Wednesday, April 21, 1993

09:30 AM. Bedroom

Sunday           04/04/1993   Palm Sunday     
                       04/04/1993   Daylight Saving Time starts
Thursday        04/08/1993   Mandy Thursday
Friday            04/09/1993   Good Friday
Saturday        04/10/1993   Holy Saturday
Sunday           04/11/1993   Easter Sunday
Monday          04/12/1993   Easter Monday
                                            Patriot’s Day
Tuesday         04/20/1993   Spring Vacation
Wednesday     04/21/1993   Spring Vacation

Subject 6th Grade Year (1992-93)

·     Religion
·     English/Spelling
·     Literature/Vocabulary
·     Mathematics
·     Sciences: including a complete science lab.
·     Social Studies: Geography / History
·     Physical Education
·     Art / Music
·     Foreign Languages: Spanish. (home-schooled)

Wednesday, April 21, 1993
09:30 AM. Bedroom

Hoy cumplo 12 años y estoy castigada por causa de otra de mis escapadas. Esto es, no habrá fiesta ni celebraciones de ningún tipo. Es la semana de vacaciones de primavera, muchas de las chicas se han marchado con sus familias de acogida y, de cualquier manera, entiendo que daría lo mismo si me mereciese el castigo o las felicitaciones, aunque no ha sido por llamar la atención ni por rebeldía ante el hecho de que este año tampoco he recibido noticias de Daddy. Tan solo necesitaba un poco de diversión y con el ambiente que hay en el St. Clare’s estos días cualquier sitio me parece mejor que éste. Necesitaba un momento de desahogo y volví a mis costumbres de siempre, aunque cada vez me comporto mejor en ese sentido. Lo cierto es que no hice nada inadecuado. Tan solo me acerqué hasta el parque, como es mi costumbre, sin haber pedido permiso antes, porque temo que no me lo hubieran dado, aunque hubiese insistido. Mejor que salga acompañada y cuando las circunstancias sean propicias, que no lo eran. 

A Ana no le gusta que me escape cuando se me antoje, porque se supone que me he distanciado un poco de los chicos y perdido el interés por los juegos del parque. Ya soy una chica de las mayores, responsable. Sin embargo, ayer me marché sin permiso y regresé más tarde de lo que esperaba. Si no, hubiera evitado que me pillara, dado que la idea era que creyera que me encontraba en la habitación, que tenía mucho que estudiar y no quería que me molestase. Mi plan, desde el primer momento, era esa escapada, aunque no tuviera malas intenciones ni hiciera nada inadecuado durante el tiempo que estuve fuera. Ana sabe que no me alejo del barrio, me quedo por los alrededores y lo más lejos que llego es hasta el parque, en Fellsway. Tal vez, si hubiera pedido permiso y explicado los motivos, me lo hubieran dado, pero mi intuición me decía que me pondría algún que otro reparo porque iba en busca de los chicos. Si hubiera ido en busca de alguna amiga, habría dado lo mismo. De todas maneras, pensaba que regresaría pronto y no encontraría dificultad en entrar, aunque siempre es más fácil la salida. Reconozco que no tuve la suerte que esperaba.

La consecuencia de esto, que espero no se cumpla, aparte de que no haya fiesta de cumpleaños, con la que de todas maneras no contaba porque aquí se celebra el Patriot’s Day, es la amenaza de que quizá para el curso que viene no sea tan fácil que me libre de la asignatura de Spanish, aunque para este curso lo haya conseguido de nuevo porque no se ha encontrado otra asignatura que lo sustituya y se descarta que me matricule en italiano porque no quieren que me acomode. El plan de estudios hay que cumplirlo y no soy ninguna privilegiada en ese aspecto. Durante este curso ya no es necesario que permanezca en el aula o vaya al aula de castigo, se permite que me quede en la biblioteca y durante ese tiempo haga los ejercicios o estudie. Los profesores han decidido que tenga ejercicios extra de todas las asignaturas, incluso el de Physical Education se ha implicado en lo que algunos consideran un castigo por desobediencia más que un premio. Lo que no consienten es que pierda el tiempo. En cualquier caso, siempre tengo la puerta abierta por si quiero unirme a mis compañeros en la asignatura de Spanish, pero de momento es una idea que no me atrae demasiado ¡Cómo me obliguen saben que me resistiré con uñas y dientes!

El castigo, si es que quiero ser merecedora de la confianza de Ana y que ésta no tenga secretos conmigo en todo lo referente a Daddy, es que escriba una redacción de cien palabras sobre lo que quiera. La única condición y lo que más me ha recalcado es que tendré que escribirla en español, porque está segura de que soy capaz de ello y no me supondrá ningún esfuerzo. Ella es mi profesora en esa asignatura y tiene muy claro cuál es mi nivel, aunque yo me niegue a aceptarlo o reconocerlo. No vale que copie un texto cualquiera, ha de ser original. O asumo mi castigo o ya sé lo que me espera para el próximo curso, e incluso para el lunes cuando se retomen las clases. Si me permiten que no asista a clase es porque de algún modo he de demostrar mi conocimiento de ese segundo idioma, por lo que supongo que Ana se ha buscado esta alternativa, de tal manera que tan solo yo sabré lo mucho o poco que me esfuerzo por conocer el idioma y soy merecedora o no del aprobado.

De hecho, Ana me ha advertido que esas ausencias injustificadas y permitidas son tan solo a nivel del St. Francis School, porque a nivel estatal no se me hace ninguna excepción y todo lo que no estudie como el resto de mis compañeros irá en perjuicio mío, por lo cual los exámenes oficiales los tengo que hacer quiera o no y más vale que apruebe o no se me considerará apta para subir de nivel. Mi sueño es la universidad, pero, según Ana, allí no admiten a chicas con malos expedientes académicos y el mío cojea por la asignatura del Spanish, aparte de que tampoco destaco por ninguna asignatura, por lo cual, además de tonta, pensarán que soy un poco vaga e irresponsable. De todas maneras, supongo que este curso mi calificación media final superará los 70 puntos, aunque sea porque me aprueban la asignatura de Spanish por mi cara bonita.

Ayer. cuando me escapé, lo hice porque estaba aburrida del encierro. Se supone que es la semana de vacaciones de primavera, pero para mí se convierte en la semana de estudio porque no me dejan hacer otra cosa, ante lo cual es lógico que aprovechase el primer despiste y me marchase por la puerta de atrás, que no siempre está cerrada. Tan solo Ana se había quedado de guardia y confió lo suficiente como para que me fuera sin que se percatase. Admito que con ella no siempre es fácil porque tiene un oído muy fino y más agudizado cuando toda esa atención se ha de centrar en una sola persona. Sin embargo, estaba distraída con las gestiones del St. Clare’s, con eso de que estamos final de curso y hay que buscarles sitio a todas las chicas para este verano. Supongo que como todos los años conmigo se hará una excepción porque yo no voy a ninguna parte, ni a campamentos ni con familia de acogida, me quedo a la espera de que Daddy venga a por mí, porque yo confío en que algún día vendrá o tendremos alguna noticia o pista sobre si de verdad existe o todo lo que sabemos de él no tiene sentido. Ana es de las que piensan que desde un principio me debieron llevar con él, pero no se le dio la suficiente credibilidad a ese papel y Toledo se encuentra demasiado lejos, al otro lado del océano, en otro continente.


