Introducción
Ya que Jessica no lo hace o, en todo caso, lo comentará con posterioridad, nos tomaremos la licencia creativa de adelantarnos a sus confidencias y descubrirlo por nosotros mismos, dado que es importante tener en cuenta lo que sucede durante el verano de 1991, lleno de novedades y cambios.
Como ya sabemos, aunque cabe esa posibilidad, y más ahora que Jessica ya ha cumplido los diez años y se supone que tiene la suficiente madurez y autonomía personal para ello, cabría la posibilidad de que este verano sí la hubieran convencido para que asistiera al campamento de verano. Sin embargo, ni siquiera se preocupa por conocer los detalles. Ella no se mueve del St. Clare’s mientras su «Daddy» no venga a recogerla.

Además, como Mónica y Ana, las tutoras, se turnan para quedarse con ella, porque tampoco se la puede dejar sola, este verano vuelve a ser el turno de Ana, por lo que se intuye por adelantado que será un periodo de cambio, de novedades, de esfuerzos por superar sus traumas infantiles, consciente de que serán logros pequeños y que los acontecimientos futuros no son muy alentadores.
Vamos a la playa.
Una de las principales preocupaciones de Ana es que Jessica pierda esa manía o costumbre de escaparse a jugar con los niños del parque. No por la actividad en sí ni siquiera por las compañías que se busca, sino por la actitud de estos y el empeño de ella al esforzarse en sentirse aceptada, sin mostrar el suficiente respeto hacia sí misma. La vida de los chicos no es tan idílica ni el pretender imitarlos sirve para evadirse de su realidad.
Si Jessica quiere y necesita actividades al aire libre, aunque en principio eso de moverse del St. Clare’s no sea negociable, lo que Ana le propone tampoco es una novedad en sentido estricto, pero sí una alternativa que está segura será de su agrado. Con la ventaja de que la distancia será un motivo como para que reprima cualquier iniciativa de repetirlo por su cuenta.

Llegar a la playa desde el St. Clare’s es relativamente fácil, aunque no está exento de complicaciones, que como tal el St. Clare’s Home for Girls tampoco se encuentra en primera ni en segunda línea de playa, pero en coche privado no se tarda más de media hora y en transporte público, con las combinaciones que hay que hacer, tan solo un poco más.
Ante esto se podría esperar que Jessica se negase, porque implica salir del barrio, dejar el St. Clare’s cerrado y sin que nadie se espere a que lleguen noticias de su «Daddy» ni a recibirlo, en caso de que éste se presente en la puerta. Ir a la playa supone una contradicción en sí misma, un riesgo difícil de asumir para una niña con esas ilusiones y obsesiones. Sin embargo, se deja convencer.

Ventajas de la playa
A la playa se va tan solo en días soleados, cuando la climatología es favorable, que no es todos los días, por lo cual tampoco es una actividad que a Jessica le deba agobiar, aunque como tal ella no vaya a querer que amanezca nublado o con amenaza de tormenta. Lo cierto es que ir a la playa le gusta.
Desde la playa se observa el horizonte, el océano, al menos los islotes que cierran la bahía, y uno se puede imaginar lo que hay más allá, al otro lado del océano, de la costa este de los Estados Unidos, en la costa opuesta del océano Atlántico, y que, sin mirar el reloj, por eso de la diferencia horaria, ni en qué costa se encuentran las playas que tiene España. Tal vez a su «Daddy» también le guste eso de ir a la playa.
En la playa puede ser ella misma, sin el juicio ni las reglas de los chicos, porque aunque sea un tema del que a ella no le guste hablar demasiado, Ana tampoco es algo que desconozca del todo, de manera que las visitas a la playa son una manera de que Jessica se encuentre consigo misma y se empiece a valorar, se vea rodeada de extraños y entienda hasta qué punto ha de poner su confianza en los demás.
No es un castigo.
Ir a la playa implica recibir un premio por su buen comportamiento, no un castigo por su rebeldía, aunque igual se podría plantear, dado que en principio debería ser algo a lo que Jessica se negara, pero le encanta disfrutar de esa libertad, pasar un tiempo tomando el sol y disfrutando de las olas.
El castigo, la tortura de este verano y los próximos, será la lectura de textos en español.
En el verano de 1989, el premio por su buen comportamiento era disfrutar de una cierta libertad, pero eso ya no es suficiente, dado que tiene por delante que enfrentarse a la asignatura de Spanish y empezar a ser un poco más sociable con todo el mundo.
Por lo cual Ana cambia su táctica y planteamiento. La libertad está en las visitas a la playa. Pero, si quiere disfrutar de ello, primero habrá de hacer méritos para merecerlo. No será suficiente con portarse bien, sino que tendrá que pasar por la tortura de la lectura en voz alta. Una lectura que al menos no es necesario que sea comprensiva; basta con que lea y cuide la pronunciación.
Origen
- Esperando a mi Daddy. Sunday, April 21, 1991
- Reflexiones personales

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