07:47 AM. MHS Corridor
Vuelvo a coincidir con Yuly en las taquillas, aunque en esta ocasión debería decir que por mi parte es intencionado, aunque, al no tener muy claro a qué hora llega, me arriesgo a ser yo quien llegue tarde a la próxima clase. Pero aún tengo tiempo y puede que nos acompañemos la una a la otra. El caso es que necesito hablar con ella, al menos demostrarle que algo de interés por mi parte por afianzar esta amistad y que no tenga que ser siempre ella quien venga a buscarme. Necesito que la gente empiece a darse cuenta de que no soy una chica tan desamparada como alguno parece entender, dado que aquí ya empiezo a tener amigas, aunque no me haya apuntado a ninguna actividad extraescolar y mi fama de chica solitaria me preceda. Tras lo sucedido ayer con Mr. Bacon me siento más justificada y tan solo me queda confiar en que Yuly me corresponda antes de que encuentre afinidad con sus otras compañeras de clase.
Yuly: Hola. ¿cómo lo llevas? – Me saluda en tono afable. – ¿Le has comentado a alguien los que nos propuso Mr. ‘Panceta’? – Me pregunta con inquietud.
Jess: Se presentó ayer por la tarde en el St. Clare’s. Me hizo una visita sorpresa y habló con Ana, además de conmigo. – Le respondo. – No tuve que hablar de ese asunto porque ya se ocupó Mr. Bacon de hacerlo. – Le indico con cierto apuro.
Yuly: Por mí, si quieres, te ayudo con la asignatura.- Me indica en tono afable. – Pero eso de que mi calificación dependa de la tuya no me convence. – Me confiesa.
Jess: Si me ayudas, te lo agradeceré, pero tampoco quiero perjudicarte. – Le digo para que no piense que me aprovecharé.
Yuly: Entonces ¿Estudiaremos juntas? – Me pregunta y propone animada. – Tendrá que ser durante los descansos, porque por la tarde será complicado. Tal vez los viernes por la tarde convenza a mis padres para que me recojan en el internado y tengamos un par de horas para estar juntas.
Jess: Cuando te venga bien. – Le digo con plena disponibilidad. – Con que me dejes que te copie los ejercicios será suficiente. – Le indico. – Me temo que Mr. Bacon se querrá cerciorar que los llevo hechos todos los días.
Yuly: Si quieres, algún día te dejo el cuaderno y me lo devuelves por la mañana. – Me propone. – Pero cuídamelo ¿Vale? – Me ruega. – ¡Mis padres me cuelgan como se rompa o lo pierda! – Me advierte. – Les puedo decir que me lo he dejado olvidado en la taquilla, en caso de que pregunten.
Jess: Estoy en el St. Clare’s porque no sé nada de mis padres, no porque sea una ladrona. – Le aclaro, aunque no me lo haya dicho con esa intención.
Yuly: No te lo decía por eso. – Se defiende en tono conciliador. – Es que vives con niñas pequeñas y ya sabes, no siempre son conscientes de lo que hacen. – Alega.
Jess: Perdona. – Me disculpo. – En ocasiones tengo la impresión de que la gente se confunde con nosotras. – Le aclaro. – Somos chicas huérfanas, abandonadas o procedentes de familias desestructuradas, aunque haya quien piense que somos hijas de delincuentes. – Le explico. – A mí me abandonaron y no sé nada de mis padres. – Le recuerdo.
Yuly: Ya he estado de visita y sé lo que hay. – Me contesta con complicidad.