Me fui a mediodía, después de comer. Ana estaba pendiente de una visita y se desentendió de mí. Ocasión que aproveché sin pensármelo dos veces. Bajé hasta el parque, como hago siempre, porque quedarme por los alrededores era un tanto arriesgado y necesitaba pasar fuera un par de horas, confiada en que no llovería y en las horas en que supuse haría más calor, dado que tampoco iba muy abrigada. Buscaba libertad y desahogo, por lo que me llevé una chaqueta, pero me dejé el abrigo en el dormitorio. Supuse que, si Ana subía a buscarme y veía el abrigo, pensaría que tal vez estaría en el baño o escondida en algún rincón del St. Clare’s, ya que, aunque ya no sean tan frecuentes mis escapadas, de vez en cuando me apetece esconderme. Ya sabe que en cuanto intuyo que hay alguna familia que se interese por mí o sospecho que me van a llevar a alguna parte, desaparezco de la vista de todo el mundo durante el tiempo suficiente como para que se cansen de buscarme y desistan. Tan solo me quedaré donde me vean cuando esté segura de que es Daddy quien viene a buscarme, pero sobre esa posibilidad aún no he escuchado nada, ni tan siquiera estoy segura de que alguien se haya tomado en serio su búsqueda o cualquier intento por hablar con él. Ana me prometió que lo haría, pero hasta ahora no parece que haya conseguido nada.

Como estamos de vacaciones los chicos del parque se encontraban allí. El hecho de que el cielo estuviera nublado o que hubiera riesgo de que lloviera en cualquier momento no les importaba. Les sucedía lo mismo que a mí, no aguantaban más tiempo encerrados en sus casas, aunque quizá alguno hubiera tenido suerte y el lunes sus padres le hubieran llevado a Boston a ver la llegada de la Marathon. En el St. Clare’s, cómo coincide con las vacaciones de primavera, no queda nadie más que yo, no es algo que esté programado y hasta ahora tampoco he demostrado mucho entusiasmo por ello, como mucho he conseguido permiso para verlo por televisión. El caso es que como los chicos estaban allí y, a pesar de que ya no me reúno con ellos con la misma frecuencia que lo hacía antes, me quedé a jugar. Como me vieron por allí no tuvieron reparo en invitarme, dado que les faltaba uno para formar dos equipos iguales y como en ocasiones anteriores el hecho de que yo fuese una chica no les importó demasiado, ya están acostumbrados a que juegue con ellos y saben que soy tan buena como ellos, aunque depende del juego que sea. 

Ayer se trataba de baloncesto, que no se me da mal y es un deporte donde las chicas nos defendemos, en el soccer, el fútbol o béisbol es más fácil acabar por los suelos.
A la hora de distribuir los puestos en mi equipo, me pusieron de escolta y decidieron que mi cometido sería el de llevar todos los balones hacia delante para que fuesen ellos quienes lanzasen a canasta. Me dio la sensación de que me habían invitado a jugar para que los equipos estuvieran equilibrados y no tanto por mis aptitudes, a lo cual tampoco di mayor relevancia porque lo que buscaba era una distracción, una excusa para no volver al St. Clare’s antes de tiempo, aparte que había la suficiente tranquilidad en el parque como para no temer una pelea ni discusión con otros chicos por la ocupación de la pista de basket.

Para distinguir a un equipo del otro esta vez no se planteó que nos quitásemos las camisetas, lo que me habría pensado dos veces antes de aceptar. Ya me explicó Ana que no está bien eso de que las chicas nos despojemos de ésta con la libertad con que lo hacen los chicos. Según ella, éstos tampoco deberían, pero son chicos y para ciertas cuestiones se admite que actúen de manera diferente a nosotras, porque son ellos los raros y no yo. La verdad es que desde hace algún tiempo me siento incómoda sin la camiseta y no es por lo que me diga Ana, a pesar de sus buenos consejos y recomendaciones. Supongo que me estoy haciendo mayor y me doy cuenta de que los chicos a veces son un poco tontos y no tienen los mismos intereses ni inquietudes que yo.

Además, como saben que no voy a clases de Spanish, en alguna ocasión los he escuchado hablar en ese idioma con intención de que no me enterase de lo que decían. Al final me quedo con la sensación de que son ellos quienes se piensan que soy estúpida o algo así, por eso ya no me gusta tanto estar con ellos. Sin embargo, ayer no tenía otro sitio donde ir ni con quien estar.
Ayer hubo un chico nuevo en el parque. Me dio la sensación de que no es del barrio porque no recuerdo haberle visto antes, aun así, tardó, más bien, poco en convencer a los demás para que le permitieran ser capitán de uno de los equipos. Años atrás este tipo de chicos hubiera dado motivos para que los demás se revelasen, consideraran que invadía nuestro espacio. Sin embargo, daba la impresión de haber venido solo y su única intención era participar del juego como uno más, pero con evidente capacidad de liderazgo desde el primer momento. De hecho, no tuvo ningún reparo en que estuviera en su equipo, que éste fuese mixto, cuando lo habitual es que siempre me dejen para el final, para el desempate, que haya el mismo número de jugadores en los dos equipos, detalle que se acentuaba con el paso del tiempo y que al final me desmotivaba para jugar con ellos.

Este chico me quiso en su equipo, no como la primera elección, pero tampoco me dejó para el final. Lo cierto es que escogió a aquellos que el capitán del otro equipo descartaba, por lo que se formó el equipo de los buenos contra el de los malos. ¡La derrota estaba asegurada casi desde el primer momento! Tras una hora de partido, el resultado dejó patente lo inevitable, que los del otro equipo jugaban mejor que nosotros. Aun así, tuve ocasión de hacer dos canastas que celebré como si fuese la mayor de mis victorias. Los del otro equipo llegaban hasta nuestra canasta sin demasiada dificultad y apenas fallaron dos o tres lanzamientos. El único capaz de pararles el juego era el capitán de mi equipo, el chico nuevo, que no encontró en los demás toda la colaboración que hubiera necesitado. A mí me tenían bloqueada porque los chicos son más altos que yo y me quitaban el balón incluso antes de que llegase a mis manos, cuando alguno de mi equipo me lo pasaba. Si intentaba lanzar a canasta o pasárselo a algún compañero, siempre me topaba de cara con uno de los defensas a los que no era fácil esquivar. El hecho de que en esas dos ocasiones el balón llegase hasta el aro de la canasta para mí fue todo un logro. La pena es que resultó insuficiente para superar la ventaja que el otro equipo nos llevaba.

Concluido el partido y ante la expectativa de que se me hacía tarde, a pesar de que los chicos se preparaban para otro partido, para la revancha, consideré que era el momento de volver, que, si tenía suerte, Ana aún no se habría percatado de mi ausencia y me colaría por la puerta de atrás, que había dejado entreabierta y, con sigilo, subiría a mi habitación. El único riesgo estaba en que me cruzase con ésta por el pasillo, pero confiaba en que se creería mi excusa de que había ido al cuarto de baño o bajado a la cocina a beber un poco de agua. Al irme la había visto tan centrada en las gestiones del St. Clare’s y pendiente de la llegada de esa visita, que era poco probable que me echase de menos, se percatase de mi ausencia e incluso se alegraría de no oírme porque a veces se queja de que soy un tanto escandalosa. Lo que me temía era que sospechase que me tomaba el rato de estudio tan en serio, ya que después de más de dos horas resultaba poco creíble que fuese una chica tan aplicada y menos aún en mi tercer día de vacaciones.

