Miércoles, 3 de septiembre 2008

02:45 PM. Biblioteca. Daddy

El personal no autorizado no puede estar en las zonas privadas de la biblioteca y no hay excepciones, salvo casos justificados y autorizados, aunque tal vez la causa del nerviosismo de las gemelas, de la tensión de las últimas tres horas, no hayan sido las normas de seguridad de la biblioteca como su propia frustración. Porque, si querían que Jessica les viniera a recoger a mediodía para irse de compras o donde fuera, el hecho de que ésta cambiara de idea en el último momento no ha ido la mejor noticia que se les poda haber dado. Aunque a mí me han parecido lógicas las razones, porque las gestiones que pensaba hacer se le han complicado más de lo esperado y un retraso se ha sumado al siguiente. La prudencia le ha llevado a considerar la opción de que las gemelas iban a estar mejor, más acompañadas, si se quedaban en la biblioteca. Lo cual entiendo que no les ha gustado demasiado, porque después de haber pasado unas primeras horas preocupadas por tener el teléfono apagado y no haber aprovechado el tiempo como pretendían, esto ha sido un poco la gota que ha colmado su paciencia. A falta de alguien a quien culpar, sobre quien desahogar sus penas, se enfadaron la una con la otra y yo me he encontrado en medio de esta disputa fraternal, sin sentido y condicionado por tener que compaginar mi trabajo con mis responsabilidades.

Primero que, si la culpa es de una, por no acordarse de comentarnos el tema del teléfono, porque no sabe si funciona o si aquí tiene cobertura. Después la culpa es de la otra por haberse desentendido, ya que se supone que el teléfono móvil es de ambas, lo comparten. Primero que sí la culpa es de una porque no hacía falta que acompañasen a por mi teléfono, porque podían haberme esperado en la mediateca, ya que uno de los ordenadores se había quedado libre y ya las tenía localizadas. Después, que si la otra había aprovechado que yo parecía entretenido para ir al servicio y tardó en volver más de lo que la primera pensaba. Por lo que fuimos a buscarla y cuando volvimos a pasar por la mediateca, ya no quedaban ordenadores libres y no tenía sentido que me esperasen allí sin hacer nada. Primero que, si la culpa de es de una, porque deberían haberse quedado con Jessica, porque la mañana estaba siendo una pérdida de tiempo y después que si la otra es una aburrida porque nunca tiene ganas de nada y siempre tiene que hacer lo que ella decida. Que, si no quería venir a la biblioteca, debería haberlo dicho antes, porque ninguna de las dos es adivina de los pensamientos de la otra…. Y así poco a poco ha ido en aumento la tensión por su propia frustración. Lo peor es que hablaban en inglés para que quedase constancia de que la pelea era en serio.

Al final me tuve que poner serio con las dos y asumir que mis responsabilidades con ellas no terminarían al mediodía ni porque ellas supieran que tendrían unas cuantas horas por delante para disfrutar de la biblioteca y de los servicios que ésta ofrece para un par de adolescentes ociosas y necesitadas de matar el tiempo hasta que sea hora de marcharse a casa. Lo cual me puso en una situación un tanto comprometida porque era lo último que para hoy me apetecía, que esta mañana se convirtiera en la peor de las pesadillas, cuando debía servirme para ganar puntos delante de las gemelas, por hacerles un poco más partícipes de mi vida y romper un poco con esa frialdad que tal vez hubieran notado por no dedicarles un poco más de atención y estar demasiado centrado en mi trabajo. En no generar tensiones injustificadas por causa de mi presencia y de esa falta de confianza previa entre nosotros. No me esperaba tener que ganarme a pulso, con algo más que buenos propósitos, que ellas empiecen a verme como algo más que un extraño o ese pretendido padre perfecto sin ninguna credibilidad. Aunque Jessica no se plantea solicitar que se lo cambien, porque no hay más candidatos.

De 12:00 pm – 01:00 pm. Para que no se cruzasen ni los pensamientos primero llevé a Milly a la sala de préstamos para que escogiera un libro con el que entretenerse en la sala de lectura, mientras que Becky esperaba en los escalones de acceso a mi oficina. Después acompañe a ésta a la a mediateca. Donde, por suerte, había un ordenador libre y volví a por Milly para llevarla a la sala de lectura. Por mi parte les dejé claro que tenía pocas ganas de escuchar una palabra más alta que otra y que el personal de la biblioteca no estaba allí para ejercer de niñera de nadie. Por las mañanas la sala infantil permanece cerrada. Pero, tal y como ellas, se estaban comportando, ni allí las querrían a las dos juntas. Por lo cual era mejor que se mantuvieran separadas. Y, si no les apetecía recapacitar sobre lo que se hubieran dicho la una a la otra en un momento de frustración, por mi parte tampoco les iba a obligar se podían tomar aquella hora de descanso. Y les prometí que me dedicaría a dar vueltas por la biblioteca. Por lo cual, no se tendrían que mover para buscarme porque me pasaría a verlas de vez en cuando.

