Saturday, June 24, 1995. Salida de la terminal del aeropuerto (09:50 AM)
Introducción
Es lógico pensar que Ana sienta que pone a sus amigos en un compromiso, que abusa un poco de su amistad, más por el hecho de compartir con ellos los cuidados de Jessica durante dos semanas que por recurrir a su casa para evitarse buscar un hotel, aunque Sonia le quiera restar importancia y se muestre encantada por la confianza que ha puesto en ellos.
Esta vez son Ana y Jessica quienes se toman estas confianzas, pero no se descarta que en el futuro haya de ser Ana quien se convierta en la amiga que los reciba en su casa, que si Ana se ha buscado como excusa eso de que se ha de ocupar de un asunto del St. Clare’s, no espera menos que, llegada la ocasión, sus amigos hagan lo propio.
Sin embargo, estamos hablando de una pareja de recién casados, aunque no se mencione la fecha, pero se entiende que en las semanas o meses previos. Que casi se puede decir que aún viven en su luna de miel y se les nota esa felicidad en el rostro. Lo que ocurra en su vida familiar y matrimonial es algo que pende de un hilo, que ninguno de los dos está dispuesto a precisar en cuanto a las fechas.

– A ver si se organiza algún Encuentro por allí y nos acercamos. Se comenta algo de Toronto, pero por el momento tan solo son rumores, aunque alguna vez tendrá que ser por allí. Tal vez, si los de Boston os ponéis las pilas, el Encuentro será allí. —Le contesta. – Los dos tenemos ganas de conocer mundo, pero hasta ahora no hemos tenido ocasión y no sabemos lo que pasará en los próximos años.
El caso es que, por lo que Sonia da a entender, están al corriente de futuros acontecimientos y hasta cierto punto no se cierran a la posibilidad de viajar allá donde se les convoque, sin descartar opciones, como si confiaran en que esos Encuentros de la Juventud con el Papa se pueden convocar en cualquier parte del mundo; tan solo hace falta que se solicite.
Por el momento ellos no tienen ninguna «excusa» para viajar a Boston, para llamar a Ana y pedirle que les consiga alojamiento en su casa, pero si se diera la circunstancia de que la convocatoria fuese en Boston, entenderían que esa posibilidad sería la primera opción, mejor que buscarse un hotel o dejar que su alojamiento se gestionara por los organizadores del evento.
Pero claro, sin admitirlo muy directamente, se asume que su futuro para los próximos años ya no depende tanto de sus posibilidades económicas ni de sus agendas, más bien de su vida matrimonial y familiar. Hoy se sienten libres y sin ataduras, pero el día de mañana está previsto que aumente la familia, que lleguen los hijos.
Es decir que, por ellos, cogerían las maletas e irían donde fuera, pero se muestran lo bastante prudentes como para no asumir compromisos a demasiado largo plazo, porque entienden que en cualquier momento esos planes pueden cambiar, se entiende que por un buen motivo.
Se entiende que, aunque vayan a seguir siendo «amigos del Papa», tienen la intención de incluirlo en sus planes de vacaciones; sus prioridades han cambiado. Se sienten condicionados por el desarrollo de los acontecimientos futuros.
Es como si Sonia quisiera dar a entender que comprende las ataduras con las que Ana se encuentra desde que trabaja en el St. Clare’s, las excusas para no haber acudido a la boda o que en esta ocasión haya de viajar con un equipaje extra, con ese «saco de problemas con patas», llamado «Jessica».
Os venís a casa.
La respuesta de Ana no puede ser menos comprensiva, evidenciando una lógica complicidad entre mujeres, entre amigas. Es de quien empatiza con las inquietudes de quien le habla, pero pretende restarle gravedad, darle a entender que no hay como tal ningún obstáculo ni impedimento para que le hagan esa visita y se permitan ese viaje.

—De verdad, basta con que lo digáis. No hace falta que os busquéis una excusa. —Le reitera. – Venís a casa y os dedicáis a hacer turismo por allí. —Le dice. —Si me puedo escapar del St. Clare’s, os haré de guía.
Hasta cierto punto se toma la libertad de reprenderla por buscarse excusas para rehusar esa hospitalidad. Da a entender que si hasta ahora no se han animado, ha sido porque no han querido. Ana está dispuesta a ofrecerles su casa, la de sus padres, de tal manera que se puedan sentir cómodos y no afronten esos problemas como obstáculos insalvables.
En realidad, Ana se muestra entusiasmada ante la idea de tenerlos por allí, con predisposición a «escaparse del trabajo» para pasar el día con ellos y que no haya un rincón de Boston que se quede sin visitar, como esperando que esa visita se alargue lo más posible.
Es más, como se supone que les va a acoger en su casa, no tienen motivo para preocuparse por nada, que Sonia y Carlos se pueden sentir como «en su propia casa», en familia, incluso si se diera la circunstancia de que eso que ahora tan solo son inquietudes para entonces ya fuera una realidad incipiente. No les iban a faltar cuidados.
A los amigos sí, a las niñas no.
La cuestión es que Ana, con sus amigos, demuestra toda confianza y complicidad; les ofrece la hospitalidad de la casa de sus padres sin exigencias ni condiciones previas, que casi se pueden presentar en la puerta sin previo aviso y se les recibirá con los brazos abiertos como si fueran de la familia.
En cambio, por lo que Jessica entiende, la vida familiar y privada de Ana es justo eso, «familiar y privada», donde no es muy apropiado que se entrometa nadie a quien ella no se lo permita. A Ana no le agrada eso de hablar de su vida; se muestra demasiado reservada con ciertos temas, como si hubiera una barrera infranqueable entre el trabajo y su vida personal.
En los años que Ana lleva trabajando en el St. Clare’s y, más en concreto, desde que es una de las dos responsables de la institución, ni en una sola ocasión se ha planteado llevarse a Jessica de visita, por ser la única que como tal no tiene familia de acogida y se ha convertido en una carga.
Como ya sabemos, Jessica no es muy propensa a aceptar la hospitalidad de nadie; ella no se mueve del St. Clare’s, ni aunque el edificio esté en riesgo de derrumbe o ya no quede un ladrillo en pie. Allí es donde confía y espera que la encuentre su padre. Este no se preocupará por saber dónde viven los padres de Ana, si a quien viene a buscar es a Jessica.
Origen
- Esperando a mi Daddy. Saturday, June 24, 1995
- Reflexiones personales

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