Según iba subiendo por Fulton St intuía que no tendría suerte. Me había entretenido más de lo previsto y el silencio reinante en el dormitorio me habría delatado. Lo que se confirmó cuando distinguí la presencia de Ana en el porche. En vez de haber ido a buscarme, como en ocasiones anteriores, me esperaba allí y no porque se hubiera asomado en ese momento. Para mí era evidente que ya sabía de mi escapada y prefería no hacerse la despistada, como si no hubiera pasado nada. Es posible que se temiera que, como en ocasiones anteriores, regresaría con evidencias de haberme revolcado por los suelos y con algún que otro rasguño provocado por los juegos de los chicos. Es cierto que no volvía intacta, pero tan solo había tenido un par de caídas.
La visita que esperaba aún se encontraba aquí, pero como Ana ya sabe de mis costumbres ante los extraños, no le sorprendió que les saludara con un rápido “hola” y me subiera a la habitación. 

Se trataba de un matrimonio mayor y de un chico un poco más joven que Ana, pero dudo bastante que se tratase de Daddy, aunque, si lo que sé de éste es cierto, supongo que debe tener ese aspecto. Lo que me quedó claro es que no habían venido a verme a mí. Estaban más interesados en hablar con Ana. Debido a que ya llevaban aquí un tiempo, tampoco me enteré demasiado de sus motivos ni quise escuchar conversaciones ajenas por si acaso se aludía a mí. Sería una traición muy gorda que Ana me hubiera buscado una familia sin avisarme. Ya sabe que no quiero nada con nadie que no sea Daddy. Además, espero que el castigo de hoy no sea porque me quiere retener aquí porque vayan a venir a buscarme. ¡Tardo esto y nada en escaparme y no volver hasta que pase el peligro!

En cualquier caso, tengo la impresión de que puedo estar tranquila y no inquietarme con respecto al futuro, que la visita de ayer poco o nada tenía que ver conmigo, que fue más una visita para enseñarles el St. Clare’s. Debía ser familia o conocidos de Ana a quienes les quiso mostrar su lugar de trabajo y quizá convencerlos para que se conviertan en futuros donantes y que ello aumente el presupuesto, dado que mi primera impresión en ese sentido, aunque tan solo les hiciera un rápido vistazo, es que no les costará tanto rascarse el bolsillo. No me fijé en el coche en que vinieron ni en el que se fueron, pero eran gente bien vestida. Tal vez el chico vistiera de una manera un poco más informal, porque, como alega Ana, los jóvenes, se visten como quieren y los adultos como imponen las normas sociales.

12:30 PM. Bedroom

Ana: (Se asoma por la puerta) ¿Te pasarás encerrada en el dormitorio todo el día? – Me pregunta. – No está bien eso de que te escapes sin permiso, pero tampoco que te encierres aquí como si hubiéramos cerrado la puerta y perdido la llave. – Me dice con complicidad.

Jess: Las demás se han marchado y hoy no hay nada que celebrar. – Le respondo. – Además, estoy castigada por mi fuga de ayer.

Ana: ¿Has escrito la redacción? – Me pregunta. – Esperaba que te tuviera entretenida toda la mañana.

Jess: He escrito una redacción corta. – Le respondo.

Ana: ¿Me dejas que la vea? – Me propone.

Jess: Primero lo he escrito en inglés y después he intentado traducirlo con ayuda del diccionario. – Le indico.

Ana: ¡No eres más lista porque no quieres y eso de que no hablas español ni quieres saber nada cada día resulta menos creíble! – Me contesta. – Déjame que lo lea porque como esté mal, me parece que empezarás a ir a clase desde el lunes. – Me amenaza con complicidad.

The punishment (Spanish) one hundred words
El castigo. Si quieren ser dignos de confianza que Anna no tiene secretos para mí en todo lo relacionado con el papá es que escribir un ensayo sobre lo que quieren. La única contradicción y lo que han puesto de evidencia es que tengo que escribir en español, no vale la pena la copia del texto porque esto tiene que ser original. O me convence mi castigo y sé lo que yo esperaba para el próximo año. Si no admito la asistencia a clase de esa asignatura en el colegio, es porque de ninguna manera voy a mostrar mi capacidad del conocimiento.

Ana: Está bastante bien. – Me dice después de haberlo leído. – Más o menos se entiende lo que has escrito y no tienes demasiados fallos. – Me dice. – Bueno, guardatelo no sea que tus profesores lo vean y se piensen que les tomas el pelo. – Me recomienda. – Dejaré que te libres de asistir a clase, pero no a los exámenes.

Jess: I don’t speak Spanish. – Me reitero para que no piense que he cambiado de opinión después de este castigo.

Ana: No te obligaré a ir a clase, si no quieres. – Me responde. – Sin embargo, espero que no faltes a las demás y que esa hora libre que te has buscado la aproveches para estudiar, que no suceda como ayer, que vine a ver cómo estabas y me encontré con que no había nadie en la habitación.

Jess: Estudio todas las asignaturas menos Spanish. – Alego en mi defensa. – Si sé algo es porque te empeñas en que lo estudie cuando me ayudas.

Ana: Prefiero que no tengas la sensación de que te saldrás con la tuya siempre que quieras. – Me responde. – De vez en cuando hay que ponerse serios contigo.

Ayer me comentó que se había enteró de mí fuga porque había subido a buscarme porque quería que la familia que vino a visitarla me conociera, pero me aclaró e insistió en que no se trataba de ninguna familia de acogida ni de adopción, tan solo gente que conocía y había venido de visita, a los que les había hablado de mí y resultaba una descortesía que no hubiera bajado a saludar, aunque, dada mi costumbre, tampoco tuviera nada de particular, pero ello no es objeción para que no sea curiosa. Como tampoco me detuve a saludarles cuando regresé, no hubo ocasión para las presentaciones ni las aclaraciones. Según Ana, me comporté como una chica mal educada y me precipité en mis primeras impresiones, en mis juicios. Lo cierto es que el aspecto de esa gente no era como el de las parejas que se acercan e interesan por alguna de nosotras. Es más, no creo que se permita que los matrimonios con un hijo mayor de edad acojan a niñas pequeñas. No somos mascotas ni el capricho de nadie, tan solo chicas abandonadas o procedentes de familias desestructuradas que no se pueden hacer cargo de nosotras. Al menos, no me he visto la etiqueta del precio por ninguna parte, de manera que no estoy en venta, tan solo a la espera de que Daddy venga a por mí. El Home St. Clare’s no es una tienda, es un hogar de acogida para chicas, de manera que no se nos expone como si fuéramos mercancía, a riesgo de que venga una inspección y obliguen al cierre.