A 01:00 pm fui a buscar a Becky a la mediateca y la llevé a la sala de préstamos, para que se entretuviera, escogiera un libro y me esperase a que fuera a buscarla. Le recalqué que no se moviera porque no quería tener problemas por su culpa ni su causa. Después me fui a la sala de lectura a por Milly para llevarla a la mediateca. Aunque pasamos por la recepción para evitar la tentación de que se cruzasen por el pasillo. Excusa que aprovechó para que le dejase pasar un momento al servicio, dado que pasamos por delante de la puerta. Cuando llegamos a la mediateca no había ordenadores libres, pero le pedí que esperase su turno, que le daría tiempo para que estuviera por lo menos una hora como su hermana. Al volver a por Becky la encontré sentada en los escalones, impaciente, aunque entretenida, porque ya había empezado con la lectura. Me había esperado allí tan solo por evitar que yo me enfadara. Entiendo que confiada en que tal vez viera pasar a su hermana. Pero se sintió un tanto defraudada al verme llegar solo. En todo caso, no me puso mucho reparo a que la acompañase a la sala de lectura y se pidiera que no se moviera de allí, aunque intuyera dónde estaba Milly y sintiera el impulso de reconciliarse con ésta. Yo seguía sin ánimos para verlas pelearse de nuevo.

A 02:00 pm me di otra vuelta para ver cómo estaban. Consciente de que tal vez para Milly fuera pronto para que la moviera de la biblioteca, si había tardado en conseguir un ordenador libre, lo que no hubiera sido muy justo para ella. Lo que por descontado me confirmó, que iba a necesitar por lo menos otra media hora porque casi acababa de sentarse, sin que le pusiera ningún reparo, ya que la encontré bastante relajada y, hasta cierto punto, arrepentida por la discusión con su hermana. Por no poder compartir con ésta esos momentos, pero sin querer desaprovechar la ocasión de conectarse a Internet, para mirar su correo y curiosear un poco. Sin que yo quisiera preguntarle demasiado, porque tampoco era momento para que me entretuviera. En todo caso, me alegró verla tan animada y que al final el día en la biblioteca no hubiera sido una total pérdida de tiempo en ese aspecto. Lo que, en cierto modo, para mí era un objetivo cumplido. Para que dispusiera de algo más de tiempo con el ordenador, le presté mi carné de la biblioteca, tras informar al responsable de que ésta accedería con mi usuario.

Por su parte, Becky no se mostró tan animada. Apenas había avanzado un par de páginas en la lectura del libro escogido. Estaba pensativa, algo triste, con la sensación de que le faltaba algo. Por lo cual, a mi sugerencia de acompañarla al servicio, le faltó tiempo para levantarse. En cierto modo, yo debía reconocer la poca delicadeza que había tenido con ella con aquel planteamiento, porque ella siempre había sido quien esperase a que me ocupase de Milly. Aunque la primera vez se lo hubiera compensado con el uso del ordenador. Pero la segunda se había sentido un poco más abandonada, que no recibía la misma atención que su hermana. Por lo cual, era como si la responsabilizara a ella por la discusión, dándole tiempo para que reflexionara, cuando tal vez se trataba más de un exceso de confianza, sin tener demasiado en cuenta sus necesidades afectivas. Por lo cual, el hecho de que me ofreciera a acompañarla al aseo, al menos hasta la puerta, suponía toda una novedad. Aunque no el fin del castigo, porque ello hubiera ido en detrimento de Milly. Ante lo cual, evité que fuéramos por la mediateca para que no se cruzasen, y la llevé de regreso a la sala de lectura. Con la aclaración de que no tardaría en pasar a recogerla a ambas, porque mi turno estaba a punto de terminar y nos marcharíamos a casa.

Y ahora que ya han venido a relevarme es hora de que me vaya a por mis princesas, antes de que se impacientes y vuelvan su enfado en mi contra, por lo que seguro habrán sido muchos fallos y muchas faltas de delicadeza por mi parte. Provocado por la falta de experiencia en esas cuestiones. Con el añadido de tener que compaginar el trabajo con los asuntos familiares. Ante lo cual, lo único que puedo esperar es que las dos sigan sanas y salvas; no me maten cuando las vuelva a juntar y, ante todo, sean capaces de ser benévolas conmigo y no hagan que mis buenas intenciones al final se vuelvan en mi contra en vez de sumar puntos. Aunque tampoco quiero que ello me obsesione, porque ni ellas se van a poder ir muy lejos por su cuenta ni yo tampoco quiero darles ocasión para que se lo planteen. Estoy tan comprometido como lo pueda estar Jessica, ya que lo hacemos como familia, sin que tenga que ser más fácil ni más difícil para ellas que para nosotros.

