Introducción
Monday, November 21, 1994 (09:00 PM)
Habíamos dejado a Jodie y Jessica con la planificación de una «escapada» del St. Clare’s, si se puede considerar como tal salir al porche, dado que tampoco es que se hubieran planteado ir mucho más lejos. En «el St. Clare’s Home for Girls» nadie vive ninguna pesadilla ni pesadilla tan terrible que sienta el irreprimible impulso de huir, de desaparecer y alejarse de la tutela bajo la que se encuentran.

Aparte de que no se encuentra en una zona aislada ni apartada de todo el mundo, sino junto a una de las transversales más importantes del barrio, como ya sabemos, a pocos metros (pies) del colegio y la parroquia. Por esta calle de doble sentido hay bastante tráfico, sin que este edificio sea de los que destaquen a simple vista por nada en particular.
La idea de esta «escapada» es porque Jodie quiere vivir en primera persona la experiencia de salir del edificio sin permiso. Sabemos que Jessica tiene más de la debida, casi tanto como escarmiento, pero en ese intento por agradar, por sentirse integrada, se vuelve demasiado manipulable o, en todo caso, no se reprime.

Jodie: Salgamos al porche por lo menos. – Me insiste. —Si nos descubren, les diré que ha sido por mi culpa, que yo te he provocado.
Cuando participaba en los juegos de los chicos del parque, éstos, en ocasiones, también encontraban la manera de ponerla en una tesitura complicada. Para jugar debía hacerlo según sus normas y olvidarse en parte de la prudencia y vergüenza habitual en las chicas. Se dejó convencer hasta que la madurez y los consejos al respecto le dieron a entender dónde estaba el límite de lo correcto.
Con Jodie tan solo se trata de salir al porche, a la puerta. Lo que va a ser poner un pie más allá del umbral de la puerta principal, sin que ninguna de las tutoras ni de las voluntarias que les ayuden las descubra. Se trata de comprobar sin situ que se pueden mover por la casa con tal sigilo, pasando tan desapercibidas que nadie se llegue a enterar de esta pequeña travesura.
Están a finales de noviembre, en pleno otoño, en la costa noreste de los Estados Unidos. Aparte de que a estas horas de la tarde se supone que ya ha anochecido, por lo que no tiene ninguna lógica que a ninguna de las niñas se les pase por la cabeza una ocurrencia como ésta, aunque siempre haya que esperar lo inesperado.
Hace frío. La oscuridad predominante se rompe por la luz de las farolas y los focos de los coches que circulan por la calle, e incluso por la luz procedente de las casas vecinas. Por muy tranquilo que piensen que puede ser el barrio, no son horas para que haya niñas tan jóvenes solas por ahí, sin la supervisión y el acompañamiento de un adulto responsable.
El colmo de su osadía es que está lloviendo. No sabemos si mucho o poco, pero sí lo suficiente como para considerar injustificado que necesiten poner un pie en la calle, dado que esa puerta principal tampoco se ha colocado ahí por gusto del arquitecto o de quien hiciera la obra, ni siquiera por parte de quien vendió o cedió el edificio para que fuera una casa de acogida.
La puerta se cierra por seguridad frente a los intrusos y frente a la climatología, para que no entren ladrones, y en lo posible tampoco agentes infecciosos que supongan un peligro para la salud de las niñas. Por lo cual, si ellas se dedican a entrar y salir al libre albedrío, de nada sirve que haya una puerta. Entra el frío, entran los ladrones, mientras se escapan el calor, la salud y el presupuesto.

Las pillaron.
En la novela no se relata esta «aventura». Con la conversación previa que mantienen en el dormitorio, resulta fácil hacerse una idea de cómo se desarrollan los acontecimientos y que ese planteamiento final tiene pocas probabilidades de éxito.
Mientras se supone que las demás niñas están centradas en sus juegos o estudios, disfrutan y aprovechan la seguridad y el calor que les proporciona la casa; los adultos, las mujeres, controlan o se dedican a preparar la cena. Todo está en calma y, en principio, nada parece que vaya a alterar esta tranquilidad, que a este par de adolescentes se les vaya a pasar por la cabeza una ocurrencia como ella y ponerla en práctica.
La cuestión es que esta pequeña aventura no termina bien porque lo siguiente que sabemos de ellas es que Monica las ha llamado a su despacho, se supone que después de cenar y porque lo sucedido se considera lo bastante grave como para que no se quiera dejar pasar. Jessica es reincidente y Jodie, si no una chica influenciable por otra sin carisma, es una mala influencia.

Monica: Ahora, si me hacéis el favor, que alguna de las dos me diga quién es más tonta. – Nos pregunta a las dos y por el gesto de su cara no bromea.
Al menos Jodie es sincera y asume toda la culpa. Ella ha sido la incitadora, sin que haya actuado con maldad, más bien, queriendo sacar partido y provecho de que Jessica se muestre mucho más afable y cómplice, en vez de como la chica solitaria de siempre; como queriendo demostrar que el hecho de que la hayan mandado al trastero no ha sido por aislarla del grupo.

Jodie: La culpa es mía. – Dice tal y como se comprometió para convencerme. – Tan solo salíamos al porche. No íbamos a ninguna parte. Era hora de cenar y queríamos ver cómo llovía. – Argumenta como alegato.
Monica se cree este acto de sinceridad a medias, porque la reprimenda es para ambas, a una por pasarse de lista y a la otra por no dar muestras de haber escarmentado de las experiencias pasadas, de las charlas y advertencias mantenidas al respecto. Eso de escaparse sin permiso no se admite bajo ningún concepto y menos aún sirve para dar malos ejemplos.

Monica: ¿Esperáis que me ría? —pregunta. – ¡Qué Jessica haga este tipo de tonterías ya casi es una mala costumbre que poco a poco queda en el olvido, para tranquilidad de todo el mundo! —replica. – Pero lo último que me esperaba es que tú la provocases.
Consecuencias
Como no hay travesura sin consecuencias, ya sabemos que todo mal comportamiento conlleva restricción económica hasta que acudan a confesarse, pero que sea de verdad. Esta vez a Monica se le ocurre proponerles algo un poco más original, que la reprimenda no se quede en una simple llamada de atención para que dejen de creerse tan listas. Tener más edad no implica haber cumplido más años, sino adquirido más experiencia.

Monica: Pues, si tanto os gusta esto de salir al porche por la noche, supongo que hay una solución muy clara. —Nos dice en tono amenazante. – Subís a vuestra habitación, os ponéis el pijama y salís al porche. – Nos propone y ordena. – Cuando hayáis disfrutado de la lluvia, entráis y os vais a la cama.
Es decir, que dado que tienen ganas de pasarse de listas, de osadas, Monica les ofrece la posibilidad de que sean consecuentes, consciente de que llueve, hace frío y no son horas de que haya un par de adolescentes a la intemperie a esas horas de la tarde/noche.
Entendemos que la idea original de Jodie no era verse en esta tesitura, que pretendían salir abrigadas y plantearse esta escapada como si hubieran salido a dar un paseo bajo la lluvia, aunque no hubieran ido más allá del primer escalón. En cambio, lo que Monica les propone es poco menos que salgan a la calle como si se fueran a meter en la cama y demuestren lo que son capaces de aguantar, aunque de igual modo sin moverse del primer escalón de la entrada.

Origen
- Esperando a mi Daddy. Monday, November 21, 1994.docx
- Reflexiones personales

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