Al final no me ha quedado muy claro quién era esa familia ni los motivos de su visita, tan solo que no estaban interesados en adoptarme y que no les causó muy buena impresión mi manera de comportarme. Si se hubiera tratado de un inspector, Ana se hubiera visto en una situación un tanto comprometida para explicar que no me hubiera tenido un poco más controlada, aunque como tal el St. Clare’s Home no sea un reformatorio donde se nos prohíban las entradas o salidas, pero ello no es razón para que entremos o salgamos cuando nos plazca. Hay unas normas que cumplir y con mi comportamiento de ayer me salté unas cuantas, como siempre. Al menos me queda la tranquilidad de saber que no hay peligro de que Ana pierda su puesto de trabajo, porque de lo contrario yo seré una de las más perjudicadas. Con su llegada mi vida aquí ha mejorado mucho, sobre todo en lo referente al trato que recibo y me temo que, si Ana se marchará, todo volvería a ser como antes, incluso peor, porque me quedaría sin excusas para no asistir a clases de Spanish y tendría que hacer lo mismo que los demás, sin que mis protestas se tuvieran en cuenta. Además, es posible que, si Ana se marcha, me puedo olvidar de la búsqueda de Daddy y tardaré muchos años en volver a Carson Beach, porque no habrá quien me lleve ni dejarán que vaya sola.

03:30 PM. Bedroom

Ana: (Asomada por la puerta) Hoy no has tocado un libro en todo el día. – Me recrimina. – Es tu cumpleaños. Estás de vacaciones y estoy segura de que no te apetece, pero, si esperas que yo sea buena contigo, tendrás que darme algo a cambio. – Me indica. – De modo que ponte a ello.

Estoy sentada en la cama con un libro de lectura, pero entiendo que con su observación no se refiere a este tipo de libros, salvo que me hubiera confundido y estuviera con alguno escrito en español, pero por mucho que rebusque no creo que lo encuentre, al menos entre mis pertenencias, porque entre las de Jodie o Brittany habrá alguno de los que les exigen leer en clase y de los que yo procuro mantenerme alejada, como si me fueran a contagiar algo, aunque mentiría, si no admitiera que siento algo de curiosidad, pero prefiero que ello no resulte muy evidente, no sea que Ana o Monica me pillen desprevenida y el siguiente paso sea que acuda a clase con normalidad. Prefiero no caer en la tentación, aunque como homeschooled, cuando Ana se muestra exigente conmigo no me quede otro remedio, pero cuantas menos ocasiones haya a lo largo de la semana, mejor para mí. Ya ha quedado constancia de que no es un tiempo que aproveche y se convierte en una auténtica pesadilla. Para mí es preferible cualquier otra asignatura antes que esa.

Jess: Pero me olvido de la asignatura de Spanish ¿Verdad? – Le pregunto. – ¿Puedo coger cualquier otro que me apetezca?

Ana: Si le dedicas un rato, mejor que mejor. – Me responde. – La redacción de esta mañana no cuenta y espero que demuestres un poco más de interés.

Jess: Yo no…- Le respondo.

Ana: (Me interrumpe) No me repitas la cantinela que ya me la conozco. – Me advierte con intención. – Te quedan dos meses de curso, el último cuatrimestre, y conviene que aproveches el tiempo. – Me recomienda. – Todos los profesores te exigen más que al resto para que compenses lo de la asignatura de Spanish y hasta ahora no todo el mundo está contento con los resultados.

Jess: Soy una homeschooled y eso debería contar. – Argumento en mi favor.

Ana: ¿De verdad crees que los profesores no son justos contigo? – Me pregunta contrariada. – Se te da concedido una oportunidad que no tienen tus compañeros, pero desde el curso pasado hasta ahora tampoco es que hayas progresado todo lo que deberías. – Constata y me recrimina.

Jess: Cuando venga Daddy. – Argumento porque no tengo otra respuesta y ella sabe lo que esa asignatura e idioma me provocan.

Ana: ¡Mejor que no te pases de lista! – Me recomienda con intención. – Sabes que tan solo me creo la mitad de tus excusas. – Me advierte.

Jess: ¡Ya he demostrado que no soy tonta! – Le digo en alusión a mis calificaciones y el desarrollo del curso.

Ana: Nadie ha dicho que lo seas. – Me contesta. – Tan solo que eres un tanto peculiar en algunas cuestiones y hay que conocerte para saber tratarte. – Me dice. – ¡Tu Daddy, cuando venga, se llevará toda una joya!

Dicho esto, prefiere marcharse porque entiende que no estoy con ánimo para que me dé conversación y entiendo que, aunque estemos solas tiene mucho trabajo acumulado y a diferencia de mí, a ella le gusta aprovechar el tiempo. Tendrá que hacer algunas llamadas de teléfono y sobre todo que poner en orden toda la información que se haya amontonado a lo largo de las últimas semanas o meses, porque como me ha comentado en alguna ocasión, el hecho de cuidar de nosotras no se limita a ofrecernos, comida, cama y educación, que con un presupuesto tan limitado como el que tienen son muchas las responsabilidades que se han de repartir entre Monica y ella, que quienes de vez en cuando viene a ayudar lo hacen de manera altruista y al final son ellas dos quienes han de responder ante los administradores, por lo cual es mejor que no rompamos nada e intentemos ser unas chicas obedientes. Esto es que, aunque haya momentos en que le guste disfrutar de nuestra compañía, también los hay en los que agradece que les concedamos un poco de tranquilidad para que el St. Clare’s Home funcione con un cierto grado de normalidad

Lo cierto es que lo último que me apetece ahora mismo es ponerme a estudiar. Da igual la asignatura que sea. Estoy de vacaciones y tengo la sensación de que la sugerencia de Ana es más un castigo, ya que no quiero que me encuentre una familia de acogida ni me busque más planes para el verano que la espera a que venga Daddy. La opción que me queda es dedicar el día al estudio. Tal vez, si tuviera una amiga, alguien con quien salir de paseo o distraerme, Ana no me diría nada. Sin embargo, de todas las chicas que han pasado por el St. Clare’s, parece que soy la menos sociable, pero es que espero a que Daddy venga, confío en que me encuentre aquí cuando llegue, por lo cual muy lejos no me puedo ir y lo de mis escapadas al parque es más un desahogo, aunque ni a Ana ni a Monica les agrade que me junte con los chicos porque éstos hacen cosas de chicos y yo debería pensar en hacer cosas de chicas. Lo cierto es que piensan que éstos hacen cosas raras, sobre todo, que soy un tanto ingenua y les preocupa que me hagan daño, pero ya sé defenderme sola y corro bastante cuando subo la cuesta de Fulton St, aunque la mayor parte de las ocasiones los chicos que me persiguen no llegan a cruzar Fellsway W, pero, como hay alguno que sí lo hacen, prefiero no fiarme.

Supongo que, como ayer por la tarde me escapé sin permiso, sigo castigada y la mejor manera de que aproveche el tiempo, de compensar aquello, es que ahora sea cierto eso de que no me moveré de la habitación en toda la tarde, aparte que, como estoy sola, no tengo la excusa de que vayan a venir a molestarme. Estos dos no comparto el dormitorio con nadie, la casa, que en general parece que se queda pequeña para quince niñas y dos tutoras, en los días de vacaciones parece enorme para mí sola, y porque Ana se queda de guardia. Como ésta argumenta, aún no tengo edad como para que se me considere una chica con la madurez suficiente para emanciparme, aparte que debido a mis poco ingresos tampoco podría cubrir los gastos, por lo cual me considero afortunada cuando tengo el dormitorio para mí sola, sin que me haya tenido que pelea con nadie, sobre todo porque aquella que pretenda imponerse por las malas sabe de antemano que lleva las de perder, porque Ana y Monica no atienden a razones cuando se encuentran con una pelea entre nosotras.

