Introducción

Ana: (Se asoma por la puerta) Me pregunto qué escribes que te veo tan concentrada. —Me dice e interrumpe. —Todos los años por tu cumpleaños te sorprendo con ese cuaderno, como si en un par de hojas resumieras toda tu vida.
Hay ocasiones como esta en la que da la sensación de que los personajes se convierten en cómplices del lector de la novela para resaltar momentos de la vida de Ana, que no es Jessica, como narradora en primera persona, quien deja constancia de sus costumbres ni quien las entra a valorar.
Es cierto que hasta este momento de la novela puede decirse que nos hemos ido enterando de lo que sucede por todo lo que se cuenta en años sucesivos con fecha de 21 de abril. Aunque también sabemos que se habla de acontecimientos anteriores o posteriores a esa fecha, abarca todo el año escolar e incluso con alguna mención a lo que sucede en verano.

En los últimos años, aparte de contarnos su vida, se incluye algún que otro diálogo, pero sí puede decirse que es bastante acertado ese de que el relato de Jessica ocupa tan solo un par de hojas del diario a lo sumo. El resto de lo que se cuenta son acontecimientos de ese día.
Una chica no tan solitaria
Por las palabras de Ana, por lo que ésta quiere dar a entender e interpretar de esta costumbre de Jessica, lo del diario es algo así como compartir confidencias consigo misma, un poner en evidencia que necesita una amiga con quien compartir confidencias de chicas y de adolescentes. Aunque también sabemos que esta costumbre suya es en parte como escribirle una carta a su padre, a su «Daddy», para sentir que este es partícipe de sus vivencias.


Lo cierto es que con Ana tiene bastante confianza y le cuenta casi todo sin cohibirse mucho. Se ha convertido en uno de sus principales apoyos, por no decir el único. Es quien mejor la entiende, la comprende, y se ha convertido en su cómplice, dado que es posible que le consienta, pero por otro lado, también le exija más que al resto.

Ana: Si necesitas que hablemos, ya sabes que basta con que me lo digas. —Me indica. – Aunque ya sé que eres una chica un tanto solitaria y a quien no le gusta que las demás se metan en sus asuntos. —Constata. – De lo contrario, conversarías más con tus compañeras, participarías de sus juegos.
De hecho, leyendo este comienzo de la novela, aunque sea con un tono afable, lo cierto es que da la sensación de que Ana no es alguien que tenga mucha conversación porque todo gira siempre en torno a la misma cuestión: La asignatura de Spanish. Es decir, buscarle las cosquillas a Jessica y ser bastante sincera a la hora de evidenciar sus pequeñas debilidades y defectos.

Ana: Si estudiases y no te saltaras las clases de Spanish, no tendría que buscarte las cosquillas para que estudies aquí a desgana. —Me advierte. – Pero ya todos tenemos asumido que cuando te pones cabezota no hay quien consiga que razones.
Sin embargo, la autoridad de Ana no es impositiva. No es un «porque yo lo digo y punto«. Porque, en tal caso, no habría esa relativa permisividad a que Jessica se considere exenta de asistir a clase de Spanish, donde sabe que le guardan el sitio por si alguna vez se lo piensa dos veces y acude.
Ana siempre adopta una actitud dialogante, poniendo en valor primero todo aquello que convendría que hiciera y no hace, para a continuación mostrarle las consecuencias de sus decisiones y terminar por respaldarla, con la esperanza de que con el paso del tiempo Jessica recapacite y se enmiende.
El coste de «ir a clase»

Ana: No te busques excusas porque sabes que no me las creo. —Me responde. – Lo justo sería que te penalizase cada vez que te saltes las clases. Así tomarías conciencia de lo importante que son las clases y lo mucho que pierdes cuando faltas a alguna. —Me advierte.
En cualquier caso, ya conocemos a Jessica y lo que no le interesa o no le resulta conveniente para mantener esa rebeldía suya y poner en valor su deseo de reunirse con su padre, con su «Daddy», le entra por un oído y le sale por el otro con la misma rapidez y facilidad. En parte porque es consciente de que Ana no siempre amenaza en serio ni en firme. Aunque ello no signifique que su actitud no vaya a tener consecuencias.

Ana: Así aprenderías lo importante que es el estudio y te lo tomarías un poco más en serio. —Me indica. – Como a partir de ahora empezarás a gestionar tu propio dinero, sería una buena manera de que aprendieras que el dinero no crece en los árboles.
La no asistencia a clase, el tener el libro de Spanish como un bulto extraño o un peso muerto en la mochila, por el momento le ha salido muy económico. Tampoco es que le hayan aprobado la asignatura por «su buen comportamiento en clase» (no asiste) o por «su cara bonita» (los profesores tan solo conocen su nombre). Sin embargo, va aprobando porque Ana se ha convertido en su profesora particular. Jessica es una peculiar «homeschooler» de la asignatura de Spanish.
A partir de ahora, Jessica gestionará su propio dinero. No es que en estos años no haya recibido ni un centavo, pero digamos que, debido a su escasa vida social y pocas ganas de moverse del St. Clare’s, no lo ha necesitado de verdad. Le han pagado todos los gastos según han ido surgiendo. Lo del trapicheo con la ropa ha sido su particular manera de conseguir esa autonomía comercial.
Recibirá $40 mensuales ingresados en su cuenta del banco, aunque podrá disponer de un máximo de $13 a la semana para sus gastos. El castigo o la sanción por ese posible mal comportamiento es la privación de ese ingreso mensual, es decir, tener que depender de sus ahorros y que, llegado el momento, de donde no hay tampoco se puede sacar.
Fácil es suponer que, si se la sanciona por no asistir a la clase de Spanish, poco le va a durar la alegría. No consta cuánto suele gastar a la semana, pero es fácil intuir que esta independencia económica implica que ya no vivirá con todos los gastos pagados. El alojamiento y la manutención seguirán a coste cero, pero habrá necesidades que se habrá de subvencionar y sufragar ella misma.
O de pronto le entran unas ganas irrefrenables por ser una alumna de A++++ en la asignatura de Spanish, como para que enmarquen su foto y la cuelguen en las paredes del aula de Spanish como ejemplo de alumna ejemplar, o como se suele decir: va a pasar más hambre que un tonto.

Al final, Jessica no es una chica tan fácil de convencer ni de atemorizar, por lo que Ana asume que no la va a asustar ni hará que reaccione con menciones a sus penurias presentes ni futuras, de manera que no la presionará mucho más con este asunto. Después de todo, aunque sea a su ritmo y por libre, Jessica estudia la asignatura y progresa como el resto, aunque no lo quiera admitir y reniegue de ello.
Origen
- Esperando a mi Daddy. Thursday, April 21, 1994
- Conversación con ChatGPT sobre este pasaje de la novela.
- Reflexiones personales

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