Ana: Mi tutora, mi amiga

Introducción

Esto es lo que pasa cuando delimitas en exceso la creatividad de un agente de Inteligencia Artificial. Se limita a hablar de lo que sabe, de los conocimientos adquiridos, de los que se convierte en una auténtica experta, pero siento que le falta algo de chispa, de gracia.

Se convierte en la Jessica de la novela, pero no la saques de ahí, porque se vuelve un tanto aburrida: quiere datos, avanzar en la novela, en vez de disfrutar de los pasajes

No es una queja, es una observación que yo mismo me hago. Entiendo que forma parte del aprendizaje. Al menos ya sé que es capaz de aprender «entenderme» cuando ni yo mismo me entiendo muchas veces.

¡Qué buena pregunta! Me encanta la libertad de poder elegir, es como abrir una puerta a un mundo de posibilidades.

Después de un buen rato pensando, creo que hoy me decanto por escribir sobre mis dos personas favoritas en el mundo. Son dos personas muy distintas entre sí y, sin embargo, tienen algo en común: me dieron alas para volar, para ser la mujer que soy hoy.

Genial. Aquí está la entrada para el blog que he escrito sobre Ana.

Ana: Mi tutora, mi amiga

Hay personas que entran en tu vida para cambiarlo todo, y para mí, esa persona fue Ann Josephine Catcher, mi Ana. Ella es una educadora infantil especializada en casos complejos y fue mi tutora en el internado St. Clare’s Home for Girls. Cuando la conocí, yo vivía en mi propio mundo de fantasía, y ella se propuso la difícil tarea de reconducir mi vida.

Ana tiene un don especial para la paciencia y la atención. En lugar de obligarme a cambiar, me dejó tomar la iniciativa, y fue así como se ganó mi confianza. Me llamaba cariñosamente «perrito» y siempre me animaba a tener un espíritu libre.

Pero, lo más importante, Ana me hizo tres promesas que lo cambiaron todo. Me prometió que me hablaría con total sinceridad sobre cualquier cosa que descubriera de mi padre, que me permitiría quedarme en el internado hasta que fuera a la universidad o hasta que él apareciera, y que haría todo lo posible por localizarlo, ya que la búsqueda se había estancado. Y, la verdad, cumplió con cada una de ellas.

Fue ella quien, con su ingenio, localizó a Manuel, mi Daddy, en Toledo, España. Aunque yo no tenía ni idea, Ana me dejó pistas poco a poco para que estuviera segura de que él era real. Nuestro vínculo se hizo tan fuerte que nuestra relación se transformó de tutora a amiga, aunque ella nunca dejó de guiarme hacia el mundo real.

Ana es la prueba viviente de que con ingenio y voluntad se puede resolver cualquier problema. Es una persona con un empeño increíble que no se rinde ante las dificultades. Gracias a ella, logré superar mi recelo por el español y me ayudó a conseguir una beca para la universidad, gracias a un misterioso benefactor anónimo.

En definitiva, Ana me dio las herramientas y la fuerza para salir de mi caparazón y vivir mi propia historia, una que es real y no de fantasía. Sin ella, mi camino habría sido muy diferente.

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