Saturday, June 24, 1995. Salida de la terminal del aeropuerto (09:50 AM)
Introducción
Por fin Jessica tiene la oportunidad de conocer en persona a los amigos de Ana, a esa pareja de la que, hasta que no emprendieron este viaje, no había oído hablar, ni aunque se hubiera dejado llevar por la curiosidad de meterse en conversaciones que fueran de su incumbencia. Existen. Son de verdad.
Estos, al igual que Ana, por lo que le ha confesado, también son amigos del Papa, pero a diferencia de ella, no llevan teléfonos móviles y así es complicado presuponer que en su agenda de contactos, tengan su número o se hayan llegado a plantear tener una línea directa y abierta con el Papa. Incluso es posible que ni siquiera les vayan a devolver la llamada, si dejan el aviso.



—Hola. – Les saluda en español. —¡Ya estamos aquí! —exclama aliviada.
Son ellos, porque Ana no tiene reparo en saludarles con total cordialidad y afinidad, con la confianza de quien se sabe entre amigos, sin que el tiempo y la distancia hayan hecho mella en su relación, más cuando Ana ya ha comentado que al último Encuentro Mundial de Jóvenes con el Papa ella no pudo acudir, se entiende que por cuestión de fechas y de trabajo. Es lo que tiene ser una de las educadoras del St. Clare’s durante el calendario escolar. Habla en español con estos amigos con la misma naturalidad que en inglés local con la gente del barrio.
Como ya sabemos que están en un país donde la costumbre y lo habitual es hablar en español, Ana les saluda así con toda confianza. Evidencia que su soltura con este idioma no es tan solo por un requisito en su trabajo como educadora, ni porque de algún modo haya que contrarrestar la postura reticente de Jessica.

– Hola, Ann. —Les devuelve el saludo y llama por su nombre en inglés. —Bienvenidas, ¿qué tal el vuelo? —les pregunta.
Sonia corresponde a su saludo en español, pero con el matiz de que se refiere a ésta por su nombre en inglés. Como si, a diferencia de la exigencia que Ana puso desde su llegada al St. Clare’s, en el resto del mundo, del universo conocido, esa regla no se tuviera que cumplir. Los amigos la conocen como Ann Josephine Catcher (Ann, para los amigos). En el St. Clare’s tan solo es «Ana».
En realidad, esa misma confianza y naturalidad de Sonia con Ana se pone de manifiesto al intentar saludar a Jessica, para que esta no se sienta ignorada, sino esperada y bienvenida, como si frente al previsible rechazo de esta al trato con gente extraña, Sonia pretendiera ganarse su confianza y hacerla sentir un poco más cómoda.

– Welcome, Jessica. I am nice to meet you. He is Carlos. He is my husband. My name is Sonia Martín. Welcome to my country.
Sonia le habla directamente en inglés, como si ya supiera de antemano que Jessica es de las de «I don’t speak Spanish», que ni lo intentes porque no te escucho y menos aún te entiendo; de las que sí han aprobado esa asignatura a lo largo de los últimos años, ha sido más por el empeño de Ana que por sus méritos y esfuerzos dignos de mención. Jessica es de las que sabe más español de lo que supone y quiere reconocer, porque es su única táctica para mantener latente ese anhelo por el cariño paterno.
Lo llamativo es que quien acompaña a Sonia, tan solo es Carlos, su marido, un hombre y una presencia que dan la impresión de que están ahí porque alguien tiene que hacer bulto o hacerle compañía, en quien no hace falta que Jessica se fije demasiado. Lo puede ignorar sin ningún remordimiento, tampoco hay ninguna necesidad de que se esfuerce por ganarse su confianza. Tan solo es «Carlos».

En cambio, ella no es tan solo Sonia, es «Sonia Martín». Es quien la recibe y le da Jessica un recibimiento y una bienvenida formal; quien espera que se llegue a sentir como en casa, aunque se encuentre fuera de su ambiente y entorno. En «Sonia Martín» sí se puede confiar sin fisuras, que cuando por algún motivo Jessica no pueda recurrir a Ana, porque se haya ausentado, no tenga reparo en acudir a ella.
Habla con desconocidos.
Lo habitual y lo esperado en estas circunstancias es que Jessica quiera y necesite desaparecer, sobre todo ante el riesgo y el temor de que esta pareja tenga otras expectativas e intenciones más allá de ser anfitriones y amigos de Ana, después de que hayan conocido y coincidido en esos Encuentros Mundiales con el Papa, aunque este reencuentro se produzca al margen de todo eso.
Hasta ahora, las referencias y recomendaciones que ha recibido Jessica de quienes aspiraban a convertirse en familias de acogida o adoptantes han venido por las gestiones realizadas por parte del St. Clare’s o alguna otra institución de esa índole preocupada por buscarles un buen hogar a niñas procedentes de abandonos o familias desestructuradas. Esta vez la mención que más se repite es «el Papa», como alguien cercano.
Quien se siente fuera de su entorno es Jessica, a quien Ana ha llevado hasta allí un tanto forzada y sin que hayan quedado demasiado claras las razones, aunque existe la firme promesa de regresar al St. Clare’s en dos semanas y que estas vacaciones se queden como una simple experiencia sin más trascendencia. Sin embargo, vistos los precedentes de las últimas veinticuatro o dieciocho horas, no está claro que pensar.

—Hi. –Le devuelvo el saludo con timidez.
El saludo de Jessica es una manera de romper el hielo, de resignación, de quien sabe que no puede hacer nada por escapar de lo inevitable y se ha de confiar al desarrollo de los acontecimientos. «Si me tengo que quedar, me quedo», pero también «En cuanto sea hora de regresar, a mí que no me dejen atrás».
Origen
- Esperando a mi Daddy. Saturday, June 24, 1995
- Reflexiones personales
- Conversación con Copilot

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