En vista de que me cruzo de brazos, agacho la cabeza, me siento en el borde de la cama y respondo con una actitud desafiante a sus amenazas, pasa de las palabras a los hechos, saca mi maleta del armario, la abre sobre la cama y mete en ésta lo que le parece, sin preocuparse por nada.
Porque sí, porque, aunque no quiera saberlo ni sea necesario, dispongo de una maleta que nunca he tenido la necesidad de usar y que tan solo sirve para ocupar un espacio vacío en el armario, para que el aspecto de éste no parezca tan desolador cuando se abren las puertas, dado que mis pertenencias son pocas, aunque mis sueños y necesidades sean tantos que necesitaría un rascacielos entero para darles cabida.
Ana: ¡Tú lo has querido! —Amenaza. —Que te conste que te he avisado y te lo he pedido por las buenas. —Dice para justificarse ante su proceder.
Ana: Well, you asked for this! Understand that I have warned to you, and I have asked nicely.”
¿Cómo se hace una maleta?
Primero hay que tener en cuenta que disponen de poco tiempo. Hay prisa porque el taxi que viene a recogerlas tardará poco en presentarse en la puerta. Sobre todo, su urgencia se debe a la hora límite en que se supone que se permite el embarque en el avión. Es decir, la maleta ya debería estar lista desde hace cuatro meses, no aún guardada en el armario.
Segundo, hay que tener en cuenta la poca y nula cooperación de Jessica en ese sentido, sin ninguna gana de que se prepare esa maleta ni que se saquen sus pertenencias del armario, o lo que es lo mismo, que se le prive de la más mínima oportunidad de que su padre, su «Daddy», acuda al St. Clare’s y la encuentre allí. Si no están sus pertenencias, se entiende que ella tampoco.
Tercero, debido a su actitud, aunque Ana se muestre afable y comprensiva con esta rebeldía, uno se puede imaginar que en su interior hay un ataque de frustración reprimida, puro nerviosismo, porque si tenía previsto que estuviera lista en una hora, media hora después de presentarse en el dormitorio, la situación no ha mejorado ni avanzado en nada.
Cuarto, en vista de la situación, parece que lo más fácil y recomendable para resolver esta situación es tomar a Jessica de la mano, subirla a rastras en el taxi y, una vez lleguen a su destino, confiar en que a lo largo de las dos semanas que vayan a permanecer allí, se encontrarán con alguna tienda abierta, sobre todo que a Jessica se le habrá pasado la tontería y empezará a actuar con un poco más de sentido común, no como una adolescente enrocada en sus obsesiones.
¿Qué hay en el armario?
En realidad, debido a lo ajustado del presupuesto del St. Clare’s Home for Girls y a que Jessica ya es una adolescente de 14 años, depende en gran medida de la generosidad y el altruismo de los vecinos; que Jessica ya es una muchacha que supera la edad límite de estar allí. Eso de encontrar algo de provecho en ese armario nos debería parecer la clara evidencia de que lo del trapicheo con la ropa de los chicos no es algo tan lejano en el tiempo.
De todos modos, hasta el día de hoy, hasta esta mañana, en que se puede considerar que el curso 94/95 ha finalizado oficialmente a todos los efectos, las necesidades y la mantención de Jessica ha estado incluida dentro de ese presupuesto, como una exigencia, de manera que tampoco es que su vestuario se haya limitado al uniforme.
Una chica que lleva catorce años, dos meses y dos días, la edad que tiene, sin querer ir a ninguna parte, tampoco tiene motivos para sentirse muy exigente con el tema del vestuario. Lo único es que cumple con la obligación de ir al colegio, cumplir con las obligaciones con la parroquia, acercarse esporádicamente a la playa durante el verano y, en general, parecer una chica de su edad.
Ante ese panorama tan poco alentador, parece justificado eso de pensar que Jessica no necesita de una maleta. ¿Para qué? Con que se vaya con lo puesto ya deja el armario vacío. Con la hora que Ana se ha dado para preparar la maleta, le sobran cincuenta y nueve minutos. En un minuto y de un primer vistazo te cercioras de que no hay nada que recoger.
El bikini azul
Frente al pesimismo de Jessica, a sus argumentos en contra de todo lo que sea dejar el dormitorio, ante esa falta de interés y colaboración, la actitud de Ana, al menos en la intención, el contraste es más que evidente.
La calma y la tranquilidad con las que Ana se plantea esta situación le permiten ser mucho más objetiva en sus valoraciones. Ve el armario medio lleno y, aparte de ropa de provecho, que entiende que a Jessica le sienta bien y se puede poner de cara al verano, aunque no tenga intención de alejarse mucho del St. Clare’s, aunque sí de los chicos.
Ana: [Me muestra un bikini azul]. ¿Te llevas el traje de baño, o estarás de morros las dos semanas? —me pregunta con su cordialidad habitual. (Me mira mientras espera una respuesta.) Supondré que algún día te animarás. —Dice en respuesta a mi silencio.
Ana: [She shows me a blue bikini]. Are you taking the swimsuit, or will you be sulking for the next two weeks? – She asks me with her usual cordiality. (She looks at me while waiting for an answer) – I suppose you’ll get around to it someday. – She says in response to my silence.
Ese bikini azul seguro que no ha salido del trapicheo de la ropa con los chicos. Sí, entre las pertenencias de Jessica hay un bikini azul, se entiende que de su talla y de su gusto. Es la evidencia de que esta adolescente enfadada con el mundo, escondida en su mundo interior, tiene interés y curiosidad por los trajes de baño. Sabemos que le gusta que la lleven a la playa.
¿Metemos el bikini en la maleta?
Ya le ha advertido con anterioridad que si se va a pasar enfurruñada las dos semanas que dure el viaje, aunque vaya a tener una piscina cerca de la casa donde se alojen, no le iba a permitir que se acercara. ¿Entonces? Con el bikini, quizá haya una mínima posibilidad de que Jessica se anime o que Ana se muestre menos restrictiva al respecto.
Sin el bikini, ya se asume que la prohibición será completa y no admitirá excepciones en ningún caso, salvo que subsanen esa pequeña deficiencia en el equipaje.
Ana ha hablado de la presencia de la piscina, no de establecimientos comerciales ni tampoco de a cuánto ascenderá el coste del viaje para las dos. Un bikini en la maleta supone un ahorro, o un gasto menos del que preocuparse.
Jessica en la playa
Lo que está claro es que Ana confía en que este enfurruñamiento por parte de Jessica sea algo pasajero, debido a lo repentino del cambio de planes, y que, una vez se haya recuperado del susto y entienda que tiene la oportunidad de vivir una nueva experiencia, se animará.
No irán a la playa, pero tendrán la piscina cerca.
No se quedarán en la casa, pero se evitarán tener que aguantar la molestia de los albañiles.
No estarán tan pendientes de la llegada ni de las noticias del padre de Jessica, de su «Daddy», pero cambiarán de ambiente.
No comenzarán las vacaciones como Jessica esperaba, pero lo que importa es cómo terminen. El «dónde» será el St. Clare’s porque será una ausencia de solo dos semanas.
No será como siempre, pero tendrá algo que contar cuando termine el verano y le pregunten qué ha estado haciendo.
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