La primera por cercanía y por el camino a seguir, ha de ser Becky, aunque es posible que Milly sea quien a estas horas se sienta más contrariada, porque ya hace un rato que terminó su tiempo con el ordenador y no he ido a buscarla ni le hice ninguna indicación en ese sentido. Ya que ni siquiera ha sido ella quien ha venido a buscarme y, en contra de lo que se pueda pensar, no sé si mis compañeros, pero yo no tengo acceso a las cámaras de seguridad. No entra dentro de mis competencias ni tampoco lo veo necesario. Mis tareas, dentro de lo que cabe, no tienen excesiva responsabilidad. En todo caso, solemos estar dos personas por turno. Para lo que ha sido la mañana, tranquila en lo laboral, casi me alegro de tener ocasión de relajarme, aunque haya de estar disponible y localizable por si me avisan, porque de vez en cuando hay ordenadores que se atascan o gente que acude a la biblioteca pensando que aquí hay mejor software que en su casa y pretende hacer cosas que de momento no son factibles o superan la capacidad de procesamiento los equipos. La cuestión es que a partir de ahora me puedo considerar más como padre de un par de adolescentes, que como empleado de la biblioteca.

Cargado con las mochilas, porque ambas me han dejado al cuidado de éstas para ir un poco más liberadas, me encamino hacia la sala de lectura, que está aquí al lado, con la esperanza de que Becky haya tenido paciencia para esperarme durante esta última media hora y, al menos, encontrado distracción con la lectura, si sus propios pensamientos le deprimen. Me voy a buscarla consciente de que el momento más tenso será cuando vuelvan a estar las dos juntas, porque sería absurdo mantener esta separación por más tiempo y porque he de presentarme con las dos en el chalé. Ya que hemos de volver juntos en el autobús y no me atrae la idea de mandar a ninguna de las dos por delante ni que ninguna se quede rezagada. Tan peligrosa puede ser la estación de autobuses, como la parada en el pueblo. Ante lo cual, cuanto mejor sea su estado de ánimo y disposición a entenderse, más disfrutaremos del paseo de vuelta y con más optimismo me replantearé los planes para esta tarde, en caso de que todavía les apetezca estar las dos juntas bajo el mismo techo y a menos de un metro de distancia la una de la otra.

Cuando me asomo por la puerta de la sala de lectura, como cabría esperar, entre los presentes identifico a una adolescente de catorce años y casi dos meses de edad, de cabello rubio y largo, cuerpo esbelto, sentada en uno de los sillones del fondo y centrada en la lectura de un libro. Que, si hubiera ido a buscar una aguja en un pajar, podría considerarme afortunado por mi suerte y mirada de lince. Sin embargo, ya sea por su actitud, por intuición o porque este tipo de bromas son una buena manera de complicidad fraternal para superar asperezas y zanjas disputas sin mucho sentido, hay algo que no me termina de cuadrar en mis primeras impresiones. Por lo que de manera casi inconsciente presto un poco más de atención según me acerco y ello acentúa mis sospechas. Ya que se ha tratado de algo completamente improvisado en el último momento y, por lo cual, no han tenido en cuenta todos los detalles. Sin que por mi parte pretenda pasarme de listo ni presumir de reconocerles a simple vista, cuando éste es su tercer día conmigo. Entiendo que, con este juego, ellas mismas provocan que nos esforcemos por reconocerlas y la valoremos a cada una por sí misma, de manera individual, necesitan tener claro que sabemos quién es cada una y como tratarlas por separado.

El detalle que la descubre, lo cual no sé si ha sido premeditado o un acto involuntario, es el color amarillo de la goma con la que se ha recogido el pelo. No tanto por el hecho de que hasta ahora Becky lo haya llevado suelto y haya querido recogérselo para estar un poco más cómoda y que no se le caiga sobre la cara ni el libro, que no dificulte la lectura y le distraiga. En principio, me debería creer que se trata de Becky, porque es quien se supone que está castigada a estar aquí y se comprometió conmigo a no moverse, aunque sonara la alarma de incendio y le obligasen a salir a la calle por su propia seguridad. Con el consiguiente riesgo de estar en un sitio cerrado y lleno de libros inflamables. Por lo cual, el hecho de que no se trate de ella, ya supone un incumplimiento de su palabra y, por otro lado, le sucede otro tanto a Milly. Salvo que de buenas a primeras las gemelas se hayan convertido en trío, cuarteto o tengan la capacidad de multiplicarse en cuestión de segundos y hayan invadido la biblioteca. Incluso me atrevo a pensar que con ese pequeño detalle es posible que ella misma se haya querido delatar para darme a entender que ya han hecho las paces entre ellas y evitarse dar más explicaciones.