Supongo que a las dos nos ha gustado eso de hacer juntas el trabajo para la clase de Spanish y nos hemos caído simpáticas. Por lo cual, no tiene nada de particular que, como amigas que somos, estudiemos juntas. En cierto modo, ella se ha de sentir culpable porque han sido sus ocurrencias lo que ha provocado que Mr. Bacon nos llamara la atención y se fijase en nosotras, aparte de que ya estuviera advertido de que yo sería una alumna un poco problemática con la asignatura. La idea de Yuly era que con este trabajo obtuviéramos la máxima nota y así tomarse la asignatura de una manera relajada, pero se emocionó demasiado. Se ha querido pasar de lista y demostrar que va sobrada de conocimientos, de manera que nos pondrá en evidencia a las dos. Mi responsabilidad está en que no me he implicado todo lo que debería. Me dejé arrastrar por su seguridad y entusiasmo, aunque sea consciente de lo que nos jugábamos. Lo justo es que, si las dos nos hemos metido en este lío, ahora nos ayudemos. Aunque yo no me siento muy animada a cambiar mi actitud en clase. Pero al menos tendré un aliciente para llevar los ejercicios al día y una excusa para tener una amiga entre mis compañeras de clase, porque lo cierto es que Yuly me parece una chica simpática, con la que será fácil que me entienda, a pesar de que se entusiasme tanto cuando habla de España.
Yuly: Luego me cuentas eso de que Mr. ‘Panceta’ ha estado de visita. – Me dice. – Como se le ocurra presentarse en la mía, ¡me muero del susto!
Jess: Te aseguro que me quedé de piedra. – Le respondo. – ¡Es lo último que me hubiera esperado! En el St. Francis eran Ana o Monica quienes les preguntaban por nosotras.
Yuly: ¡A mí me daría por salir corriendo! – Replica. – ¡Mis padres me castigan sin salir, a estudiar día y noche, hasta que me jubile!
Ahora no hay tiempo para que hablemos de nada porque ya llegamos a la puerta de su aula y yo he de seguir hasta el aula de música. Prefiero que no haya problemas ni complicaciones añadidas. Hasta cierto punto, lo de Mr. Bacon era previsible en vista de los precedentes y que supongo Ana le habrá puesto sobre aviso. En el St. Francis no hacía falta que se dijera nada de un curso para otro porque ya todos los profesores estaban al tanto de lo particular de mi caso, con la desventaja de que no en todos los cursos ha sido el mismo, pero ese cambio no hizo que cambiara de actitud y, una vez superado 5th Grade, pretender que me que estuviera al nivel de mis compañeros se convertía en un objetivo imposible ante mi falta de cooperación. Para este curso, Ana le habrá tenido que advertir a Mr. Bacon que no tenga ninguna consideración conmigo porque, me agrade o no la idea, no que me queda otro remedio que aprender. Aunque de momento haya de ser por las buenas y mejor que no me piense ni en broma qué medidas se tomarán como haya de ser por las malas. Mejor que no me den la ocasión de que me conozcan en el Matignon High.
Debo admitir que mis habilidades musicales tampoco son algo que destaquen de mi personalidad, pero dado que se trata de una asignatura optativa, hubo que completar los créditos de la matrícula, y esta asignatura me pareció la más asequible, en la que tampoco coincido con Yuly. Lo cual provoca que, al menos este curso no seamos compañeras inseparables, y de momento prefiero no pensar lo que ocurrirá el próximo curso, dado que ni siquiera tengo seguro que ella siga como estudiante del Medford High, porque está demasiado lejos de su casa. Quizá sus padres se den cuenta de que ello no le aporta tanta ventaja como supone. En cualquier caso, estoy habituada a que la amigas antes o después se marchen. Pero, de momento, esta mañana tengo clase de Música y a Yuly como amiga. Por lo cual mejor que no me preocupe demasiado por el futuro, cuando lo más seguro es que, como me retrase en entrar en el aula, me dejarán en el pasillo.
Period Schedule Subject Period 1 07:52 AM-08:49 AM Music Period 2 08:52 AM-09:49 AM Science Period 3 09:51 AM-10:47 AM Algebra
10:55 AM. MHS The ladies’ toilet
Quedar en el aseo de las chicas quizá no sea lo ideal, pero como después de tres horas de clase a alguna de las dos es previsible que le haga falta, parece lo más acertado, de manera que la otra dispone de un par de minutos más para llegar, aunque nos topemos con el inconveniente de que no somos las únicas. Sin embargo, resulta mucho más discreto, en caso de que alguien nos siga, aunque no es muy creíble pensar que nuestra vida en el Medford High sea del interés de nadie. Pero después de la charla sorpresa de ayer, lo cierto es que ambas preferimos disfrutar de un poco más de tranquilidad, que nadie nos vuelva a ver en la tesitura de que un profesor de nos acerca, aunque siempre sea mejor eso a que nos haga acudir a su despacho.
