Pongámonos en marcha

Saturday, June 24, 1995. Salida de la terminal del aeropuerto (09:50 AM)

Introducción

Una vez que se ha roto el hielo, que se ha dado el oportuno recibimiento a las recién llegadas y se han hecho las presentaciones, es momento de moverse, porque en la terminal del aeropuerto no se van a quedar ni dos semanas, ni todo el día. Ya no han de esperar a nadie más ni que recoger nada.

La iniciativa la toman Sonia y Carlos como anfitriones. Dejan claro que, por su parte, todo está bien. Que han ido hasta allí para recogerlas y no tienen previsto marcharse de vacío ni dejar a ninguna de sus invitadas atrás.

Jessica es la que pierde, en el sentido de que no tendrá ocasión de seguir explorando el aeropuerto en busca de pistas que le ayuden a averiguar dónde se encuentra en realidad. ¿Qué ciudad importante se encuentra más cerca de este aeropuerto de Barajas y, por lo tanto, confirma sus sospechas de que han viajado a España, por eso de que todo el mundo habla en español?

—Marchémonos. – Nos pide animada. —Ya hablaremos en casa con más calma. –Alega. —Supongo que vendréis agotadas y con idea de comer algo y acostaros. —Nos dice. —Ya mañana será otro día y estaréis mucho más relajadas.

– El coche está en el aparcamiento P2. Tendremos que dar un paseo. —Nos dice. —¿Necesitáis ayuda con el equipaje? —pregunta, dispuesto a ayudar.

Se supone que Ana y Jessica han llegado cansadas y cargadas, por lo que Carlos se ofrece a ayudarles con el equipaje; intenta implicarse de algún modo en este recibimiento y no quedarse al margen. Pretende asumir parte del control de la situación y mostrarse hospitalario, que no le reprochen por no haberlo intentado.

En realidad, no sabemos con detalle lo pesado o voluminoso que ha de ser el equipaje de Ana, pero como sí fuimos testigos de la preparación de la maleta de Jessica, sabemos que viaja ligera de equipaje, que lo más «pesado» y «voluminoso» es la tontería, pero, si no le han puesto impedimentos para volar, por sobrepeso, se entiende que puede cargar con esta hasta el coche.

Gracias, pero creo que nosotras podremos. –Le responde.

Lo que parece darse a entender es que Carlos se muestra nervioso e impaciente, como si ya conociera de antemano lo que implica que Ana y Sonia estén juntas y se pongan a compartir confidencias de amigas, que le van a dar mucho a la lengua y poco a eso de poner un pie delante del otro en dirección al aparcamiento, al coche. De manera que, si él se hace cargo del piso, confía en encabezar la marcha y marcar el paso.

De hecho, cabe suponer que es él quien sabe dónde han dejado el coche aparcado, que cuando llegaron a la terminal, Sonia se debió quedar en la puerta, se le adelantó para ganar tiempo, por si el avión hubiera llegado antes de tiempo o por haber sido ellos quienes se retrasaran, para que, mientras Carlos se ocupaba del coche, Sonia se preocupaba por localizar a Ana.

Jessica no es equipaje.

Quien tiene un momento de duda, de no saber cómo reaccionar ante este ponerse en marcha, es Jessica. Se siente completamente desubicada, aparte de cansada y obligada a enterarse de lo que ocurre según se suceden los acontecimientos.

¡Venga, Jessica! ¡Que parece que vas medio dormida! —me recrimina y dice para que me anime. —Ya casi hemos llegado. Tan solo queda un pequeño paseo hasta el coche. – Añade.

Tampoco es que sea ella quien esté pidiendo o espere que la carguen en brazos, pero es evidente que se encuentra en una tesitura complicada. Ella hasta ahora ha rechazado todo trato y familiaridad con las posibles familias de acogida, pero en esta ocasión no le queda más remedio que seguir a Ana. No tiene otra alternativa. Ella es una adolescente en un país extranjero.

Mejor darle un voto de confianza a estos amigos de Ana durante las próximas dos semanas que tener que enfrentarse a las autoridades aeroportuarias y a los agentes de inmigración, ante quienes no sabrá dar una respuesta creíble si le preguntan cómo ha llegado hasta allí. Su seguridad depende de seguir al lado de Ana.

Voy. –Le respondo.

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