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Introducción
Mi intención era entrar por la puerta del Reloj, y visitar la capilla del al Virgen del Sagrario, sin que nuestra presencia suponga una molestia para los que acuden a misa y sin que los vigilantes nos llamen la atención, porque las visitas son por la puerta Llana.

Sin embargo, como nuestro lema es no dejar ni una sola puerta sin llamar, y a ser posible, sin abrir, porque pretendemos perdernos por Toledo, nos topamos con que en esta capilla hay puertas. Digamos que alguien se ha enterado que veníamos y se la han dejado abierta por descuido, de modo que la visita será corta no sea que la cierren y nos dejen dentro.

El Ochavo: Relicario de la Catedral
Aunque no está abierto a las visitas públicas, la Catedral de Toledo custodia, en un espacio construido en 1591, alrededor de 100 piezas-relicarios entre las que se encuentra una de las espinas de la corona de Cristo, restos de la columna en la que fue flagelado y hasta de la Santa Cruz, según reza la tradición y la fe de los toledanos.
Se trata de El Ochavo, la estancia contigua a la Capilla del Sagrario que se construyó en el S.XVI, precisamente, para ser el “Sacrarium” catedralicio donde ubicar todas las reliquias que había dispersas por el templo. El nombre de Ochavo hace referencia a su planta en forma de ocho (número y símbolo de la eternidad en la cultura cristiana).
Además de la primera traza para la entrada, la sala está dividida en otras siete trazas con gigantescos arcosolios que muestran, en distintas estanterías, el tesoro relicario de la Primada del que destacamos piezas de incalculable valor.

Desde la capilla del Sagrario se accede a esta otra por dos puertas que flanquean el altar. Se llama también capilla del Relicario por las muchas reliquias que en ella se guardan. La planta es ochavada. La capilla está rematada por una cúpula con linterna que descansa sobre un tambor, obra de Jorge Manuel Theotocópuli. Las paredes están decoradas con mármoles y la cúpula con pinturas en las que trabajaron Francisco Rizi y Juan Carreño. En los retablos adosados a los muros se guardan los relicarios, algunos muy interesantes desde el punto de vista artístico e histórico. Son 126 obras de orfebrería que comprenden desde el siglo XIII al XVIII. Se guarda como tradicional reliquia un trozo del velo de Santa Leocadia (la virgen toledana hispanorromana) que según la leyenda fue cortado por san Ildefonso a la Santa cuando esta se apareció en el año 666. También es parte de la tradición y la leyenda que Recesvinto prestó su cuchillo al santo para realizar esta partición. El cuchillo también se conserva como reliquia.
En 1591 por iniciativa del Cardenal Quiroga surge el proyecto de la creación de un “Sacrarium” completo que comprendería varias estancias del área Norte de la Catedral, entre ellas el ochavo. Entre otros objetivos, uno de los primordiales era crear un sitio idóneo para alojar las reliquias depositadas en la Catedral a lo largo del tiempo. Las nuevas adquisiciones de los restos de San Eugenio y Santa Leocadia impulsaron, aun más, esta idea. El “Sacrarium” toledano ha dado nombre y advocación a la Patrona de la ciudad, la Virgen del Sagrario. El ochavo está situado justamente detrás de la Capilla del Sagrario y antiguamente lo único que las separaba era una verja de bronce que cerraba el arco donde actualmente se ubica la imagen de la Virgen. Antiguamente la imagen se colocaba justo encima de ese arco y de ahí que al estar sobre el acceso al “Sacrarium”, al lugar sacro donde se custodiaban las reliquias, la Virgen recibiera esta advocación.