Yuly: Bueno, ya podemos hablar. – Me dice aliviada. – ¿Me cuentas lo de la visita sorpresa de ayer? – Me pregunta preocupada. – Es por avisar a mis padres. – Me dice con intención y complicidad. – Aunque mi casa esté justo al lado del St Theresa School a ningún profesor se le ocurría presentarse allí cada vez que me llamaban la atención. – Argumenta. – Me imagino la cara de mi madre cuando abra la puerta y se encuentre con Mr. ‘Panceta’.
Jess: A tu casa no creo que vaya. Vives muy lejos y tampoco le has dado motivos, salvo porque destacas por encima del resto. – Le contesto. – A mí ya me ha llamado varias veces la atención y me tiene fichada.
Yuly: Entonces, por mi parte, no me preocupo. – Suspira un poco más aliviada. – Cuéntame cómo fue.
Jess: ¡Me volvió a advertir que, como no tenga una actitud más participa en clase, estoy suspensa! – Le comento sin ocultar mis miedos. – Le parece bien que me ayudes, aunque me advirtió que también te suspendería, si lo consideraba oportuno. – Le comento. – ¡No nos lo pondrá fácil a ninguna de las dos! – Recalco.
Yuly: No creo que me suspenda. – Me responde. – ¡Mi tío Luis ya me ha torturado bastante como para que no apruebe esta asignatura! – Me indica. – Hablo español como si fuera mi idioma materno.
Jess: No sé lo que has dicho, pero tampoco creo que sea capaz de suspenderte por mi culpa.
Es imposible que Yuly suspenda en la asignatura de Spanish. Muy mal se le tendría que dar y a ella le sobran conocimientos y motivación. Sin embargo, por lo que Mr. Bacon insinuó ayer, me dio la sensación de que hablaba en serio y que mi calificación final será lo que condicione la de Yuly. No me parece que sea justo para ninguna de las dos, porque cada cual ha de ser evaluada en función de sus propios méritos. Aparte de que nos conocemos desde hace tan solo una semana, porque somos compañeras de clase, y lo que Mr. Bacon nos propone es que nos condicionemos por una desconocida, aunque a final de curso confío en que seamos mucho más amigas que ahora, si nos entendemos y ella quiere. Por el momento está dispuesta ayudarme con la asignatura de Spanish, pero es posible que se junte conmigo tan solo porque las demás no le hacen demasiado caso. Yuly es una chica que ve lejos y ello provoca un cierto recelo en algunas personas, a mí me da lo mismo de donde sea porque de todo el grupo es la única que se muestra simpática conmigo, que no valora como algo tan negativo que sea una de las chicas del St. Clare. Ella ya ha estado allí y se ha dado cuenta que no somos pobres, tan solo chicas sin padres al cuidado de dos monitoras y de quienes de vez en cuando viene a ayudar.
Ella tiene como objetivo le permitan que se matricule en el nivel Honor en el próximo curso, por lo cual una nota baja en Spanish o cualquier otra asignatura le vetaría esa posibilidad. Tengo entendido que necesita una calificación media de más de 80 puntos y, aunque no sé el grado de demanda que tiene ese nivel, es posible que tan solo se admita a quienes hayan hecho más méritos, por lo cual una asignatura con una calificación inferior a 80 supone una desventaja, aunque la media final y global del curso supere esa puntuación. Lo cierto es que no me ha dado muchos detalles sobre su puntuación media en 8th Grade, pero si está en mi clase o tal vez porque ha solicitado plaza en un high school tan lejos de su casa, el caso es que no era suficiente como para que se la tuviera en cuenta. Es más, por lo que me ha dado a entender, es posible que aún haya de demostrar sus aptitudes porque sus padres no tienen demasiada confianza y temen que el nivel Honor sea demasiado exigente. En mi caso, como es lógico, se descartó desde un primer momento porque no soy tan buena estudiante ni lo pretendo.