Al menos, a diferencia del año pasado, esta vez la celebración de mi cumpleaños no parece que incluya una ducha a conciencia. Se supone que ya soy un año mayor y no necesito que me vigilen mientras estoy en la bañera. No parece que en esta ocasión Ana tenga interés en mostrarse tan exigente conmigo en ese sentido. se fía de que me restriego detrás de las orejas, que el consumo que se hace del bote de champú no es porque queramos guardar las apariencias, aunque tal vez en algún caso se pudiera llevar una sorpresa, aunque no es mi caso, pero sí he escuchado comentarios al respecto entre las demás, ya que de alguna manera hay que ganar tiempo. El riesgo está en que se recurra a ese truco con demasiada frecuencia, dado que antes o después se termina notando, sobre todo por parte de aquellas a quienes les gusta llevar el pelo largo, entre las que Ana espera que yo me cuente, en lo referente a llevar el pelo largo, no a que no me duche como es debido. Según me ha dicho, será la mejor evidencia de que estoy dejando atrás mis malas costumbres y he abandonado la idea de ser confundida con un chico, porque en realidad soy tan femenina como las demás y no hace falta que todo el mundo sepa de mis problemas personales.

05:30 PM. Bedroom

No voy a salir del dormitorio ni a salir a saludar, salvo que Ana me lo exija, pero ahora entiendo un poco mejor su sugerencia de que me quedase en el dormitorio y estudiara, como ayer. Pero en esta ocasión, sin que salga a hurtadillas por la puerta de atrás para irme al parque a jugar con los chicos. El caso es que me ha parecido oír que ha venido alguien y no se trata de ninguna niña a la que busquen alojamiento para lo que resta de curso, ni para el próximo, dado que al menos hasta final de curso están todas las camas ocupadas y no tengo constancia de que haya nadie que tenga pensado irse antes, aunque tampoco tiene nada de particular que las familias de acogida del fin de semana se conviertan en adoptantes, porque la finalidad es que todas las chicas terminemos con alguna familia, sin que ello se vea condicionado por el horario escolar. ¡Cualquier día es bueno para que una de nosotras encuentre un hogar! Somos más bien pocas las que llegamos a cumplir los catorce años, aunque me temo que esa es la expectativa que nos queda a Jodie, Brittany a mí, a pesar de que las circunstancias de ellas sean algo mejores que las mías, ya que no todas las chicas que pasan por aquí son huérfanas o han sido abandonadas por sus padres, las hay que proceden de familias desestructuradas o con dificultades económicas, que encuentran en el St. Clare’s el apoyo que les falta. El caso más raro es el mío.

Desde mi ventana hay una vista de la calle y me conozco los coches de los vecinos, por lo que no tengo dificultad en identificar al resto y tener motivos para inquietarme cuando alguno se detiene frente a la casa, por eso de que desde pequeña me he buscado cualquier sitio donde esconderme ante la posibilidad de que sea alguien interesado por mí. Sin embargo, desde la llegada de Ana, desde que ésta se ha hecho cargo de mi educación, intento no ser demasiado impulsiva en ese sentido. Confío en que Ana me avisará con tiempo porque tampoco es cuestión de que sea la última en enterarme de lo que sucede cuando soy la principal afectada. Tal vez ayer Ana pensara que mi escapada se debió a que me había enterado de su visita y me fallaron los cálculos a la hora de volver, pero lo cierto es que me pilló desprevenida y me sentí aliviada al comprender que no era nadie que tuviera interés por mí, más allá de la curiosidad de saber la razón por la que el St. Clare’s no cierra por vacaciones, en estas fechas. Se trataba, más bien de un asunto personal de Ana, de algo que no me afectaba de manera directa. Lo que espero se repita en esta ocasión.

Mientras la puerta de mi dormitorio se mantenga cerrada y no me llamen no tengo por qué preocuparme. Ana ya sabe que prefiero que me dejen tranquila, salvo que se trate de algo referente a Daddy, lo que me temo no sucede en esta ocasión. Por las voces que escucho, sin que me entere de la conversación o de lo que hablan, se trata de gente mayor, a Daddy se le puede definir como un chico joven y, en principio, ello le descalifica como posible adoptante o padre de acogida. Ana ya me ha dejado claro que no van a consentir que ninguna de las niñas que viven aquí se marche con cualquiera y en lo referente a los hombres hay muchos más reparos que con las mujeres, porque la prioridad está en velar por nuestra seguridad e integridad. El objetivo es encontrarnos un hogar, pero ha de cumplir con unas garantías mínimas y a ser posible en unas condiciones similares a la que tenemos aquí y sobre todo mejores de nuestros hogares de procedencia. En último caso, ante el posible conflicto con los padres biológicos y sus derechos se impone el cumplimiento de la legalidad, por lo cual, si algún día Daddy viniera a por mí, al menos tendrían que escucharle.

Si no me equivoco, se trata del mismo matrimonio que ya estuvo aquí ayer por la tarde, esta vez no los acompaña su hijo, por lo que es posible que quieran ser una familia de acogida. Sin embargo, por el aspecto de su coche la primera impresión es que tendrían problemas para adoptarnos a todas, lo que no suele ser nada habitual, porque Medford es una pequeña población al noroeste de Boston y no tengo la impresión de que haya familias con ese alto nivel de vida, aunque como me diría Ana, en ocasiones mis primeras impresiones no son muy acertadas, me condiciona mucho eso de que no sea una chica a quien le guste salir del barrio, por lo cual me falta criterio para ser objetiva con mis juicios. El caso es que a muchas niñas les gustaría tener su historia de cuento de hadas y que la adoptase una familia adinerada, pero lo habitual es que se nos busque un buen hogar donde importe más el cariño que el tamaño de la cuenta del banco. A los ricos es mejor tenerlos como posibles donantes para que con sus aportaciones mejore el presupuesto, aunque como dependemos del colegio, éste de la parroquia y la jerarquía llega hasta el Papa, en ningún caso recibiríamos más de lo que nos correspondiera, salvo que sea algo muy concreto, pero eso se queda como algo particular entre las familias de acogida y la niña que tengan asignada, donde la administración del St. Clara no interviene de manera directa.

Ana: (Desde el pasillo) Retira todo lo que tengas para taponar la puerta y sal. – Me pide en tono afable.

No ha llamado a la puerta ni ha intentado abrir, por lo que su suposición no tiene más fundamento que las experiencias pasadas. De hecho, parece muy segura al deducir que no me he escapado al parque ni me he buscado otro escondite, por lo que deduzco que durante las últimas dos horas no se ha desentendido de mí tanto como me ha hecho creer, por lo cual entiendo que esto es casi una encerrona, que ese matrimonio vino ayer porque está interesado por mí y debido a mi fuga al parque y que subí a mi dormitorio sin saludar no les di ocasión a que me conocieran, porque de hecho Ana ya sabe de antemano cuál es mi actitud y más que probable reacción al respecto.