Las trazas, en un principio, fueron encargadas a Nicolás de Vergara el Mozo y en el año 1604, en tiempos del Cardenal Sandoval y Rojas, se toma la decisión de modificar los primitivos proyectos y destinar definitivamente la parte Nordeste de este “Sacrarium” a la sala del Ochavo. Tras muchas vicisitudes, paralizaciones de obras y fallecimientos de varios de los Maestros mayores de la Catedral, Vergara el Mozo, Juan Bautista Monegro o Toribio González, se llega al año 1625 en el que se sigue discutiendo si las obras se continúan de acuerdo a los proyectos anteriores o siguiendo otros nuevos como el que presenta Jorge Manuel Theotocopuli, hijo del Greco, en 1628. Sería, finalmente, en tiempos del Cardenal Moscoso y Sandoval en el año 1653, cuando se concluye la construcción exterior siguiendo las últimas trazas del Maestro Lazaro Goiti, aunque sin abandonar totalmente las primitivas creadas por Vergara. El 19 de enero de 1673 se efectuaba la solemne traslación de las reliquias catedralicias al Ochavo.
La estancia como su propio nombre indica es un majestuoso monumento de planta ochavada, recordando que el “8” es símbolo de eternidad, reservado para albergar las reliquias de aquellos que fueron mártires y testigos de Cristo. Las reliquias nos acercan a la memoria de los Santos, a las tradiciones que testimonian y al recuerdo de las personas que las veneraron. El santo es el intercesor e intermediario, necesario y suficiente, para que la oración del fiel llegue a Cristo redentor.
El interior de la estancia, adornada por mármoles de varios colores con molduras de bronce dorado, está acicalada por diversas pinturas al fresco realizadas por Mariano Maella en 1778. Estas sustituyeron las originales de Francisco Rizzi y Juan Carreño del S. XVII que estaban en mal estado, renovando completamente las del cuerpo medio que representan las Virtudes Cardinales y Teologales y retocando ligeramente las de la cúpula, creación arquitectónica de Jorge Manuel Theotocópuli, cuyo tema principal es la Santísima Trinidad coronando a la Virgen. No podía tener mejor revestimiento que el de estas pinturas para acoger las casi más de 100 piezas-relicarios que se distribuyen en siete arcosolios, cada uno de ellos compartimentado en varias vitrinas. El número de arcos elegidos no es fruto de la casualidad, el siete es el símbolo de la creación, debido a que ese fue el número de días que tardó Dios en crear el mundo.

De la colección de reliquias de San Luis Rey de Francia procedía la primera espina de la corona de Cristo que llegó a Toledo, un botecito con «leche de la Santa Virgen María» (reliquia que la Catedral de Toledo compartía con la de Oviedo), de la túnica purpúrea de que fue vestido el Señor en su Pasión, la toalla con la que se secó cuando lavó los pies a los discípulos, la sábana con la que estuvo envuelto en el sepulcro y algunos de los primeros pañales del Niño Dios. Estas fueron y son, sin duda, las que más quebraderos de cabeza han dado a los que han querido estudiar el origen y la dispersión de las reliquias de Toledo, más allá de su supuesta veracidad o no. Porque muchas hoy, desafortunadamente, no se encuentran en el Ochavo. El lignum crucis (dos trozos de piedra de la columna en la que fue flagelado Cristo) se conserva en un relicario del siglo XIV que aún se emplea en el ritual de nombramiento de los arzobispos toledanos. También la espina de la corona, custodiada en un relicario de plata dorada del siglo XV, y un lujoso relicario de plata en el que se conserva la carta remitida en 1248 haciendo donación de las reliquias. Pero no hay rastro de la leche materna de la Virgen María, de los pañales, las toallas ni el santo sudario.

Sea como fuere, la devoción por estos objetos tocó techo durante el Barroco y ciertamente comenzó a decaer cuando se fueron abriendo paso el racionalismo y la Ilustración. Pero en absoluto desaparecieron. Que las reliquias fueron perdiendo con el tiempo su función mágica y devocional para convertirse en objetos de lujo propios del gusto de coleccionistas de arte y rarezas lo prueba un robo reciente, sin duda decidido y ofrecido por algún coleccionista de arte y no ya por un fiel cristiano. Despojadas de su sentido original, hoy estos tesoros del cielo siguen despertando curiosidad pero sobre todo morbo a quienes, ya desde un punto de vista aconfesional, se acercan a observar algunos de los relicarios que son a la vez una muestra de arte, riqueza y poder, y no sólo (o no tanto) un signo de devoción. Al menos hasta que alguien dé con el paradero del bote de lecha materna de la Virgen María o pruebe, como muchos deseamos, que los Reyes Magos no son quienes están custodiados en la urna de la catedral de Colonia.
Piezas más significativas
Arca del Santísimo Sacramento
Se crea para depositar la Sagrada Hostia el día del Jueves Santo. El diseño de los relieves historiados corrió a cargo del pintor Juan de Borgoña y fue realizada en 1514 por Pedro de Medina y Diego Vázquez, “sufriendo” diferentes intervenciones posteriores a cargo, entre otros artistas, de Diego Valdivieso en 1597 y Andrés y Vicente Salinas en 1628.

