Introducción
Monday, November 21, 1994 (10:00 PM)
En la novela no se dice cuánto se alargó este peculiar castigo, este tener que estar en el porche a esas horas de la noche, soportando el frío, la humedad ambiente y el hecho de encontrarse con la puerta cerrada para volver a entrar. Podemos intuir que no demasiado, aunque hubiera tiempo para hacer el test de esa revista y descubrir un poco más la personalidad o psicología de Jessica desde un punto de vista menos profesional.
Las tutoras del internado tampoco son tan desconsideradas como para consentir que dos de las niñas enfermen de manera consciente, por mucho que quieran darles una lección como escarmiento de cara a futuras ocurrencias o travesuras. Es decir, que imponen su autoridad, pero sin poner en riesgo la salud, la integridad ni la vida de nadie.
Los castigos, porque han de llamarles la atención cuando su comportamiento no se ajusta a lo esperado, como ya hemos dicho, es más en el sentido de que les duela el bolsillo. No reciben la asignación semanal, aparte de asignarles algunas tareas domésticas de las que habitualmente no se hacen responsables, para que entiendan ese sentido de la responsabilidad.
El verdadero castigo, si lo queremos considerar así, es el hecho de tener que acudir al sacramento de la confesión. Por todo lo que implica en cuanto a asumir la culpa, tomar consciencia del perjuicio causado a los demás y a ellas mismas; que haya un propósito de enmienda. Lo bueno es que, a diferencia de Ana o Monica, los sacerdotes suelen ser mucho más benévolos con la penitencia impuesta.
Sin remordimiento
La cuestión es que este par de adolescentes no parecen muy arrepentidas ni afectadas por el hecho de verse en la calle ni por la causa que les ha llevado a verse en esta tesitura. Diría, más bien, que están de lo más relajadas. sin darle excesiva importancia ni tomárselo en serio, como un momento para recapacitar con respecto a su comportamiento. En cuanto les permitan la entrada, se irán a dormir como si no hubiera pasado nada.


Se lo plantean más como un momento de complicidad entre adolescentes. Como ya he dicho, Jodie se ha traído una revista con idea de distraerse, de mantenerse ocupada y tener algo que compartir con Jessica mientras esperan a que termine el castigo.
No hay motivo para el agobio. Monica y Ana se pueden poner serias, pero el asunto no pasará a mayores. Se sobreentiende que esperan que la experiencia les haga recapacitar, que no se lo tomen como un juego y menos aún a broma. Escaparse del St. Clare’s sin permiso no es algo que les vaya a aportar nada bueno ni positivo, aunque su intención tan solo fuera demostrar que podían salir sin ser vistas y aprovechando esa supuesta falta de control.
Monica espera que tomen conciencia de lo que supone verse desamparadas, que actúen sin pensar y sin preocuparse por las consecuencias. El mundo, la realidad, no es tan «happy flower» como se han pensado. El mundo es peligroso y, aunque no lo sea, mejor que no se confíen. Ellas son un par de adolescentes demasiado inocentes e ingenuas. Al menos es mejor considerar que lo son.

Conocer a Jessica y no a Daddy
Jessica, en cierto modo, se deja condicionar e influenciar por Jodie, se olvida de sus habituales agobios y esta vez no siente que su mundo se le venga encima, sin que ella pueda controlarlo.
Jodie tiene interés en descubrir y conocer un poco más esa nueva faceta de Jessica, como una chica más centrada, más madura, frente al concepto que hasta ahora se había formado de ella. Intenta intentar y evidenciar su interés por una compañera con quien hasta ahora ha tenido trato por compartir dormitorio, pero que se ha mostrado un tanto reservada.
Todo eso que hasta ahora parecía algo tan negativo o poco recomendable del comportamiento de Jessica, que se intenta corregir, a Jodie parece despertarle la curiosidad. Jessica es una chica que sabe cómo escaparse del St. Clare’s sin que nadie la frene; que tiene una extraña complicidad con los chicos por eso del trapicheo con la ropa; que se salta las clases de Spanish sin que nadie le reprenda.
Es decir, que si Jessica siente una reprimida curiosidad por saber de su padre, a quien no conoce y de quien apenas sabe nada. Jodie encuentra más motivación en interrogar a Jessica, aunque hasta ahora haya sido una chica que se ha marginado y a quien las demás chicas han excluido por sus rarezas.
A Jodie no le interesa saber del padre de Jessica, de su «Daddy», porque tampoco hay ninguna certeza de que se trate de alguien real. Se lo plantea más como una fantasía y desde ese punto de vista, no aporta nada a su vida. Daddy tan solo es la causa por la que Jessica actúa de esa manera. Sin embargo, no tiene nada de especial porque cada chica tiene sus motivaciones y locuras para actuar como lo hace.
Origen
- Esperando a mi Daddy. Monday, November 21, 1994.docx
- Reflexiones personales

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