De hecho, si está tan segura de que he bloqueado la puerta con todo lo que he encontrado a mi alcance, que he convertido el dormitorio en mi fortaleza y no he respetado nada, no parece muy coherente que haya subido a buscarme, porque necesitará algo más que buenas palabras para convencerme de que salga. En realidad, como no contaba con que fuéramos a recibir visitas, el hecho de haber cerrado la puerta ha sido más por asegurarme un poco de tranquilidad, lo que Ana en un primer momento ha debido interpretar como una torpeza por mi parte, dado que en caso de salir al pasillo yo misma me hubiera delatado. En realidad, si me hubiera avisado de que tendríamos visita, me habría escondido en el trastero, si es la opción de escapar por la puerta de atrás quedaba descartada.

Ana: (Desde el pasillo) Sé una buena chica y asómate, por favor. – Me pide sin variar su tono de voz. – Después dejaré sigas con los libros.

Al igual que ella me ha insistido en que he de abandonar la costumbre de trapichear con la ropa, de tener ese tipo de trato con los chicos, ella debería intentar no recurrir al chantaje emocional para que yo supere mis bloqueos. La realidad es que yo no he abandonado del todo mis malas costumbres y alguna que otra prenda sí he intentado conseguir en a lo largo de los últimos meses, pero no soy ninguna ladrona ni me he quedado con nada que no me haya ganado por medio de alguna apuesta bastante meditada para que no se terminen burlando de mí, a pesar de que algunos ya lo hacen sin necesidad de que les provoque. La estupidez, en realidad, es de los chicos que tienen interés por quedarse con mi ropa, aunque aún no me queda claro para qué la quieren porque no se la van a poner, mientras que yo con las prendas que consigo no tengo ningún reparo porque tampoco se trata de nada indecoroso, tan solo son jerséis, pantalones, camisa, camisetas, etc., ese tipo de prendas que no son tan fáciles de recibir por parte del St. Clareas, porque la ropa que nos donan no me agrada del todo. De todos modos, ya sé que el hecho de ir a clase no es como si fuera de tiendas y pudiera quedarme con todo lo que me apetezca.

Lo cierto es que en alguna ocasión Ana me ha advertido que el tema de mis trapicheos puede llegar a oídos de los administradores y tendrá peores consecuencias que la reiterada charla sobre lo que se supone no debo hacer, porque en el St. Clare’s no nos dedicamos a nada que se considere inapropiado. Si hay algo que no me agrade, lo mejor es que sea sincera y se lo haga saber para que busquemos una alternativa, que no tiene por qué ser necesariamente lo que siempre se me recalca y a mí no me entra en la cabeza. No hay presupuesto para caprichos tontos y es una falta de educación no aprovechar todo aquello de que manera altruista y desinteresada se nos dona, sobre todo, se supone que he de aprender a respetar las normas, sin considerarme una excepción ni una privilegiada en ningún sentido, ya que al final lo único que conseguiré es que haya alguien que se ponga serio conmigo, me dé un buen susto y acabe con todas mis ocurrencias.

Es decir, que, si esta tarde Ana ha subido a buscarme para que conozca a esa pareja, espero que no sea porque se hayan interesado por mí con intención de adoptarme o tenerme en acogida los fines de semana y menos aún que se trate de los administradores, quienes ante la constatación de que ni Ana ni Monica consiguen que yo abandone mis malas costumbres, han venido a hablar conmigo porque consideren que a mis doce años ya tengo madurez suficiente como para que se me expliquen ciertas cuestiones y les escuche con atención. Debería decir que espero que Ana tan solo se quiere asegurar de que no me he escapado ni pretendo hacerlo en las próximas horas, aunque ya es un poco tarde para que me vaya, si queda algún chico en el parque será porque son mayores o se les ha olvidado mirar la hora. Es posible que aún haya tiempo para un segundo partido antes de que anochezca, pero, aunque a mí se me ocurriera acercarme por allí no creo que me dejasen jugar, salvo para completar alguno de los equipos, pero, como sucediera ayer, ello provocaría que fuese yo quien regresase tarde, aunque ayer tampoco es que hubiera anochecido, pero estuvo cerca.

Ana: (Desde el pasillo) ¿Estás? ¿Vas a abrir? – Me pregunta con inquietud e impaciencia.

Jess: ¿Qué pasa? – Le pregunto para mostrarle mi contrariedad

Ana: (Desde el pasillo) No pasa nada, tranquila. – Me responde en tono afable. – Tan solo abre para que te veamos.

Jess: Si no es Daddy no pienso salir. – Le respondo con seguridad.

Ana: (Desde el pasillo) No, no es Daddy. – Me confirma. – De todos modos, sal un momento. – Me insiste en tono afable. – Tranquila que no están interesados en ti.

Jess: ¿Son los administradores? – Le pregunto.

Ana: (Desde el pasillo) Son donantes. – Me responde con tranquilidad. – Tan solo quiero mostrarles que estás bien cuidada.

Jess: Enséñales una foto. – Le propongo

Ana: (Desde el pasillo) No digas tonterías y abre. – Me ruega con un poco más de seriedad. – Es un segundo y te dejamos tranquila. – Me indica.

Jess: Sólo un segundo. – Le respondo resignada

Ahora tendría que hacer ruido como si moviera los muebles para desbloquear la puerta, pero el caso es que las puertas no tiene cerrojo por lo cual, si lo hubiera querido, Ana habría entrado sin ninguna dificultad y me hubiera encontrado sentada en la cama, que en estas dos horas he seguido dedicada a la lectura y no a estudiar, por lo que entiendo que su prudencia ha sido para que ninguna de las dos se viera en una situación un tanto comprometida, entiendo que prefiere guardar las apariencias, aunque como tutora ella no es demasiado estricta en ese sentido y por lo general recurre a la complicidad, mientras que Monica es mucho más impulsiva, se lo hubiera pensado poco antes de interrumpirme. Tal vez el hecho de mostrarse tan sincera con respecto a mi comportamiento sea una manera de hacer entender a los donantes que yo no soy una chica a la que resulte fácil encontrar una familia de acogida y, hasta cierto punto, que ello me ayude a superar mi recelo inicial para que no monte uno de mis habituales escándalos por el nerviosismo que esta situación me genera.

Aunque tan solo sea por guardar las apariencias y que Ana no quede como una mentirosa en presencia de las visitas, hago un poco de ruido con la silla, como si de verdad la hubiera puesto para impedir que abrieran la puerta, lo que también me sirve para expresar mi desagrado ante esta situación tan comprometida, porque al único que espero y quiero ver es a Daddy, en caso de que éste sepa de mi existencia y quiera venir a por mí, lo que quiera el resto del mundo me es del todo indiferente. Es más, si en esta ocasión acepto con resignación que me de dejarme ver no es porque haya cambiado de opinión frente a las visitas, sino, más bien, por evitarme la consiguiente charla de Ana ante lo que considera una falta de educación y que no es así como se espera que nos comportemos, porque da la impresión de que tenemos algo que esconder y ello podría generar desconfianzas. De hecho, a mí tampoco me agradaría ir de visita a casa de una amiga y encontrarme con que ésta me ignora por completo. Lo cierto es que no tengo la suficiente confianza con ninguna chica como para que hayan sugerido que vaya a su casa, porque y tampoco he invitado a nadie a venir aquí. Los únicos que se puede decir que se han acercado han sido los chicos cuando me han perseguido de los que huía después de una pelea en el parque y no han logrado darme alcance. Como Ana me ha advertido en alguna ocasión, un día de éstos, cuando menos me lo espere, me hará dormir en el porche para ver si soy poco más sociable y no me escondo entre estas cuatro paredes. Por suerte de momento no ha cumplido su amenaza ni espero que lo haga en el futuro.