Tengo la opción de seguirles la broma o dejarlas en evidencia para que repriman este tipo de ocurrencias. Aunque, si es lo que me supongo, una especie de prueba, una llamada de atención para que las considere de manera individual, me ponen en una difícil tesitura. Ante todo, buscan compromiso, complicidad, que haya seriedad en el trato, pero también momentos para reírse, que no me comporte con ellas de una manera demasiado fría ni distante, que haya más comunicación por parte de los cuatro para que no se repitan situaciones como la de hace dos noches con el empacho de cereales o esta mañana con el asunto del teléfono. Necesitan tener la seguridad de que las escuchamos, pero también que pueden hablar con nosotros de cualquier cosa que les inquiete. De manera que estropearles la broma, impedirles que se rían un poco, puede ser un error tan grave como el hecho de que de verdad sea tan crédulo o insensible como ellas pretenden demostrar. Ya que no se trata de que me lo tome como una burla, una ofensa, sino como un juego e incluso sentirme afortunado de que se tomen este tipo de libertades de confianzas, porque en realidad me están demostrando respeto y, sobre todo, dando cariño, al que esperan les corresponda. Ante lo cual mejor dejar a un lado los formalismos y que al final ellas disfruten del hecho de que son víctimas de su propio engaño.

Daddy: Bueno, ya nos podemos ir, que tu hermana nos debe estar esperando desde hace un rato. – Le digo en tono afable.

Becky: Si, vámonos que tengo hambre. – Me responde con toda tranquilidad.

Daddy: Sí, perdona, pero, con todo esto de que estéis peleadas, se me ha pasado por alto. – Me disculpo en serio. – ¿Al final te está gustando el libro? – Le pregunto. – Te lo puedes llevar a casa y devolverlo la próxima semana. – Le comento. – Veremos dónde se ha metido tu hermana y esperemos que no se haya aburrido demasiado. – Le digo con intención. – Al menos ella también se llevó un libro.

Becky: ¿Cuál? – Me pregunta como si de verdad se hubiera enterado de lo que le digo, aunque es Milly quien tiene algo más de dificultad con el idioma.

Daddy: Me parece que tuvo suerte y encontró un libro de aventuras, de la serie de “Harry Potter”, en inglés. – Le respondo porque fue un detalle en el que me fijé, por si ha pretendido que fuera una pregunta trampa.

Becky: Entonces, sí, estoy segura de que le habrá gustado. – Me responde con una sonrisa de complicidad.

Sin duda alguna de trata de Milly y con esa misma certeza intuyo que me pone a prueba. Esto es como un examen psicológico de paternidad, de saber si de verdad he estado atento y me he fijado en los detalles. Comprobar si le ha escuchado o me he limitado a llevarla de un lado para otro de la biblioteca, como quien carga con su mochila y la deja en cualquier sitio. En cualquier caso, soy consciente de que hay muchos detalles que se me han pasado por alto, que no he sido demasiado observador con ninguna, pero espero que de todo este interrogatorio el resultado que obtenga no sea muy bajo, ya que no se trata tan solo de que le sea sincero en cuanto a las respuestas, sino de que se mi credulidad resulte tan convincente como la suya, de lo contrario la conversación tendrá un matiz muy diferente, más tendente a mantener esta mentira un tanto forzada, porque ella pretende ser quién no es para que yo le confiese los detalles de cariño que he tenido con ella, pero como si se los contase a su hermana y que de algún modo ello contribuya a su supuesta y deseable reconciliación, como si hablásemos de una tercera persona, que en realidad y en el fondo los dos sabemos que es ella misma, como si yo me hiciera cómplice y partícipe de cariño que tiene su hermana por ella y me doliera verlas peleadas, que hay esa falta de entendimiento.

Daddy: ¿Tú qué tal llevas lo de “The Lords of the Rings” en español? – Le pregunto con cierta malicia, pero queriendo sonar amable.

Becky: En casa de Ana me lo estaba leyendo en inglés. – Me contesta, lo cual es una manera inteligente de salir del apuro.