Yuly: ¿Sabes? – Me pregunta. – Me gusta lo que te has hecho en el pelo. – Me dice para cambiar de tema y que nos relajemos. – Te queda bien y acentúa tus rasgos. Así no pareces tan europea.
Jess: ¿Qué? – Le pregunto sin comprender la pregunta ni que cambie de tema. – No me he hecho nada especial en el pelo. – Le digo.
Yuly: Entonces, ¿siempre llevas esas rastras de colores? – Me pregunta contrariada. – Cuando llevas el pelo suelo no se ven. – Me indica. – ¿Son por algún motivo especial?
Jess: Ya hace tiempo que las llevo. – Le contesto. – No son por nada en particular. – Le indico. – Hace tiempo una de las tutoras me las empezó a hacer y les he cogido el gusto.
Supongo que, como ya somos amigas, empieza a haber confianza entre nosotras y se permite hacer este tipo de comentarios y alusiones más personales sobre cuestiones que para mí no tienen demasiada importancia, pero que a ella le llaman la atención. En esta ocasión son las dos trenzas/rastras de colores a la altura da nuca, a las que después del tiempo que hace que las llevo tampoco considero algo tan relevantes. Si cabe, son uno de los pocos toques de coquetería femenina que he tenido desde siempre, aunque no recuerdo muy bien quién me las confeccionó la primera vez, cuando aún necesitaba ayuda para peinarme y que después he conservado. Aunque cada cierto tiempo las he de renovar porque el pelo crece y tampoco es algo que me guste que destaque demasiado. Pero cuando llevo el pelo tan recogido como hoy quedan sueltas y a la vista de todo el mundo. En el St. Clare’s este detalle no es ningún secreto y como tal Ana y Monica me lo consienten. Ya que, como asegura Ana, mientras se trate tan solo de un capricho de coquetería, no tienen relevancia. Lo grave sería que pretendiera darle algún otro sentido. De hecho, en alguna ocasión me ha insinuado que la corte y no me las vuelva a hacer, pero aún no me he dejado convencer de ello. No es algo que me moleste, no considero que haya de molestar a nadie porque se trata de mi pelo trenzado con hilos de lana.
Yuly: ¿Sabes hacer ese tipo de trenzas? – Me pregunta. – A mí me parece mucho trabajo y que hay que tener mucha maña.
Jess: No es demasiado complicado. – Le comento. – Al principio hace falta un poco de ayuda, porque hay que ver lo que se hace, pero, después, es cuestión de maña, de que se crucen los hilos con los mechones de pelo.
Yuly: ¿Eres una hippie? – Me pregunta extrañada. – ¿Nadie te ha llamado la atención?
Jess: No, no soy hippie ni nada de eso. – Le respondo. – Supongo que es porque lo que tú has insinuado antes, quién me las hizo la primera vez quiso que resaltaran mis rasgos amerindios.
Yuly: Entonces ¿No te consideras hispana? – Me pregunta sin ocultar su extrañeza. – Se supone que tu padre es español.
Jess: Sí, bueno. No sé. – Le respondo un tanto confundida por su pregunta. – Por supuesto que quiero a Daddy, sueño con el día que venga a buscarme, pero, como me aconseja Ana, mi tutora, me ha de querer por mí misma.
Yuly: A mí me pareces una chica simpática. – Me dice por su hubiera malinterpretado sus comentarios e insinuaciones.
