Las chicas son mujeres

Introducción

La tarde del jueves, 21 de abril de 1994, tras una mañana bastante tranquila, como suele ser en el St. Clare’s en estas fechas, nos encontramos con que Jessica sigue escribiendo en su diario. No parece que eche mucho de menos esas escapadas al parque para evadirse de su realidad y evidenciar su rebeldía, sus ganas de ser ella misma sin que la juzguen.

Jessica escribiendo en su diario// Copilot designer

Sin embargo, resulta un poco aventurado deducir que de buenas a primeras se ha olvidado de los chicos o de las razones por las que últimamente no tiene un trato tan amigable con éstos, porque son los primeros que se han percatado de que ella es una chica, que se comporta, actúa y piensa como cualquier otra, tanto para lo bueno como para lo malo.

Es una adolescente de trece años que está en una época de su vida en que siente que está sufriendo esa transformación, madurez física y mental propia de la edad, que, si ya tiene motivos para sentirse un poco perdida consigo misma, el hecho de sentirse señalada y observada por los chicos, que éstos pretendan pasarse de listos con ella, no es algo que ayude demasiado ni le aporte nada positivo a corto plazo. A largo plazo es una lección de vida para saber relacionarse de una manera sana y saludable.

Esta tarde no son los chicos quienes fijan sus ojos en esa zona de mi cuerpo tan característica de las chicas. Esta vez soy yo porque ahora que he cumplido trece años, eso ya no es algo que se disimule con tanta facilidad bajo la ropa. Aunque, según Ana y en vista de los precedentes, diría que tampoco es algo que me haya importado demasiado porque me he lucido delante de los chicos todo lo que éstos han querido e incluso más.

¿Por qué la tienen que mirar los chicos?

Porque sí, Jessica es un poco más consciente de que no todos los chicos la han tratado con la misma consideración; alguno ha pretendido aprovecharse de su ingenuidad, de ese empeño suyo en que, para ser aceptada, para integrarse en sus juegos, debía ponerse a su altura y cohibirse demasiado. Pero todo tiene un límite.

De hecho, aunque todos los chicos del mundo fueran unos inocentes angelitos, a los que no hubiera nada que recriminar en ese sentido, la realidad es que, por muy buena predisposición que hubiera tenido Jessica, aquella ingenua manera de pensar carecía de toda lógica. Ellos son chicos y ella es una chica, de manera que hay cuestiones que con el paso de los años se hacen algo más evidentes.

Es decir que, si los chicos ya la miraban raro por relacionarse con éstos, con esa aparente indiferencia, ahora Jessica es un poco más consciente de los motivos por los que las demás niñas, sus compañeras de clase o del colegio, tampoco la miraban con muy buena cara.

Que, en realidad, no hay ningún problema en mantener una relación de trato y amistad con todo el mundo o en que Jessica buscase esa huida de sí misma al participar de sus juegos, pero ha de hacerse con la mentalidad correcta, entendiendo que el respeto y la dignidad empiezan por una misma. Sobre todo, teniendo claro por qué se acercaba a los chicos.

No es una chica 10.

Esto también nos ayuda a entender mejor la percepción que Jessica tiene de sí misma y cómo entiende que la valoran los demás por esas primeras impresiones, en las que lo que se ve de lejos no siempre es lo que se ve de cerca, como tampoco tiene demasiado sentido pensar que las chicas son como ejemplares sacados de una fotocopiadora. No hay dos iguales.

Jessica se considera o define más como una chica alta y delgada, que su fisionomía es como un reflejo de ese conocimiento o aprendizaje del español, de la asignatura de Spanish, como si esa calificación estuviera relacionada con su desarrollo personal, de tal manera que ella es de las que se definen como «I don’t speak Spanish», pero la aprueban por su cara bonita o porque se le permite hacer trampas en los exámenes, sin que ella los considere ni trate como tales.

Lo cierto es que es una chica con una baja autoestima. Le pesa demasiado el hecho de haber sido abandonada por su madre al nacer y que, después de todos estos años, aún siga sin haber noticias de su padre, siga sin recibir ese cariño y amor paternal que le correspondería si se hubiera criado con él.

Por lo cual se la puede considerar como una chica con pocas aspiraciones de destacar, de que se fijen en ella, sobre todo porque convertirse en ese centro de atención social implica exponerse al juicio de los demás. De tal manera que, como si se tratase de una crítica social, si no destaca por sus virtudes, lo hará por sus defectos.

De momento y como algo que arrastrará durante algún tiempo, Jessica se siente demasiado señalada, vista como una chica débil e insegura, la víctima de bromas y comentarios de no muy buen gusto. Es decir, el hecho de no ser una chica que destaque por su aspecto, por su físico. Desde su punto de vista, acentúa aún más que no se la valore.

Le costará, pero, como dijimos al comienzo de esta serie de reflexiones, tendrá que ponerse su «disfraz de supergirl» y sacar esa seguridad y confianza que reprime. Aunque no aspire a tener un espíritu de liderazgo, tan solo que la dejen tranquila.

Disfrazada de «super girl»

Origen