Si ahora le preguntase algún detalle sobre la novela, considerando que se lo ha leído en inglés, es probable que me sepa responder y la única duda es que lo sepa hacer en español. Lo cual me resultaría creíble incluso para Becky, por mucha soltura que ésta crea tener con el idioma. Pero se trataría de algo muy concreto y yo tampoco me considero capaz de hacer una traducción muy exacta, en caso de que se bloqueara con alguna palabra o expresión. De hecho, me parece todo un reto y de admirar que Becky haya sido tan atrevida en ese sentido, aunque Jessica ya me contó que con ella utilizaba la lectura para el aprendizaje del idioma. Por lo cual, entiendo que no tiene nada de particular, sino que demuestra el interés de ésta por aprender y adaptarse, aunque sea con una lectura un tanto complicada, sin que por otro lado le quiera quitar mérito a Milly por su elección, porque ha optado por una lectura más acorde a su edad, algo que hiciera su estancia en la biblioteca y este castigo un poco más agradable, a lo cual no le puedo poner ningún reparo ni buscar doble sentido, ya que en ningún caso creo que haya pretendido convertirlo en un sutil vuelta a su normalidad.

Tienen catorce años y las dos se han buscado libros con una lectura intensa, densa, queriendo poner de manifiesto su madurez mental y, sobre todo, que se sienten con ánimos y llevan bien este repentino cambio en sus vidas, a pesar de los errores que Jessica o yo estemos cometiendo con ellas por nuestra falta de experiencia o por la novedad. Dado que para Jessica ya no son niñas tan pequeñas, como estaba acostumbrada a tratar con ellas. En mi caso, tal como Jessica me echa en cara por lo que se refiere a ella, eso de tener adolescentes a mi cargo es toda una experiencia. Algo que me supera. Que si hace trece años no me sentía preparado para ello, el tiempo tampoco ha hecho que ese particular detalle mejore en mis aptitudes personales. Pero la vida es así de justa y por haberme librado de ello una primera vez, ahora habré de asumirlo por partida doble y sin que mis padres me respalden. Incluso en alguna ocasión Jessica me ha llegado a insinuar que, aunque hubiera sido a regañadientes, al final hubiera terminado por aceptar eso de que compartiéramos el dormitorio. Sólo que, como es lo hicimos nueve años después, yo me evité que me terminase por volver loco con sus manías y quejas constantes.

De hecho, una de las bromas o comentarios jocosos de Jessica en estos últimos meses ha sido insinuar la pesadilla que yo habría tenido que pasar, si hubieran sido dos chicas y no una sola, las que hace cuatro años se presentasen en casa de mis padres. El planteamiento hubiera sido completamente distinto y no se hubiera dudado en ningún momento que quién se hubiera tenido que ir del dormitorio, si mis padres aún se hubieran mostrado dispuestos a ser tan hospitalarios y considerados. En referencia a las gemelas y como uno de los motivos por los que dejamos el piso para venirnos al chalé, aparte de por la falta de espacio, fue porque los dos estuvimos de acuerdo en que no íbamos a compartir el dormitorio con ellas y que éstas se negarían por principio. Aparte del hecho de que nos hubieran denegado la adopción por no ofrecerles unas condiciones mínimas de habitabilidad. Lo que con el chalé no hay duda de que nos sobra espacio. Aunque, con vistas a que se queden con nosotros algunos años, la decisión y el esfuerzo que hacemos resultan acertados. Van a disfrutar de amplitud y al vivir en el pueblo tendrán mayor libertad, aunque se sientan condicionadas en sus desplazamientos a la ciudad.

Y si me sentí afortunado por encontrar a Milly en la sala de lectura, aunque, en realidad, no fuera tan complicado, hubiera ido en busca de Becky y me hayan pretendido engañar por intercambiarse sin mi permiso ni conocimiento, encontrar a Becky en la mediateca no mengua en nada mi optimismo, siendo esta sala mucho más reducida. Sin que en principio sea capaz de intuir el momento en que se ha producido esa reconciliación entre ellas, porque no dudo de la seriedad y credibilidad de su pelea y que las había dejado en zonas alejadas de la biblioteca para que se lo pensaran dos veces antes de moverse. Ya que se hubieran podido cruzar conmigo o haberse delatado, si no las encontraba donde se suponía que las había dejado. Porque dar toda la vuelta a la biblioteca, sin correr ni dar motivo a que les llamen la atención, no es cuestión de dos minutos, sino de siete u ocho por lo menos. Sin que yo me haya desentendido de ellas más de una hora ni quedado atrapado en mi departamento entre una comprobación y otra.