Abro la puerta con bastante prudencia, con la desconfianza de no creerme del todo las palabras de Ana con respecto a que será solo un momento y después me dejarán tranquila. No sé si es que pretende exhibirme como si fuera un mono de feria, como una de las peculiaridades del St. Clare’s, como justificación a sus excusas de que ella no se puede mover de aquí o porque esa gente tiene algún interés en conocerme, con independencia de cuáles sean sus intenciones, buenas o malas, porque no tendría nada de extraño el caso en que alguien se hubiera acercado hasta aquí para comunicarle a una de nosotras que ha iniciado los trámites de adopción o por el contrario que sus circunstancias han cambiado y ya no podrá seguir como su familia de acogida, lo que en no creo que sea el caso, ya que no conozco a nadie y se supone que yo ya no estoy en la lista de candidatas al acogimiento porque después de estos años se han dado cuenta que tampoco tendría mucho sentido, ya que me escapo por la puerta de atrás ante la primera sospecha de que alguna familia se haya interesado por mí, de manera que a nadie le compensa perder toda una mañana en encontrarme o en ver cómo me vuelvo a escapar cuando me encuentran. Las familias de acogida no quieren chicas problemáticas.

Lo que me encuentro es a Ana en compañía de dos parejas, la primera impresión es que se trata de gente mayor, cuya edad debe estar en torno a los sesenta años, como se comenta entre las chicas del St. Clare’s, tienen edad y aspecto de ser nuestros abuelos, lo que es un comentario bastante despectivo, en el sentido de que la mayoría prefiere a una familia algo más joven, con quienes hacer algo más que dar largos paseos por el parque o ir a misa los días de precepto. Según Ana, somos demasiado aventureras y poco agradecidas con aquellos que están dispuestos a abrirnos las puertas de casas. Sin embargo, han de entender que nosotros somos niñas pequeñas y echamos de menos tener una familia de verdad, por lo que nos desagrada un poco la idea de acabar en una casa donde nos traten como muñecas de porcelana. Para casi todas siempre es mejor que en las familias de acogida haya hijos de nuestra edad o se trate de una pareja a quien no le importe ser cómplice de nuestras ilusiones, que hagan que nuestra estancia con ellos suponga un cambio en nuestras rutinas, porque ya llegará el día en que alguna familia nos adopte y lo de ir al colegio o estudiar sea la norma de todos los días. Tampoco es que nos motive el hecho de estar todo el día de excursión, pero sí que nos ofrezca algo que se convierta en toda una experiencia que nos anime a querer volver a pasar otro fin de semana con ellos. En mi caso, por lo menos, todas esas expectativas las pongo en Daddy, los planes que me pueda ofrecer cualquier otra familia me son indiferentes antes incluso de conocerlos.

Confirmo que una de las dos parejas es la de ayer, que la visita del debió saber a poco porque han vuelto, pero, en esta ocasión, no me parece que su hijo haya venido con ellos, lo que en ningún caso creo que para mí fuera una familia con la que quisiera irme a pasar un fin de semana, ya que de antemano intuyo que me aburriría bastante y me sentiría tratada como si hubieran adoptado un perrito, aunque Ana argumentase que no debería demostrar tanto recelo, dado que no tengo reparo en jugar con los chicos del parque, sin embargo, no es lo mismo, ya que éstos me tratan como si fuera una más y soy yo quien me uno a sus juegos. El hijo de este matrimonio me parece demasiado mayor como para que haga algo que a mí me interese. Con los que yo me relaciono son más o menos de mi edad. Los de la edad de ese chico no quieren nada con chicas como yo porque nos ven demasiado pequeñas, que tienen la responsabilidad de cuidar de nosotras, lo que a algunos les avergüenza porque es como si se tuvieran que poner a nuestra altura, lo que les resulta humillante y poco atractivo ante las chicas mayores. Las chicas de mi edad aún no hacemos cosas de chicas mayores y yo no volvería a ver la luz del sol en mucho tiempo como se me ocurriera algo así.

Ana: Esta chica con cara de pocos amigos es la encantadora Jessica. – Me presenta con jocosidad y complicidad. – Ellos son nuevos donantes. – Me indica sin entrar en muchos más detalles.

Los donativos se entregan en la parroquia, como mucho en el colegio, nunca aquí, porque como Ana argumenta, ya tienen bastantes problemas cuidando de nosotras como para tener que ocuparse de ese tipo de gestiones, aparte de que tampoco se considera que esta casa sea un lugar muy seguro para guardar dinero, con tanto descontrol lo más fácil es que se pierda o que las cuentas se descuadren más de lo necesario y no se pueda justificar con posterioridad. En todo caso, supongo que estas dos parejas habrán venido a cerciorarse del buen uso y destino que se le vaya a dar a ese dinero, a lo que Ana se habrá encontrado con la tesitura de aclararles que esas cuestiones son responsabilidad de los administradores, como nos dicen a nosotras siempre, para que no nos entusiasmemos más de la cuenta y seamos comedidas en nuestros caprichos, cuando tenemos ocasión de pedir alguno. Dependemos de la generosidad de los demás, de los donantes, pero hemos de tener en cuenta que hay gente menos afortunada de nosotras, lo que sabemos no son meras palabras debido a la procedencia de algunas de nosotras, sin que como tal el St. Clare’s Home se dedique a dar ayuda a nadie, pero dependemos de la parroquia y ésta de toda la jerarquía hasta el Papa y nuestras necesidades están cubiertas, aunque sin lujos ni excesos.

Que haya nuevos donantes, implica que habrá un aumento en los ingresos y una mejora en el presupuesto, aunque mi primera impresión es que no tienen intención de rascarse el bolsillo ni de privarse de nada para que nosotras tengamos algo con lo que llenar nuestros platos, más bien, si están planteando hacer algún donativo, será de lo que les sobre, que, por poco que les pueda parecer, estoy segura de que para nosotras debe ser mucho. Ana y Monica muchas veces se han quejado de que con quince bocas que alimentar, con todo lo que ello implica, deja poco presupuesto para cubrir otros gastos, por lo que se agradece cualquier tipo de donación que nos llegue, aunque muchas veces lo argumenten para contrarrestar el que nosotras nos mostremos algo exquisitas y caprichosas con lo que no nos gusta. En particular, es algo que a mí se me reitera con bastante frecuencia porque aseguran que soy la más maniática de todas, pero, por otro lado, también soy la que menos opciones tiene para escoger, porque no tengo ninguna familia de acogida que me haga regalos o se preocupe de que mi estancia aquí sea un poco más agradable. Sufro los inconvenientes de no querer nada de nadie, salvo de Daddy, pero como seguimos sin saber nada de éste, eso es lo que recibo, de tal manera que me he de buscar las mañas por mi cuenta.

