Introducción
Monday, October 10, 1994 (10:00 am)
De momento Ana me ha dicho que no me fíe demasiado de mi buena suerte, porque el St. Clare’s tiene sus normas y los gestores no suelen hacer excepciones, salvo en casos muy justificados. De momento, me temo que mi cabezonería no es razón suficiente como para que me tengan en cuenta, pero Ana me dice que es preferible que no haga méritos para que me echen antes de tiempo.
En esta parte de la novela, de la historia, hay unas personas a las que podemos considerar que son «los que mandan» en la institución del St. Clare’s, quienes tienen la última palabra en cuanto al futuro de las niñas, quienes hacen que se cumplan las normas y toman las decisiones importantes en última instancia.
Como sabemos, porque es algo que se ha recalcado y se recalca en la novela, tanto el «St. Clare’s Home for Girls» como el colegio dependen administrativamente de la parroquia. No son instituciones aisladas ni autónomas. Existe una estructura, una jerarquía organizativa. De manera que la capacidad de decisión de Monica o Ana, como tutoras, está condicionada por instancias superiores.
Según la jerarquía eclesiástica, por eso de ser una institución católica dependiente de la parroquia, en el escalafón más alto se encuentra el Papa, en Roma, aunque es un poco pretencioso pensar que éste vaya a estar tan pendiente de las cuestiones de una casa de acogida como esta y menos de uno de los problemas particulares de una adolescente como es Jessica.

El teléfono blanco
Por mucho que nos creamos eso de que, gracias a su teléfono móvil, Ana puede tener comunicación directa con todo el mundo, hay números a los que no puede llamar así, sin más, por muy grave que sea la cuestión, cuando se ha de seguir un protocolo y que lo que a unos les parece un mundo, otros lo consideran irrelevante.
Además, está el problema de la diferencia horaria y que Ana tampoco es alguien tan importante. Se entiende que cuanto más alta sea la responsabilidad de la persona a quien haya de llamar, mayores serán los filtros que haya de sortear. Aparte que tampoco es que sea muy correcto eso de que Ana pase por delante de todo el mundo, de sus superiores más inmediatos.
A Jessica sí le haría ilusión eso de que, al igual que por medio de la televisión vía satélite, hay una línea directa con el canal de televisión del Vaticano, por la que se reciben noticias del Papa casi en directo; con el teléfono pudiera suceder lo mismo: una línea directa con el teléfono del despacho del Papa e incluso con su teléfono personal. Se trata de Ana y su «superpoder«.

Jessica se quiere quedar.
La cuestión es que, mientras siga sin haber noticias del padre de Jessica, de su «Daddy», a ella le gustaría quedarse, que se hiciera con ella una excepción. considerando que es el único hogar que ha tenido, conocido. Sin embargo, las normas de la institución son claras en ese sentido y, una vez que termine el curso, habrá de trasladarse a una casa de acogida que le permita el acceso a estudiar Secundaria, a un high school.
En su contra, lo cierto es que lo tiene casi todo, en particular el hecho de temer que este exceso de permisividad, de concesiones, a la larga puede ser un problema, más que una solución.
Ya se le está consintiendo en exceso por eso de faltar a las clases de la asignatura de Spanish e ir aprobando más por la buena consideración de Ana que por los méritos evaluables de Jessica. Hay progresos, pero no en el sentido de que se normalice su situación ni su actitud. Su integración en la vida académica no termina de completarse y su expediente flaquea en ese sentido.
Aparte de que con eso de que Jessica se plantea su estancia en el St. Clare’s casi como una fortaleza de la que no habrá terremoto que la saque, ceder ante esta petición conlleva hacer que se reafirme en sus obsesiones y traumas, cuando por otro lado tampoco hay una justificación que la respalde. No se han recibido noticias del padre ni evidencia de que éste sea alguien real o tenga interés por esa paternidad.
Presupuesto limitado

Queda claro que el St. Clare’s Home for Girls, como institución sin ánimo de lucro, se ha de ajustar a un presupuesto, que dista bastante de ofrecer a las niñas que viven allí un bienestar de lujo y derroche del que, con un pequeño reajuste, pudiera tener cabida para una boca más que alimentar, que ya no sería una niña, sino una adolescente, con necesidades acordes a su edad.
El St. Clare’s depende en gran medida de la generosidad de la gente del barrio, aparte de lo recaudado por la parroquia, dado que la colecta dominical se ha de distribuir entre todas las actividades sociales y humanitarias que se atienden, aparte de cubrir gastos. Se entiende que este es un barrio de clase media donde tampoco se pueden apretar más las economías familiares, por mucho que haya un grupo de quince niñas que requiera de esa ayuda.
La parroquia vive para el barrio y no al revés. Quienes acuden a la parroquia confían en que se hace una correcta gestión y administración de esas donaciones voluntarias y desinteresadas. No es un negocio para enriquecer ni empobrecer a nadie. De hecho, se asume que, si alguien necesita de la ayuda de la parroquia, tiene la puerta abierta.
No hay dinero para caprichos tontos, de manera que lo de Jessica se podría llegar a calificar como tal, mientras no se argumente lo contrario. Tan solo es una niña, una adolescente que se resiste al cambio, con apego a este lugar, aunque por otro lado reniegue de ello, porque su sueño sería que su padre la viniera a buscar.
Motivos para el óptimo
Ana mantiene esas gestiones para intentar localizar al padre de Jessica; aún no ha desistido, a pesar de que da la sensación de que no hay resultados positivos al respecto, que es como buscar una aguja en un pajar o por todo el universo, cuando su atención está centrada en su trabajo en el St. Clare’s y en ocuparse de los conflictos de Jessica, junto con los de las demás.
Al menos, si nos atenemos a lo que sabemos hasta ahora, aunque Jessica no parezca ser consciente de ello, Ana ha conseguido averiguar dónde se encuentra Toledo, que al menos esa pista, ese dato sobre el padre de Jessica, tiene una cierta consistencia. Hay un lugar en el mundo, dentro de los límites geopolíticos de España, llamado «Toledo».
Según costumbre centenaria, los sábados por la tarde se cantaba en La Iglesia de San Lucas una salve a la Virgen de La Esperanza.
Leyenda de don Diego de Salve. (Iglesia de San Lucas, Toledo)

¿Será suficiente?
No conocemos quiénes son en realidad los verdaderos gestores del St. Clare’s como para confiar en que el hecho de saber que Ana ha localizado Toledo vaya a ser suficiente motivo como para que quieran ser considerados con Jessica y concederle esta excepción.
Lo que sí sabemos es que Jessica parece no ser consciente de que Ana ha conseguido un gran avance en esa búsqueda, acotado a esta histórica ciudad de España llena de historia y de leyendas. Que no se trata de cuatro casas mal contadas, perdidas y olvidadas en medio de la cordillera más inhóspita y recóndita del país. Es un lugar civilizado, adonde se asume que ya ha llegado, al menos, la comunicación vía telefónica.
La invención del teléfono móvil y la localización de Toledo como una ciudad en la que se presupone que funcionan los servicios de la administración pública local, autonómica y nacional, con quienes se pueden hacer gestiones de índole internacional para localizar al padre de Jessica, tal vez convenzan a los gestores del St. Clare’s, siempre y cuando ello no vaya en perjuicio de las demás niñas ni resulte perjudicial para el trabajo para el que Ana fue contratada.
Origen
- Esperando a mi Daddy. Monday, October 10, 1994.docx
- Reflexiones personales

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