Becky ya ha terminado su sesión con el ordenador y nos espera con cierta impaciencia, ya que por aquí es más fácil ver marcharse a todo el mundo, aunque Milly también haya sido testigo de cómo se quedaba un poco más vacía la sala de lectura. A diferencia de Milly, ella no se ha recogido el pelo y resulta mucho más creíble el engaño, hasta el punto de que, si hubiera venido primero a por ella, habrían conseguido que cayese en la trampa, porque tampoco las he observado con tanto detalle a lo largo de la mañana y lo único que me ha puesto en alerta ha sido la goma del pelo. Lo que he visto confirmado con la conversación con Milly. De manera que descarto la posibilidad de que Becky se haya desvanecido como por parte de magia y Milly se haya duplicado para que haya una copia bromista de sí misma que supla la desaparición de su hermana. Si la que estaba en la sala de lectura era Milly, por lógica, quien está en la mediateca es Becky. Aunque no sabría decir desde cuándo. Sobre todo, porque podrían sancionarlas por haber recurrido al truco del intercambio para que una de ellas hiciera uso del ordenador más tiempo del permitido por usuario, aunque sea un secreto a voces eso de que la gente se intercambia los carnés, sin que nadie les diga nada, salvo que sea abusivo.

Para seguir con la pantomima del enfado, de que no ha habido tal reconciliación entre ellas ni después de más de tres horas, en vez de mirarse, se dan la espalda y marcan distancias para no verse. Estoy seguro de que, si de verdad no se hubieran intercambiado, se habrán echado de menos y no habrían dudado ni un momento en comprender que todo ha sido fruto de la tensión de momento, de sus frustraciones y de un deseo por llamar la atención una vez que se han visto desamparadas, que se truncaban sus planes. Que con toda esta tontería han conseguido acaparar toda mi atención, en contra de lo abandonadas que se han sentido las dos primeras horas, porque me desentendí de ellas y se dieron cuenta de que estaban incomunicadas porque el teléfono no les funciona. De manera que ahora mismo deberían estar dando saltos de alegría, tanto por este reencuentro como por todo lo que han conseguido en estas últimas horas. En todo caso, su enfado debería ser conmigo porque tal vez no he sido tan detallista como debería y he pasado por alto algunas cuestiones que hubiera hecho más agradable su estancia, aparte de lo mal que les haya sentado el castigo y estar tan separadas.

Daddy: Ya veo que lo de la guerra fría no es tan solo entre los países. – Les comento con cierta jocosidad y tono conciliador. – Coged cada una vuestra mochila, porque no soy el botones de nadie, y vámonos a casa porque al menos yo tengo hambre.

Ellas saben mejor que yo a quién pertenece cada mochila, pero no creo que deba ser yo quien haya de cargar con este peso, una vez que nos vamos de la biblioteca y ellas me las dejaron para que se las cuidase mientras estaban aquí. De hecho, será una manera de poner a prueba toda esta pantomima porque la han de mantener hasta las últimas consecuencias. Hasta que considere que sea el momento de sincerarse. Sobre todo, porque no creo que a Jessica le haga mucha gracia y al final seré yo quien cargue con las culpas por mi exceso de ingenuidad, condescendencia y poco sentido común para manejar esta situación. Porque es evidente que las gemelas están pidiendo a gritos que actúe con un poco más de responsabilidad y madurez. Como se supone ha de hacer un padre, o alguien que se supone ha de ejercer como tal en sus vidas. Pero tampoco creo que sea tan negativo que me haga cómplice con ellas y les siga el juego, la broma. Para que cuando se sinceren yo haga lo propio y las deje un tanto descolocadas y entiendan que tan solo he pretendido divertirme con ellas, como ellas lo han intentado conmigo.

Estamos en mitad del pasillo, en el acceso a la mediateca y no es momento para que se pongan en ridículo, aunque quieran mantener esta pantomima, para que nos quedemos aquí. Sobre todo, porque cuanto más tarde nos marchemos, más tardaremos en bajar a la estación de autobuses y en regresar al pueblo. Jessica no viene a recogernos y el autobús no se va a esperar hasta que a ellas se les antoje que es hora de volver. Tiene un horario que cumplir y más gente a quien llevar a casa. Nosotros no hemos hecho reserva ni siquiera avisado de que vayamos a necesitarlo. Por lo que podría darse el caso de que tampoco tengamos sitio. Aunque resultaría un tanto que extraño nos dejasen en tierra por ese motivo. El autobús que suele ir lleno es el que va directo a Madrid, pero el que pasa por los pueblos suele empezar la ruta medio vacío. En cualquier caso, de las gemelas depende que nos subamos a uno o al siguiente, media hora después, lo que retrasará nuestros planes para estar tarde. Si es que si sienten con ánimos para que los mantengamos. Si me siguen haciendo creer que están enfadadas la una con la otra, no las llevo ni al jardín de atrás del chalé.

