sucesivos años, es que Monica y Ana se turnan para quedarse con ella, dado que, como es lógico, tampoco la pueden dejar sola y, dado su actitud, ni se plantean llevársela consigo en sus vacaciones. ¡Soportar a una niña rebelde, irritable y llorona durante las vacaciones es una pesadilla!

Al menos, si se queda en el St. Clare’s, se queda tranquila. Ahora ya se asea sola, de manera que, siendo muy rigurosos, la única tarea es darle de comer y asegurarse de que está en su cama a las horas de dormir. El resto del día se la puede dejar a su aire porque no causa problemas, salvo los típicos de una niña de nueve años. Algo soportable.

Monica

A diferencia de Ana, Monica es una mujer de más edad, con una mentalidad más tradicional y con menos paciencia para aguantar caprichos y tonterías de niñas rebeldes y caprichosas. Es una mujer que representa la autoridad y la seriedad. Mucho más práctica y poco amiga de los avances tecnológicos, aunque agradece la ayuda y valora de manera positiva el trabajo de Ana.

Es una mujer afable, a quien le gusta su trabajo y sabe tratar a las niñas, por lo cual se gana el afecto y el cariño de todas las que pasan por el St. Clare’s. Es quien pone orden y sentido común en sus vidas, pero sin complicarse en exceso. A diferencia de Ana, ésta no tiene ningún «superpoder», más allá de ser quien manda en el St. Clare’s.

Monica es de la que no te deja ir a ninguna parte, ni hacer nada, si antes no has ordenado el dormitorio, pero no vale con hacer lo mínimo para guardar las apariencias; casi prefiere que todo quede como si no fuera necesario que nadie vaya detrás corrigiendo esa dejadez. Sin embargo, también es consciente de que a una niña de nueve años no se le puede exigir igual que a una de trece.

La cuestión es que, mientras cumplas con las normas y no causes problemas, como durante las vacaciones de verano no hay que ir al colegio, te da libertad para que hagas lo que te apetezca para que no la molestes ni la marees con historias. Sin embargo, si te tiene que castigar por el mal comportamiento, tampoco se va a reprimir.

Sus castigos no son tan originales ni educativos como los de Ana. Prefiere que te quedes en tu dormitorio o que escribas no sé cuántas veces eso de «no hay que escaparse del St. Clare’s sin permiso» (You must not escape from St. Clare’s without permission) y cuestiones similares.

Al parque con los niños.

Aprovechando y abusando de esa libertad, de la condescendencia de Monica y de la ausencia de Ana, a pesar del pequeño incidente sufrido con los chicos días antes de su cumpleaños, no abandona su interés por relacionarse con los niños del parque, por participar de sus juegos.

Sigue interesada en que la acepten como si fuera una más y, hasta cierto punto, esto empieza a ser un reto personal para ella porque empieza a ser un poco más objetiva en sus motivaciones y valoraciones, dado que ahora ya no se trata de ir al parque para disfrutar de un rato de libertad y evadirse de su realidad, para crearse la falsa ilusión de que su vida es tan perfecta como la de los niños.

Va al parque a poner en duda sus propias convicciones. Ahora ya empieza a ser un poco más consciente de lo que implica tener este tipo de trato y confianzas con los chicos. De manera que empieza a cuestionarse si para una niña es tan recomendable eso de acatar las reglas de los chicos sin pensar en las consecuencias. Ella es una niña y, aparte de comportarse como tal, se ha de hacer respetar en ese sentido, empezando por ella misma.

Jessica ya es mayor.

Quizás una de las grandes novedades de este verano sea que Jessica ya ha celebrado los sacramentos de la Confesión y la Primera Comunión, lo que se entiende tampoco tiene que ser la única ni la última, que se le ha abierto la puerta a la responsabilidad, a ser un poco más consciente y consecuente con sus actos, que ya no basta con que le llamen la atención en el St. Clare’s o en el colegio.

Ahora ha de tomar conciencia de que, cada cierto tiempo, con la frecuencia que considere, habrá de acudir al confesionario y mantener una charla con uno de los sacerdotes de la parroquia sobre aquello de su vida que, en realidad, le cause un poco de vergüenza comentar de manera tan abierta y sincera. porque sus malos actos no solo son merecedores de castigo, sino también de sincero propósito de enmienda y penitencia.

Que tal vez lo de menos sea que Monica se entere de esas pequeñas travesuras infantiles para matar el aburrimiento o llamar la atención, para no dejarse avasallar por nadie, porque en determinado momento ella haya querido hacer valer su punto de vista, sin atender a las opiniones de los demás ni hacer caso a los buenos consejos y educación recibida.

De hecho, sabemos que eso de ser «buena» o «demasiado buena» en general no es algo que vaya mucho con ella, no es algo que quiera que forme parte de su esencia. Ella necesita ser rebelde, hacerse notar, reivindicar de algún modo que siga sin haber noticias de su Daddy. No se va a rendir ante la adversidad ni ante ese silencio.

Misas de domingo y precepto

Como sabemos, Jessica no es de las que acostumbra a dejar que la atrapen en la iglesia; que durante el curso, la oración de la mañana antes de empezar las clases, si puede, se la salta. Lo malo es que ya conocen sus costumbres y no siempre le dan opción, aparte de que ya es una niña que ha hecho la Primera Comunión y esto empieza a tener más importancia.

Lo que tampoco admite ese escaqueo sistemático es la asistencia a misa. Que si Ana tiene por costumbre acudir a misa diaria, Monica no lo hace con menos convicción, ni siquiera durante las vacaciones de verano que no tiene el inconveniente ni la limitación de cuidar de tantas niñas, tan solo de una. No es obligatorio que la acompañe siempre, tan solo si es preceptivo.

El caso es que cuando Jessica acude a misa, como es lógico, se sabe y se siente controlada, tanto por lo que hace, su comportamiento, como por lo que deja de hacer, teniendo que ser consciente de la importancia y de lo que implica el sacramento de la Comunión, que no vale eso de que entre semana se haya sido «un angelito» y el domingo en misa comportarse como la niña más dulce e inocente del mundo.

Vida de los sacramentos

Es decir, que como tal no hay obligación de comulgar siempre, sobre todo si no se está en condiciones, pero más grave es hacerlo por guardar las apariencias y con el consiguiente riesgo a que acaben llevándote de las orejas al confesionario, por esa falta de respeto.

Si por el sentimiento de culpa o por vergüenza más propia que ajena se convierte en costumbre eso de quedarse sentada en el banco, sin reparo a admitir que lo de «buena chica» no es algo que se refiera a ti, igual puede que termines en el confesionario.

Lo mejor de todo es que a Jessica le precede su fama. Los sacerdotes de la parroquia tampoco son ajenos a la particular personalidad de quienes son del barrio y se acercan por la parroquia o el confesionario; que exista el secreto de confesión no implica que no tengan que escuchar lo que les comenten con el mismo o mayor interés.

Por suerte o por desgracia para ella, su particular manera de ser obliga a quienes tratan con ella a armarse de paciencia, pero todo tiene un límite, sin que se considere una virtud llegar a desear que su padre venga a buscarla o decirle dos cosas bien dichas para quitarle la tontería de encima. Sin embargo, no hay ninguna ganancia personal ni espiritual en acentuar su victimismo.

Origen