Si de verdad me importase y pensara que Ana no tendrá reparo en responderé, le preguntaría quién es esta gente, pero de sus palabras entiendo que nadie va a saciar esa curiosidad reprimida. Tan solo han subido hasta aquí para que comprueben por sí mismos que ésta no es una casa abandonada ni el “St. Clare’s Home for girls” una entidad fantasma o con intereses lucrativos dedicada a recaudar fondos de incautos adinerados o de buen corazón. Yo soy la evidencia de que hay chicas abandonadas o procedentes de familias desestructuradas que, a mi edad, y según pasan los años con mayor motivo, se encuentran con mayores dificultades para ser adoptadas, que de no ser por instituciones como ésta estaríamos viviendo de la mendicidad y en malas condiciones. Aquí se nos ofrece una vida digna y la oportunidad de ser como las demás a la hora de labrarnos un futuro, de manera que lo único que se pide a aquellas personas que quieran ayudarnos y no pueden adoptar es que contribuyan según sus posibilidades a nuestra manutención, dado que aquí no vendemos nada y, como asegura Ana, las facturas se acumulan día a día, que ni los bancos ni las tiendas se sienten pagados por el hecho de que nosotras seamos capaces de reír o de aprobar un examen para el que se supone hemos estudiado. Las facturas hay que pagarlas o llegará un momento en que todas terminaremos en la calle o repartidas por otras casas de acogida con mejor presupuesto y menos deudas.

Ana: Se saluda diciendo, “hola, buenas tardes”. – Me dice en tono recriminador y sin perder ese buen humor.

Verónica: No pasa nada. – Dice e intercede por mí en tono maternal. – La hemos interrumpido.

Agradezco que me defienda ante Ana y me evite el tener que abrir la boca, cuando me apetece lo más mínimo, pero la verdad es que esta mujer es de la pareja que estuvo aquí ayer por la tarde y supongo que tan solo pretende ganarme mi simpatía, aunque Ana ya le habrá advertido que yo no me dejo engañar por esos trucos, que me da lo mismo que se muestren afables y protectores conmigo, mientras no se trate de Daddy no quiero saber nada de nadie. Además, debido a mis precedentes no tengo demasiado buen concepto de las madres en general y en particular de la mía porque me abandonó al nacer. Tampoco es que recele de éstas, pero siempre tengo la sensación de que con su actitud intentan compensarme por el cariño que se supone no he recibido de mi madre y ello me pone bastante nerviosa. De hecho, tengo la sensación de que suelen ser las madres quienes toman la decisión de solicitarnos en acogida, mientras que los padres mientras mucho más fríos, lo que me da más motivos para recelar de éstas, porque yo no quiero que nadie me saque de aquí, aunque como tal tampoco me quiera quedar. Es un contrasentido que sin embargo para mí tiene todo su fundamento. Aquí es donde se supone que Daddy me tiene que localizar y las madres de acogida se vuelven tan posesivas que ignoran los sueños e ilusiones que nosotras tengamos.

Ana: Hay tres importantes reglas que nunca deben romperse: no exponga a las niñas a luces brillantes o luz solar porque las matan, no deje que se mojen, y nunca las alimente después de medianoche. – Dice con jocosidad.

Jacob: Al menos cumple unas de las normas al quedarse en su dormitorio. – Interviene con jocosidad.

Ana: Deberíamos dejarla tranquila. – Les recomienda antes de que la visita se vuelva demasiado tensa. – Ya la hemos molestado suficiente y le prometí que sólo sería un momento.

Me molesta que se burlen de mí. Sé que Ana lo ha hecho sin mala intención, para restar un poco de seriedad a su trabajo y evitarse explicaciones sobre cómo se nos trata y cuida, que tampoco tiene nada de particular, sobre todo, nada que ver con esas tres normas a las que ha aludido y que ya le he escuchado en alguna ocasión anterior, aunque si es cierto que eso de no comer fuera de hora es algo que se tiene bastante en cuenta, porque es la única manera de que a la hora de sentarse a la mesa todas tengamos hambre y seamos menos propensas a quejarnos porque haya algo que no nos guste. Lo del aseo diario es una obligación que no admite excusas, porque hay quien necesita más de un baño al día, a pesar de que, según nos hacemos mayores, también somos más responsables no nos manchamos tanto. Si no nos da más el sol es porque el clima en Medford no es tan soleado como en los estados del sur y las horas de luz no se pueden alargar más, pero de todos modos nos damos el paseo al colegio, aunque sea corto porque éste se encuentra bastante cerca y cuando las demás están con sus familias de acogida no les ponen restricciones en ese sentido, más bien, al contrario, recomiendan que les dé el aire, que les permitan salir a la calle para que se cansen y estén relajadas durante la semana.

Dado que Ana ha considerado que es el momento de que me dejen tranquila, porque la situación se pone un poco tensa, en cuanto veo que tienen la intención de marcharse me lo pienso poco antes de cerrar la puerta de nuevo, sin ni siquiera despedirme, ya que no estoy de humor y tampoco me parece que sea yo quien haya de romper con el silencio que se ha creado para parecer un poco más sociable. Ana siempre me recalca que es mejor que no le dé muchas confianzas a los extraños y en este caso a esas dos parejas las puedo considerar como tales, aunque tengo la sensación de que Ana les trata con mucha familiaridad, que hasta cierto punto se siente algo juzgada y cohibida por su presencia, como si hubieran venido a valorar su trabajo, a pesar de que no sean los administradores ni en principio tenga constancia de que ella se haya planteado marcharse, sobre todo porque de manera casi inevitable, la siguiente que verá sus maletas en la puerta seré yo, una vez que me haya graduado en 8º Grade, ya que quien la sustituya no será tan condescendiente con mis manías y considerará que eso de que no acuda a clase de Spanish o tenga que examinarme de esa asignatura con privilegios que mis compañeros no tienen para que no aparezca como suspensa es un error, dado que como mi evaluación académica carece de objetividad. De verdad confío en que esta visita no traiga malas consecuencias para ninguna, aunque yo sigo sin querer ir a clase.

Lo cierto es que Ana siempre es bastante reservada con todo lo que se refiere a su vida privada, aunque es consciente que ello provoca que sintamos algo más de curiosidad porque, en realidad, en comparación con ésta, la vida privada de Monica nos importa poco. Como las mayores me decían, Monica ya estaba aquí cuando ellas llegaron y, por mi parte, estoy segura de que seguirá cuando yo me marche. Sin embargo, Ana es la novedad de estos años, su simpatía y trato afable se contradice con su secretismo, como si tuviera algo que esconder, que prefiera que nosotras no sepamos, aunque, como ella misma se justifica, lo más importante ya lo sabemos y lo demás es irrelevante para nosotras. De todos modos, los administradores, que son quienes la contrataron, sabrán de ella todo lo que sea necesario, porque tampoco es alguien que una mañana se presentase en la puerta sin más. Durante sus años en la universidad estuvo de voluntaria y aquí hizo las prácticas profesionales de final de sus estudios, de manera que casi obtuvo la graduación al trabajar conmigo, aunque ninguno de sus profesores viniera a preguntarme y no sé si al final consiguió una buena calificación, pero el caso es que se quedó porque los administradores debieron ver sus buenas cualidades y predisposición. Sobre todo, creo que a ella le gusta cuidar de nosotras a pesar de todos los problemas que le causamos y el poco caso que muchas veces le hacemos, pero como ella dice los resultados se demuestran a largo plazo y he de reconocer que en ese aspecto tiene parte de razón, aunque tan solo sea porque nosotras nos hacemos mayores y empezamos a ser un poco más consecuentes y conscientes de nuestros actos.