Tras un momento de duda, como si fuera algo previamente planificado entre ellas, se dan la vuelta y cada una coge una mochila, en un último intento de que parezca que evitan mirarse a la cara o, en todo caso, que no haya el menor gesto de simpatía entre ellas. Que, si no fuera porque yo estoy entre ambas y se encuentran en un lugar público, lo de lanzarse la una sobre la otra para tirarse de los pelos sería lo mínimo que se les pasa por la cabeza. Son hermanas, son gemelas, se encuentran fuera de lo que hasta ahora se puede considerar su ambiente y esta actitud no tiene ningún sentido, porque debería ser justo lo contrario. Que haya un mayor apoyo y complicidad entre ambas, porque no ha sucedido nada tan grave como para que dé a entender que ni se conocen, si se quieren dar la más mínima oportunidad de hacerlo. Aunque interiormente, lo que de verdad ocurre, es que tanto la una como la otra se están partiendo de la risa, ya que presuponen que yo me lo estoy creyendo todo y me han puesto en una complicada tesitura. Si yo he querido acoger a un par de adolescentes en mi casa, más vale que me mentalice de que ya no estoy a tiempo de arrepentirme por muy difícil que ellas me lo quieran poner.

Si me creyese este engaño, diría que cada una toma la mochila que le corresponde, que, a pesar de ser gemelas y que las mochilas son bastante similares, cada una es capaz de identificar la propia a simple vista, porque tampoco tendría mucho sentido que se confundieran. De hecho, me da la impresión de que recuperar sus pertenencias en vez de favorecer un acercamiento fraternal, acentúa aún más la frialdad entre ellas, porque se muestran más distantes la una con la otra y necesitan reafirmarse en su propia individualidad, que ahora mismo no está dispuestas ni a compartir el aire que respiran, porque es la manera que tienen de poner de manifiesto su enfado y castigarse la una a la otra por las frustraciones propias. Aunque la causa de todo este conflicto este tanto en el asunto del teléfono como en el hecho de que se han estropeado sus planes al no venir Jessica a recogerlas. Mi culpa y responsabilidad está en no haber sabido manejar la situación con un poco más de delicadeza. Pero, si no descargan su desánimo conmigo es porque, en realidad, ya me lo pagan con su indiferencia.

Daddy: Bueno, si aún no os vais a matar, será mejor que nos marchemos a casa. – Les digo en tono jocoso y afable. – Esta tarde ya levantaré un muro en el chalé para no tengáis que volver a saber la una de la otra en lo que resta de vuestras vidas. – Añado con ironía. – Vámonos a Zocodover, a ver si no tenemos que esperar mucho al autobús que nos lleve a la estación.

Para no ir juntas aparte de que el pasillo tampoco es tan amplio y hemos de sortear a la gente que entra o se ha quedado sentada en los bancos, Becky se sitúa delante y Milly se coloca detrás de mí. Me ponen a mí como separación entre ellas, cuando esta mañana han ido juntas y sin que pareciera que nada fuera a romper ese emparejamiento, pero ahora me quieren hacer creer que siguen enfadadas y, por lo tanto, actúan en contra de sus propios impulsos y costumbres. Contra toda lógica, porque nada de esto tiene sentido ni para mí ni por supuesto para ellas. Más cuando, si lo piensan con calma, esta tontería supone un riesgo, porque me obligan a estar pendiente de las dos, de cada una por separado, justo ahora que lo oportuno es que se pusiera en evidencia esta unidad como familia, que me pueda fiar de ambas. Ya que hemos de viajar en autobús y lo último que les recomendaría es que, por mantener esta pantomima, e incluso aunque me creyese su enfado, se mantuviera este distanciamiento, ya que la situación se puede descontrolar.

Becky: Yo bajo por las escaleras. – Me dice con voz sería queriendo parecer enfadada y convencida de ello.

Daddy: Son cinco plantas y no tenemos tiempo para tonterías. – Le respondo. – Bajamos los tres en el ascensor. – Les digo.

Milly: ¡Pues baja en el otro ascensor! – Me dice enfadada y un tanto frustrada.

Becky: No, en el otro ascensor bajo yo. – Le responde con aparente enfado y frustración. – ¡Tú siempre lo quieres todo, ‘Me lo pido’! – Argumenta y disimula el tono jocoso y autocrítico de sus palabras

Milly: Pues tú…. Pues tú…- Dice entre cortada y sin saber qué responderle. – Pues tú… eso…. lo que sea. – Dice con desesperación.

