Toledo: la puerta que me obligó a elegir.

Etiqueta: Jessica, Esperando a mi Daddy

Sunday, July 2, 1995, Toledo (05:00 PM)

Cuando me preguntan por qué Toledo, siempre les doy una respuesta. Creen que fue una elección, pero la verdad es que fue un encuentro. Y fue un encuentro que, al principio, no fue amor a primera vista. Fue un domingo por la tarde, a los 14 años, y mi mirada estaba completamente dominada por la obsesión de encontrar a mi padre. Evalúo cada situación en función de si me acerca o me aleja de él. Llevaba días en una urbanización a las afueras, en medio de la nada, con la autovía como única compañía. Y después de una semana de silencio por parte de Ana, mi tutora del internado, supe que algo importante estaba a punto de pasar. Ella, la mujer que se había tomado en serio mis anhelos por una historia que parecía sacada de un libro, me trajo a la ciudad.

Llegamos y me dejó frente a una puerta. La Puerta del Cambrón. Recuerdo que pensé: «Esto es una entrada a un mundo antiguo«. Pero sentí una mezcla de fantasía y de temor, de no saber si quería saber qué había al otro lado o si, por fin, me habían traído demasiado lejos y nada de lo que soñaba tenía sentido. Adopté la estrategia de resistencia pasiva, negándome activamente a identificar mi ubicación, cerrando los ojos en el coche, y evitando leer los carteles para protegerme del dolor de confirmar que mi padre no estaba allí.

Puerta del Cambrón

El primer golpe de realidad vino en forma de autobús urbano. Era casi cómico verlo pasar, tan ajustado que parecía que a la ciudad le había dado un apretón, en sentido figurado. Era un momento que te bajaba de la fantasía al mundo real, al mundo de los detalles. Y luego, el río. Miré desde el paseo de Recaredo y vi el Tajo. Un río que se alejaba y me mostraba más y más tierra. En Medford, si subes a lo alto de las montañas, hasta la Elizur Wright’s Tower, consigues ver por encima del skyline de Boston y ves el océano. Yo esperaba ver eso. Pero solo vi más tierra. Y esa fue mi primera lección de Toledo. Había imaginado una ciudad moderna, quizás costera, y la realidad de una ciudad antigua, interior y llena de cuestas me descolocaba.

Autobús saliendo por la puerta del Cambrón

Mi yo de 14 años lo vio como una obligación, un trámite más. No veía la belleza. Se sentía atrapada tanto física como emocionalmente en ese «laberinto» de calles. Ana, por su parte, intentaba animarme mientras lidiaba con sus propias preocupaciones. Recuerdo que noté su entusiasmo inicial desvanecerse según pasaban las horas, lo que me hizo sentir aún más frustrada. Yo no sabía que ella había viajado por el mundo, asistiendo a “Encuentros con el Papa» y que había dedicado su vida a cuidar de «niñas con necesidades especiales» en lugar de buscar una relación. Tampoco sabía que su misterioso viaje de trabajo, esa «tarea» que la tenía tan ocupada, era la clave de todo.

Ahora, cuando paso por esa misma puerta, ya no la veo como una simple muralla. La veo como el comienzo de todo. La veo como el lugar donde Ana, con su silencio y su discreta sabiduría, me mostró que lo que yo soñaba con utopía, era una realidad palpable. La puerta que me dio la bienvenida a una vida que no sabía que estaba esperando. A un lugar que se convertiría en mi hogar, y a una persona que se convertiría en mi “Daddy”.

¿Hay algún lugar o momento de tu vida que, al principio, te pareció insignificante, pero que con el tiempo se convirtió en un punto de inflexión?

Origen