Lignum Crucis
Fue realizada en Barcelona el año de 1326 según reza la inscripción del pie y donada por el Arzobispo Don Juan (1319-1328) para depositar en ella la reliquia de la Vera Cruz que había pertenecido a Luis IX, Rey de Francia. Se emplea en el ritual de nombramiento del Arzobispo toledano donde se le da a besar.

Arca de Santa Leocadia
Felipe II promovió una especie de rescate de reliquias pertenecientes a Santos de la iglesia española que por distintas causas se encontraban en el extranjero, así el 26 de abril de 1587 llega desde el monasterio de San Ghislen, en la diócesis de Cambray, el cuerpo de Santa Leocadia, Patrona de Toledo.
Relicario de la Santa Espina
Relicario de plata dorada de estilo gótico, realizado en el siglo XV para albergar una de las espinas de la corona de Cristo que había sido donada por el Rey S. Luis de Francia en el S. XIII. El pie es poli lobulado, adornándose cada uno de los lóbulos en su asiento por una figura relevada en forma de lágrima. Astil alargado octogonal de cristal de roca engastado entre guarniciones de plata dorada. El cuerpo superior en forma de templete gótico formado por dos pisos con ventanales apuntados, el inferior acristalado, el superior cegado y adornado por esmaltes casi perdidos. En el inferior, inmerso en un tubo cilíndrico de cristal de roca, se custodia la reliquia de la Santa espina. Remate superior con bola y Cruz.
Cruz del Cardenal Mendoza
La pieza, no es propiamente un relicario, fue regalada por el Prelado, el cardenal Mendoza a la Catedral en el S.XV aunque sólo se conserva el astil de esta época; el nudo y la Cruz serían posteriores. El astil podría estar hecho por Lope de Villarreal mientras que el nudo podría haber sido realizado o bien por Diego de Valdivieso, platero en Toledo entre 1564 y 1603, o Lorenzo Márquez, platero en Toledo entre 1575 y 1614. Finalmente la Cruz por Manuel García Reyna, platero en Toledo entre 1746 y 1767. Como curiosidades se dice que esta Cruz acompañó a los Reyes Católicos en la toma de la ciudad de Granada en 1492, además aparece representada en alguno de los tableros de la sillería del Coro de la catedral de Toledo referentes a la toma de Granada e incluso se asemeja al guión del Cardenal Cisneros que puede verse en el fresco de Juan de Borgoña sobre la Toma de Orán, en la Capilla Mozárabe de la Catedral.
Escultura Rey San Fernando
Imagen en bulto redondo que representa al rey San Fernando (1199-1252). La estatua fue realizada por el italiano Virgilio Fanelli en 1671, después de que le fuera encargada con motivo de la canonización del rey Fernando III. Representado frontalmente, ataviado con indumentaria militar típica del S. XVII, compuesta por un manto adornado por grabados en los que se representan leones coronados, castillos y roleos; el resto de la vestimenta se completa con armadura, gregüescos, calzas, zapatos y gorguera en el cuello.
Arca de San Eugenio
En 1565 se hace público que los restos de San Eugenio, primer Obispo prelado de Toledo, regresan a la Catedral, procedentes de la abadía de Saint Denis, gracias al apoyo e intervención de Felipe II. El cuerpo fue trasladado a Toledo en un arca en mal estado, por eso en 1568 el Cabildo de la Catedral decidió encargar un arca nueva al artífice Francisco Merino, a partir de un diseño de Vergara “el Viejo”.