Intuyo que en su foro interno las dos se deben estar partiendo de la risa. Ya no solo por la pantomima que han montado, sino porque se ven en la tesitura de lanzar esos pretendidos insultos contra sí mismas y que yo me tenga que creer que van en dirección de una a otra, que la vuelta a casa se va a convertir en la peor de mis pesadillas como no haga algo al respecto. Ya que incluso ellas se empiezan a dar cuenta de que esto dura demasiado y necesitan volver a ser ellas mismas. Aunque me temo que no se podrán intercambiar de ropa de nuevo porque ya vamos con el tiempo justo y es más importante tomar el autobús que nos lleve a la estación que la incomodidad que les cause el hecho de vestir con la ropa de su hermana. Dado que, por lo que sé al respecto, utilizan la misma talla para todo y esa pequeña diferencia de estatura, ese centímetro, tampoco es algo tan significativa. Pueden seguir así hasta que lleguemos al chalé y cambiarse una vez estemos allí para recuperar su identidad y esencia. En realidad, asumo a simple vista que el intercambio de ropa les ha llegado a poner en una complicada tesitura. Pero, si han pretendido resultar creíbles, no han tenido que ponerle reparos. Lo único es que al menos Milly ha conservado sus gomas para el pelo, que llevaba en la muñeca y, sin darse cuenta, ello le ha delatado.

Daddy: Os lanzo a las dos por la ventana y me esperáis abajo. – Les propongo como alternativa y aparente falta de paciencia por su comportamiento.

Milly: Becky primero porque es la mayor. – Me sugiere con tono serio, sutil y vengativo, consciente de que se refiere a su hermana, y de manera indirecta a sí misma.

Daddy: Bueno, dejad de decir tonterías. – Les ordeno y me pongo serio con ambas. – Hasta que no lleguemos a casa queda prohibido insultarse, matarse o cualquier cosa que implique haceros daño del tipo que sea entre vosotras. – Sentencio. – Comportaos como buenas chicas y mejores hermanas. – Les recomiendo en tono conciliador.

En el ascensor tenemos la oportunidad de ir los tres solos, aunque tenga capacidad para dos o tres personas más. Lo que propicia que ellas sigan manteniendo la pantomima de darse la espalda, cruzarse de brazos y agachar la cabeza, como si pretendieran esconderse a una de la otra y ninguna de las dos está dispuestas a ceder. Como si entre ellas se hubiera iniciado una guerra fratricida sin atisbo de llegar a reconciliarse y todo por una tontería de los más absurda. Tanto por la razón inicial por la que se pelearon, como por el hecho de querer llevar mi paciencia hasta el límite. Antes de admitir que, en realidad, todo esto es una broma pesada. Dado que, por mucho que pretendan engañarme, mí no me queda la menor duda de quién es cada una, que se han intercambiado la ropa y cada una se hace pasar por la otra. Aunque se me haya creado un momento de duda cuando he visto a Becky en la mediateca y me haya generado un cierto desconcierto. Porque en otras circunstancias sí me habría engañado. Pero mi suerte y ventaja es que Milly se ha delatado a sí misma y no parece que sea muy consciente de ello, que ni siquiera Becky se ha fijado en ese pequeño detalle para reconocer que esta pantomima ya no tiene ninguna credibilidad.

Una vez que salimos del ascensor, para que ninguna se sitúe detrás de mí, aunque ello no les agrade, hago que las dos caminen delante de mí. Me da lo mismo, si lo hacen la una al lado de la otra como buenas hermanas o en fila para no tener que mirarse a la cara, aunque una tenga que verle el cogote a la otra y la primera no tenga delante nada que en estos momentos le moleste a la vista. Pero yo voy con la seguridad de que las veo a las dos y, por lo menos, no me dejo a ninguna atrás y las tengo un poco más vigiladas. Regresamos a casa. Si ellas no tienen ánimo para estar muy cerca la una de la otra, o eso pretenden hacerme creer, yo no lo tengo para aguantar bromas ni discusiones absurdas como ésta. Sobre todo, porque, si pretenden que me sienta culpable por la mala gestión que he hecho de todo este asunto, soy el primero que lo reconoce, sin necesidad de que me lo echen en cara. Asumo que se sienten un tanto defraudadas porque Jessica no ha pasado a recogerlas a mediodía y que a mí me ha faltado ser un poco más detallista. Desde el desayuno no han comido ni bebido nada, pero tampoco estaban de humor como para que me planteara llevarlas a la cafetería para que almorzasen algo, visto cómo se comportan no tengo muy claro el resultado, aunque esto no sea más que una venganza por esa falta de atención por mi parte y no tanto una pelea entre ellas.