Como soy una chica, todo el mundo insinúa que me parezco a mi madre, aunque nadie sepa quién es.Y ante la casi completa certeza de que mi padre es de origen europeo, español, se me considera una mestiza, sin que haya renegado de ello ni considere que tenga más importancia unos rasgos sobre otros. El caso es que no soy demasiado aficionada a mirarme a los espejos, aunque no por ello me guste ir despeinada o con la cara sin lavar. En el St. Clare’s ya saben de mis malas costumbres con el vestuario y me tienen bastante controlada en ese aspecto. Ana se ha ocupado de que aprenda a vestirme y sea un poco más consciente de mi feminidad, no para que supere los recelos hacia mi madre como para que me olvide de los agobios que me causa vivir en el St. Clare’s sin el cariño y afecto de mis padres. Como ella me dice, he de asumir ques mientras mis circunstancias no cambiens ese es mi hogar. Pero ello no ha de impedir que me desarrolle como persona, que tenga curiosidad por tratar con la gente y saber que hay más allá de lo que alcanza mi vista cuando me asomo por la ventana de mi dormitorio. Si yo me acepto como soy, los demás también lo harán. Sin embargo, me temo que entre mis compañeros de clase no hay nadie que me tenga en cuenta, salvo Yuly.
El consejo que siempre nos dan es que no hay que juzgar a la gente por la primera impresión, aunque tampoco debemos ser demasiado confiadas con los extraños, por lo cual nuestras valoraciones han de estar entre la prudencia y la amabilidad. En mi caso soy víctima de esas primeras impresiones, de que quizá siempre me ha gustado demasiado ser yo misma y tal vez eso es lo que resulte y acentúe el rechazo de los demás. Supongo que como soy reacia a que me encuentren familias de acogida o adopción, sin pretenderlo provoco cierto rechazo en los demás, no soy lo que se dice una chica que se adapte demasiado bien a los cambios, por lo que me he quedado para evitarme el trauma de la mudanza a Matignon High. Si mi cabezonería forma parte de esa genética heredada de mi madre, no la rechazaré porque hasta ahora me ha aportado mucho, a pesar de que también me ocasión más de un problema, pero así es como soy yo. Como en ocasiones Ana exclama, tendrá que ser Daddy quien haga de mí una chica un poco más civilizada, porque para el resto del mundo es imposible.
Yuly: ¿Vamos a comer algo? – Me pregunta y propone. – No tenemos toda la mañana y cuando nos queramos dar cuenta sonará la campana.
Jess: Sí, vamos porque no creo que aguante hasta la hora de comer con el estómago vacío
Yuly: Pero, tú desayunas ¿verdad? – Me pregunta contrariada.
Jess: No todo lo que me gustaría porque me levanto con el tiempo junto. – Le confieso.
Yuly: No es porque no te den de desayunar ¿verdad? – Me pregunta contrariada.
Jess: Mientras me visto, o la noche antes, Ana se ocupa de prepararme el desayuno. – Le comento y aclaro. – Dependemos de la parroquia, pero tenemos las necesidades cubiertas.
El desayuno es la comida más importante del día y, como se me ocurra venir a clase sin haber pasado por la cocina, quien me persigue hasta la parada del bus es Ana con intención de que coma. No sé qué rumores ha escuchado por ahí sobre que hay chicas que se niegan a comer porque se ven gordas e incluso algunas que se supone comen con normalidad, pero después vomitan para que la comida no le llegue al estómago; incluso me ha hablado sobre chicas que se someten a regímenes sin que lo necesiten. Según me explicó, en la mayoría de los casos hay de trasfondo un problema de autoestima. Entiendo que quiso tantearme, más que informarme, por si se me había pasado por la cabeza algo similar. Sin embargo, por lo que a mí respecta, puede estar tranquila. Le tengo bastante recelo a los espejos, pero ello no implica que no me guste mi aspecto o que no tenga apetito cuando me siento a la mesa. Sé que no como de todo, pero eso tampoco es ningún secreto ni algo que haya de ocultar. En el St. Clare’s me conocen bastante bien porque llevo allí toda la vida. En ocasiones tengo la impresión de que saben lo que me pasa incluso antes de que yo me entere.
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