Busto de San Juan Bautista
La pieza según la marca de platero que la acompaña fue realizada por Diego de Valdivieso en 1585 y tasada en su época en 7333 maravedís.
Busto asentado sobre una peana de plata en su color de planta octogonal, compuesta por ocho caras en alzado, la frontal y la posterior de mayores dimensiones, adornadas todas, por escenas relevadas de la vida del Santo y separadas por pilares avolutados. Aplicados en la base de la peana, cuatro escudos pertenecientes a D. Pascual de Aragón, donante de la pieza.
Escultura San Agustín
Imagen de plata en su color que representa a San Agustín asentado sobre una peana ochavada de lados cóncavos y vértices truncados, apoyada a su vez sobre cuatro garras con faldones intermedios en frontal y reverso. El faldón frontal se adorna por el escudo del donante de la pieza D. Juan de Pimentel y Zúñiga, el segundo con una inscripción grabada alusiva al Santo: “LUX EST MAGNA DOCTORUM”. En los laterales otras dos inscripciones: «SAN AGUSTINUS UT SOL INTER ASTRA PRAEEST» y FAVET FOVET ET ILLUMINAT OMNES».
Antiguamente la escultura había sido atribuida al artista Virgilio Fanelli, pero las marcas de platero identificadas se asocian con el artífice Juan Antonio Domínguez, platero en Toledo entre 1702 y 1739.
Brazo de Santa Lucía
Relicario hecho en plata sobredorada y esmaltada. Es una obra italiana, realizada en Siena en la segunda mitad del siglo XIV cuyos autores son Andreas Petrucci y Iacobus Tondini. Se supone que pudo ser una donación del Cardenal Gil de Albornoz.
Retablo Relicario San Luis Francia
El retablo primitivo se hizo en el S.XIII, posteriormente en el XVIII, aprovechando los elementos del primero, se creó el que hoy vemos en la actualidad. Fue donado por San Luis de Francia, junto con una carta autógrafa fechada en 1248 que se guarda en el relicario con su sello de oro. De alzado rectangular, hecho en plata dorada, se compone de 28 mirillas cuadradas acristaladas, distribuidas en cuatro calles verticales por siete horizontales, cada una de ellas con una reliquia en su interior.
Esferas de los cuatro Continentes
Son cuatro esferas de plata de gran tamaño, que representan simbólicamente los cuatro Continentes conocidos en esa época, cada una con una figura femenina asentada sobre ellas. Sus dimensiones oscilan entre los 135 cm de altura y los 70 cm de anchura. Están realizadas por Lorenzo Vaccaro en 1695 y parece ser que fueron ejecutadas a raíz de un encargo D. Francisco de Benavides Dávila y Corella, virrey de Nápoles. Más tarde el Virrey las regaló a Carlos II y posteriormente pasarían a formar parte del museo catedralicio. Las cuatro figuras siguen un mismo esquema compositivo pero con diferencias sustanciales.
Europa
Figura femenina frontal y sedente, asentada sobre la bola del mundo que tiene grabado un mapa de Europa. La bola reposa sobre un trono de cornucopias y tres caballos tendidos sobre una basa de madera de ébano. La mujer está ataviada con manto, corona real y otros complementos cuajados de piedras preciosas; en la mano derecha sujeta un templete y con la otra señala hacia varios objetos que tiene a sus pies: tiara, coronas, paleta y pinceles, escuadra, libro y armas, que son emblemas del Pontificado, de la realeza, de las Ciencias y las Artes y del ejército.
América
Mujer semidesnuda representada frontalmente sobre un globo terráqueo que lleva grabado en su superficie el mapa mundi y varios animales marinos. La bola se asienta sobre acantos y tres caimanes de gesto amenazante. La figura no reposa directamente sobre la esfera sino encima de un trono de vasijas que contienen monedas y lingotes de oro que se esparcen a sus pies. Lleva el torso desnudo, viste falda corta, manto largo y diversos complementos adornados con esmeraldas engastadas. Por último, en la mano derecha sostiene una flecha y en la izquierda un arco.
Asia
Figura femenina asentada sobre media luna y esfera del mundo, esta última con el mapa de Asia grabado en su superficie. La bola descansa sobre tres dromedarios en actitud de reposo. Lleva un vestido típico del Continente asiático con brazaletes, gargantilla y otros complementos repletos de piedras preciosas engastadas. En una de sus manos sujeta una flecha y en la otra un incensario.
África
Figura femenina sentada directamente sobre un elefante con seis serpientes alrededor. La bola del mundo descansa encima de tres leones apoyados en sus patas traseras. Vestido y manto con diferentes adornos florales destacando entre los complementos un cinturón, un collar, un brazalete y una diadema en el pelo; todos con piedras preciosas engastadas. Peinado y rasgos físicos típicos del país al que pertenece. Sostiene un escorpión en una de sus manos.
Otras reliquias
Web de referencia
El Ochavo: Relicario de la Catedral
Las reliquias de la Catedral de Toledo
Las reliquias de Toledo: leche de la virgen, pañales de Cristo… y muchos huesos.
Catedral de Toledo Cultura. Castilla La Mancha.
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